martes, 19 de abril de 2016

CUADERNO DEL SENADO (14)* Informe 2016







PRIMAVERA

Texto e ilustración de O COLIS**

Por fin, más de tres meses después de haber empezado este cuaderno, la semana pasada he podido visitar las instalaciones del Senado. Muy amablemente me lo han enseñado y he podido dibujar (apuntes rápidos), anotar y fotografiar diferentes espacios de la Cámara Alta. He estado casi hora y media, suficiente. Sólo se encontraban allí los vigilantes interiores de la institución. Entré al edificio por la parte nueva de la calle Bailén. El semicírculo de la fachada que se ve desde la calle corresponde al hemiciclo, es su parte trasera. La parte nueva es más luminosa, mucho más, que la parte antigua que recorreré después. En general todo él es un lugar grandote, con muchas cosas. Sin gente (sin senadores) puede ser que me haya parecido más grande y desangelado de lo que es en realidad, pero mi primera impresión ha sido como si entrara en una gran tienda de antigüedades del Rastro o del barrio San Telmo de Buenos Aires, porque muchas cosas están encajadas, casi apiñadas, como pretendiendo dejar sitio para poder pasar. Algunos cuadros grandes o muy grandes cuelgan de las paredes de los pasillos salón sin que se puedan ver bien de frente, por la ausencia de espacio para tener una visión general. Cuadros, fotografías, tapices, esculturas, alfombras, cerámicas… Creo que no le viene mal a este informe dedicar el capítulo a hacer un breve inventario personal de contenidos artísticos y ornamentales del Senado, perteneciente todo ello al Patrimonio Histórico Artístico de los españoles.
Algunos de los 196 cuadros que cuelgan en pasillos, salones y despachos, pertenecieron a la colección privada del marqués de Leganés, que luego adquirió el marqués de Salamanca, y que cuando este segundo marqués se arruinó pasaron a ser propiedad del Estado y entregados para su exhibición y custodia al Senado. Paseando por el edificio he podido ver mucha de esa pintura que por ser grande y recalcitrantemente académica, y celebrar alguna efeméride nacionalista, siempre de forma muy fantasiosa y propagandística (por Dios y por España: cristobalcolones, concilios, coronaciones, heroísmos, batallas legendarias, etc.), se ha decidido que merecen el lugar, pero que como pinturas en sí me han parecido bastante flojas la mayor parte de ellas. En 2007, el Senado pagó 417.000 euros al pintor gaditano Hernán Cortés (acordado por la Mesa de la Cámara por unanimidad), por un cuadro que retrata a 34 políticos de la época democrática, que se expone en el pasillo de acceso al hemiciclo.
Buena parte de la colección de pinturas del Senado es de la segunda mitad del siglo XIX, y procede de adquisiciones oficiales en las exposiciones patrocinadas por el Gobierno y la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Cuadros de autores como Mañanós, López Piquer, Casado del Alisal, Sorolla, los Madrazo, Gisbert, Pradilla, Muñoz Degrain, Moreno Carbonero, Esquivel, Sanz y Cabot, Martínez Cubells, Martín Alonso, Agrasot, Vera Alejo. De la pintura del siglo XX, me ha llamado la atención, en el pasillo moderno de acceso al hemiciclo, dos pequeños óleos de Cecilio Pla, y algunos otros más recientes de Alfonso Albacete y Millares. Hay también obra de Juan Gris, Carmen Laffón, José Guerrero, Benjamín Palencia, Tàpies, Broto, Díaz Caneja, Iturrino, Miró, Chillida, Guerrero, Equipo Crónica, y otros. Hay obra escultórica, bustos en su mayor parte, de José Piquer, José Grágera, Mariano Benlliure, Leonardo Lucarini, Ignacio Bayarri, Julio López, y otros. Pero soy persona de poca sensibilidad para la escultura, sobre todo para ese tipo de escultura. Nunca he entendido el por qué de la fobia antipolicromática de tantos escultores que parecen creer, como creía Hegel, que el mármol y las superficies acromáticas tienen más fundamento y pureza. Hegel alababa la pureza marmórea de las esculturas clásicas, como si desconociera que estuvieron completamente policromadas. La Venus de Milo, por ejemplo, tuvo lo pezones púrpura antes de que los pigmentos desaparecieran de su piel por completo.
Por un momento he estado imaginando, colgando aquí, el cuadro que estoy pintando sobre la plaza de la Marina Española y el Senado en invierno; en el que se ven senadores subidos en los árboles, sentados entre las horquillas de las ramas desnudas; y otros volando del Senado a la taberna y de la taberna al Senado, mientras que, frente a mi puerta, junto al joven castaño, un grupo quincemayista celebra una asamblea; y al fondo el horizonte de la Casa de Campo.
Hay también, sobre todo en la parte antigua, incluidas las esculturas y pinturas referidas, 55 esculturas; 23 dibujos; 568 piezas de obra gráfica; 17 fotografías; 96 piezas textiles (tapices, alfombras y varios), 101 de orfebrería, 103 de cartelería y láminas; 10 cerámicas; 26 relojes. Y constan también 974 piezas registradas como pertenecientes a “las artes decorativas”. Es decir, más de la mitad de las piezas inventariadas como tesoros del Patrimonio Histórico Artístico son de salón comedor de la nobleza. Puede ser que por eso la primera impresión que tuve al entrar fue de almoneda de alto copete.
