miércoles, 30 de octubre de 2013

Se cuecen habas

 

WHITEHALL, LONDRES

El Gran Hermano nos vigila

Publico.es 28oct 2013

 

Esther Vivas

Ya lo decía George Orwell en su novela ’1984′: “El Gran Hermano todo lo ve, todo lo escucha y todo lo dispone”. Su novela es hoy una realidad. Si el “poder”, esas elites políticas y económicas que nos han conducido a la presente situación de bancarrota, lo estiman oportuno, nuestras llamadas pueden ser escuchadas en cualquier momento, nuestros correos electrónicos leídos por quien le plazca y nuestros tuits monitorizados por quien lo considere. Las fuerzas que mantienen “la Ley y el orden”, en favor de unos pocos, harán, así, su trabajo.

Mucho se habla estos días del ciberespionaje internacional. De cómo Obama espía a Merkel, de cómo Merkel se enfada con Obama, de cómo los tentáculos de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos llegan a los teléfonos de líderes mundiales y sus escuchas a países como Alemania, Italia, Francia y ahora sabemos que, también, al Estado español. Parece que asistimos a  una nueva entrega de la saga de Bourne. Con argumentos que nada tienen que envidiar a las novelas de Robert Ludlum.

La Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos, la CIA… son, una vez más, los malos malísimos, pero no olvidemos que el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) no se queda corto. Los medios de comunicación no tienen problema en destapar los trapos sucios del espionaje internacional, agradeceríamos, también, un poco de luz sobre el CNI e investigación e informes acerca de su presupuesto, funciones, objetivos. El Gran Hermano no nos cae tan lejos.

Ayer Anonymous en Catalunya filtraba un dossier con 38 informes del Cesicat (Centre de Seguretat de la Informació de Catalunya) y de los Mossos de Esquadra, donde quedaba constancia del espionaje sistemático a activistas sociales, medios de contra-información, organizaciones políticas anticapitalistas… Nada nuevo bajo el sol. A menos Estado social, más Estado penal y punitivo. Hoy luchar contra los desahucios, los despidos, los recortes en sanidad y educación, los CIEs… es tipificado, por lo que vemos, de delincuencia y, por lo tanto, susceptible de ser espiado, denunciado y penado. Gracias a Anonymous por poner datos, palabras y cifras a algo que ya sabíamos. Curiosa manera, o no tanto, la de CiU de avanzar hacia nuevas estructuras de Estado.

No hay dinero para educación ni sanidad ni vivienda pero sí para espiar a activistas sociales que se oponen a unas injustas medidas de salida a la crisis generadoras de paro, hambre y desahucios. Sin ir más lejos, el presupuesto de este año del Gobierno español para material antidisturbios aumentó un 1.700% respecto al ejercicio anterior. Sobran los comentarios.

Años atrás, los activistas contra las cámaras de vídeo-vigilancia, que proliferan en nuestras ciudades y son una sutil e invisible arma de control social, ya decían: “Sonríe. Te estamos grabando”. Seguiremos sonriendo al salir a la calle, al hablar por teléfono, al escribir nuestros emails o al colgar información en facebook o tuiter. Sonriendo hasta que les rompamos sus micros y cámaras.

lunes, 28 de octubre de 2013

Francia: la caída anunciada

 

 

Brignoles, un triunfo del Frente Nacional en Francia

 

Hugo Moreno · · · · ·

Con la derrota de Nicolas Sarkozy, en mayo de 2012, la derecha conservadora sufrió un duro golpe y entró en desbandada. Sin embargo, la victoria del socialista François Hollande tenía un escaso margen de confianza. El voto fue contra Sarkozy, un voto de rechazo, por la negativa; un sentimiento de alivio. Pero lejos de toda esperanza, salvo en la de algunos creyentes, que siempre existen.

Los cuatro millones de votos por el Frente de Izquierda (11 %) –que luego contribuyeron a la elección de Hollande— tuvieron ese sentido. Por otra parte, la abstención, próxima al 20 %, y en particular el voto del Frente Nacional (que recogió más de 6 millones de votos. casi el 18 %), mostraron un panorama político confuso y peligroso.

En poco tiempo, el equipo de Hollande y su primer ministro, Jean-Marc Ayrault, se encargó de borrar cualquier resto de optimismo. La aplicación de una política neoliberal privilegiando el sometimiento a la “Troika” y a sus imperativos de austeridad y rigor, el alineamiento internacional con los Estados Unidos, entre otros, no permitió hacer la diferencia con el gobierno precedente.

En los hechos –y en lo esencial— Hollande apareció como una continuidad delsarkozismo, abandonando una tras otra hasta sus más tibias promesas. La ley presupuestaria 2013, con su contenido de austeridad y disminución drástica del gasto público; el pacto de competividad –caballo de batalla de la organización patronal Medef— imponiendo la baja del costo salarial; la ley sobre la Salud y la Seguridad Social, cuestionando uno de los fundamentos del Estado de Bienestar desde 1946, son algunos ejemplos. Finalmente, la “reforma” del sistema jubilatorio que prolonga a 43 años la cotización de trabajo efectivo, aprobada el 15 de octubre por 270 diputados contra 249 (la derecha UMP, por sus propias razones e intereses, y también los representantes del Frente de Izquierda) y la abstención de Europa-Ecología-Verdes –que están en el gobierno— y los Radicales de Izquierda. (Sobre la reforma del sistema jubilatorio hay que destacar la abstención de 17 diputados socialistas, que no acataron la disciplina partidaria).

Esos son solo algunos datos de un inventario mucho más largo. No resulta extraño, pues, el rápido descrédito en que se hunde el gobierno, impotente para resolver los problemas fundamentales (el cierre de fuentes productivas, la desocupación creciente, la disminución del poder adquisitivo, el deterioro de la salud pública, etc.). Resultado: en un año y medio de gestión, Hollande recoge una opinión ampliamente desfavorable, más negativa que la que tenía Sarkozy al final de su mandato, que es mucho decir. La funambulesca travesía sobre una cuerda floja deja ya adivinar una eventual caída en el abismo.

Al mismo tiempo, el FN de Marine Le Pen consolida su posición de tercer partido de Francia, con una marcada tendencia a su favor. Fue largo el camino recorrido desde 1972, cuando los grupúsculos nostálgicos del orden fascista, del Estado Francés de Pétain y de la Argelia francesa fundaron el FN. Recién en las elecciones municipales de 1983, el partido de Jean-Marie Le Pen logró un progresivo avance, influenciando sectores de la población, obreros y empleados, comerciantes, pequeños productores rurales, desocupados. Y además, fue ganando terreno en el plano político y cultural con su influencia sobre sectores de la derecha conservadora y su electorado tradicional. El duelo entre François Fillon, ex primer ministro de Sarkozy, pronunciándose por el “ni-ni” entre el FN y el PS, y su rival Jean-François Copé, jefe actual de la UMP, heraldo de una “derecha descomplejada” y que, sin reparos, asume buena parte del discurso lepenista, es un ejemplo. Si no fuera por la gravedad de lo que anda en juego, las élites políticas de las clases dominantes parecieran jugar un papel en una comedia ligera.

El fin de los Treinta Gloriosos, con su agotamiento desde los años 80 del siglo pasado, y en particular lacrisis mayor que estalló, con violencia, en los últimos años, abonaron el terreno para los argumentos –simplistas pero efectivos— del “populismo” de derechas. La vieja extrema derecha, tratando de ocultar su propio pasado con una dudosa “honorabilidad”, se presenta como el partido del orden, nacionalista, xenófobo, atizando todos los “miedos” ancestrales y actuales de una sociedad golpeada y atomizada al extremo.

La Europa neoliberal, la mundialización, la exclusión geográfica y social en zonas “periféricas”, el aumento de las desigualdades, la desindustrialización, la desocupación –11 % según las últimas cifras oficiales; mayor en realidad—, todo confluye para alimentar los temores. El miedo al “otro”, al extranjero, a los “nuevos bárbaros” que nos rodean y se aprestan a invadirnos, supuestamente. Esos temores pueden ser imaginarios, pero es así como se perciben en una franja social amplia, en particular en los sectores más frágiles económica, política y culturalmente. El rechazo al sistema político estimuló, además, el renacimiento de aquel nefasto Tous pourris (todos podridos) común a esta ideología del miedo y el desencanto. En otros tiempos y circunstancias, conviene siempre recordarlo, disposiciones de ánimo parecidas contribuyeron los suyo a generas las tremendas catástrofes conocidas durante el siglo XX.

La “lepenización” de la derecha liberal, acentuada durante el sarkozismo, legitimaron el Frente Nacional como un “partido como los demás”. Al mismo tiempo, tanto losaffaires de la UMP, que involucraron a altas personalidades del Estado, como los del Partido Socialista, desde el caso Strauss-Kahn hasta el más reciente del ministro encargado del presupuesto, Jérôme Cahuzac, aportaron agua al molino. Como es público, Cahuzac –el encargado de la gestión fiscal y de perseguir precisamente el fraude– tenía él mismo depositados 600.000 euros en una cuenta oculta en Suiza. Denunciado por Mediapart, fue el primer escándalo del gobierno de Ayrault. El ministro tuvo que renunciar y fue separado del partido. Pero el daño moral y político ya estaba hecho. Esos son los terrenos donde germinan las pestes más nefastas, y la factura siempre se paga. Por ahora, expresado con un fuerte rechazo a la política, al régimen de partidos, con la abstención. Pero también, mucho más peligroso, con el ascenso del partido lepenista. Éste saca provecho de las aguas que bajan turbias, y se postula como el partido popular antisistema. La falacia extrema es la repetida amalgama “UMPS”, o sea, todos iguales, centro-izquierda y derecha liberal.

Se agrega la denuncia contra la Europa y el tratado de Schengen, levantado como espantapájaros, supuestamente favorable a la “invasión” de los nuevos bárbaros. Poco o nada tiene que ver con la realidad, pero se martillea con la idea hasta lograr que penetre. A pocas semanas de la terrible tragedia de Lampedusa, esos propósitos resultan de una obscenidad insoportable. Sin embargo, cuando la memoria es corta, la repetición sistemática de la mentira deja su huella. Bien lo sabían los fascistas y los nazis en los años 30. ¿Cómo no iba, así pues, a difundirse en este clima putrefacto una extraña confusión, cuyo principal beneficiario es la extrema derecha? Esa misma que se rasga hoy las vestiduras, con irritante cinismo y estupefaciente hipocresía, cuando se la llama por su verdadero nombre, suyo por naturaleza y por propia elección.

En esta coyuntura, quien saca el mayor provecho es el Frente Nacional. Un reciente sondeo de la agencia Ifop para “Le Nouvel Observateur”, por ejemplo, le otorga una intención de voto para las elecciones europeas, en 2014, próxima al 24 %. Con la precaución necesaria para analizar toda encuesta –como es sabido, la “opinión pública” también se fabrica— es probable que este pronóstico no ande muy lejos de la realidad. En todo caso, el resultado reciente (13 de octubre) de las cantonales parciales en Brignoles (Var), pequeño municipio situado entre Marsella y Tolosa, hicieron aparecer una situación inquietante. Eliminada en el primer turno la lista PS, así como PCF-Frente de Izquierda, el FN se enfrentó en un duelo electoral con la derecha liberal de la UMP. Con una participación superior, el segundo turno consagró al candidato lepenista Laurent López. Éste obtuvo un 53,9 % de votos contra 46,1 % de la candidata UMP (sostenida por un “pacto republicano” que no funcionó). Se puede especular con que se trataba de la tercera elección en dos años –las dos primeras habían sido invalidadas—, con que Brignoles “no es Francia”, o con lo que se quiera; pero eso no altera el resultado ni sus consecuencias. La progresión y el enraizamiento del FN es un hecho.

El gobierno de Hollande no encuentra solución ninguna, como no sea la tentativa, huera y peligrosísima, de intentar competir con el lepenismo en su propio terreno. La polémica suscitada por Manuel Valls, el ministro del Interior, es un ejemplo. El 24 de septiembre declaró públicamente que esos “gitanos”, procedentes en gran parte de Rumania y Bulgaria, “no eran integrables, salvo algunas familias, y tenían vocación de retornar a sus países de origen”. (Vale la pena recordar que éstos pertenecen a grupos humanos nómadas establecidos hace 1000 años en Europa, y particularmente en la Centroeuropa oriental, en donde son actualmente una minoría de entre 10 y 12 millones. 20.000 han llegado a Francia en los últimos diez años; el desmantelamiento de sus campamentos, así como las expulsiones comenzaron a generalizarse en 2007). Los propósitos de Manuel Valls chocaron hasta en el propio seno del gobierno. Cécile Duflot, representante de los Verdes y ministra de Vivienda, denunció públicamente “el peligro de una ruptura del pacto republicano”. Otros tenores del PS –incluso de su dirección– también los desaprobaron; no así Hollande, que guardó un “normal” silencio, limitándose a un llamado a la unidad.

Jean-Luc Mélenchon y Pierre Laurent, dirigentes del Frente de Izquierda, los condenaron duramente, así como otras organizaciones políticas y asociativas. No era para menos, pues la estigmatización de los “gitanos” –un hecho inédito desde la segunda guerra mundial– va contra los principios del derecho internacional y del respeto a los más elementales principios democráticos y humanos. Sin embargo, estos propósitos tuvieron eco favorable en dos tercios de los franceses, según informa, entre otros, el diario popular “Le Parisien”. Ese es el clima malsano que reina en Francia en estos días.

Otro acontecimiento se sumó en las últimas semanas. El 9 de octubre, una joven de origen kosovar, Leonarda Dubroni, 15 años, escolarizada desde hacía cuatro en su región de Doubs, fue expulsada de Francia. Un destacamento de gendarmería y la policía aeroportuaria la hizo descender de un autobús escolar, reunirse con su madre y hermanos, y los embarcó en un avión rumbo a Mitrovica, Kosovo, en donde ya se encontraba el padre expulsado un tiempo antes. Revelador de una política brutal contra la inmigración “ilegal”, el hecho tomó importancia por tratarse justamente de una joven escolarizada, integrada ya en la sociedad francesa. Cualesquiera que sean los argumentos jurídicos y/o administrativos utilizados, la expulsión de Leonarda y su familia cobró una importancia nacional. Unos y otros trataron de utilizarla para llevar agua al propio molino. Finalmente, obligó a una intervención pública del presidente Hollande, ofreciendo a Leonarda la posibilidad de regresar a Francia, aunque no a su familia. A la impotencia presidencial se sumó así el ridículo. ¡El presidente de Francia ofreciendo por televisión una “escapatoria”, aberrante en sí misma, a una joven de 15 años !

El asunto fue aún más lejos. Aprovechando la ocasión, el dúo de amigos/adversarios representado por Copé y Fillon, se precipitó para poner en cuestión, nada menos, y cada quién a su manera, uno de los principios democráticos más arraigados en la historia moderna del país : el derecho al suelo. O sea, es francés quien nace en Francia. Con algunas condiciones y restricciones que fueron imponiéndose en los últimos años, ese principio se mantuvo siempre vigente. El mismo Sarkozy se negó a revisarlo cuando las tendencias duras del UMP lo presionaron en ese sentido.

Ahora, sus amigos y eventuales adversarios, lo proclaman abiertamente. Es otro paso en el acercamiento ideológico al FN de Marine Le Pen. Ésta se frota las manos y reafirma que siempre es mejor el original que la copia... En resumen, todos los ingredientes están concentrándose para un desastre. La caída estrepitosa de François Hollande le abre una amplia avenida. Por supuesto, hay motivos para inquietarse; alegrarse sería insensato.

La próxima estación serán las elecciones municipales de marzo 2014. En ellas, elFrente de Izquierda tendrá una oportunidad para afirmar su presencia y convertirse en un factor decisivo de la recomposición de una Izquierda realmente digna de ese nombre. En caso contrario, con el escrutinio proporcional en estas elecciones, puede aparecer una disyuntiva dominada por la hegemonía política e ideológica del lepenismo. Es un peligro real.— París, 25 de octubre de 2013.

Hugo Moreno es miembro del Consejo Editorial de SinPermiso.

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martes, 22 de octubre de 2013

Ed Miliband y la Izquierda Inglesa

 


 

Ali, Lindsay German....
20/10/2013


 

Cuando ataca la prensa amarilla


El único objetivo del asalto a la reputación de Ralph Miliband era castigar y desprestigiar a su hijo Ed. La maniobra, organizada por el Daily Mail y por su editor —un reptil que antiguamente
Blair y Brown cortejaban con diligencia—, les ha salido como tiro por la culata. Originariamente fue diseñada para desacreditar al hijo menor mediante un bombardeo con los “pecados del padre”. Sin embargo, la respuesta vehemente de Edward Miliband ha unido a la mayor parte
del país en su defensa y contra el tabloide. Si Ralph hubiera estado vivo, habría encontrado el inesperado consenso extremadamente divertido.
Los tories y los liberal-demócratas han expresado claramente su desacuerdo con el Mail. Jeremy Paxman, en las noticias de la noche de la BBC, mostró ejemplares antiguos del Mail con sus titulares pro-fascistas (“Arriba los Camisas Negras” fue el más señalado). Dos antiguos miembros del gabinete Thatcher han defendido la memoria de Miliband y Michael Heseltine ha recordado a los ciudadanos que fueron la Unión Soviética y el Ejercito Rojo quienes posibilitaron la victoria contra las fuerzas del Eje. Finalmente, una encuesta de opinión
auspiciada por el Sunday Times ha revelado que el 73 por ciento de la opinión pública apoya a Ed Miliband frente al periodicucho de Rothermere. ¿Han obligado, quizás, estas figuras a que
el Mail contratara a un escritorzuelo para llevar a cabo la campaña con un estilo ligeramente más “sofisticado”, pero repleto de calumnias y difamaciones? Si despiden pronto a Paul Dacre
y lo envían a su inmensa hacienda en Irlanda, la historia tendrá un final hollywoodiense. El triunfo del bien sobre el mal, se podría decir, empleando el lenguaje de tabloides y políticos en
estos tiempos aciagos.
La demonización de Ralph Miliband pone sobre la mesa ciertas cuestiones que tanto la prensa tory como la liberal han tratado siempre de vadear. Éstas tienen mucho que ver con las ideas políticas de Miliband sobre Gran Bretaña, sus instituciones políticas y el resto del mundo; sobre el contexto de la originaria adicción de Lord Rothermere por Mussolini y por Hitler y su prole inglesa en Gran Bretaña (Oswald Mosley y su cuadrilla, por ejemplo, aunque no sólo ellos)
hasta septiembre de 1939; y sobre la cuestión del patriotismo y su paralelismo con las ideas de izquierdas.
La popularidad que el fascismo cobró en la derecha no estaba restringida a, ¡ay!, los Rothermere o los Mitford. La seguridad de clase del conservadurismo europeo se vio amenazada por la Revolución Bolchevique de Rusia en 1917, cuyo objetivo declarado era
destruir el capitalismo global. El miedo asedió los pasillos del poder en todas las capitales y la presencia de numerosos marxistas de origen judío, tanto en el partido Bolchevique como en el Menchevique, alimentó el antisemitismo en toda Europa. El impacto del triunfo de las camisas negras fascistas en Roma, cinco años después de la victoria bolchevique, no debería ser subestimado. Con raras excepciones, la derecha europea, incluyendo sus sectores liberales,
saludó dicho triunfo como un grandioso éxito para la civilización occidental, y lanzó un enorme suspiro colectivo de alivio. El capitalismo había encontrado sus propias tropas de choque.
Algunos distinguidos editores de lengua inglesa en Londres (Hutchinson) y en Nueva York (Scribners) publicaron la Autobiografía de Mussolini en distintas ediciones: la introducción, obra
de Richard Child, un antiguo embajador de EE. UU. en Italia y entusiasta fascista que contribuyó a la redacción del libro como negro literario, elogiaba al dictador en un lenguaje extravagante como uno de los “líderes estadistas del mundo”. Hasta ell final de sus días, el
caudillo fascista citaba de memoria lo que Winston Churchil había dicho en una visita a Roma cinco años después del triunfo de sus escuadristas en 1927:
“No puedo evitar sentirme encantado, como ha ocurrido a tantas otras personas, con los
modales delicados y sencillos y con el porte distante y calmado del Signor Mussolini, a pesar de tantas preocupaciones y tantos peligros. Cualquiera podría darse cuenta de que Mussolini
no pensaba en otra cosa que en buscar el bien del pueblo italiano, tal y como él lo entendía.
Ningún otro interés suscitaba mayor importancia para él. Si yo hubiera sido italiano, estoy
seguro de que le habría apoyado con todo mi corazón, de principio a fin, en su lucha triunfante contra los apetitos y las pasiones brutales del leninismo”.
Churchil explicó que la significación internacional del fascismo radicaba en su capacidad para movilizar a las fuerzas sociales afines en contra del enemigo común:
“Italia nos ha mostrado que existe una forma de luchar contra las fuerzas subversivas que puede congregar a las masas, lideradas correctamente, con el fin de valorar y defender el
honor y la estabilidad de la sociedad civilizada. Nos ha proporcionado el antídoto necesario contra el veneno ruso. De aquí en adelante ninguna gran nación carecerá del medio último de protección contra el crecimiento canceroso del bolchevismo”.
Aquí lo tenemos sin cabida a confusión. El fascismo era un baluarte necesario contra la amenaza de la revolución comunista. Todo esto se había escrito y hablado mucho antes de las abominables purgas de Stalin y las hambrunas producidas por la industrialización forzosa. Se
convirtió en el leitmotiv de la derecha continental. Además, explica, entre otras cosas, la facilidad con que el gobierno de Vichy colaboró con el Tercer Reich tras la ocupación de Francia en 1940.
Los políticos Británicos —Chamberlain, Halifaz, Butler y compañía— quienes más tarde serían
denunciados como “apaciguadores”, eran, de hecho, mucho más representativos de la élite anglo-europea que los que rápidamente cambiaron de parecer en el último momento al darse
cuenta de que ni Hitler accedería a un reparto equitativo del continente y sus colonias, ni haría el favor a Londres de atacar a la Unión Soviética antes de conquistar el resto de Europa. Eso fue lo que hizo que la guerra se volviera inevitable.
A Churchill nunca le tembló la mano a la hora de explicar las contradicciones primarias ysecundarias de su política. Su prioridad estratégica era defender los intereses de Gran Bretaña.
Era el defensor más consistente y elocuente de las colonias, como otros lo habían sido en la élite imperial. En 1933, el Secretario de Estado Británico para la India, L. S. Amery, explicó con mucha calma a sus compañeros parlamentarios, sin suscitar ninguna tormenta de protestas, porqué habría sido hipócrita por parte de Gran Bretaña oponerse a la ocupación japonesa de Manchuria:
“Confieso que no veo ninguna razón por la que, sea en acto o palabra, o por compasión, debamos posicionarnos individualmente o intencionalmente en contra de Japón en esta cuestión. Japón ha formulado una acusación de gran peso basándose en realidades
fundamentales... ¿quién de nosotros podría tirar la primera piedra y decir que Japón no debería haber actuado con el objetivo expreso de establecer la paz y el orden en Manchuria y defenderse de las agresiones continuas del vigoroso nacionalismo chino? Toda nuestra política en la India o en Egipto podría ser condenada si nosotros condenamos a Japón”.
Los líderes imperialistas de principios del siglo XX eran menos propensos al doble rasero que los nuestros. En una fecha tan tardía como 1939, Churchill, en su colección de ensayos
Grandes Contemporáneos, no vio razón alguna por la que sus reflexiones sobre Mein Kampf y su autor no debieran reeditarse:
“La historia de esa lucha no puede leerse sin admiración por el coraje, la perseverancia y la
fuerza vital que le permitió desafiar, desacatar, conciliar o vencer a toda autoridad o resistencia que se interpusiera en su camino... Siempre he dicho que si Gran Bretaña fuera derrotada en la
guerra, desearía encontrar a un Hitler que nos devolviera a nuestro lugar legítimo entre las naciones.”
Los banqueros y hombres de negocios estadounidenses y británicos estaban en la línea del frente dotando de armas al Tercer Reich como “baluarte contra el bolchevismo” (tal y como
explicó Lloyd George, imitando a Churchill). El Gobernador del Banco de Inglaterra no escatimó palabras: los préstamos británicos a Hitler deben verse como una “inversión contra el bolchevismo”. Éste fue el posicionamiento común de las élites en aquellos momentos. “No
podemos y no debemos oponernos a la reivindicación alemana de igualdad de derechos en términos de armas. Tendremos que enfrentarnos al rearme de Alemania”, declaró el Secretario
de Asuntos Exteriores británico, Sir John Simon, el 6 de febrero de 1934. Un mes después el presidente de Vickers Limited justificó así las ventas a la Alemania fascista: “No puedo asegurarlo en términos concretos, pero sí puedo garantizar que nada se está llevando a cabo
sin la aprobación y autorización de nuestro gobierno”. [War is Terribly Profitable por Henry Owen, Londres, 1936.] Siempre fue así.
Ésta era la atmósfera en la que el Daily Mail y otros tabloides (por no mencionar a Geoffrey Dawson en The Times o al rey Eduardo VIII en palacio) manifestaron distintos grados de afecto y simpatía por el Tercer Reich. Aún más, éste fue el contexto que explicó la atracción de
muchos intelectuales y trabajadores británicos (incluyendo a los camaradas Philby, Burgess, Maclean, Blunt y otros) por el comunismo, como única fuerza capaz de vencer a los nazis. En esto, como recordó Heseltine al país, no estaban tan equivocados. Curiosamente, a Ralph
Miliband, al contrario de lo que afirmaban las difamaciones de Tom Bower en un número reciente del Sunday Times, nunca le atrajeron los partidos comunistas ni los grupos situados más a su izquierda. Tampoco fue partidario de la lucha armada en América del Sur, pese a que era ferozmente hostil a las dictaduras militares apoyadas por los EEUU en la región.
Los levantamientos estudiantiles de 1968-9 dieron con él en la London School of Economics (LSE). Su reacción inicial, como la de Jurgen Habermas en Alemania, fue calificar (en una carta privada) la ocupación de la LSE por ciertos radicales como un acto de “fascismo de izquierdas”.
Miliband desaprobó enérgicamente la idea de que los estudiantes eligieran a sus profesores.
Cuando se le comunicó que iba a ser elegido por amplia mayoría, no le hizo mucha gracia.
Cambió de idea tras los arrestos masivos y la expulsión de Robin Blackburn; entonces escribió que “el Oakeshottismo sofisticado es una costra muy delgada: cuando se agrieta, como ha
ocurrido aquí, emerge un tipo de conservadurismo más bien feo y visceral”. Más tarde me confesó que uno de sus grandes pesares era no haber dimitido del LSE inmediatamente después de que expulsaran a Blackburn.
Era un académico marxista ferozmente independiente que podía ser igualmente mordaz con las distintas izquierdas radicales (me habló con mucha severidad en los 70 cuando le dije que la revolución mundial no era una utopía) como con las socialdemócratas. Su trabajo clave
sobre Gran Bretaña fue El Socialismo Parlamentario (1961), en el que habló de la “enfermedad del laborismo”, sin dejar ninguna duda acerca de sus posiciones. Más tarde se mostró profético
sobre lo que el futuro podía verdaderamente traer con el colapso de la izquierda, cuando escribió en 1989:
“Sabemos lo que este inmenso proceso histórico ha llegado a significar para los enemigos del socialismo en todo el mundo: no sólo la inminente desaparición de los regímenes comunistas y
su substitución por otros capitalistas, sino la erradicación de cualquier tipo de alternativa socialista al capitalismo. Con esta ponzoñosa perspectiva del poco esperado desvanecimiento
de una antigua pesadilla, lo que sigue de forma natural es la celebración del mercado, de las virtudes de la libre empresa y de la avaricia ilimitada. Tampoco queda restringida a la derecha
la creencia cada vez mayor de que el socialismo, entendido como una transformación radical del orden social, ha visto su final: los apóstoles de los “nuevos tiempos” en la izquierda han acabado albergando la misma creencia. Todo a lo que hoy en día podemos aspirar, a ojos del
“nuevo realismo”, es a una gestión más humana del capitalismo, el cual, de cualquier modo, está siendo transformado de raiz”.
Las ideas políticas de Miliband estaban bien lejos de las de sus hijos. Pretender cualquier otra cosa es una sandez. Ralph no era un conservador unionista que creyera en una “justicia social”
parcelada. Fue un socialista anti-capitalista acérrimo hasta el final de sus días. Mantenía una relación muy estrecha con sus dos hijos, estaba orgulloso de sus logros, pero como cualquier otro refugiado emigrante lo habría estado —“los chicos lo han hecho bien en un país
extranjero”—, de ninguna manera en un sentido político. Aborrecía al New Labour y en nuestras últimas conversaciones describía a Blair como un “hombre teflón”. Ni él ni su mujer
Marion (una socialista y feminista con ideas igualmente firmes) intentaron nunca imponer su visión política a los chicos. Dado su poca paciencia, sin embargo, me pregunto si esta
contención política paternal habría sobrevivido a la guerra de Iraq. Lo dudo mucho.

¿Qué ocurre entonces con el patriotismo? ¿Difiere en algo del nacional-chovinismo, del jingoísmo, etc.? ¿Tienen la misma connotación para una nación ocupada que para el poder ocupante? Hace unas décadas, me enfrenté a tres periodistas en el programa “Confronta la
Prensa” del canal Tyne Tees en Newcastle. El más derechista de ellos, Peregrine Worsthorne del Sunday Telegraph, enojado por lo que yo estaba diciendo, me interrumpió:

“¿La palabra patriotismo tiene algún significado para gente como usted?”
“No”, respondí, “a mis ojos un patriota es poco más que un esquirol del internacionalismo”.
Desconcertado, refunfuñó, “buena frase”.
De hecho, había robado la sentencia a Karl Liebnecht, el socialista alemán, que la empleó cuando explicó su voto en contra de los créditos de la guerra en el parlamento alemán, en 1914.
Ralph Miliband, como muchos anti-fascistas, se unió a las fuerzas armadas en la Segunda Guerra Mundial. Se opuso a las guerras de Korea y Vietnam y habló alto y claro en contra de la expedición a las Islas Malvinas. Un vistazo rápido al Socialist Register, la revista anual que fundó en 1964, revela el fuerte internacionalismo que defendía. El texto de Marcel Liebman sobre “el significado de 1914” merecería una reimpresión, ahora que Gran Bretaña se prepara
oficialmente para celebrar el centenario de la carnicería que fue la Primera Guerra Mundial.
Ralph siempre agradeció (según sus propias palabras) que Gran Bretaña les ofreciera asilo a él y a su padre, refugiados judíos huidos de la Bélgica ocupada, en 1940. A pesar de ello, siempre fue un bicho raro, un crítico severo de la élite dominante británica y de sus instituciones, así como del Partido Laborista y de los sindicalistas ennoblecidos por la Reina.
Mejor será que lo dejemos todos aqui...


