lunes, 30 de abril de 2012

Alemania, a la vera del cortafuegos

 
 
                                                         BRASILIA, PRESENCIA DE LOS BRICS


Michael R. Krätke
Después de demorar su decisión, India, Brasil y China están dispuestas a proporcionar dinero al fondo anticrisis del Fondo Monetario Internacional. A cambio esperan que se cumplan los acuerdos que les otorgarían un mayor poder de decisión en la organización.
El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial disponen: el G20, el club de los mayores accionistas del FMI, ha prometido aumentar el fondo de rescate en 430 mil millones de dólares y duplicar así el volumen para posibles rescates financieros para los países en quiebra de Europa, así como otros aspirantes al puesto. El FMI se convierte así en un bombero equipado con más de un billón de dólares para sofocar fuegos.
El ministro de Finanzas alemán Wolfgang Schäuble ha recibido una merecida paliza. EE.UU. y Canadá se escurren y no participarán en la operación. También los estados BRIC dudan y hasta hace poco no establecieron la cantidad de su aportación. Fueron sobre todo los países europeos, entre ellos Alemania, con 55 mil millones de dólares, así como Japón (60 mil millones) y Corea del Sur (15 mil millones), quienes construyen este cortafuegos. Sus motivos no son difíciles de adivinar: ninguno de ellos está interesado en ver cómo Europa se hunde en una depresión que duraría décadas.
Ciertamente, muchos de los estados donantes dudan de que la Eurozona puede curarse gracias la medicina alemana a base de regla de oro, dogma de austeridad y pacto fiscal. Los economistas en Estados Unidos reclaman un programa económico urgente para países como España, Portugal, Irlanda o Grecia. Como alternativa a los engranajes de la política de crisis europea ejercida hasta la fecha, recomiendan además la creación de eurobonos, comparables a los bonos del tesoro estadounidense, sin los cuales el dólar como moneda mundial no existiría. Y animan al Banco Central Europeo a que intervenga, como ha hecho ya la Reserva Federal en los Estados Unidos. El gobierno alemán no podrá bloquear a largo plazo ninguna de ambas cosas si quiere que atraer a inversores internacionales para que compren los títulos de deuda de los países de Europa.
Una broma de mal gusto
La profunda frustración de los países emergentes se remonta a 2010, cuando se prometió una reforma del FMI, retrasada una y otra vez desde entonces. Esta reforma debería reordenar la distribución de los votos en el FMI, totalmente injusta, y ello desde hace años, beneficiando a los países emergentes. De conseguirse esta reforma, aún quedaría muy lejos de representar la verdadera relación de fuerzas económica en el mundo. Europa y Estados Unidos siguen haciendo, como siempre, todo lo que pueden para dominar el FMI y el Banco Mundial, como recién ha demostrado la elección del surcoreano Jim Yong Kim para la presidencia del Banco Mundial. Por otra parte, los estados europeos, sobre todo Alemania, tienen intereses comerciales con los países emergentes, por lo que no pueden ignorar la acusación de estar utilizando su posición de poder en el FMI para cargar a los países pobres del FMI con los costes de su política de crisis.
El gobierno alemán ha aceptado la creación de este fondo monetario porque espera así recabar apoyo ideológico para sus "reformas", que apuntan al establecimiento de reglas de oro en toda Europa. El FMI obtiene con estas reformas, como las que se está obligando a llevar a cabo a los países del sur de Europa en la Eurozona, la triste celebridad que tuvo en los años noventa en los países en vías de desarrollo. Pero el gobierno de Merkel no se está de copiar lo que entonces vio. Con esta política ha hecho tambalearse a toda la Eurozona. Por eso es una broma de mal gusto que el ministro Schäuble declare que, con su crítica a la política de gestión de la crisis de los alemanes, los estadounidenses están haciendo campaña electoral. ¿Qué hizo sino Merkel en mayo de 2010, cuando retrasó las ayudas a Grecia hasta que el virus de la crisis amenazó con contagiarse al resto de países de Europa?
Michael R. Krätke, miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO, es profesor de política económica y derecho fiscal en la Universidad de Ámsterdam, investigador asociado al Instituto Internacional de Historia Social de esa misma ciudad y catedrático de economía política y director del Instituto de Estudios Superiores de la Universidad de Lancaster en el Reino Unido.
Traducción parawww.sinpermiso.info: Àngel Ferrero
 


Freitag, 25 de abril de 2012

jueves, 26 de abril de 2012

“Europa se encuentra en una divisoria: repetir 1930 o 1848.” Entrevista a Rafael Poch

 

RAFAEL POCH

 

¿Cómo ves Europa en comparación con China y América Latina (economía, dinámica social)?

Regresar a Europa tras más de veinte años fuera, fue encontrarse con un bostezo. Los años noventa y la primera década del siglo han sido socialmente somnolientos, de gran apatía social. En los ochenta el continente estaba dividido en dos amalgamas estrambóticas: capitalismo y democracia en el Oeste y socialismo y dictadura en el Este. La tensión entre aquellas amalgamas moderaba algo el capitalismo en el Oeste. Hoy Europa se ha unificado con el resultado de más desigualdad y más explotación, tanto en el Este como en el Oeste. Pero ese cambio, que evidentemente no es igual en todos los países, no ha sido contestado. En el Este seguramente por el desprestigio que las dictaduras imprimieron a lo social y el "sálvese quien pueda" en el que se convirtió la mera supervivencia para mucha gente en muchos países. En el Oeste los motivos también varían de un país a otro. En España, por ejemplo, se produjo lo que yo denomino como el "asfaltado intelectual" de la sociedad: cierta americanización, cierto espíritu cutre de nuevo rico hipotecado... En cualquier caso el resultado final fue parecido en todas partes: retroceso de los movimientos sociales y de la conciencia crítica. Mientras tanto, en China se vivía un extraordinario avance de la economía y de la contaminación, regado por el mayor proceso de urbanización de la historia. Un dinamismo extraordinario. Un cambio social vertiginoso difícil de caracterizar con un solo brochazo. De América Latina sólo puedo hablar de oídas, pero es evidente que ha habido un despertar social que ha tenido consecuencias políticas en media docena de países con el resultado de una inusitada capacidad de autonomía con respecto al gran vecino del Norte, Estados Unidos, y toda una serie de iniciativas coordinadas en el Sur, algo novedoso y esperanzador. Volviendo a Europa, parece que ahora nos encontramos en una especie de divisoria, pues vemos indicios de cambio de signo contradictorio. Algo se va a mover.

En un artículo cita una frase de Merkel "Nada debería dar por supuesto otro medio siglo de paz y prosperidad en Europa". ¿La puede comentar?

Contiene una gran verdad, aunque seguramente la frase fue introducida en el discurso como mero adorno retórico por algún asesor de la canciller. El hecho es que la estabilidad en la que han vivido los europeos en las últimas dos o tres generaciones se sostiene sobre unas bases muy frágiles que ahora la crisis pone en cuestión. Pero en Occidente no hay conciencia de la posibilidad de un hundimiento -lo que pasó en la URSS en los noventa, en Argentina con el corralito, o la normalidad de cualquier nepalí medio es un hundimiento. Los europeos occidentales y sus dirigentes no tienen experiencia de eso. Eso hace que se continúe bailando sobre la cubierta del Titanic o que se crea que por tener un camarote de primera están a salvo del naufragio. En Alemania es significativo que la generación que conoció el desastre de 1945, los viejos, sean los únicos que dicen cosas sensatas sobre Europa y la euro crisis. Pero cuando hablo de crisis me refiero a un asunto de tres niveles. Uno es el financiero, el desmoronamiento del piramidal castillo de naipes especulativo/ladrón. El segundo es la consecuencia que ese desmoronamiento tiene en la "economía real", con empresas que cierran, sectores inflados que se desinflan, gente que pierde su trabajo y una generación de jóvenes sin futuro. El tercer nivel es el principal: se trata de la crisis asociada al "cambio global antropogénico" del que el calentamiento global es el escenario más conocido y popular. Este tercer nivel es superior, porque contiene los demás niveles y mucho más. A su lado la crisis del neoliberalismo es algo anecdótico, casi una nota a pie de página, podríamos decir...

El reto de la "crisis neoliberal", cuando apareció en 2008, era aprovecharla para atajar toda la crisis en su conjunto, con una transición energética, un cambio de modelo, de contabilidad, de racionalidad económica, de relación con el medio y, naturalmente, de valores. Avanzar en esa dirección. Lo que se denominó "New Green Deal". De momento ni siquiera se ha reconocido la crisis del neoliberalismo y la crisis financiera se afronta con recetas neoliberales y leyendas nacionales que nos llevan de regreso al siglo XIX. Respecto a la gran crisis, la cumbre de la ONU sobre cambio climático de Durban ha dejado bien claro el desfase entre la urgencia del cambio que se precisa y la ceguera de la respuesta. Todo sumado, resulta difícil imaginar una situación más necia y miserable.

Cuando las instituciones internacionales como la ONU, ya llevan años dedicando grandes eventos, esfuerzos y acuerdos al calentamiento global, las políticas económicas nacionales deberían poner el cambio de modelo en el centro de su estrategia a medio y largo plazo. Ni siquiera en Alemania, uno de los países pioneros del movimiento "verde", se habla de eso en las instituciones como se debería. Y no es casualidad. Por un lado, las instituciones de nuestras democracias no están diseñadas para el largo plazo, sino para un "usar y tirar" de cuatro o cinco años. La transición energética exige estrategias a quince, veinte, treinta años vista, pero la mirada de nuestros gobernantes no alcanza mucho más allá de las próximas elecciones. Por otro lado, la estructura económica-empresarial regida por el beneficio determina mucho cualquier proyecto de cambio energético: los mismos monopolios e intereses que alimentan el calentamiento son los nuevos líderes eólicos y solares. Las nuevas energías en manos de las viejas estructuras sin duda no son lo mismo, pero tampoco son la solución. No se saldrá de esta crisis sin profundas reformas estructurales e institucionales. Tales reformas precisan de un fuerte movimiento social internacional.

BERLIN ALEXANDERPLATZ

A Alemania le favoreció la burbuja inmobiliaria española. ¿Qué hay detrás de la propaganda contra los "vagos del sur"?

Ante todo la vana esperanza de que el país puede salir ileso de la crisis. Alemania había sido un país de relativa nivelación social, como Japón, con un estado social generoso y unas relaciones laborales mucho más decentes que la media europea. En 1990, la anexión de la RDA, que costó un billón de euros, acabó con el espantajo comunista, que era el principal incentivo para el "modelo social alemán". La mayor competitividad de los productos alemanes, en Europa y en el mundo, se logró, en gran parte, congelando salarios y generalizando la precariedad laboral en Alemania. Ese desmonte social-laboral contribuyó afirmar la potencia exportadora alemana en una época en la que aparecían nuevos desafíos competidores en Asia, pero desequilibró aun más internamente la zona euro.

Desde la introducción del euro Alemania generó un superávit comercial de 800.000 millones de euros dentro de la euro zona, lo que creó un agujero equivalente en los países menos competitivos del grupo. Esta es la "unión de transferencias" de la que no se habla en Alemania, donde bajo ese concepto sólo se entiende los subsidios y fondos de compensación al sur de Europa que Alemania y otros países ricos desembolsaron. En cualquier caso, las empresas alemanas (no "los alemanes") ganaron mucho dinero e invirtieron gran parte de sus beneficios en el exterior, capitalizando la estafa inmobiliaria de Estados Unidos, la destrucción del litoral español y buena parte de las fantasías irlandesas o griegas, etc., etc. Desentenderse de eso y hacer ver que la situación es resultado del maniqueísmo entre países virtuosos y manirrotos, denota una gran desvergüenza, porque el problema no es nacional. La crisis fue desencadenada por el sector privado, especialmente por los bancos que financiaron la pirámide inmobiliaria que se desmoronó. Para atajarla, los países europeos han dado a los bancos 4,6 billones de euros desde 2008 –esa es la cifra facilitada por el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso. Además, hubo otro enorme desembolso de dinero público en los programas de estímulo keynesianos del 2008. Todo ello incrementó, evidentemente, la actual deuda pública.

Que hoy el debate esté centrado en la crisis de la deuda pública, y no sobre el casino que la ocasionó, se debe, fundamentalmente, a que el poder financiero controla gobiernos y medios de comunicación e impone la leyenda que más le conviene. El gobierno alemán ha sido particularmente activo en ese frente. Su nacional-populismo acerca de que el problema son unos países del sur gastadores que no "hicieron sus deberes" y en los que la gente común vivió "por encima de sus posibilidades", le permite canalizar el descontento de los contribuyentes alemanes por los centenares de millones transferidos a los bancos como consecuencia de la irresponsabilidad de estos invirtiendo en el casino global. Reconocer la realidad significaría revisar los últimos veinte años de política económica y social alemana que se han vendido como exitosos y modélicos para el resto de Europa.

Pero ¿no lo fueron?

Solo fueron exitosos para los empresarios y para los más ricos. Desde la anexión de la RDA la economía alemana ha crecido alrededor de un 30%, pero el resultado no ha sido una prosperidad general, sino un enorme incremento de la desigualdad. Desde 1990 los impuestos a los más ricos bajaron un 10% y la imposición fiscal a la clase media subió un 13%, los salarios reales se redujeron un 0,9% y los ingresos por beneficio y patrimonio aumentaron un 36%. Desde el punto de vista de la (des) nivelación social, Alemania es hoy un país europeo normal: el 1% más rico de su población concentra el 23% de la riqueza (una relación similar a la existente en Estados Unidos en 2007) y el 10% más favorecido el 60% de ella, mientras la mitad de la población sólo dispone del 2%.

¿Por qué siguen rechazando los eurobonos?

En parte porque el gobierno alemán es rehén de su propia leyenda populista. La leyenda afirma que Alemania es el gran pagador de Europa, la gran víctima. Su contribución a los rescates europeos es, efectivamente, la mayor en términos absolutos, pero sólo porque su economía y su población son las mayores. La contribución alemana per cápita es la sexta entre 17 países, y según la parte del PNB dedicada es la décima, pero eso no se dice, como tampoco se dice que han sido los mayores beneficiarios de la existencia de una moneda única. Entonces, si la música con la que se desayunan diariamente los alemanes les dice que ellos son los que más pagan y que ellos lo han hecho todo "bien", acceder a los eurobonos significa socializar el desbarajuste de quienes lo hicieron "mal". Salir de este enredo significaría reconocer la interrelación de la euro crisis y corregir la leyenda, lo que resulta muy complicado para el conjunto del establishment alemán porque supone cuestionar la política de los últimos veinte años. No es un problema de gobierno, sino también de la actual oposición: recordemos que fue un gobierno de socialdemócratas y verdes quien realizó la última gran ofensiva neoliberal en el país, con la llamada "Agenda 2010" de Schröder y abriendo las puertas a los "hedge funds"... Además de esto, también hay un punto de dogmatismo ideológico neoliberal.

Pero sería injusto no añadir algo: si la actitud alemana es obtusa, ¿cómo calificar el disciplinado seguidismo masoquista de los gobiernos de Francia, España y los demás, que ni siquiera defienden los vanos intereses nacionales de una estrategia exportadora y consienten una política que incrementa su crisis? En España ni siquiera ha habido un "mea culpa" por el ladrillo. Ningún aeropuerto inútil o destrucción del litoral ha llevado a nadie a la cárcel. Al revés, el discurso político del PP reivindica aquella "etapa de crecimiento". Es una casa de locos... Hemos de ponernos de acuerdo en una cosa: en la Europa de hoy la estupidez es internacional. Frente a la división de una Europa en países virtuosos y manirrotos, que pretende disolver problemas sociales en cuestiones nacionales, el internacionalismo ciudadano debe constatar la absoluta unidad de la estupidez europea como primer paso.

¿Qué queda del proyecto europeo, ahora que ya se habla de dos zonas euro, pero además con una clara división los europeos buenos y los malos?

Ese discurso introduce una tendencia desintegradora y disolvente en la Unión Europea. Con el, Alemania ha abierto una caja de Pandora muy peligrosa. Es un discurso que divide Europa y que ofenda a sus pueblos. Lo hemos visto en Grecia donde se demoniza a Alemania, y se empieza a ver en España. Cuando llegué a Berlín en 2008, Merkel era considerada en España como el paradigma de la buena gobernante. Desde el año pasado su prestigio y el de Alemania han caído por los suelos. Todo esto es disolvente para la cohesión europea, pues abre una espiral desintegradora. Los alemanes, a los que siempre les ha costado mucho ponerse en el lugar de los otros, no son conscientes de lo que están sembrando. Cuando el año pasado le pregunté al ministro de Exteriores alemán, Guido Westerwelle, sobre el resentimiento que sembraba en Europa el discurso aleccionador de una Alemania virtuosa, me miró como si le hablara en chino... Todo esto es muy malo, pues la Unión Europea, vista con perspectiva histórica, es una buena solución a lo que había antes: naciones que guerreaban constantemente entre sí. Por eso hay que conservarla, reformándola. Para ello hay que poner los intereses generales de la ciudadanía por delante del negocio, lo político por delante de lo económico, y no pedir peras al olmo, no pretender hacer un superestado europeo a partir de la idealización del continente como sugiere Jürgen Habermas en su "Zur Verfassung Europas". En la proyección exterior de la Unión Europea, hay que conformarse con una ambigua y paquidérmica estructura común que no le complique la vida al resto del mundo. Lograr que esa estructura no sea imperialista, ya sería un enorme avance histórico.

¿Y sobre el peligro de los populismos, que en lo económico vienen con propuestas que deberían haber llegado desde la izquierda? ¿Estamos ante una repetición de los 30?

Antes he mencionado que Europa está en una divisoria, que algo se va a mover, porque se ha creado un agujero y hay una demanda de respuesta a la nueva situación. La dirección que van a tomar las cosas es opinable. Tenemos tanto indicios de 1930 -el aumento del desprecio al débil, el darwinismo social, el racismo y el auge del discurso y la practica de la extrema derecha, con situaciones que en algunos casos parecen calcar el mapa de la Europa de los años treinta y cuarenta- como indicios de 1848, de una "primavera de los pueblos" internacionalista, ciudadana y social. Pero, no nos engañemos, este segundo escenario positivo precisa trabajo, compromiso y organización. El espontaneísmo festivo-narcisista y el happening "on line" no son suficientes. Los ejemplos que mencionas advierten que el populismo de extrema derecha puede rellenar el agujero y ganar la calle.

Mirando la toma de decisiones en España o Italia, en relación a los recortes, ¿hacia donde vamos? Se modificó la Constitución sin referéndum, ya no se consulta a los ciudadanos sobre los nuevos recortes...

Cierta austeridad popular a cambio de un desmonte del casino podría haber sido aceptable, por lo menos en los países más ricos de Europa, pero el intento de hacer regresar a Europa al siglo XIX en lo social y laboral, sin tocar el casino y por decreto, evidentemente, no es democrático. Rompe lo que quedaba del contrato social europeo de posguerra, allí donde lo hubo. La imposición de las políticas de ajuste ha reventado la soberanía nacional, que por otra parte nunca gobernó ni decidió las cuestiones económicas principales. Aunque no todas las democracias son iguales (en Noruega hay mucha más democracia que en España, en España más que en Rusia y en Rusia más que en Haití), la democracia realmente existente tiene muy poco que ver con su sentido genuino de "poder popular". La tendencia que hoy gobierna Europa disuelve incluso esa caricatura de democracia. Como lo social y lo político van unidos a la degradación de lo primero le corresponde la degradación de lo segundo. ¿Qué quiere decir, por ejemplo, "reformar el derecho de huelga", como se dice ahora en España, en el actual contexto? Evidentemente se trata de restringir. ¿Cómo se lee que hombres de Goldman Sachs estén al frente del gobierno griego, en Italia, o en el Banco Central Europeo, o rodeando y asesorando a Merkel en Berlín y a Obama en Washington? Todo eso lanza un desafío directo a los pueblos de Europa que esperamos se dirima en una primavera rebelde a la 1848 y no en un auge de la extrema derecha el militarismo y de la irracionalidad. En España el regreso de los postfranquistas al gobierno es un incentivo para los movimientos sociales porque crea condiciones más confortables para una contestación ciudadana sin complejos de "hacer el juego a la derecha".

¿Pueden cambiar las cosas en Alemania en las elecciones de septiembre de 2013?

En Alemania hay una clara mayoría para desplazar a los conservadores del gobierno en 2013. Esa mayoría se logra mediante la suma de los socialdemócratas (SPD), los verdes, y los socialdemócratas de izquierda de Die Linke. El problema es que la obvia viabilidad de este tripartito es tabú en Alemania. Die Linke es el único partido opuesto al orden neoliberal y sin responsabilidades en los recortes sociales de los últimos diez años. Eso explica que sea tratado como una especie de "partido demente", del que se dice que es "incapaz para gobernar", cuando la realidad es que es, fundamentalmente, una fuerza socialdemócrata que lleva mucho tiempo gobernando en coalición en diversas regiones del país. Die Linke se opone, además, a la participación alemana en guerras imperiales. Esas dos virtudes, con las que sociológicamente están de acuerdo el 60% o el 70% de los alemanes, marcan una divisoria de respetabilidad institucional: pertenecer o no al establishment. SPD y verdes prefieren perder las elecciones y que gobiernen los conservadores antes que aliarse con Die Linke, entre otras cosas porque tal alianza significaría auto criticarse por los años de gobierno en los que iniciaron el gran recorte social y metieron, por primera vez desde Hitler, al país en guerras. Tal autocrítica implicaría no sólo un cambio de programa sino de dirigentes, pues los líderes de ambos partidos fueron los que gobernaron y adoptaron aquellas decisiones. Así pues, descartado ese tripartito, al día de hoy la suma de verdes y SPD no alcanza para gobernar. Eso quiere decir que Merkel puede volver a ganar (a menos que la incierta estabilidad exportadora se hunda, lo que es muy posible), o que vuelva a gobernar en coalición con el SPD, o con los verdes. En ambos casos un cambio de gobierno no alteraría nada fundamental. Para convencerse de ello basta mirar hacia atrás: no sólo en Alemania, también en España, en Francia y en el Reino Unido, el neoliberalismo se introdujo, o fue potenciado, de la mano de los socialdemócratas. Y en ninguno de esos países hay indicios de corrección en esos partidos. En ausencia de tal corrección, quien quiera un cambio razonable, ¿puede seguir apostando por ellos? Dicho esto, una caída de Sarkozy la próxima primavera en Francia podría complicarle las cosas a Merkel. Lo decisivo, sin embargo, debe venir de abajo. Es sorprendente que, ante una situación que es claramente supranacional, todavía no se hable de coordinar las jornadas de huelga general entre varios países europeos. La falta de solidaridad y empatía hasta ahora demostrada hacia la canallada que están haciendo con la población de Grecia, es una prueba a la dignidad de los otros países de la UE. Por el momento triunfa el reflejo cobarde y mezquino del "nosotros no somos como Grecia". Además de mezquino es suicida, porque los recortes que se van a aplicar en España introducirán escenarios griegos. De momento, con el billón de euros de dinero público prestado a bajo interés a la banca privada desde diciembre por el Banco Central Europeo, parece que han conseguido comprar cierto tiempo de tranquilidad bursátil... Esa parece ser la alternativa de la derecha a los eurobonos.

¿Cómo ha gestionado China la crisis?

China fue el único país que era consciente de su crítica posición en la globalización antes de la aparición de la crisis. En 2002, cuando llegue a Pekín, sus dirigentes ya pensaban en cambiar el modelo: en pasar de un modelo puramente exportador, muy dependiente del mercado global y expuesto a sus vaivenes, a un tipo de desarrollo más endógeno y basado en el consumo interno. Para ello era necesario invertir más en la población pobre, para que ésta pudiera consumir y alimentar el nuevo esquema con su consumo. De ahí nació la recuperación del concepto confucioniano de "pequeño bienestar" (Xiakoang) y la retórica de la "sociedad armoniosa". China se propone ahora crear un sistema de seguridad social para su enorme población. Si en los noventa realizaba experimentos capitalistas en ciertas regiones, ahora hay experimentos "sociales" como el de Chongqing, que recuperan cierto discurso maoísta nivelador. Todo eso, unido a la supremacía de lo político, al control que el partido tiene de las finanzas (el jefe del Banco central es nombrado por el partido y los jefes de los principales bancos son miembros del comité central), le permite un control de la situación y una capacidad de juego mayor que la que existe en Occidente. China es un país que ha protagonizado enormes cambios de línea en su historia reciente. Si fuera necesario, creo que podría volverse a poner el uniforme maoísta, no para hacer la política de los años sesenta, pero sí para cambiar radicalmente de línea... Dicho esto, hay que recordar lo más importante: que el país presenta las contradicciones planetarias en su máxima concentración. Si el crecimiento se detiene, el país puede inaugurar un nuevo "gran desorden" (da luan), un concepto chino parecido al ruso de "smuta" que describe las etapas de caos que jalonan su historia. Que sus dirigentes sean conscientes de la fragilidad que gobiernan, no significa que vayan a tener éxito.

En tu libro sobre China, afirmas "Nuestro porvenir depende de China y todos los problemas de la crisis están en ella".

Mi libro intenta presentar un país que es paradigma de la crisis mundial, algo que me parece más realista y adecuado que recrearse en las leyendas de la "nueva amenaza china" y la "próxima superpotencia hegemónica", que nos vende el "mainstream" mediático. La expansión desarrollista china evidencia, en última instancia, la inviabilidad de la economía mundial inventada por Occidente. Los éxitos chinos de los últimos treinta años se han realizado sobre modelos en crisis, lo que contiene más certezas que sospechas de que hay muchos desastres incluidos en ellos. Lo que afirmo es que si los chinos logran salir de la crisis antropogénica, de la crisis de civilización mundial, pese a su manifiesta desventaja en población, recursos etc., entonces quiere decir que todos los demás podemos salir de ella. Esa es la gran "Actualidad de China", que da título a mi libro.

Rafael Poch, amigo y colaborador de SinPermiso, es el corresponsal en Berlín del diario barcelonés La Vanguardia. Àngel Ferrero es miembro del Comité de Redacción de SinPermiso.

Traducción para www.sinpermiso.info: Daniel Escribano y Àngel Ferrero

El suicidio económico de Europa: la austeridad fiscal que promueve Alemania está ahogando a sus socios europeos

 

 

 

PAUL KRUGMAN

La semana pasada, The New York Times informaba de un fenómeno que parece extenderse cada vez más en Europa: los suicidios "por la crisis económica" de gente que se quita la vida desesperada por el desempleo y las quiebras de las empresas. Era una historia desgarradora, pero estoy seguro de que yo no era el único lector, especialmente entre los economistas, que se preguntaba si la historia principal no será tanto la de las personas como la de la aparente determinación de los líderes europeos de cometer un suicidio económico para el continente en su conjunto.

Hace solo unos meses albergaba algo de esperanza respecto a Europa. Es posible que recuerden que a finales del pasado otoño Europa parecía estar al borde de la crisis financiera, pero el Banco Central Europeo, homólogo europeo de la Reserva Federal estadounidense, acudió al rescate. Ofreció a los bancos europeos unas líneas de crédito indefinidas siempre que presentaran bonos de los Gobiernos europeos como garantía, lo que ayudó directamente a los bancos e indirectamente a los Gobiernos, y puso fin al pánico.

La cuestión por aquel entonces era saber si esta acción valiente y eficaz sería el inicio de un replanteamiento más amplio, y si los líderes europeos usarían el oxígeno que el banco había insuflado para reconsiderar las políticas que llevaron las cosas a un punto crítico en primer lugar.

Pero no lo hicieron. En vez de eso, persistieron en sus políticas y en sus ideas que no dieron resultados. Y cada vez resulta más difícil creer que algo les hará rectificar el rumbo.

España no está en recesión, está ya en una depresión en toda regla

Piensen en la situación en España, que actualmente es el epicentro de la crisis. Ya no se puede hablar de recesión; España se encuentra en una depresión en toda regla, con una tasa de desempleo total del 23,6%, comparable a la de EE UU en el peor momento de la Gran Depresión, y con una tasa de paro juvenil de más del 50%. Esto no puede seguir así, y el hecho de haber caído en la cuenta de ello es lo que está incrementando cada vez más los costes de financiación españoles.

En cierta forma, no importa realmente cómo ha llegado España a este punto, pero por si sirve de algo, la historia española no se parece en nada a las historias moralistas tan populares entre las autoridades europeas, especialmente en Alemania. España no era derrochadora desde un punto de vista fiscal; en los albores de la crisis tenía una deuda baja y superávit presupuestario. Desgraciadamente, también tenía una enorme burbuja inmobiliaria, que fue posible en gran medida gracias a los grandes préstamos de los bancos alemanes a sus homólogos españoles. Cuando la burbuja estalló, la economía española fue abandonada a su suerte. Los problemas fiscales españoles son una consecuencia de su depresión, no su causa.

Sin embargo, la receta que procede de Berlín y de Fráncfort es, lo han adivinado, una austeridad fiscal aún mayor.

Esto es, hablando sin rodeos, descabellado. Europa ha tenido varios años de experiencia con programas de austeridad rigurosos, y los resultados son exactamente lo que los estudiantes de historia les dirían que pasaría: semejantes programas sumen a las economías deprimidas en una depresión aún más profunda. Y como los inversores miran el estado de la economía de un país a la hora de valorar su capacidad de pagar la deuda, los programas de austeridad ni siquiera han funcionado como forma de reducir los costes de financiación.

Lo que es realmente inconcebible es mantener el rumbo actual e imponer una austeridad cada vez más rigurosa

¿Cuál es la alternativa? Bien, en la década de 1930 —una época cuyos detalles la Europa moderna está empezando a reproducir de forma cada vez más fiel— el requisito fundamental para la recuperación fue una salida del patrón oro. La medida equivalente ahora sería una salida del euro, y el restablecimiento de las monedas nacionales. Pueden decir que esto es inconcebible, y que sin duda alguna sería enormemente perjudicial tanto económica como políticamente. Pero lo que es realmente inconcebible es mantener el rumbo actual e imponer una austeridad cada vez más rigurosa a países que ya están sufriendo un desempleo de la época de la Depresión.

Por eso, si los líderes europeos quisieran realmente salvar al euro estarían buscando un rumbo alternativo. Y la forma de dicha alternativa es en realidad bastante clara. Europa necesita más políticas monetarias expansionistas, en forma de buena disposición —una buena disposición anunciada— por parte del Banco Central Europeo para aceptar una inflación algo más elevada; necesita más políticas fiscales expansionistas, en forma de presupuestos en Alemania que contrarresten la austeridad en España y en otros países en apuros de la periferia europea, en vez de reforzarla. Incluso con esas políticas, los países periféricos se enfrentarían a años de tiempos difíciles, pero al menos existiría alguna esperanza de recuperación.

Sin embargo, lo que estamos viendo en realidad es una falta de flexibilidad absoluta. En marzo, los líderes europeos firmaron un pacto fiscal que establece de hecho la austeridad fiscal como respuesta ante todos y cada uno de los problemas. Mientras tanto, los principales directivos del banco central insisten en recalcar la voluntad del banco de aumentar los tipos a la más mínima señal de una inflación más elevada.

Por eso resulta difícil evitar una sensación de desesperación. En vez de admitir que han estado equivocados, los líderes europeos parecen decididos a tirar su economía —y su sociedad— por un precipicio. Y el mundo entero pagará por ello.

Paul Krugman, premio Nobel de Economía 2008, es catedrático de la Universidad de Princeton.

El País, 22 abril 2012

miércoles, 18 de abril de 2012

Günter el Terrible

 
 

       GÜNTER GRASS

Uri Avnery
zope.gush-shalom.org
Traducido para Rebelión por LB

Discúlpenme si ya les conté antes este chiste:
En algún lugar de EEUU se celebra una manifestación. Llega la policía y comienza a aporrear con saña a los manifestantes.
"¡No me pegue!", grita alguien: "¡Soy anticomunista!"
"¡Me importa un bledo qué clase de comunista eres!", le responde un policía alzando su porra.
La primera vez que conté este chiste fue cuando un grupo de alemanes visitó la Knesset y se reunió con parlamentarios de origen alemán entre los que me encontraba.
Se deshicieron en elogios hacia Israel, alabando todo lo que habíamos estado haciendo y condenando hasta la más mínima crítica, por inofensiva que fuese. La situación se hizo francamente embarazosa, pues algunos de nosotros en la Knesset éramos muy críticos con la política de nuestro gobierno en los territorios ocupados.
En mi opinión este tipo de filosemitismo extremo es simplemente una forma de antisemitismo disfrazado. Ambos comparten una creencia básica: que los judíos —y por lo tanto, Israel— son algo aparte que no puede medirse con arreglo a las normas que se aplican al resto del mundo.
¿Qué es un antisemita? Alguien que odia a un judío por ser judío. No lo odia por lo que es como persona sino por su origen. Un hebreo macho o hembra (por citar un chiste de Ambrose Bierce)(1) puede ser bueno o malo, agradable o desagradable, rico o pobre, pero debe ser odiado por el mero hecho de ser judío.
Naturalmente, el mismo razonamiento sirve para cualquier tipo de prejuicio, incluido el sexismo, la islamofobia, el chovinismo o lo que sea.
En esto los alemanes son, como suelen, un poco más concienzudos que los demás. El término "Antisemitismus" fue inventado por un alemán (pocos años antes de que se inventaran “sionismo” y “feminismo”), y el antisemitismo fue la ideología oficial de Alemania durante los años del nazismo. Ahora la ideología oficial alemana es el filosemitismo, llevado otra vez al extremo.
Otra palabra nazi fue "Sonderbehandlung", que significaba "tratamiento especial". Fue un eufemismo para referirse a algo terrible: el asesinato de prisioneros. Sin embargo, tratamiento especial también puede significar lo contrario: conceder a personas y países un trato particularmente amable, no por lo que hagan sino por lo que son, por ejemplo por ser judíos.
Bueno, pues a mí eso no me gusta, aunque yo mismo sea beneficiario del trato preferente. Me gusta que me elogien cuando hago algo bien y acepto que me critiquen si hago algo mal. Pero no me gusta que me elogien (o critiquen, es lo mismo) por el mero hecho de haber nacido judío.
Esto nos lleva, naturalmente, a Günter Grass.
Confesión: me he encontrado con él una sola vez, cuando a ambos nos invitaron a una conferencia del PEN Club alemán en Berlín. Durante un descanso lo conocí en un restaurante muy bueno. Le dije con toda sinceridad que sus libros me gustaban mucho, sobre todo la novela antinazi El tambor de hojalata, y que me gustaba su posterior actividad política. Y eso fue todo.
Nunca me encontré con él durante las numerosas visitas que hizo a Israel. Al menos en una de ellas se echó novia, una conocida escritora.
Ahora Grass ha hecho lo impensable: ¡Ha criticado abiertamente al Estado de Israel! ¡Y lo ha hecho un alemán!
La reacción ha sido automática. Inmediatamente lo han tachado de antisemita. Pero no un antisemita común y corriente, ¡sino un criptonazi que habría podido ser perfectamente el hombre de confianza de Adolf Eichmann! La prueba de ello es que a los 17 años, hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, fue reclutado por las Waffen-SS igual que lo fueron decenas de miles de personas más y que luego —sospechosamente— ocultó ese dato durante muchos años. Ahí tienen la prueba.
Los políticos y comentaristas israelíes y alemanes competían entre sí por ver quién maldecía más al escritor, y en esa carrera los alemanes ganaban por goleada a los israelíes, aunque lo cierto es que nuestro ministro del Interior, Eli Yishai, podría haber ganado el campeonato individual cuando declaró a Grass persona non grata y le prohibió la entrada en Israel para toda la eternidad (como mínimo).
Yishai es una mediocridad política que jamás ha escrito una línea que valga la pena recordar. Es líder del partido ortodoxo Shas no por haber sido elegido sino por ser colega del hombre fuerte del partido, el rabino Ovadia Yosef. El poderoso Interventor General del Estado le acusa de crasa incompetencia en relación con un gigantesco incendio que se desató en el Monte Carmelo y por ello su carrera está en peligro. Grass llegó justo en el momento justo para salvarle el pellejo.
Entonces, ¿qué es lo que Grass dijo en realidad? En un poema de 69 líneas (en realidad se trata de una polémica en forma de poema) titulado "Lo que hay que decir" Grass ataca la política israelí en relación con la bomba atómica.
El feroz contraataque se ha centrado casi por completo en el axioma de que un alemán no tiene derecho a criticar a Israel bajo ninguna circunstancia.
Pasemos por alto ese "argumento" y detengámonos en el propio poema, sin considerarlo necesariamente una obra maestra de la literatura.
El argumento básico de Grass es que Israel ya dispone de "potencial nuclear" y que, por consiguiente, es de hipócritas culpar a Irán de desear, tal vez, asegurar su propia capacidad nuclear. En especial, Grass denuncia al gobierno alemán por haber suministrado otro submarino a Israel.
Considerado el asunto de manera racional, ¿tienen sentido sus argumentos?
Grass presupone que Israel planea iniciar una guerra preventiva con un “primer ataque” a Irán que podría "borrar del mapa" al pueblo iraní. Esa posibilidad sólo tiene sentido si Grass asume que el “primer ataque" israelí se realizaría con bombas nucleares. De hecho, el término "primer ataque" pertenece exclusivamente al léxico de la guerra nuclear.
Es en este contexto en el que Grass condena al gobierno alemán por proporcionar a Israel otro submarino (el sexto) con capacidad para lanzar bombas nucleares. Este tipo de submarino está diseñado para que un país que ha sido golpeado por un “primer ataque” pueda lanzar un "segundo ataque". Se trata básicamente de un arma de disuasión.
Grass deplora el hecho de que nadie en Alemania (ni en el mundo occidental) se atreva siquiera a mencionar que Israel posee armamento nuclear, y que esté prácticamente prohibido "mencionar el nombre de ese país" en este contexto.
A continuación, Grass afirma que "el poder atómico de Israel pone en peligro la frágil paz del mundo". Para evitar este peligro propone que "el potencial atómico de Israel y las instalaciones atómicas de Irán" se sometan a un régimen permanente de inspecciones internacionales irrestrictas previo acuerdo de ambos gobiernos.
Al final también menciona a los palestinos. Sólo de esta manera, dice, será posible ayudar a israelíes y palestinos, así como al resto de los habitantes de esta "región ocupada por la locura".
Bueno, yo no me caí de la silla cuando leí todo eso. El texto puede y debe ser criticado, pero no hay nada en él que merezca una condena severa.
Como dije antes, no veo ninguna razón que impida a los alemanes criticar a Israel. No hay nada en este texto que deslegitime al Estado de Israel. Al contrario, Grass proclama su solidaridad con Israel. Menciona explícitamente el Holocausto como un crimen indeleble. También llama a los iraníes "un pueblo esclavizado por un ‘bocazas’".
Dicho eso, la idea de Grass de que Israel podría "exterminar" al pueblo iraní en un "primer ataque" preventivo es extremadamente exagerada.
Ya he dicho varias veces que toda la cháchara israelí y estadounidense sobre un ataque israelí a Irán forma parte de una guerra psicológica liderada por Estados Unidos para presionar a los líderes iraníes para que renuncien a sus (presuntas) aspiraciones nucleares. Es totalmente imposible que Israel ataque a Irán sin el expreso consentimiento previo de EEUU, y es totalmente imposible que EEUU ataque —o autorice a Israel a que lo haga— habida cuenta de las catastróficas consecuencias que tal ataque traería: colapso de la economía mundial y una larga y costosísima guerra.
Supongamos, a efectos puramente retóricos, que el gobierno israelí decide realmente atacar las instalaciones nucleares de Irán. Ello no "exterminaría" al pueblo iraní, ni siquiera a una parte de él. Sólo un loco usaría bombas nucleares con ese propósito. Y los líderes israelíes, a pesar de lo que uno pueda pensar de ellos, no están locos.
Incluso si Israel tuviera (u obtuviera de EEUU) bombas nucleares tácticas con un poder y radio limitados, la reacción mundial que provocaría su uso sería catastrófica.
Por cierto, no es por elección propia que los gobiernos israelíes mantienen una política de opacidad nuclear. Si pudieran, nuestros líderes se jactarían de nuestro poderío nuclear proclamándolo a voces desde los tejados. Es EEUU quien insiste en la mantener el asunto en secreto para no verse obligado a hacer algo al respecto.
Así pues, la afirmación de Grass de que Israel pone en peligro “la paz mundial" es un poco exagerada.
En cuanto a la propuesta práctica que hace Grass de someter a inspección internacional las instalaciones nucleares israelíes e iraníes, creo que la idea merece una consideración seria. Si nuestros dos países congelaran el statu quo nuclear puede que no fuera en absoluto una mala idea.
Al final, sin embargo, necesitamos una región libre de armas nucleares dentro de un marco de paz general en la región que incluya a Israel, Palestina, la Liga Árabe, Turquía e Irán.
En cuanto a Günter Grass, me agradaría volver a encontrarme con él, esta vez para invitarlo a una buena comida en Tel Aviv.

NOTA:
(1) El calembour de Bierce al que alude Avnery es: “A Hebrew or a Shebrew”.

