lunes, 14 de marzo de 2016

“Consejos” míos a Jeremy Corbyn… y George Osborne



George Osborne



Yanis Varoufakis




Mucho eco ha tenido recientemente la declaración del líder de la oposición británica, Jeremy Corbyn, según la cual estaba yo prestando ayuda a su equipo “en cierta medida”. George Osborne, por mencionar a alguien, saltó al ver la oportunidad de tirar contra el Partido Laborista burlándose de mí, con visible regocijo en mi derrota a manos de una despótica UE. Hasta David Cameron, para no quedarse fuera, añadió su pequeña pulla [señalando con sorna en los Comunes que eso era equivalente a un “Acrópolis Now”].

Se tiene la impresión de que nuestras economías se están tambaleando y nuestros gobiernos andan perdidos cuando los tipos de interés a cero tienen como resultado una inversión más baja y los políticos más destacados recurren al insulto como respuesta a preguntas legítimas acerca una desfalleciente recaudación tributaria o lo inalcanzable de la vivienda.

Antes de ahondar en lo que aquí verdaderamente importa, es de rigor una corrección: nunca me pidieron (ni lo habría aceptado de habérmelo pedido) que fuera  asesor de Jeremy Corbyn o su equipo. Como político a tiempo completo e iniciador del MDeE25 (Movimiento por la Democracia en Europea), no es trabajo mío aconsejar a otros políticos. Entablar relación con partidos y organizaciones de toda Europa ya es otra cuestión. En esta “medida” me comprometo en Gran Bretaña con Jeremy Corbyn, con su canciller en la sombra, John McDonnell, y también con políticos de otros partidos políticos, entre ellos Caroline Lucas (de los Verdes) y mi buen amigo Norman Lamont (conservador).

Pero basta ya de detalles triviales. Lo que verdaderamente importa es que nuestra economía y nuestra política son un caos. Por toda Europa.

Los mercados desempeñan su función cuando sintetizan información dispersa, que no posee ningún agente, en señales que nos ayudan a coordinar nuestros esfuerzos productivos.  De manera parecida, la política democrática funciona bien cuando reúne a gente que no tiene respuestas individualmente, pero que puede generar, de modo colectivo, una política decente.

El problema es que en Europa fallamos en ambos casos. Estamos generando el nivel más bajo de inversión en relación con el ahorro (pese a tipos de interés en mínimos históricos) y el peor historial de coordinación política en la historia de la Unión Europea. Tanto en el continente como en Gran Bretaña, estos dos fracasos espectaculares conducen a reacciones espasmódicas, a políticas sin salida y a un pesimismo generalizado que refuerza el malestar económico.  

En el terreno económico, la austeridad contraproducente es síntoma de un círculo vicioso. La baja inversión engendra baja actividad económica, lo cual deprime la recaudación tributaria del Estado, lo que refuerza la tendencia improvisada a introducir nuevos recortes en un presupuesto que se vuelve insostenible, no por el volumen del gasto público sino por una baja inversión que va decreciendo. La austeridad, de acuerdo con esta lectura, es síntoma de una baja inversión que nunca puede curarse ni con la austeridad ni con tipos negativos de interés. Y esto se aplica a toda Europa, a la eurozona, pero también a Gran Bretaña.

Un bucle fatal semejante envenena la política europea: el malestar económico mina nuestra capacidad de entrar en un debate de gran altura sobre el mejor modo de afrontar la crisis económica sistémica. A falta de ese debate, nuestros pueblos y políticos caen en un lodazal de mezquinas riñas, de jugar a echarse la culpa, de crescendos nacionalistas y xenofobias que, a su vez, consolidan medidas políticas sin salida responsables del malestar económico.  

Todavía peor, los dos círculos viciosos de Europa, económico y político, se alimentan el uno al otro, empujando al buen navío de Europa hacia el ojo de la tormenta perfecta. Es hora de que los políticos se paren un momento a reflexionar sobre el mejor modo de enfrentarse a las causas de nuestro fracaso colectivo, no a sus síntomas

El Partido Laborista tiene el apremio instintivo de proteger a quienes se han quedado rezagados tras años de un crecimiento impulsado por la deuda privada y su conclusión austeritaria. Esto está bien y es lo adecuado.

Sin embargo, sería un error despilfarrar las energías del laborismo en diatribas contra la austeridad. Si tengo razón en que la austeridad es un síntoma de baja inversión (y de un gobierno amigo de poner el inevitable gravamen sobre los ciudadanos más débiles), el laborismo debería concentrarse en medidas políticas que muevan los ahorros ociosos hacia la financiación de inversiones, engendrando nuevas tecnologías que produzcan un desarrollo verde, sostenible y empleos de alta calidad.

Ese programa económico exigirá la creación de un banco de inversiones públicas que emita sus propios bonos (que tenga el apoyo de una estrategia de flexibilidad cuantitativa del Banco de Inglaterra no inflacionaria que se centre en esos bonos), pero también una nueva alianza con industriales ilustrados y aquellas partes de la City amigas de sacar provecho de una recuperación sostenible. El laborismo, creo yo, sólo superará sus querellas internas y la campaña de intoxicación de los medios en contra de su líder, si pone rumbo a un renacimiento británico verde y encabezado por la inversión.

El hecho de que esto sea también lo que la eurozona necesita le ofrece al laborismo una oportunidad de oro para vincularlo a su óptima campaña del referéndum con una agenda económica interna atractiva. Proponer un programa económico que sea pertinente tanto para el Reino Unido como la eurozona sería un buen comienzo.

Tras resumir mis ‘consejos’ al Partido Laborista, acabaré con un mensaje para el Canciller [de Exchequer, el ministro de Economía] (y su primer ministro):

Querido George:

Michael Gove, Michael Howard y Boris Johnson argumentan, al contrario que usted, en favor del Brexit [la salida de Gran Bretaña de la UE] sobre sólidas bases intelectuales relativas a la restricción de la soberanía democrática de su Parlamento a manos de la UE. Aunque nuestra democracia fuera aplastada el verano pasado por la UE, el caso es que estoy en desacuerdo con ellos.

Sin embargo, me siento intrigado porque no parece usted darse cuenta de que, burlándose de mí en ese mismo Parlamento, reforzó su defensa ya contundente de salida de la UE. Mi fracaso como Ministro de Economía se debió a la férrea determinación de una EU de continuar con su fallido programa económico. El programa político para Grecia de mi ministerio, que Bruselas echó  un lado, lo había yo armado con aportaciones de expertos económicos entre los que se contaba Lord Lamont  y [el economista norteamericano] Jeff Sachs. Yo habría confiado, a posteriori, en que no hubiera propinado ese golpe bajo. Fue algo que malamente puede permitirse la campaña a favor de “quedarse”.

Yanis Varoufakis

exministro de finanzas del gobierno griego de Syriza, es Profesor de política económica en la Universidad de Atenas. Su libro El Minotauro Global, para muchos críticos la mejor explicación teórico-económica de la evolución del capitalismo en las últimas 6 décadas, fue publicado en castellano por la editorial española Capitán Swing, a partir de la 2ª edición inglesa revisada. Una extensa y profunda reseña del Minotauro, en SinPermiso Nº 11, Verano-Otoño 2012.

Fuente:

Newsweek, 2 de marzo de 2016

Traducción:

Lucas Antón 

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