Tarik Ali, miembro del consejo editorial de Sin Permiso, acaba de publicar The Obama Syndrome (Verso)


Traducción para www.sinpermiso.info: Vicente Abella

martes, 15 de octubre de 2013

UNA DERROTA DE 12 AÑOS

 
 
 
 
Doce años de la OTAN en Afganistán: un fracaso histórico

13oct 2013

Ninguna celebración por el aniversario de una guerra que, convenientemente, ya es “olvidada”, a pesar de que el país sigue siendo ocupado por 66.000 soldados invasores, y sus gentes siguen muriéndose por el conflicto.

El 7 de octubre de 2001, la coalición militar más amplia de la historia, compuesta por unos 50 países, bombardearon al penúltimo país menos desarrollado del planeta, en cuyo arsenal no había ni una avioneta para defenderse. Sólo en los primeros tres meses, los cazas de la OTAN descargaron unas 10.000 toneladas de bombas sobre los afganos, abrasándoles sobre una manta de nieve y frío. Miles quedaron sepultados bajo los escombros de sus chozas de adobe, millones huyeron descalzos, aterrorizados y hambrientos hacia ninguna parte. Once años después, el desplazamiento de civiles en el norte del país aumentaba un 40% respecto al año anterior. ¡Cuánto silencio sobre los crímenes de guerra! Los artefactos inteligentes de la Alianza destruyeron depósitos de agua, centrales eléctricas, cultivos y ganado (¡hasta el Zoo de Kabul!), provocaron una silenciada catástrofe humana. Mientras, los eufóricos eurodiputados agitaban la pancarta de “salvar a las mujeres del burka”, los mismos que hoy exhiben a la niña pakistaní Malala, para demostrar lo bárbaros que son los Talibán, corriendo una espesa cortina de humo sobre los atentados de EEUU con drones, que arrancan la vida a decenas de niños y adultos compatriotas suyos, cada dos por tres.

Cuando la OTAN pensaba que los afganos estarían mejor muertos (bajo las bombas de fragmentación o por la munición radiactiva que recibían en más cantidades que la suma de las utilizadas en la Guerra del Golfo Pérsico y la de Yugoslavia juntas) que vivos, las acciones de la primera empresa fabricante de armas del mundo, Lockheed Martin, se multiplicaban por 15 en la Bolsa.

El presidente de EEUU, Barak Obama ha fijado la fecha del 2014 para la retirada de las tropas. Pero, ¿por qué se van?

Los motivos oficiales de la invasión a Afganistán -que una vez más hacía gala a su nombre: “Tierra del llanto”-, y su posterior ocupación por unos 300 mil soldados y mercenarios extranjeros, eran:

* Vengar el atentado del 11S, a pesar de que ninguno de los terroristas era afgano;

* Destruir el cobijo de los terroristas y capturar a Bin Laden. ¿Por qué, entonces, tras la muerte oficial del saudí siguieron en el país y aun hoy EEUU (¡y también España!) negocian con Kabul para quedarse más después del 2014?

* Derrocar al gobierno de Talibán-Al Qaeda e instalar una democracia para un pueblo “primitivo”. Entonces, ¿Por qué negocian con esos caníbales en Qatar ofreciéndoles el poder en varias regiones del país? ¿Por qué les pagaban ingentes sobornos durante esos años, como ya han reconocido?

* Acabar con el comercio de opio. ¡Vaya! Según la ONU, la producción de heroína afgana ha pasado de 185 toneladas en 2001 a 5800 en 2012. ¿Cómo el gobierno que han instalado precisamente es el principal narco estrado del mundo?

Poco a poco, la verdad se asomaba: “No podemos dejar Afganistán ahora. Tiene billones de dólares en minerales”, lo dijo el general David Petraeus, Director de la Agencia Central de Inteligencia de EEUU, antes de ser “dimitido” por infidelidad a su señora esposa, junto con el general Allen, responsable de la OTAN en Afganistán . Se oponían a los planes de retirada de Obama, entre otras discrepancias. También le costó el puesto al mismísimo presidente de Alemania Horst Köhler al confesar sin rubor que sus tropas estaban en aquel país para salvaguardar los intereses comerciales y económicos de los países atacantes.

Tentación por el expolio del patrimonio natural afgano. Que su subsuelo, además de minas antipersonas y fosas comunes, albergue un millar de minas de hierro, cobre, cobalto, oro, plomo, bauxita, tantalio, esmeralda, rubí, plata, carbón o litio (utilizado en baterías eléctricas) estimadas en un billón de dólares, ya había sido publicado por los soviéticos en los años 1960. En 2001 ya sabían que éste era el Congo de Asia. Moscú tenía proyectos de construir una refinería de petróleo capaz de producir medio millón de toneladas al año y un complejo de fundición para el depósito de cobre de Aynak, uno de los más grandes del mundo, hoy explotado por China.

Afganistán era la única salida viable del transporte del gas de Turkmenistán al Mar Arábigo. El control estratégico sobre las rutas de energía forma parte de la agenda de Washington. Pero, el proyecto TAPI (Turkmenistán, Afganistán, Pakistán, India), que iba a unir el Caspio con el Índico y los millones de dólares invertidos por los estados y compañías petrolíferas occidentales en la construcción del ducto, han sido abandonados, debido al sabotaje de los Talibán y de los países que se verían perjudicados.