Fuente: http://zope.gush-shalom.org/home/en/channels/avnery/1334242715





































YPF-Repsol y la guerra de los tahúres

 

Carlos Abel Suárez · María Julia Bertomeu · G. Buster · Antoni Domènech · ·

16/04/12

YACIMIENTO PETROLÍFERO ARGENTINO

El fracaso y las contradicciones de la estrategia empresarial de "argentinización" de YPF, que hacen que Repsol no sea capaz de asumir financieramente la puesta en explotación de las reservas de hidrocarburos de la zona de Vaca Muerta, plantean en toda su crudeza las exigencias del autoabastecimiento energético sostenible de Argentina. En un ambiente determinado por la creciente competencia en el mercado global de gas y petróleo, por los límites empresariales de Repsol y por la política de nacionalización parcial emprendida por el gobierno argentino de Cristina Fernández, el gobierno español de Mariano Rajoy amaga con un rumbo diplomático de choque.Testimonium paupertatis donde los haya de la "marca España", el choque no puede menos que afectar al conjunto de las inversiones españolas en América Latina y retroalimentar el hundimiento de la confianza de los "mercados" en un Reino de España intervenido de facto por la UE, en plena crisis de su deuda soberana.

Un poco de historia: YPF y el sueño de un desarrollismo endógeno argentino

YPF fue para los argentinos algo más que la principal empresa nacional y un símbolo de soberanía en materia de explotación de hidrocarburos. Como bien señaló Gustavo Callejas (ex secretario de Combustibles y animador junto a Fernando "Pino" Solanas y Félix Herrero del Grupo Moreno que dio una batalla consecuente contra las privatizaciones), la renta petrolera permitió en Argentina crear, desde 1934 hasta 1989, toda la infraestructura viaria nacional y provincial, construir la red troncal y expandir las redes domiciliarias de gas. Esos fondos fueron también determinantes para la construcción de todas las represas hidroeléctricas, aportaron a las cajas de previsión y financiaron a otras empresas del Estado. YPF creó pueblos, escuelas técnicas, redes de comunicación. Hasta su privatización, se contabilizaban reservas de gas para 36 años y de petróleo, para 23 años. Pero desde 1989 no se construyó un solo gasoducto o poliducto destinado al mercado interno. Ahora nadie sabe con certeza cuáles son las reservas argentinas de petróleo y de gas. Durante el gobierno de Menem, se construyeron gasoductos para exportar gas a Chile, un gran negocio para las transnacionales, mientras el 40 por ciento de los hogares argentinos carecían de él.

En esa historia tan intensa de YPF, y todo lo que ha significado para la política energética del país, no estuvieron ausentes los intentos de vaciamiento o liquidación, que finalmente tuvieron éxito en los años ´90.

El mismísimo general Perón, en su segundo mandato y frente a las dificultades que se advertían en la economía mundial tras el fin de la guerra de Corea, apuntó a un acuerdo con una de las Siete Hermanas, a la que ofreció un contrato de explotación de los yacimientos de la Patagonia, considerada ya entonces la región más prometedora en cuanto a reservas estimadas. Pese disponer de una mayoría absoluta en el Congreso, una parte de los diputados peronistas enfrentó a su jefe, una confrontación que fue finalmente interrumpida por el golpe de 1955 que derrocó a Perón.

Luego vino Arturo Frondizi, que había transitado toda su vida política agitando la defensa del petróleo como una herramienta estratégica para el desarrollo nacional, pero que al llegar al gobierno en 1958 dio un giro de 180 grados, haciendo todo lo contrario de lo prometido en campaña. Para imponer su plan de concesiones, tuvo que derrotar una huelga general de los trabajadores petroleros, movilizándolos con el Ejército, y aplicando el Plan Conintes (Conmoción Interna del Estado). La Federación de los petroleros, dirigida entonces por combativos dirigentes como Marcelo Alvarado y Ricardo Frigerio (nada que ver con Rogelio Frigerio, ideólogo y uno de los hombres más cercanos a Frondizi), pudo sostener la huelga en algunas zonas, aun desde la clandestinidad o movilizados militarmente. Entre los trabajadores petroleros se recordaba por décadas la hazaña de la destilería de Luján de Cuyo, que estuvo paralizada más de un mes después de que el movimiento a escala nacional hubiera sido derrotado. Ni los técnicos italianos, que la habían construido y puesto en marcha -y a los que trajeron para quebrar la huelga-, pudieron vencer la resistencia y sabotaje de los trabajadores y poner en funcionamiento la planta.

Finalmente, los contratos de Frondizi fueron anulados por Arturo Illia, en un nuevo intento de restablecer el carácter estratégico de YPF en el sector energético, lo que duró hasta el golpe militar de Juan Carlos Onganía (1966). En el breve período de Cámpora-Perón de 1973-1974, con José Gelbard al frente de la Economía, otra vez se intentó corregir el rumbo. Durante la Dictadura Militar de 1976-1983, YPF fue un botín de guerra codiciado por los mandos castrenses y sus socios empresarios y tecnócratas, como plataforma de grandes operaciones financieras y negociados. La patria contratista, que había nacido con Onganía en 1966, vivía con la dictadura de Videla su momento de gloria. Entre las operaciones financieras se computaron el apalancamiento de préstamos para la compra de armamentos y otros mercadeos conexos, que dejaban grandes comisiones, de las que participaban eufóricos los nuevos ricos de la "patria contratista".

Vaciamiento y privatización irregular de YPF

Como una muestra de las grandes paradojas de la historia política argentina, fue un abogado peronista riojano, un personaje distinguido en ese tiempo por su facha Siglo XIX -cara chiquita entre el paréntesis de la melena y unas enormes patillas- quien denunció en 1982, ante el Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Criminal y Correccional Nº 3, de la Capital Federal (Expediente 41.545), el endeudamiento fraudulento y vaciamiento de YPF cometido por el régimen militar ya agonizante.

Pero esa no sería la última de las paradojas, casi una comedia de enredos, si no fuese por la tragedia que siempre acompañó a esas prácticas políticas. Precisamente es el mismo Menem quien, al asumir el gobierno en 1989, renuncia al discurso de campaña, en una versión aumentada y corregida de la voltereta de Frondizi, para asumir plenamente la política económica neoliberal. Esta vez, la hiperinflación, el contexto internacional y el pasado todavía latente del terrorismo de Estado, contribuyeron a que se lograra destruir todo plan energético nacional. Sin embargo, esos vientos, con toda su fuerza, no eran suficientemente destructivos por sí solos. Había que quebrar a los trabajadores de las empresas públicas de energía y de servicios públicos.

Se concibió para ello una estrategia muy eficaz, tejida de complicidades y maniobras. Uno de los instrumentos fue el programa de propiedad participada (PPP), por el que los trabajadores supuestamente se quedaban con el 10 por ciento de las acciones: unas acciones que, en realidad, iban a manejar los dirigentes sindicales corruptos en cumplida connivencia con los empresarios, los bancos y el ministerio de Economía dirigido por Domingo Cavallo. Otro de los medios fue el reparto de las satrapías entre los gobernadores de las provincias petroleras, virtuales señores feudales con una participación decisiva en el negocio petrolero. El "chamullo" técnico, por usar lenguaje tanguero, fue que el petróleo y el gas ya no eran más recursos naturales estratégicos, sino que, a causa de la "globalización", del "fin de los Estados-nación (sic)", etc., etc., eran bienes transables, commodities, con un comportamiento en el mercado igual que el maíz, el café, la soja, el azúcar, etc. Un concepto que no resistió la menor prueba, ya que apenas se dio vuelta la página, continuaron por doquiera las guerras geopolíticas por el dominio de las regiones ricas en hidrocarburos.

Consumada la privatización, la nómina de personal de YPF pasó de 37.000 a 5.500 trabajadores. Numerosas actividades fueron o tercerizadas o desguazadas. Entre ellas, la poderosa flota petrolera de la empresa estatal. Varias de esas naves fueron vendidas, entre los amigos, sin registros contables; y a muchas, se las puede hoy ver abandonadas en cementerios flotantes sobre el río Paraná. Con todo descaro, algunas de las empresas contratistas que manejan resortes fundamentales de la operatoria de YPF figuran con domicilio legal en la sede de la Federación del SUPE, el mismo edificio que en 1958 ocupaban aquellos luchadores infatigables –tan penetrados de consciencia de clase— elegidos por el voto libre de sus afiliados y que murieron casi en la pobreza.

Todo este proceso de privatización de YPF estuvo viciado de ilegalidad desde su origen. Entre las numerosas denuncias formuladas en los tribunales, con el patrocinio del ex juez Salvador María Lozada, Pino Solanas presentó en su momento un recurso de inconstitucionalidad muy bien fundamentado. La respuesta fue un atentado: nueve balazos en una plaza de estacionamiento; varios tiros que, afortunadamente, sólo encontraron sus piernas, ya fuese por milagro o porque en realidad quienes dispararon eran sicarios profesionales que sólo tenían ordenes de intimidar.

Dada la muchedumbre de antecedentes irregulares de la privatización de YPF y del gas (hasta el punto de que se llamó a la bancada parlamentaria a un diputado "trucho", a fin alcanzar el número necesario de votos), resulta ahora cuando menos jocoso escuchar las apelaciones a la "seguridad jurídica". Entre otras aberraciones legales o procedimentales, YPF fue vendida sin tasación previa, según prescribía la Ley de Reforma del Estado diseñada a propósito por el "genio" jurídico de las privatizaciones, Roberto Dromi, ahora rehabilitado como asesor del ministro de Planificación, Julio de Vido, y –¡oh ironía de las ironías!— posible director técnico de la ahora pretendida renacionalización.

La gestión de REPSOL

Al asumir la presidencia Néstor Kirchner, en 2003, la relación con Repsol pasaba por buenos momentos. Como gobernador de una provincia petrolera, Kirchner había tenido un protagonismo relevante en el proceso de privatización del petróleo y del gas y luego en la negociación y la venta del paquete a Repsol. Así pues, las relaciones con los directivos de la empresa española iban por buen camino.

Sin embargo, tras el colapso del régimen de convertibilidad, la pesificación y eldefault (suspensión de pagos), el campo de las negociaciones con las empresas privatizadas o de servicios públicos concesionados estaba minado. En noviembre de 2003, nuestro amigo Rubén Lo Vuolo, advertía:

"Es indispensable realizar una estricta auditoría sobre las reservas comprobadas, tanto en el campo del petróleo como del gas, y establecer restricciones a la relación entre las exportaciones y las reservas. La prioridad es el normal abastecimiento del mercado interno a precios que sustenten las necesidades de la matriz insumo-producto local. Esto obliga a revisar criterios de libre exportación de petróleo, gas natural y derivados, como así también las exigencias en materia de explotación. Antes de exportar, las empresas deberían mostrar evidencias ciertas con respecto a un horizonte de duración de las reservas comprobadas que no sea inferior a los 10-15 años, como así también sería necesario establecer que las empresas productoras de gas y petróleo destinen un porcentaje de sus inversiones a actividades de exploración, con independencia de la duración de las reservas comprobadas de sus yacimientos". (1)

Nada de eso se hizo. Las petroleras siguieron funcionando como en los años 90. Y cuando se impusieron restricciones a la liquidación en el país de las divisas por exportaciones, las petroleras y las mineras fueron exceptuadas. Los gobernadores, a su vez, otorgaron escandalosas prórrogas para la explotación de importantes yacimientos, anticipándose 20 años algunas a la fecha de su vencimiento, cuando la ley establece que, para renovar una concesión, se tiene que evaluar la conducta y desempeño de la empresa en las últimas décadas. Un verdadero grotesco. Quien sabe algo de los negocios financieros, puede imaginar fácilmente las consecuencias que trae en los mercados de valores el hecho de que a una petrolera se le renueve la concesión de un área productiva por 20 años.

Desinversión o vaciamiento de YPF

Las compañías mineras y petroleras han gozado de privilegios especiales, no sólo por el diseño y estructura de las privatizaciones, acordes con el modelo "neocon" de los años 90, sino porque el marco regulatorio es absolutamente permisivo. Por ejemplo, aun en los casos comprobados de daño al medio ambiente, las concesionarias no han tenido siquiera que pagar el valor de la reparación del año ocasionado. Tampoco se ha planteado la obligación legal de reformular la operatoria para evitar futuros accidentes. Simplemente, cuando han sido sancionadas, las compañías extractoras se han limitado al pago de una multa, que es siempre infinitamente más barato que un procedimiento ambientalmente sustentable.

Tanto Alfonso Cortina como Antonio Brufau, principales directivos de Repsol desde la compra de YPF, han estado al corriente de estas historias. No podían ignorar que más temprano que tarde, por la forma de conducir el negocio, iban a un choque de trenes con el gobierno argentino, más allá de las voluntades individuales.

El crecimiento sostenido de la economía argentina de los últimos años, con el correspondiente incremento del parque automotor, disparó la demanda de combustibles y gas (fuel, gas y gasoil para la industria y el agro), factor al que han de agregarse los coletazos de la crisis mundial, que han tenido gran impacto en la cuenta de los hidrocarburos. En un curioso negocio publicitado como el "proceso de argentinización" de YPF, Repsol había aceptado la venta del 25,4% de las acciones, por un valor de 1.304 millones de dólares, al Grupo Petersen del banquero argentino Eskenazi, un antiguo conocido de Néstor Kirchner totalmente extraño al negocio petrolero. Repsol sacó a sus principales hombres de Buenos Aires, y cedió de inmediato la dirección de la empresa a los nuevos socios. Unos socios que, conforme a la ingeniería financiera aprobada por Repsol y el gobierno argentino, ponían un dólar al contado y cancelarían su deuda con los mismos beneficios o utilidades generados por la compañía en el futuro.

O sea –y es crucial entender bien este punto—, que para recuperar el crédito lo antes posible, era fundamental aumentar los beneficios y disminuir la inversión, pero en un contexto totalmente diferente y adverso. Lo cierto es que, dada la moratoria hasta 2013 acordada a los créditos a Eskenazi, Repsol no ha recibido aún ni intereses ni principal, estando, en cambio, obligada a recomprar ese paquete de acciones de YPF (25,46%) a 34 dólares la acción, si pierde el control mayoritario de la compañía argentina –en el mercado bursátil cotizaban el 13 de abril a 21,95 dólares— o disminuyen los beneficios o utilidades repartidos.

Este proceso esta muy bien descrito en un reciente trabajo del colectivo argentino Economistas de Izquierda (EDI):

"Repsol se apoderó de YPF cuando el barril que actualmente ronda los 100 dólares sólo costaba 20 y dedicó su gestión a vaciar los pozos ya descubiertos. Giró sistemáticamente utilidades al exterior e invirtió en otras regiones (EEUU, Brasil, México, Caribe, África). Argentina figuró siempre como la principal fuente de ingresos de la compañía y la renta del subsuelo nacional fue destinada a abrir negocios en otras latitudes.

En sus propios balances se informa que esos lucros surgieron del vaciamiento de los pozos ya existentes. Esa extracción aseguró un altísimo nivel de rentabilidad. Sólo en el período 2008-2010 la empresa obtuvo beneficios netos por 13.380 millones de pesos y distribuyó el 90 % de esas ganancias.

"Un fraude complementario fue perpetrado por los capitalistas argentinos aliados del gobierno (familia Eskenazi). Ingresaron a la compañía adquiriendo el 25 % de las acciones, con fondos surgidos de la distribución de las utilidades. No pusieron un solo peso y financiaron su compra con créditos solventados en el vaciamiento de la empresa.

"El gobierno participó directamente de esta operación. Destrabó obstáculos legales y sancionó ajustes de precios en los surtidores. Supuso que esta "argentinización" permitiría recuperar el control sobre un sector devastado por las privatizaciones. Pero el remedio fue peor que la enfermedad, puesto que los empresarios nacionales acentuaron el parasitismo de los ibéricos.

En los últimos meses este desastre comenzó a repercutir sobre la economía y obligó al gobierno a presionar por un incremento del abastecimiento. El oficialismo se enojó con sus viejos socios, quitó subsidios a las empresas (programas petróleo, refino y gas plus), denunció sobreprecios en el gasoil, cuestionó prácticas monopólicas (vender más caro a los transportistas que en los surtidores) y obligó a liquidar las divisas de exportación. Además, votó en el directorio de YPF contra el reparto de dividendos, amenazó con introducir fuertes regulaciones y desplegó una retórica muy beligerante ("no podemos volver a la época del Virreinato")". (2)

El desencadenante de la crisis y el juego del gallina

En diciembre de 2010, la compañía Ryder Scott certificó la existencia de reservas de gas y petróleo no convencionales equivalentes a 22.807 millones de barriles en la zona de Vaca Muerta, entre las provincias de Neuquén y Mendoza. Su explotación convertiría a la Argentina en autosuficiente y triplicaría las reservas conocidas del país. YPF, que produce el 39% del petróleo y el 28% del gas argentinos, ve con esta certificación de su concesión de Vaca Muerta aumentar su valor bursátil y su importancia estratégica.

Al mismo tiempo, huelga decirlo, pone directamente en cuestión las fórmulas y expectativas que estaban detrás de la "argentinizacion de YPF" en un mercado global de fuerte competencia por las reservas de hidrocarburos, exacerbada por la irrupción de las compañías petroleras chinas. La puesta en explotación de Vacas Muertas exige una inversión en los próximos años de 25.000 millones de dólares, mientras que el plan inversor comprometido por Brufau en carta a la Presidenta Cristina Fernandez es de 3.416 millones de dólares en 2012, después de 3.029 millones en 2011. La reinversión de beneficios de YPF esta limitada por el acuerdo con el Grupo Petersen, que establece que se repartirá en un 90% para asegurar el pago de los créditos otorgados por Repsol para la compra de su paquete de acciones de YPF. Las cifras, simplemente, no cuadran, si la prioridad del gobierno argentino es el aumento de la producción y la autosuficiencia energética, independientemente de las comisiones implícitas en el proceso de nacionalización para controlar el 51% de las acciones de YPF (3).

Es evidente que a partir de enero de 2012 las autoridades argentinas han puesto en marcha su estrategia. La propiedad de las reservas es legalmente de los gobiernos provinciales, seis de los cuales han comenzado a retirar las licencias de explotación en zonas bajo su jurisdicción, acompañando este acto administrativo con las oportunas movilizaciones populares. El efecto inmediato ha sido una caída del valor bursátil de las acciones de YPF en más de un 30%, y sigue cayendo… Según el borrador del proyecto de nacionalización filtrado por el periódico Clarín, el gobierno argentino se haría con el 50,01% de las acciones de YPF con la compra del 25,46% de la familia Eskenazi y el 24,55% de Repsol, de un paquete mayoritario actual del 57,43% de la empresa española. A pesar de que cualquier adquisición por encima del 15% obliga a una OPA global sobre el conjunto de YPF, la estrategia del gobierno argentino es dejar de lado el 17% en manos de inversores institucionales, en una buena parte de EE UU, que sin duda encontrarían compradores interesados en el mercado, tal vez chinos.

Las idas y venidas de los negociadores españoles durante estas semanas, incluyendo los infructuosos viajes a Buenos Aires del ministro de industria Soria y del presidente de Repsol, Brufau –recibidos por los ministros argentinos de economía, Hérnan Lorenzino, y de planificación, Julio de Vido, pero no por la Presidenta Cristina Fernandez—, operan en un cronograma que se asemeja a lo que en teoría matemática de juegos se llama el "juego del gallina": un juego en el que ambos jugadores pueden destruirse, y gana, si alguno finalmente lo hace, el más temerario y con menor aversión al riesgo. En efecto: en 90 días, los gobiernos provinciales argentinos deberán asumir los sueldos de las plantillas y las perdidas de las regalías de YPF en sus magros presupuestos; mientras, el precio de las acciones de Repsol -no ya las de YPF- han cedido un 26% de su valor (de 23,73% a 17,47% euros) ante la perspectiva de la nacionalización de YPF, frente a una caída media de la bolsa de Madrid del 15%.

La convocatoria, la semana pasada, de una reunión de la Presidenta Cristina Fernández con los presidentes de los gobiernos provinciales petroleros despertó todas las alarmas en el Reino de España, mientras circulaban por los bufetes de abogados especializados hasta cuatro borradores distintos del proyecto de nacionalización de YPF. Desde Varsovia, adonde acompañaba a Mariano Rajoy, el ministro de industria Soria, hizo una advertencia, más sombría aún que puerilmente solemne, "ante los gestos de hostilidad", amenazando al gobierno argentino con "serias consecuencias". El secretario de Estado para Europa, Méndez de Vigo, auguró que Argentina se convertiría en un "apestado internacional". Al día siguiente, tras recibir al embajador argentino en Madrid, el ministro de exteriores García Margallo elevó ante las cámaras el tono de la amenaza, dedo en ristre, tronando todo tipo de represalias (4).

El juego del gallina continúa: la diplomacia de la "marca España", en acción

La crisis de YPF-Repsol pilla a la diplomacia española con el pie cambiado y sumida en sus contradicciones, tras la formación del conservador gobierno Rajoy en diciembre de 2011.

Las empresas españolas son el primer inversor extranjero en la República Argentina (23.000 millones de dólares) y suponen cerca de un 15% del PIB argentino. Al mismo tiempo, empero –y con mayor motivo, en la situación de crisis en España—, una parte importante de sus beneficios, del valor de sus acciones en bolsa y su misma naturaleza de empresas transnacionales depende de sus inversiones en América Latina, que a comienzos de este siglo superaban ya los 90.000 millones de dólares. Actualmente, las suyas suponen dos tercios de toda la inversión directa española en el exterior (5).

La reacción del gobierno Rajoy –en mitad de una semana entre negra y esperpéntica, en la que el diferencial de la deuda española superaba los 410 puntos y la bolsa se hundía por debajo de los 7.300 puntos, con los "mercados" rechazando los presupuestos y recortes del plan de ajuste, una delegación de la Comisión europea inspeccionando sus cuentas en Madrid y el Rey de España borboneando furtivamente en Bostuana— ha seguido en el tono de "enviar una señal de confianza a los mercados". Probablemente, con el mismo éxito para la "marca España" que el cosechado en lo tocante a la economía nacional.

La "señal" lanzada con la imperita cadena de destempladas amenazas de bajísima credibilidad, buscando más o menos erráticamente la alianza con México (que participa a través de Pemex como socio minoritario en Repsol) como presidente de turno del G-20, con la Comisión europea, con Colombia (como anfitriona estos días de la Cumbre de las Américas de Cartagena), o con los EE UU, muestra hasta qué punto la diplomacia española, tras el giro expresamente neoconservador de su política exterior, ha quedado aislada en América Latina. Una América Latina que se recupera de las "décadas perdidas" neoliberales, en las que las empresas transnacionales españolas hicieron su agosto en procesos de privatización más que dudosos, por decir lo menos. En ese proceso privatizador terminaron precisamente por constituirse como empresas transnacionales, y hoy tienen que competir no sólo con otras transnacionales de EE UU y Europa, sino de Brasil y China. Y tienen, además, que lidiar con los legítimos procesos de renacionalización y recuperación de soberanía iniciados por los gobiernos de los países del ALBA y, ahora, por el kichnerismo argentino. Y lo cierto es que, en esta situación de creciente competencia en un mercado globalizado, las empresas españolas, ni por su capacidad económica ni por el apoyo político con que cuentan, se hallan en las mejores condiciones competitivas.

Pero todo es susceptible de empeorar, y los elementales errores de estrategia diplomática son desde luego un factor de empeoramiento. El conflicto por el 24,55% de las acciones en juego de Repsol en YPF puede acabar afectando no solo al conjunto de la inversión española en Argentina, sino también en toda America Latina. El síndrome de la "seguridad jurídica" de la derecha española surge directamente de su experiencia traumática de la crisis argentina de 2001, cuando frente a la intervención de la banca española en Argentina, Aznar solo pudo recurrir a la presión de EE UU, ante la incapacidad de reacción de la UE: eso, y no otra cosa, es lo que propició el giro "atlantista" que desembocó en la foto de las Azores, la participación en la Guerra de Irak y la manifiesta displicencia hacia el núcleo de la "vieja Europa". Pues bien; esa interpretación aznariana de la defensa de los intereses de la "marca España" y de las empresas trasnacionales españolas en America Latina constituye ahora el núcleo de la nueva política exterior conservadora española, siempre bajo presión del propio Aznar y de su ideológicamente venenosa fundación FAES. De lo que se trataría, en substancia, es de una confrontación ideológica "sin complejos" con el "populismo", y a favor de la "libertad de mercado" y de la "democracia liberal"(6).

Más consciente de la tensión estructural subyacente en las inversiones españolas en América Latina, la diplomacia del anterior gobierno del PSOE buscó una estrategia de "acompañamiento" y adaptación a la nueva situación política surgida en la última década, multiplicando alianzas asimétricas con los países de la zona, apalancando políticamente las inversiones en una estrategia multilateral iberoamericana y gestionando los conflictos inevitables con una mayor presión hacia las empresas españolas para que cumpliesen con su "responsabilidad social corporativa", reinvirtiendo en la zona. Una estrategia que, al menos, y justo es decirlo, evitó en su día choques abiertos de Repsol con Ecuador, Bolivia y Venezuela.

Lo que, por el momento, parece primar ahora es la botaratada, y una escalada de amenazas que no puede sino alimentar la consabida espiral de endurecimiento de posiciones, en la República Argentina no menos que en el Reino de España. Ni que decir tiene que, en un marco de creciente debilidad del peso político español en la UE, la contaminación por "inseguridad jurídica" de las inversiones españolas en América Latina a causa de una mala gestión diplomática de la crisis de YPF-Repsol agravaría la crisis de confianza de la UE en el gobierno Rajoy, para no hablar de los dichosos "mercados".

NOTAS: (1) Lo Vuolo, R. (2003): Estrategia económica para la Argentina, Buenos Aires, Siglo XXI-Ciepp. (2) Claudio Katz, Eduardo Lucita, Jorge Marchini et al.(marzo 2012): Afloran los límites del modelo, Buenos Aires. Economistas de Izquierda (EDI) (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=147522). (3) Por supuesto, no faltan teorías conspirativas de todo tipo en la prensa española para explicar la posición argentina. Valga señalar una, que recoge el nuevo espíritu de "lucha de clases" de la derecha española, aparecida en el periódico digital El Confidencial: (http://www.elconfidencial.com/opinion/mientras-tanto/2012/04/15/la-pasionaria-argentina-y-su-cachorro-marxista-9047/). (4) http://www.cincodias.com/economia/videos/margallo-confia-dialogo-solucionar-conflicto-argentina/20120413cdscdseco_1/ (5) Ver Alfredo Arahuetes, "Las inversiones directas españolas en America Latina en el periodo 2001-2010", Anuario Iberoamericano 2011, (http://www.anuarioiberoamericano.es/pdf/2011/analisis/6_alfredo_arahuetes.pdf). 6) FAES, America Latina: una agenda de Libertad 2012, (http://www.fundacionfaes.org/record_file/filename/3304/AMERICA_LATINA_WEB.pdf) presentada recientemente, con un publico de opositores cubanos y venezolanos, en el mismo escenario en el que se quiere celebrar en octubre de este año la Cumbre Iberoamericana, dedicada a las Cortes de Cadiz de 1812.

María Julia Bertomeu (Buenos Aires), Carlos Abel Suárez (Buenos Aires) y Gustavo Búster (Madrid) son miembros del Comité de Redacción de SinPermiso. Antoni Domènech (Barcelona) es el editor general.

Fuente revista SINPERMISO

viernes, 13 de abril de 2012

Murió Ben Bella, el primer Presidente de la Argelia independiente

 

 

AHMED BEN VELLA

13-04-2012

 

Silvia Cattori

Agencias /Voltaire

El expresidente argelino, el primer jefe de Estado del país tras la independencia, ha fallecido en su domicilio de Argel a los 96 años de edad, según han revelado este miércoles fuentes próximas al antiguo mandatario a la agencia oficial APS.

Nacido en la ciudad argelina de Marnia, el 25 de diciembre de 1916 y maestro de formación, se inició en la política en 1945, cuando fue designado alcalde de su localidad natal.

Cuatro años más tarde concentraría sus esfuerzos en la lucha anticolonialista contra Francia y participaría en la fundación del Frente de Liberación Nacional (FLN), que en 1962 y tras casi ocho años de lucha armada, forzó la renuncia de París a continuar ocupando el territorio argelino.

Detenido en varias ocasiones por las autoridades coloniales, fue liberado definitivamente después de la firma del alto el fuego entre Francia y el FLN, el 18 de marzo de 1962.

Tras ser nombrado vicepresidente del Gobierno argelino, en agosto de 1962, un mes después de la declaración de independencia del país, regresó a Argelia de su exilio en Túnez para dirigir los designios de sus compatriotas.

Ben Bella, que se adhirió a las políticas socialistas e implementó importantes programas de reforma agraria, consiguió la entrada de Argelia en Naciones Unidas y fue uno de los principales promotores del Movimiento de los No Alineados.

Finalmente, fue derrocado por un golpe de Estado militar en 1965 y permaneció bajo arresto domiciliario hasta 1980.

Rebelión recupera la extraordinaria entrevista realizada por Silvia Cattori para la Red Voltaire en 2006, como parte de su legado por un mundo y una África más justos (Traducida para Rebelión por Rocío Anguiano y Guillermo F. Parodi)
Mientras que un malsano debate sobre los aspectos positivos de la colonización y la responsabilidad de los árabes en el estancamiento de sus sociedades tiene lugar en Francia, el presidente Ahmed Ben Bella recuerda varias verdades históricas: el carácter ilegítimo del dominio de un pueblo sobre otro -ya sea sobre la Argelia de ayer o la Palestina de hoy-, la realidad mundial -no la realidad árabe- de la colonización y de las luchas de liberación nacional, la injerencia occidental a favor del derrocamiento de los gobiernos nacionalistas y revolucionarios del Sur y el manteniendo de las secuelas de la colonización. Y subraya que, hoy día, es el fundamentalismo evangélico el que exporta la violencia.

Ahmed Ben Bella es una de las más encumbradas figuras del nacionalismo árabe. Fue uno de los nueve miembros del Comité Revolucionario Argelino que dio lugar a la creación del Frente de Liberación Nacional (FLN). Logra escaparse después de ser arrestado, en 1952, por los ocupantes franceses. Hecho prisionero nuevamente en 1956, junto a otros cinco compañeros de lucha, es encarcelado en la prisión de la Santé, en Francia, hasta 1952. Después de la firma de los acuerdos de Evian, se convierte en el primer presidente electo de la Argelia independiente. En el plano doméstico, aplica una política socialista que se caracteriza por un vasto programa de reforma agraria. En el plano internacional, incorpora Argelia a la ONU y la incluye en el Movimiento de Países No Alineados. Su creciente influencia en la lucha contra el imperialismo lleva a las grandes potencias a favorecer su derrocamiento mediante un golpe de Estado militar. Se le impone arresto domiciliario de 1965 a 1980. Desde entonces se mantuvo al margen de los asuntos internos de su país pero sigue desempeñando un papel internacional, por ejemplo como presidente de la Campaña Internacional contra la Agresión a Irak. Protagonista de virajes de la historia, Ahmed Ben Bella responde a las interrogantes de Silvia Cattori en entrevista para la Red Voltaire.

Silvia Cattori: ¿Reside usted en Suiza cuando no está de viaje?

Ahmed Ben Bella: No, vivo en Argelia pero vengo a menudo a Suiza. Viví diez años aquí, luego de mis problemas con el poder de los militares argelinos. En Argelia me persiguen los periodistas. Así que cuando necesito un poco de descanso y de distancia en cuanto a lo que allá sucede, vengo aquí donde sigo teniendo un pequeño apartamento. ¡Tengo 90 años!

S.C.- ¡Parece un muchacho! ¿Sabe usted, señor Ben Bella, que ha dejado una imagen muy bella en el corazón de la gente de todo el mundo?

Ahmed Ben Bella: (Se ríe) Tuve una vida un poco especial. Participé en la liberación de mi país. Estuve entre los organizadores de la lucha de liberación allí. También participé de forma activa en todas las luchas de liberación.

S.C.- Usted es de origen árabe marroquí. ¿Qué vínculo mantiene con sus raíces rurales?

Ahmed Ben Bella: Sí, soy argelino de origen marroquí debido a mis padres. Pero mi vida es Argelia. Allí nací. Soy hijo de campesinos pobres que vinieron a vivir a Argelia siendo muy jóvenes. No fue hasta hace poco que conocí el lugar donde nacieron, en los alrededores de la ciudad de Marrakech.

S.C.- Mientras venía a verlo, me daba la impresión de venir a un encuentro con los pueblos y las causas por los cuales ha luchado usted a lo largo de su vida. Es muy emocionante conversar aquí de su lucha por un mundo más humano, más justo. ¿No encarna usted todo eso?

Ahmed Ben Bella: Sí, mi vida es una vida de lucha. Puedo decir que esa lucha no ha cesado ni un momento, una lucha que emprendí a los 16 años. Ahora tengo 90 y mi motivación no ha cambiado. Me anima el mismo fervor.

S.C.- En 1962, usted llega a las más altas responsabilidades de la Argelia independiente. Se abre todo tipo de esperanzas. Desde la Argelia colonizada hasta su liberación, desde la arena política internacional hasta la lucha altermundista, usted ha pagado caro el precio de su negativa a someterse.

Ahmed Ben Bella: Sí, pagué muy caro mi lucha por la justicia y la libertad de los pueblos. Pero hice lo que sentí que era mi deber, mi obligación. Así que no me resultó difícil escoger. Cuando me impliqué en la lucha por mi país, era muy joven. Mis horizontes se abrieron. Enseguida me di cuenta de que los problemas iban más allá de Argelia, que muchos pueblos eran víctimas de la colonización, que tres cuartas partes de los países del planeta estaban colonizados de una u otra manera. Para los franceses, Argelia era entonces un departamento de ultramar. Era Francia del otro lado del Mediterráneo. La colonización francesa en Argelia duró mucho: 132 años. Participé en aquella lucha en Argelia. Enseguida, después de la independencia, me uní a todos aquellos que, a través del mundo, luchaban también por liberar sus países. Vino entonces aquella fase de la lucha de liberación nacional en la que participé de manera total. En Túnez, en Marruecos, en Vietnam, Argelia se había convertido un poco en la madre de las luchas de liberación. Ayudarlos era para nosotros una tarea sagrada. Cuando alguien venía a pedirnos ayuda, era sagrado. Ni siquiera lo pensábamos. Los ayudábamos, aún cuando nosotros mismos teníamos pocos medios. Les ofrecíamos armas, un poco de dinero y, de ser posible, hombres.

S.C.- En 1965, no son los franceses quienes lo encarcelan a usted sino sus compañeros de armas. ¿Qué siente usted hoy hacia aquellos que le cerraron de pronto el camino?

Ahmed Ben Bella: No siento desprecio. No siento odio. Pienso que participaron en algo que no fue muy limpio y que fue muy perjudicial, no sólo para el pueblo argelino sino también para los demás pueblos que contaban con nuestro apoyo en aquel entonces. Mi lucha por mejorar las condiciones de vida de los argelinos, inmersos entonces en una gran miseria, y mi lucha por ayudar los otros pueblos aún colonizados a recobrar su libertad molestaba mucho a ciertos poderes. Desde su punto vista, yo iba demasiado lejos. Tenía que desaparecer. Lo que quiere decir que si el ejército argelino no me hubiese derrocado, otros lo habrían hecho. Yo tenía que desaparecer porque molestaba demasiado. Le proporcionaba abrigo a prácticamente todos los movimientos de liberación, incluyendo los que venían de América Latina.

S.C.- ¿Ya estaba en contacto con Fidel Castro?

Ahmed Ben Bella: Sí. El Che había venido a Argel a entregarme el mensaje de Fidel Castro, con quien ya me había reunido dos veces. Nos pedía apoyo para las luchas que se desarrollaban en Sudamérica, ya que Cuba no podía hacerlo debido al control de Estados Unidos, que ocupaba la base de Guantánamo. Así que nada podía salir de Cuba, ni una caja de fósforos, sin que lo supiera Estados Unidos. No vacilé un segundo. Fue desde Argelia, y con la participación del Che, que se quedó seis meses en nuestro país, que se creó el Estado Mayor del ejército de liberación de Sudamérica. Hoy puedo decirlo: todos los combatientes que participaban en la lucha de liberación en Sudamérica estuvieron en Argelia. De allí partieron todos los que luchaban. Los entrenamos, nos las arreglamos para hacerles llegar las armas, creamos redes.

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Ahmed Ben Bella recibe a Ernesto Che Guevara, Argel, 1963.

S.C.- ¿En qué año vino el Che Guevara a Argelia?

Ahmed Ben Bella: El Che vino en 1963, poco después de mi llegada al poder. Con mi gobierno nos comprometimos a aportar nuestra ayuda a las luchas de liberación nacional. En aquel momento, numerosos países estaban colonizados aún o salían apenas de la colonización. Prácticamente África entera estaba en esa situación. Nosotros la ayudamos. Mandela y Amílcar Cabral también estuvieron en Argelia. Yo los entrené. Después se fueron a llevar la lucha de liberación a sus países. En el caso de otros movimientos, que no estaban inmersos en la lucha armada o que necesitaban solamente apoyo político, como en Malí, los ayudábamos en otros aspectos.

S.C.- ¿Quién lo apartó a usted del poder en 1965? ¿El ejército argelino o fuerzas exteriores?

Ahmed Ben Bella: Estoy seguro que hubo, indirectamente, una intervención de potencias extranjeras. Hemos visto en otras partes los mismos mecanismos. Dondequiera que triunfaron las luchas de liberación nacional se produjeron, luego de la constitución del poder, golpes de Estado militares que derrocaron a sus dirigentes. Ha ocurrido muchas veces. En dos años hubo 22 golpes de Estado militares, principalmente en África y en el Tercer Mundo. El golpe de Estado de Argel, en 1965, fue el que abrió la vía. Argelia no fue, por tanto, más que el principio de algo que estaba en ciernes. Por eso yo digo que el sistema capitalista mundial fue el que finalmente reaccionó en contra nuestra.

S.C.- ¿Usted es marxista?

Ahmed Ben Bella: No soy marxista pero me sitúo resueltamente a la izquierda. Soy árabe musulmán, de orientación muy de izquierda en mi acción y mis convicciones. Por eso, aunque no comparta la doctrina marxista, estuve siempre del lado de todos los movimientos de izquierda del mundo y de los países socialistas que, como Cuba, China y la URSS, emprendieron la lucha anticolonialista y antiimperialista. Con ellos fue que constituimos un frente de liberación y aportamos nuestro apoyo logístico a los ejércitos populares para ayudar a sus países a salir del colonialismo e instaurar un régimen interior nacional. Era la fase de liquidación del colonialismo. El colonialismo es una idea nacida en Occidente que llevó a los países occidentales -como Francia, Italia, Bélgica, Gran Bretaña- a ocupar países fuera del continente europeo. Un colonialismo en su forma primitiva, o sea mediante la instalación en los países ocupados de poderes extranjeros represivos con un ejército, servicios, policías. Esa fase se caracterizó por ocupaciones coloniales crueles que duraron hasta 300 años en Indonesia.

S.C.- Después de esa fase, ¿no se mantuvo usted en el Movimiento de Países No Alineados?

Ahmed Ben Bella: Ya no hay países no alineados. Aquel movimiento fue creado por hombres de gran envergadura, como Nehru, Mao Tsé-Tung, Nasser y otros grandes nombres, en una época en que existía sobre todo un peligro de guerra atómica. Era el enfrentamiento entre la URSS y Estados Unidos. Estábamos al borde de la guerra nuclear. Los Países No Alineados desempeñaron un papel importante en impedirla. Aquel Movimiento duró cierto número de años. Pero el sistema acabó por ponerle fin.

S.C.- Más tarde, ¿no desempeñó usted un papel importante en el desarrollo del movimiento altermundista?

Ahmed Ben Bella: El sistema mundial que controla todo lo que hemos mencionado encontró otra forma de dominación: la «globalización». «Globalización» es de por sí una palabra muy bonita, una palabra que puede unir, traer fraternidad entre los pueblos. Sin embargo, la palabra «globalización», tal y como fue concebida, es una palabra que hace mucho daño, que ha conducido a la globalización de la miseria, de la muerte, del hambre: 35 millones de personas mueren de malnutrición cada año. Sí, sería una palabra muy bonita si se hubiese globalizado el bien, si llevara el bienestar a todos. Pero es todo lo contrario. Es una globalización perversa que globaliza el mal, globaliza la muerte, globaliza la pobreza.

S.C.- ¿La globalización ha tenido sólo efectos dañinos?

Ahmed Ben Bella: La única ventaja que hemos sacado de ella es que hoy estamos mejor informados que antes. Nadie puede seguir ignorando que este sistema trae la extensión del hambre. Se han creado riquezas pero son riquezas ficticias. El verdadero peso, en el plano monetario, lo tienen multinacionales como General Motors y Nestlé, lo tienen grandes grupos industriales más que grandes países como Egipto. ¡Si nos basamos en sus ganancias, General Motors, por ejemplo, es cuatro veces más rica que Egipto que es un país de 70 millones de habitantes, el país de los faraones, un país extraordinario, el más educado de los países árabes! Eso da una idea de lo que significa la palabra «globalización». Por eso combatí ese sistema que favorece grupos que representan, en el plano monetario, mucho más que un gran país y que generan tantas desigualdades. Por eso nosotros tenemos que favorecer una mejor comprensión de los problemas que otros han complicado lo más posible pero que son finalmente la expresión de una sola cosa: la instauración de un sistema inhumano.

S.C.- A pesar de la voluntad claramente expresada, en 2003, de las tres cuartas partes de los países del planeta, los movimientos progresistas no lograron impedir la guerra. ¿No le parece a usted, a veces, que aquellos que se encuentran a la cabeza de esos movimientos cometieron un error, o que simplemente siguieron un camino equivocado porque no supieron identificar las verdaderas motivaciones del adversario?

Ahmed Ben Bella: Yo, que soy un hombre del Sur, he comprobado que algo cambió en el Norte, algo que es muy importante señalar. Lo que cambió precisamente en esa área supuestamente adelantada del Norte, que nos hace la guerra, que nos colonizó, que nos ha hecho cosas terribles, es que hoy existe una opinión pública que se expresa, que hay jóvenes que dicen «¡basta!». Eso indica que ese sistema mundial nefasto no golpea solamente al Sur sino que también afecta al Norte. Antes se hablaba de pobreza, de miseria, solamente en el Sur. Ahora hay mucha miseria, muchos males que también causan víctimas en el Norte. Eso se ha evidenciado: este sistema mundial no está hecho para servir al bien de todos sino para servir a las empresas transnacionales.

Por consiguiente, dentro de ese Norte, que tanto hemos combatido, hay ahora un movimiento, hay toda una juventud que quiere actuar, que se lanza a las calles, que protesta, aunque la izquierda no haya sabido darles a esos jóvenes que quieren cambios las llaves de la solución. Eso siempre pasa: todo movimiento comienza de esa manera. El movimiento de liberación que dirigí en Argelia, la organización que creé para combatir al ejército francés, era al principio un pequeño movimiento de nada. No éramos más que unas decenas de personas en toda Argelia, un territorio que es cinco veces el de Francia.

S.C.- ¿Qué obtuvieron esas generaciones de jóvenes que pusieron tantas esperanzas en ATTAC, por ejemplo, que ahora propone «reformar la globalización»? ¿No había que rechazar el principio mismo y tomar medidas más radicales ante el carácter radical del llamado sistema liberal?

Ahmed Ben Bella: La gente de izquierda, cuando llega al poder, no es distinta que la de los otros partidos. En lo tocante a Argelia, nosotros quisimos trabajar con la izquierda francesa y no conocimos peor poder que el que ejerció el Partido Socialista francés. Lo peor que nos sucedió fue con los socialistas. Ningún poder político anterior nos había combatido tan duramente como el del socialista Guy Mollet. Le estoy hablando de hechos específicos. Hablo de lo que conocí. Yo estaba a la cabeza del FLN cuando el gobierno de Guy Mollet -después de entender que Francia no podía mantenerse en Argelia- se puso en contacto con el gobierno de Gamal Abdel Nasser para que nos preguntara si estábamos dispuestos a conversar con ellos. Era lo que yo había pensado desde siempre, que algún día nos íbamos a tener que sentar alrededor de una mesa y definir el mejor modo de que Argelia se convirtiera en un país totalmente independiente. Era el objetivo que buscábamos: volver a ser libres, no vivir más bajo la férula de un sistema opresivo. Yo dije que sí, que estaba dispuesto a negociar, con la condición de que fueran ellos -los franceses- quienes lo pidieran. Exigí que las negociaciones se desarrollaran en Egipto. Las negociaciones duraron seis meses. Llegamos a una solución. Con aquel pedazo de papel en el bolsillo fui, en septiembre de 1965, a informar a Mohamed V, el rey de Marruecos. Él se había implicado en aquella lucha, nos había ayudado, incluso militarmente. Entonces, cuando íbamos para Túnez, donde pensábamos informar también a las autoridades, fuimos perseguidos por la aviación francesa. Fue el primer desvío de avión de la historia. En aquel avión estaban dos tercios de los dirigentes de la revolución argelina. Nos querían liquidar inmediatamente. Fue un milagro que escapáramos a la muerte. Le cuento eso para decirle lo que pienso de los socialistas: era Guy Mollet que, apenas terminando de firmar un compromiso, ya lo estaba traicionando. Lo mismo podría decirle del gobernador Lacoste, que también era socialista. En todo caso, era la izquierda la que nos interesaba y a su lado sigo luchando. Yo soy un hombre de izquierda.

S.C.- Entonces, ¿cuando se ve al lado de los representantes de la Internacional Socialista, en las tribunas de los Foros Sociales, piensa a veces que ellos están allí principalmente por una cuestión de prestigio personal?

Ahmed Ben Bella: Sí, a veces pienso que no son serios. Yo sí deseo verdaderamente cambiar el mundo. Quiero que este mundo cambie. Para cambiar las cosas necesitamos gente sincera y, sobre todo, desinteresada.

S.C.- ¿Cree usted en la necesidad de un cambio?

Ahmed Ben Bella: Sí, desde mi temprana juventud creo en esa necesidad. Vuelvo a lo que usted preguntaba, lo que me hace abrigar, en lo personal, cierta confianza en el futuro. Quiero hablar de lo que observo aquí, en Occidente. Estoy convencido de que el sistema liberal no tiene futuro. A esos jóvenes, a esos estudiantes de la enseñanza media que he visto lanzarse a las calles, que no tienen otra cosa que su ideal de justicia; a esos jóvenes que participan en las manifestaciones, que buscan otros valores, me gustaría decirles: «Yo empecé así, cuando tenía la edad de ustedes, con pequeños pasos. Y poco a poco me siguió todo un pueblo.» Cuando voy a manifestaciones, los observo, hablo con ellos, veo que son ellos quienes tienen las cartas en la mano.

S.C.- Se plantea con insistencia la pregunta siguiente: ¿Los dirigentes de los movimientos antiimperialistas han evitado criticar a Israel, Estado ideológica y legislativamente racista que desde su creación está aplicando una limpieza étnica en Palestina? ¿Han orientado entonces mal a generaciones de jóvenes, han falseado el debate mientras que Israel se mantenía muy activo junto a Estados Unidos en el combate contra el comunismo, contra Nasser y contra el nacionalismo árabe y apoyaba regímenes horribles?

Ahmed Ben Bella: Son preguntas que están sobre la mesa y son objeto de polémica. Nosotros no queremos una solidaridad falseada. No queremos un Estado que, como el de Israel, sea el instrumento preferido de este cruel sistema global que dirige Estados Unidos, país cuya política ha hecho ya tanto mal. Para nosotros, hay una doble traición. La traición, primero, de aquellos que, en el bando de la izquierda, deberían haber estado de nuestro lado, leales a la causa palestina y árabe, y no estuvieron. Esta también es la traición de todos esos judíos a los que nos sentimos próximos, con los que tenemos algún parecido, con los que vivíamos en perfecta armonía. Árabes y judíos son primos. Hablamos la misma lengua. Ellos son semitas, como nosotros. Hablan arameo y nosotros hablamos arameo. El arameo tiene varias ramas: Etiopía habla arameo, Eritrea habla arameo, la gente de confesión judía habla arameo, los árabes hablan arameo. Eso es lo que nos hace mucho daño, el sabernos traicionados por quienes tan cerca están de nosotros, por gente que son nuestros primos, que se parecen a nosotros y que hablan arameo como nosotros. Conocemos el antisemitismo porque nosotros somos semitas. A eso agrego que hasta el profeta de ellos es nuestro profeta. Moisés y Jesucristo son profetas para nosotros.

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Ahmed Ben Bella y Gamal Abdel Nasser

S.C.- Desde el fin del multilateralismo, la ONU está bajo control de Washington y de los neoconservadores. Todo país árabe que no se somete al dictado de estos es puesto al margen de las naciones. ¿Cómo juzga usted esa situación? ¿Cómo salir de ella? Ante el enfrentamiento del unilateralismo israelí ¿no está condenado Hamas a fracasar y a renunciar a aquello por lo que lucha su pueblo desde hace 60 años?

Ahmed Ben Bella: Pienso que Hamas es característico de lo que sucede entre nosotros, de esa dimensión que toma ahora una fuerte connotación religiosa, que abraza el Islam. Yo soy árabe musulmán. No quisiera vivir en un país dirigido por un integrismo islámico. Pero, y le hablo con toda franqueza, no los critico porque esa necesidad de religión ha sido creada por las distorsiones del sistema capitalista. A fuerza de hacernos daño resulta que finalmente, en vez de encontrarse ante un movimiento que reclama el carácter árabe, que abraza la cultura y se mantiene abierto, se ven ante los extremistas. Israel y Estados Unidos se encuentran ante esa dimensión. Ellos mismos provocaron esa situación.

S.C.- ¿Usted no desea una respuesta religiosa?

Ahmed Ben Bella: Yo soy musulmán pero no deseo que la respuesta sea religiosa. Lo que rechazo no es el hecho religioso en sí sino que se pueda hacer una lectura que no vaya en el sentido de la renovación del Islam, que se pueda hacer una lectura retrógrada del Islam cuando el Islam tiene la ventaja de creer también en dos religiones: la religión judía y la religión cristiana. Para nosotros, Mahoma es la continuidad de Jesucristo y de Moisés.

S.C.- ¿Se han puesto los musulmanes a la cabeza de la resistencia anticolonial actual? ¿No tendríamos que reconocer que lo que combaten los arabo-musulmanes no son los valores de Occidente sino su política agresiva? El Hezbollah, por ejemplo, que tiene tan mala reputación entre nosotros, ¿no ha hecho acaso retroceder el imperialismo estadounidense e israelí en el Líbano? ¿No deberían los progresistas sobreponerse a sus prejuicios sobre los musulmanes, considerarlos como un elemento dinámico en la lucha contra la opresión y apoyarlos?

Ahmed Ben Bella: Sí, sí. Ahí hay un problema de educación. Son aquellos que dirigen los partidos progresistas quienes tienen que responder correctamente ante determinadas situaciones. Pero, no es lo que sucede. Tenemos una bandera y un himno nacional. Lo demás son los occidentales, de las diferentes tendencias, quienes lo deciden por nosotros. Todo eso se envuelve con palabras bonitas, bajo la ayuda de organismos como el Banco Mundial y el FMI, que no son más que instrumentos de tortura que Occidente ha creado para continuar su dominación. lo cual significa que salimos de un sistema de colonialismo directo para caer en otra cosa que parece mejor pero que no lo es. Sin embargo, le repito que tengo la esperanza de que en ese Norte que nos ha hecho tanto daño esa juventud esté tomando conciencia de que esa lógica de dominación provoca más y más pobreza, tanto en el Norte como en el Sur. Aunque no sea la misma dominación que se aplica en el Sur, se trata de una situación de indigencia que no puede aceptar ningún ser libre. ¿Cuánta gente es víctima del desempleo, de la pobreza? ¿Cuántos han sido echados a la calle? Quizás sea eso lo que acabará por llevar a los pueblos del Norte a cambiar su visión de las cosas y a unirse francamente a nosotros.

S.C.- No vemos hoy mucha gente protestar en Occidente contra las atrocidades cometidas en Irak, en Palestina y Afganistán. ¿No tiene usted la impresión que hay tantos prejuicios, cuidadosamente alimentados, en contra de árabes y musulmanes -incluso en el seno de las organizaciones antiguerreristas- que la posibilidad de apoyar la resistencia de ustedes les parece una idea lejana?

Ahmed Ben Bella: Es cierto, los partidos de izquierda que esperábamos no han venido a nosotros. Se empecinaron en eso. Cuando se menciona el Islam, ellos hablan de Bin Laden. No me gustaría vivir en su república pero no lo critico. Cuando veo lo que hace Bush no me puedo permitir criticar a Bin Laden. Le digo a usted con toda franqueza que los ataques contra las torres de Nueva York yo no los condené. Yo condeno a Bush, condeno al gobierno estadounidense, porque considero que Bin Laden es fruto de la política de ellos. Ellos cerraron todas las puertas del diálogo a los arabo-musulmanes. Les hicieron creer, por décadas, que si hacían esto o aquello Occidente haría justicia en Palestina. Sin embargo, Israel y sus aliados no quisieron nunca la paz en nuestra tierra. Israel no ha dejado nunca de hacer la guerra y de aterrorizar a nuestros pueblos. Indirectamente Bin Laden es una creación de Bush y de Israel. Esos dos Estados siembran la muerte y el odio en el Medio Oriente y en el mundo. No nos han dejado más alternativa que la confrontación violenta. Todos esos movimientos radicales, calificados de «terroristas» e «integristas», nacieron como respuesta a los terroristas que, desde Tel Aviv y Washington, dirigen guerras de destrucción contra pueblos árabes. ¿Qué alternativa tienen esos pueblos que ellos bombardean tan salvajemente? Ante los ejércitos modernos no les queda otro recurso que sacrificar sus propias vidas en atentados suicidas. Y eso es lo que hacen. En el Corán, eso se llama «shahadah». Esa palabra expresa un recurso extremo, un estado de desesperación tal que quien lo sufre no puede seguir soportando la vida. Y se sacrifican, no en pos de una vida mejor para sí mismos sino para que al menos los suyos vivan mejor. Es el mayor sacrificio. Aquí, en Occidente, los llaman «terroristas». Pero le voy a decir con toda sinceridad que yo me inclino ante quien haga un sacrificio tan grande, se lo aseguro.

S.C.- Si entiendo bien, ¿usted dice que todo lo que causa la rebelión de la gente en el Medio Oriente ha sido generado por Occidente, que el que lucha tiene que sacrificarse y sufrir por los demás, que los árabes dieron pruebas de tolerancia en el pasado?

Ahmed Ben Bella: Así es. La violencia que se expresa en el mundo arabo-musulmán es el resultado de la cultura de odio y violencia que engendró Israel al imponerse por la fuerza en las tierras de los árabes. Las atrocidades de ese Estado ilegal obligan a los más valerosos a reaccionar. No creo que haya lucha más noble que la de los palestinos que resisten al ocupante. Cuando veo lo que ha sufrido ese pueblo desde hace más de un siglo y que sigue encontrando fuerzas para luchar, sólo puedo expresar admiración. Los mismos que masacran a ese pueblo presentan ahora a la gente de Hamas como fascistas y terroristas. ¡No son fascistas! ¡No son terroristas! ¡Son gente que resiste!

S.C.- Palestina es una nación encarcelada. ¿Cómo se llegó a hablar de «terrorismo», incluso en el seno de la izquierda, en vez de hablar del derecho a resistir con los armas? ¿Encuentra usted grandes similitudes o diferencias entre la colonización francesa en Argelia y la colonización israelí en Palestina?