Me hizo particular impresión poder ver y tocar la edición príncipe de La Pepa (el original se encuentra en la Cámara Baja), un libro de tamaño medio grande (no lo he medido pero tendrá alrededor de 40 cm de alto), encuadernado en terciopelo rojo con una cinta marcadora con los colores de la bandera española; 96 páginas, rubricadas las impares por los cuatro secretarios, el 18 de marzo de 1812, el día anterior a su promulgación (dos años después, el 4 de mayo de 1814, fue derogada por Fernando VII). El texto está compuesto por Preámbulo y diez títulos con 384 artículos. Firmada por el presidente de las Cortes, y 179 diputados (54 de ellos vinieron de ultramar para la ocasión). La biblioteca es impresionante, es el lugar que más me ha gustado (casi copio las notas que fui tomando in situ y luego estudio el inventario), se encuentra junto al antiguo Salón de Sesiones. Se construyó en 1882 siguiendo el diseño de Emilio Rodríguez Ayuso, en estilo neogótico inglés (sobre lo que fue el claustro pequeño del convento), en hierro forjado en los talleres de Bernardo Asins. Tiene dos alturas, comunicadas en las esquinas por escaleras de caracol. Los fondos más importantes se reunieron para esta biblioteca entre 1834 (año en el que las Cortes se hacen bicamerales) y 1923, 125.000 volúmenes. Y entre 1977 y 2013 se incorporaron otros 187.000. De entre todos ellos destacan diez incunables (el más antiguo, la Compendiosa Historia Hispánica de 1470, obra de Rodrigo Sánchez de Arévalo); 385 libros del siglo XVI; 181 obras musicales; 357 manuscritos; 104 mapas; una primera edición de la Enciclopedia francesa de la Ilustración, de Diderot y D'Alembert; una edición del siglo XVI de la Gramática de Antonio de Nebrija; la citada edición príncipe de La Pepa y una Constitución de 1931 firmada por Alcalá Zamora, Julián Besteiro y Manuel Azaña. En general, la Biblioteca del Senado está especializada en el ámbito temático para una biblioteca parlamentaria. Los temas de interés preferente al realizar la selección de ingresos bibliográficos son de naturaleza jurídica y política; predominan los relativos al Derecho parlamentario y electoral, constitucional, autonómico y de la Unión Europea; se realiza así mismo un seguimiento sobre las restantes ramas del derecho y sobre los asuntos de actualidad nacional e internacional, acogiéndose también como parte de los catálogos, más selectivamente, otras áreas del conocimiento. Todo ello está digitalizado. Me pregunto cuántos textos habrá sobre tratados internacionales, y si habrá alguno que algún senador haya estudiado para afrontar el TTIP, no lo sé.
Hay un patio grande, en basílica, acristalado en el centro del techo, luminoso y frondoso, al que dan los despachos de los senadores, más grandes que los que utilizan los diputados en el edificio de la Cámara Baja (que son diminutos). Entre salas y salones el edificio tiene treinta y tantas piezas, sin contar los despachos de trabajo de los senadores. Algunas de ellas tienen nombre propio: Manuel Broseta Pont, Jiménez Abad, Enrique Casas (los tres senadores asesinados por ETA); Clara Campoamor; Mañanós (pintor cuya obra se encuentra en diversas dependencias del edificio y que fue además conservador de la pintura del Senado). Hay un antiguo y nada funcional salón de sesiones; despachos de honor (en los que despacha el rey cuando está en el Senado, o algún personaje importante de paso); y de reunión de las Comunidades. También tiene cafetería restaurante, de precios asequibles para sus señorías (muchos deben tomar allí sus piscolabis, porque de otra forma, el largo cuarto de millar de senadores abarrotarían la taberna).
Bueno, cuando me pareció suficiente información (para ampliar y estudiar luego), le pedí a mi amable acompañante que me dejara salir por la Puerta del Rey, que sólo se abre para que entre y salga el susodicho cuando viene. Al salir me encontré en la explanada del recinto (que hasta no hace mucho era de uso público), frente a mi casa. Nunca había visto la manzana de mi barrio desde esta perspectiva. Todavía las hojas de los árboles son muy pequeñas y pude ver los tres edificios en toda su extensión, cosa imposible desde otra perspectiva.
Al cruzar la calle me encontré con J, el senador de Podemos que pretendo me cuente cosas sobre el TTIP.
“¿Qué?”, me preguntó dándome una palmadita en la espalda, “¿cómo van esas abejas?”…
Nota de la ilustración: Sesión en el hemiciclo, en espera de nuevas elecciones..

17 de abril de 2016

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**Texto publicado en su muro de facebook: http://www.facebook.com/octavio.colisaguirre.3

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