• Convertir Afganistán en una gran base militar en el corazón de Asia Central, en la vecindad de China, Rusia e Irán.

• Promover la nueva “Guerra de Opio”, y no solo para destruir el tejido social de los países rivales en la región sino también quedarse con el comercio lucrativo de la droga afgana, que mueve unos 150 mil millones de dólares anuales, parte del cual termina en las instituciones bancarias occidentales . El cultivo de la adormidera se ha multiplicado por 35, desde la ocupación. Con el dinero de la droga EEUU ha financiado a los grupos terroristas como los Muyahedines afganos, los Contras nicaragüenses, o el Kuomintang que luchaba contra la China de Mao.

Un fracaso histórico

Ninguno de los objetivos ha sido conseguido, en parte por:

1. El descontento popular a causa de los contínuos bombardeos de la OTAN a las bodas, funerales y escuelas; el asalto con total impunidad de viviendas, la detención, humillación, tortura, violación y matanza de los ciudadanos. En ocasiones, orinar sobre sus cuerpos y colgar  vídeos de los atropellos  en internet. Son los familiares de estas personas quienes atentan contra sus salvadores atlánticos. Justamente es esta impunidad lo que pide Obama al gobierno afgano para mantener a sus soldados después del 2014, a cambio de respaldar a la mafia del turno que coloque en el poder. Hay unas diez prisiones privadas y secretas al estilo de Guantánamo por el territorio afgano.

2. Un gobierno débil y corrupto, cuyo poder no va más allá del palacio presidencial, y al que se opone gran parte de la población, compuesta por minorías religiosas y étnicas, que exigen un federalismo. En realidad, EEUU ha impedido la formación de estados fuertes en los países que ha invadido, e incluso ha provocado su desintegración ( Yugoslavia, Irak –donde el Kurdistán, de facto, es independiente-, o Sudán que fue partido en dos).

3. Es imposible negociar y controlar a los insurgentes fragmentados en varios grupos autónomos, o convencer los afganos, a estas alturas, de las buenas intenciones de la Alianza, además con esta mirada superficial y simplista a un complejísimo país, su tejido, sus necesidades y su psicología.

4. Las dificultades de EEUU en Irak a partir de 2005, que posibilitaron la reorganización de los Talibán, y que éstos emprendieran una guerra asimétrica con la táctica de los Artificios Explosivos Improvisados. Hoy controlan gran parte del país.

5. Que EEUU se alejara de Pakistán para atraer la cooperación de la India en la contención de China e instalase en Kabul a un presidente pro indio como Hamid Karzai, casi le cuesta la vida a éste hombre en un atentado. La ISI, los servicios de inteligencia pakistaní, madrina de la mayoría de los grupos insurgentes, no perdona este giro estratégico de EEUU, y no piensa permitir en Kabul un régimen que no sea afín. ¿Lanzar una guerra contra Pakistán por Afganistán? No, una locura que Obama no cometería.

6. El choque de intereses entre EEUU y sus aliados que empezaron a dejarle solo en aquel terreno empantanado, militar y políticamente.

7. La crisis económica que imposibilita mantener un despliegue de tal tamaño.

Obama y su “Huella ligera”

“Huella ligera” o “diplomacia coercitiva” son enfoques diseñados por John Kerry y Chuck Hagel, dos veteranos de Vietnam, que abogan por acciones encubiertas, el uso de aviones teledirigidos o ciberguerras en vez de intervenciones militares. Tras los cambios en la cúpula de la defensa de EEUU, y el intento de desmilitarizar la CIA, Obama pretende que las guerras se decidan en el Ala Oeste de la Casa Blanca, que no en el Pentágono. La política de Petraeus en afganizar la seguridad –o sea, entrenar y potenciar los militares nativos-, fracasó con el aumento de los “ataques verde sobre azul” (denominación procedente de un juego de guerra en el que las fuerzas azules son los aliados, las rojas las enemigas y las verdes, las de la nación agredida) que ha provocado muchos muertos, ha destrozado la moral de las tropas contratistas, y ha dejado a Obama sin un plan viable que defender. Para más inri, cientos de soldados instruidos han desertado con el fin de integrarse en las filas de los sublevados. Es el fin del plan de crear un ejército proxy en Afganistán.

Ahora, Obama que antes pensaba ganar la guerra, y sólo desea acabarla esta pesadilla de forma decorosa; negocia con Kabul la adquisición de nueve mega bases militares y la impunidad para sus soldados, a la vez que Moscú protesta contra el uso militar del suelo afgano cuando expire el mandato de la ONU.

Que Pakistán haya sido el gran ganador de esta guerra, preocupa y mucho a la India, que intentará paliar sus devastadores efectos a través de los BRICS, y sobre todo de China. En su IV Cumbre (2012) los BRICS incluyeron en su agenda la “atención a Afganistán” y empezaron a firmar convenios de cooperación de todo tipo con este país.

Al final lo que funcionó no fueron ni ataques “quirúrgicos” ni “huellas ligeras“ sino la milenaria acupuntura china, país que domina la economía afgana, incluso ante la contundente presencia de la OTAN.

El caos continuará.

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