Ahmed Ben Bella: Es peor en Palestina. Allí hay, además, un apartheid. Los franceses no podían expulsarnos de un país que tiene cinco veces el tamaño de Francia. Trataron de crear una zona de contención en el norte, con la menor cantidad de argelinos posible, pero no dio resultado. No establecieron un verdadero apartheid, como hacen los israelíes en Palestina. El Estado de Israel creó la más terrible de las dominaciones.

S.C.- ¿Cree usted que los palestinos vivirán bajo la ocupación menos tiempo que los argelinos?

Ahmed Ben Bella: Yo creo que sí. En primer lugar, el colonialismo es un fenómeno claramente identificado y condenado por las leyes internacionales. Además, si hay un asunto sobre el cual existe unanimidad en el mundo árabe, ese es el problema palestino. Mientras no se haga justicia a los palestinos, el mundo árabe musulmán tampoco podrá sentirse libre. Es una parte de su ser que se mantiene cautiva.

S.C.- En otra época, la política no era más noble pero había aún un equilibrio. Desde que se acabó la bipolaridad fueron barridos los principios morales más elementales. Se habla constantemente de combatir el «terrorismo» pero no se habla de los 800 niños abatidos en Palestina por los soldados israelíes desde el año 2000 ni de los millones de niños iraquíes asesinados o enfermos que no tienen ya derecho a un desarrollo normal. ¿Habrían sido posibles las atrocidades de Guantánamo y Abu Ghraib si la comunidad internacional hubiese tenido la decencia de decir no a la violencia de Washington? ¿Qué dirigente de un Estado tiene aún las manos limpias en esta supuesta guerra contra «el terrorismo»?

Ahmed Ben Bella: Lo que sucedió en Guantánamo, en Abu Ghraib y en otras partes es enorme. Y todo ese horror sigue propagándose y provocando grandes sufrimientos. Supimos que Estados Unidos instaló prisiones en Europa Oriental para esquivar sus propias leyes y que Europa es partícipe de todo eso. Incluso se le critica a Suiza el haber autorizado que sobrevolaran su territorio los aviones que transportan prisioneros fantasmas, secuestrados, sometidos a torturas.

S.C.- ¿Cuáles serían a su entender los medios de contrarrestar la estrategia de Bush y los neoconservadores?

Ahmed Ben Bella: ¡Ese es un movimiento integrista, pero cristiano! El problema que enfrentamos hoy es el siguiente: la ideología de Bush es el peor integrismo que se pueda imaginar. Los que inspiran a Bush son los famosos evangelistas protestantes. Es un integrismo terrible. ¿Qué medios tenemos para combatir? Ya le hablé de las esperanzas que pongo en la juventud, aunque sé que no tiene verdaderos medios de combatir ese espantoso sistema. Sé que no basta con lanzarse a la calle. Hay que pasar a otra cosa, inventar otros medios de acción, pero lo necesario es actuar en vez de sufrir. Y cuando se tiene la impresión de que no se avanza, hay que pensar que existen fases, que se necesita cierto tiempo para que la mayoría nos entienda. La acción empieza con los que tienen una comprensión clara, aunque esta no cubra todos los problemas. Pero después hay que vencer los obstáculos y pensar que ni el partido socialista, con todo lo socialista que dice ser, ni tal o más cual asociación son los que van a cambiar este mundo.

S.C.- ¿La solución para llegar a un reequilibrio puede venir de China y Rusia?

Ahmed Ben Bella: Pienso que China puede ser una esperanza. En el pasado Rusia nos ayudó extraordinariamente. Pero, por el momento, desgraciadamente, Rusia no está en una situación fácil. Yo no pondría esperanzas en ella. Yo contaría mucho más con China. En primera, tiene argumentos que Rusia no posee. Es un país que se encuentra a la cabeza de los países en expansión. El propio Occidente se implantará en China para reactivar su economía. De aquí a 20 años habrá que ver el nuevo mapa político.

S.C.- ¿Qué decir, mientras tanto, a los pueblos abandonados a su suerte en Palestina, en Irak?

Ahmed Ben Bella: Nunca actuamos pensando que somos nosotros los que vamos a beneficiarnos. Actuamos porque hay que actuar. Las grandes conquistas no han sido nunca producto de una sola generación. En nuestro país dicen que el que come no es el que sirve el plato. Hay que crear redes de solidaridad que apoyen incondicionalmente la lucha de esos pueblos.

S.C.- ¿Qué decir también a esa juventud que usted ha mencionado, testigo de tantos abusos?

Ahmed Ben Bella: No pueden respetar las barreras, tienen que tomar iniciativas. Si no basta con reunirse periódicamente en grandes demostraciones, si nada cambia, hay que pasar a otra cosa, inventar sin demora otras formas de lucha.

S.C.- Pero, ¿no ha llegado la hora de que los árabes tomen la dirección del movimiento antibelicista, hasta ahora en manos de los occidentales?

Ahmed Ben Bella: Sí, sí. Ante la gravedad de la situación en el Medio Oriente, son los palestinos o representantes de los movimientos del mundo árabe los que tienen que actuar. Pienso que ese movimiento árabe, el movimiento palestino, todas esas fuerzas, si se conjugan y se sobreponen a sus divergencias, son una esperanza no sólo para los árabes. Esas fuerzas también pueden contribuir a cambiar este mundo, el sistema global tal y como funciona.

S.C.- ¡Parece usted optimista!

Ahmed Ben Bella: ¿Sabe usted? No sólo soy optimista. Me paso la vida actuando. No me conformo con hacer discursos. Dedico todo mi tiempo a la acción mediante la organización Norte-Sur. También creo que, a veces, las fuerzas de la esperanza vienen de donde menos se espera.

S.C.- El primer congreso constitutivo de la Alianza Popular Árabe de Resistencia tuvo lugar a fines de marzo de 2006, en El Cairo. Los participantes llamaron a los pueblos a ponerse «bajo la bandera del internacionalismo para apoyar al pueblo árabe en su lucha contra la agresión imperialista». ¿Constituye eso el punto de partida de una campaña que, si los partidos progresistas de Occidente se uniesen a ella, podría reactivar el movimiento antibelicista e ir en el sentido de sus deseos?

Ahmed Ben Bella: Sí, en lo personal soy favorable a esa iniciativa. Lo importante es avanzar. No se avanza si se duda, si se piensa que se acabó, si nos estancamos en las divergencias. Avanzar o corregir los defectos, eso es la vida. Del lado de los árabes también hay muchos obstáculos que vencer. Tenemos que hacer un esfuerzo para vencer las divergencias. En el seno del movimiento árabe encontramos, en efecto, las mismas debilidades que encuentra el movimiento antiimperialista en Occidente.

S.C.- Hay más de 10 000 palestinos injustamente encarcelados en las prisiones israelíes y que no son reconocidos como prisioneros políticos. Ahmed Sa’adat -secuestrado por Israel en Jericó en marzo de 2006 junto a cinco de sus compañeros, cuando estaba bajo custodia de estadounidenses y británicos- está siendo sometido desde entonces a torturas constantes. Él ha reafirmado su voluntad de no ceder al decir: «Donde quiera que esté, seguiré combatiendo.» Usted se reconoce seguramente a sí mismo en esa afirmación. ¿Sabe usted lo que significa vivir encarcelado?

Ahmed Ben Bella: Sí. Yo viví 24 años y medio en prisión. Cuando los franceses me encarcelaron en La Santé, me encerraron con los condenados a la guillotina. Desde mi celda podía ver la guillotina. Son terribles los malos tratos que Israel inflige a los palestinos. Actualmente no tengo otro proyecto que Palestina. Haré todo lo que pueda por ayudarla. Para alcanzar la paz, en Palestina y en el mundo, tiene que acabar este sistema de mercaderes. Porque los problemas son inmensos, los daños son inmensos. Dejar el mundo en manos de mercaderes y asesinos constituye un crimen. Es ese el verdadero terrorismo, no Bin Laden.

S.C.- Cuando oye jefes de Estado que dicen que hacen la guerra en Irak en nombre de la libertad y de la democracia ¿qué les diría?

Ahmed Ben Bella: Les digo que el derecho a la vida es el más importante de los derechos humanos. Los derechos humanos son el derecho a vivir. Todos los filósofos hablan del derecho a la vida. Salvaguardar la vida, vivir es lo primero a que aspira todo el mundo. Pero el sistema mundial no se molesta en garantizar ese derecho. Explota y mata. Y cuando no puede matar construye cárceles sin control, abusos que pretenden aportar democracia. Estados Unidos está haciendo en Afganistán e Irak lo que siempre hizo Israel contra los palestinos. Nos hablan de democracia israelí, de democracia estadounidense. Pero ¿qué democracia han aportado ellos al destruir toda posibilidad de vida?

S.C.- ¿Sufre usted por Irak?

Ahmed Ben Bella: Ah, sí. Para mí, Irak… estuve quince veces en Irak ¿sabe? (Silencio) [1] Casi me matan en Irak. ¡Es insoportable ver lo que le están haciendo a Irak! ¡Lo que están haciéndole a ese país que es la cuna de la civilización! Fue en Irak que se empezó a cultivar la tierra. Allí nació la humanidad. Allí se forjaron los primeros principios. Allí nació el alfabeto, el primer código, el de Hammurabi. Todo eso fue destruido por dirigentes incultos, por una nación de sólo 250 años de historia, que fue colonia de Gran Bretaña. Que liquidó el colonialismo inglés e instauró un colonialismo mundial. ¿Qué se hicieron los 80 millones de amerindios? Nunca volveré a Estados Unidos. Es un país de bandidos.

S.C.- ¿Las guerras desencadenadas en Afganistán y el Medio Oriente son para usted guerras racistas?

Ahmed Ben Bella: Exactamente. Son guerras contra el Islam, contra la civilización árabe. Eso salta a la vista. Entre los países que según Bush están fuera de la ley sólo uno no es arabo-musulmán: Corea del Norte. Los demás, Siria, Irak, Sudán, Irán, son todos musulmanes. Las cruzadas tenían como objetivo supuesto la recuperación de la tumba de Cristo. A veces, para molestar a los occidentales les pregunto: ¿Qué lengua hablaba Jesucristo? Hablaba mi lengua, no la de ustedes. Hablaba arameo, ¡como yo! Cuando usted lee la Biblia, Jesucristo dice: «Eli, Eli, Lama sabakta-ni» [2] Y nosotros decimos en Argelia: «Ilahi limada sabakta-n». Son exactamente las mismas palabras que pronunció Jesús. Jesús hablaba como yo. El Islam saca muchas cosas del Evangelio o de la Biblia, que el propio Islam viene a completar.

Yo exploto de ver tanto abuso. Nos han hecho tanto daño… Han afectado nuestra dignidad. Sin hablar de aquel pequeño pueblo en Palestina. ¿Cuántos palestinos tienen que vivir bajo la férula más abyecta? Nuestra reacción no tiene que ver con el racismo, se lo aseguro. Estamos más que cansados. Occidente nos ha hecho mucho daño. ¿No fue acaso en Occidente donde se cometieron los peores crímenes contra la humanidad? ¿Dónde nació el fascismo? ¿Dónde nació el nazismo? ¿Dónde nació el estalinismo? La famosa Inquisición, que duró 400 años, ¿dónde se desarrolló? Francamente, hace falta mucha abnegación para decirse diariamente: «No quiero odiar a Occidente».

S.C.- ¿No habría que incriminar a los defensores del «choque de civilizaciones», a los proisraelíes, como los principales instigadores de lo antiárabe, antiislám, que se propaga de forma inquietante contra sus pueblos?

Ahmed Ben Bella: Por supuesto. El lobby israelí en Estados Unidos es algo terrible. Hasta ahora no se podía mencionar sin que lo acusaran a uno de antisemitismo. Recientemente aparecieron varios estudios que demuestran con ejemplos irrefutables el peso del lobby israelí en las opciones políticas y militares de las que somos objeto [3]. Ya nadie puede negar hoy la importancia, hasta el peligro que representa ese lobby que penetra todas las esferas estratégicas. Me siento, por tanto, muy implicado en ese aspecto de las cosas que dificulta más aún la solución de la cuestión palestina.

Tengo que decirle que aunque el Islam sufrió muchos males, el Islam nunca hizo daño a otros países. A lo largo de la historia, el Islam mostró una tolerancia que no existe en ninguna otra parte, mientras que Israel logró implantarse por la fuerza en un espacio y en un lugar que están habitados por los palestinos -uno de los pueblos árabes más evolucionados- y creó, despojándolos de sus tierras, un Estado racista. Mientras que Israel se niegue a reconocer el derecho de los palestinos a existir y a regresar a sus tierras, no habrá paz en el mundo.

Entrevista realizada por Silvia Cattori para la Red Voltaire.

Fuente: http://www.voltairenet.org/Ahmed-Ben-Bella-estima-que-la

[1] En 1990-91, el presidente Ahmed Ben Bella dirigió una mediación entre Francia e Irak para tratar de impedir la guerra del Golfo. Los negociadores franceses eran Edgard Pisani y Marc Boureau d’Argonne, administrador de la Red Voltaire. Leer «Le double jeu de François Mitterrand», Voltaire, 3 de noviembre de 2003.

[2] «Eli, Eli, Lama sabakta-ni», palabras atribuidas a Jesús en Los Evangelios poco antes de su muerte. Traducción: «Padre, Padre, ¿por qué me has abandonado?»

[3] Ben Bella se refiere al ensayo, publicado por la London Review of Books, intitulado «Le Lobby israélien et la politique étrangère des États-Unis» (The Israel Lobby and US Foreign Policy), redactado en conjunto por el profesor John Mearsheimer, de la Universidad de Chicago, y el profesor Stephan Walt, decano de la Kennedy School of Governement de la Universidad de Harvard. Una versión al francés aparecerá próximamente en el sitio Voltairenet.org.

rCR

Origen de la noticia Rebelión.org

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