lunes, 22 de febrero de 2016

Una vieja enemistad



La actual tensión entre los socialistas y Podemos rememora la pugna PSOE-PCE de finales de los setenta

Enric Juliana
Cuenta Mário Soares que un día tuvo que elegir entre Felipe González y Santiago Carrillo..., y eligió a Carrillo. En diciembre de 1974, seis meses después de la revolución del 25 de Abril, el Partido Socialista Portugués celebraba su primer congreso en la legalidad, y entre los invitados figuraban los secretarios generales del PSOE (ilegal) y del PCE (clandestino). El general Franco apuraba su último año de vida, y ya estaba en marcha la competición por el liderazgo de la izquierda española.
Así lo explica Soares en sus memorias ( Um político assume-se, 2011): “Conocía a Carrillo del exilio en París, apreciaba su línea eurocomunista, sabía que su presencia incomodaba a Álvaro Cunhal (rocoso secretario general del Partido Comunista Portugués), y me interesaba su voz en el congreso. Felipe González se enfadó mucho. Me dijo que si Carrillo hablaba, él se marchaba. Yo me mantuve firme. Me interesaba el contraste entre Carrillo y Cunhal, puesto que ya se esbozaba el grave enfrentamiento entre los socialistas y los comunistas portugueses. Felipe dio un portazo. Al cabo de unos instantes, regresó, asomó la cabeza y me dijo, muy solemne: ‘Mario, los comunistas de los otros siempre son mejores que los nuestros’. Dio otro portazo y se marchó”.
Soares logró imponerse al partido de Cunhal tras de un grave enfrentamiento político-militar que en noviembre de 1975 pudo haber provocado una guerra civil. Después de cuarenta años de riguroso divorcio, el envejecido PCP –inmutable, eterno como un olivar del Alentejo– da apoyo parlamentario, junto con los jóvenes del Bloque de Izquierdas, el Podemos portugués, a un gobierno socialista dispuesto a discutir un poco las directrices económicas de Bruselas y Berlín.
Felipe González también venció al PCE. Lo redujo a chatarra en octubre de 1982, gracias a su buena conexión con las nuevas generaciones, a la caída en desgracia de Adolfo Suárez, al intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, a la equívoca promesa de repensar el ingreso en la OTAN (“OTAN, de entrada no”) y al cisma entre reformistas y radicales en las filas comunistas, cisma que se inició en Catalunya. Al contrario de sus camaradas portugueses, los comunistas españoles habían apostado por la moderación. Aceptaron la bandera rojigualda antes que los socialistas, contribuyeron de manera decisiva a legitimar la monarquía y se pusieron al frente de los pactos de la Moncloa, episodio clave para la estabilización política y económica de un país que en otoño de 1977 se hallaba al borde de la suspensión de pagos.
Santiago Carrillo y Felipe González, juntos en el Congreso de los Diputados en 1986 Santiago Carrillo y Felipe González, juntos en el Congreso de los Diputados en 1986 (EFE)
Ramón Tamames, destacado dirigente del PCE en la transición, lo explica bien en su extensa autobiografía (‘Más que unas memorias’, 2013). Los famosos pactos de la Moncloa fueron liderados por Suárez y Carrillo, ante la renuencia de Felipe González que no podía apearse, dada la gravedad de la situación. Se tomó como referencia el pacto social que habían sellado en Italia el Gobierno Andreotti y el sindicato comunista CGIL, bajo la divisa del compromiso histórico. La letra fue escrita por Tamames y José Luis Leal, entonces director general de Política Económica. Los trabajadores renunciaban al crecimiento de los salarios por encima de la inflación (entonces situada en un vertiginoso 22%) a cambio de un primer reconocimiento de las libertades públicas, antes de la Constitución. Devaluación con menos huelgas. Paz social a cambio de derechos, entre ellos, una mayor libertad de prensa, la despenalización del adulterio y una primera restricción de la jurisdicción militar. Y otro punto importante, a veces olvidado: un fuerte impulso presupuestario para la extensión de la escuela pública. Los pactos se cumplieron de manera incompleta, sin órgano de seguimiento.
Comisiones Obreras actuó de garante social, con fuertes tensiones en su interior. UGT, a remolque. Los eurocomunistas operaban como partido socialdemócrata. Intentaban competir con el PSOE en su propio terreno. (Unos años antes, aún en la clandestinidad, Tamames había propuesto a Carrillo tomar la iniciativa y rebautizar el PCE como Partido Laborista).
Los pactos de la Moncloa no gustaron a la derecha crítica con Suárez, que fue acusado de ceder demasiado. También disgustaron a los comunistas que aborrecían el reformismo eurocomunista. Ellos también creían que se había cedido demasiado. El PSOE ganó la partida en 1982, el PCE se convirtió en un fósil y desde entonces a los socialistas nada les haría sombra a su izquierda, exceptuando el meteorito Julio Anguita en 1993-96.
Treinta y cuatro años después, un nuevo sujeto político no del todo identificado proyecta una temible sombra sobre el PSOE. Le ha derrotado en las grandes ciudades, le está noqueando en Catalunya, País Vasco y Galicia y amenaza con adelantarle en unas próximas elecciones generales.
Podemos no es la reencarnación del PCE, pero transporta en su interior la lectura crítica de la transición que efectuaron los comunistas disidentes. Podemos es el Partido de la Protesta ante el deterioro y posible desmantelamiento de los algunos de los derechos que, mal que bien, fueron fijados por los pactos de la Moncloa, primer gran contrato social de la España moderna. Muchos de los jóvenes votantes de Podemos han accedido a la universidad desde la escuela pública protegida por el pacto de 1977. Podemos es un sujeto aún provisional con bríos de adolescente. No quiere ser fuerza subalterna. No quieren servir los cafés a los gatos viejos de la calle Ferraz. El PSOE les teme, y ellos temen la veteranía de los socialistas. Todo es nuevo y viejo a la vez. Regresa la pugna de los setenta con nuevos formatos. Tensión freudiana.
Pedro Sánchez podría llamar al primer ministro socialista portugués António Costa y decirle: “Los podemistas de los otros siempre son mejores que los nuestros”.
 
Enric Juliana | Enric Juliana Ricart
Enric Juliana Madrid
Fuente: La Vanguardia

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores