jueves, 20 de junio de 2013

Jacques Julliard: ¡Al fin solo!

 

 


                                          JACQUES JULLIARD


Un año después de su acceso al poder, François Hollande es un hombre solo. Solo como ningún presidente lo había estado jamás antes de él. Solo contra la casi totalidad de la clase dirigente.

1. Es el primer gobernante de izquierda de la V República que debe hacer frente a una doble oposición. La de derechas, como es normal, bajo la bandera de la UMP [Unión para un Movimiento Popular] y la del Frente Nacional. Pero también la de izquierda, representada por el Frente de Izquierda y la tonitronante figura de Jean-Luc Mélenchon. François Mitterrand supo antaño embarcar al Partido Comunista en su nave capitana. Por su parte, Lionel Jospin, tan bien como mal, había arreglado una izquierda plural, que le había protegido de la demagogia o de la escalada. 

2. El presidente no controla a su propio partido, el PS, que se libera un poco más cada día de su autoridad. No son menos de 40 los diputados que han rechazado votar la ley sobre competitividad y protección del empleo, fruto de una negociación entre la patronal y más de la mitad de los sindicatos. Todo los días se ve a un notable en la charca de ranas solferinianas [la sede central del Partido Socialista se encuentra en la calle Solferino de París] ejecutar a pleno sol un salto de carpa para dejar buen recuerdo entre sus conciudadanos. Turnándose en el papel, Montebourg, Hamon, Cambadélis [1] …Es decir, que el gobierno mismo está gangrenado. En cuanto a los ecologistas, me pregunto desde el primer día qué es lo que hacen,

El colmo de la irresponsabilidad y del ridículo se alcanzó la semana pasada en el PS, donde se vio a una triste banda, Picrochole, Matamore y Tartarín [2], partir a la guerra contra Alemania, como en el 14. Es bien sabido que cuando Francia va mal, es culpa de Alemania. El declive francés, del que nadie duda, ¡es culpa de los boches! ¡Miserables groseros, ignorantes que empujan al crimen! Hemos visto a Claude Bartolone, que desde que es presidente de la Asamblea Nacional, siente que le han puesto alerones, soñar con ir a secar la colada en la Línea Sigfrido, como se cantaba en el 39 con el éxito que ya se conoce. Como dice Léopold Auguste en Le Soulier de Satin: [3] "¡Si están locos, que los encierren! ¡Si son sinceros, que los fusilen! Esta es mi opinión".

3. Uno tras otro, se ve a los intelectuales abandonar la nave. Eso sería más bien una buena señal, a tal punto son desde hace un siglo en Francia modelos de borreguismo y signos infalibles de error. Para olvidar. E incluyo en este juicio a los economistas que pasan el tiempo copiándose los unos a los otros, mientras se lanzan bombas fétidas.

4. En cuanto a la opinión, reprocha al presidente que no mantenga sus promesas, incluidas aquellas que no hizo nunca, sobre todo en materia de paro, donde se había mostrado muy prudente en el curso de la campaña. En el fondo, sólo están contentos los homosexuales, y aun así tampoco del todo.

La verdad es que François Hollande se ha embarcado en el ejercicio más difícil que pueda haber para un jefe de Estado: acompañar a un país en su declive y amortiguar los choques. De Gaulle llegó a convertirse en maestro de este ejercicio de ilusionismo. En Les chênes qu´on abat [4], le confía a Malraux, hablando de los franceses: "Yo los divertía con banderas". Hasta el punto de hacer pasar la salida de Argelia por una victoria y el aislamiento por una garantía de independencia. Se ha olvidado hoy en día, cuando cada uno de nosotros es un gaullista retroactivo, hasta qué punto el General estaba solo.

Cuando en 1962 instituyó mediante referéndum la elección del presidente de la República por sufragio universal, fue toda la clase política la que se levantó como un solo hombre –había muy pocas mujeres- contra este crimen contra los mandarines. A ese se le llamó "el cártel del no". La diferencia con Hollande es que, contra toda la clase política, pudo apoyarse en el pueblo que, en el referéndum de 1962, le dio la razón, a él solo contra todos. Al mismo tiempo, el pueblo le dio los medios de construir su política de renacimiento industrial contra todos los barones parásitos y todos los marquesitos industriales del gaullismo.

Esta vía es ahora la única que se abre a François Hollande: convertir su soledad en una fuerza y apoyarse en el pueblo contra todos los que se le oponen, impacientes por participar en la cura. Que dé muestras de autoridad contra todos estos apóstoles de la VI República que no son en realidad más que nostálgicos de la IV.

¿Es capaz de ello? ¿Lo quiere? ¿Y si el problema de fondo no fuera su política sino su personalidad? Ayer, Nicolas Sarkozy fue expulsado del poder porque los franceses ya no podían más con sus caprichos, sus antojos y su santa voluntad. Un año después, las mismas ranas que reclamaban la República andan pidiendo un rey. Sean de derecha o de izquierda, liberales o socialistas, conservadores o revolucionarios, los franceses comparten el mismo invariante cultural que podría llamarse anarco-bonapartismo. Hace falta tenerlo en cuenta.

¿La unión nacional? No creo demasiado en ella. Todo el mundo reclama crecimiento, pero la derecha espera una bajada de impuestos y la izquierda, una subida de esos mismos impuestos. Así que…

Así que, sorpréndanos, François. Sus opositores son fuertes debido sólo a su debilidad. Pues, librados a sí mismas, son inconsistentes. A usted le eligió el pueblo: ha recibido de él su mandato. Háblele por tanto de manera que le entienda. Le quedará reconocido. Póngase a su frente. Tome riesgos. ¿Está usted dispuesto a transformar su carrera en destino? Ahí y no en otra parte es donde se le espera. Si no, buenas noches

NOTAS T:

[1] Arnaud Montebourg (1962), diputado por Saône-et-Loire y presidente del consejo General de esta región, fue candidato en las primarias del PSF en 2011; Jean-Christophe Cambadélis (1951), diputado por París, vicepresidente del Partido Socialista Europeo.  

[2] Picrochole, Matamore y Tartarín, figuras jactanciosas y pendencieras del Gargantúa de Rabelais, la Comedia del Arte, y el Tartarín de Tarascón, de Alphonse Daudet, respectivamente.  

[3] Le Soulier de Satin, [El zapato de raso],obra teatral de Paul Claudel.

[4] Les chênes qu´on abat [Los castaños talados], libro de 1971 de André Malraux basado en conversaciones con De Gaulle. El título proviene de un poema de Victor Hugo.

Jacques Juilliard (1933) es un veterano intelectual y periodista de la izquierda francesa históricamente cercano a diversas corrientes socialistas y del catolicismo social, antiguo responsable sindical, ensayista autor de obras sobras numerosos intelectuales y políticos, de Pascal a Clemenceau, historiador especializado en el anarco-sindicalismo y destacado articulista del Nouvel Observateur entre 1970 y 2010, fecha en que lo abandonó para convertirse en editorialista del semanario francés Marianne, apelando a una "socialdemocracia de combate" y en contra de una "socialdemocracia como línea de repliegue de la burguesía de negocios".

Fuente: Marianne, 4-10 de mayo de 2013

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