lunes, 30 de mayo de 2016

Francia: la primavera de los indignados. Dossier


Los vientos en contra convierten a Francia en un mar tempestuoso

Léon Crémieux

Enric Bárcena, Xavi Ferrer

Guillermo Almeyra

Léon Crémieux
Desde principios de marzo, Francia ha entrado en una nueva situación. La anterior se caracterizaba por la polarización política provocada por el Frente Nacional y el aumento paralelo de la obsesión por la seguridad tras los ataques de enero y noviembre de 2015.
Ninguno de ellos ha desaparecido y habría que estar ciego para pensar que han desaparecido con el movimiento actual.
Pero el acontecimiento político clave de las últimas semanas es que, a pesar precisamente estos dos elementos que pesan sobre la vida política y social, se ha desarrollado una movilización multiforme, pero que ya es comparable a las grandes movilizaciones de los trabajadores y los jóvenes de los últimos 15 años: los de 2003, 2006 y 2010.
Hasta marzo, se podían detectar los primeros signos de una confrontación social. Primero, por la importante corriente de simpatía con la movilización de los empleados de Air France con el episodio de la camisa en octubre de 2015 [1]. En el mismo periodo, el número de paros y huelgas en las empresas, especialmente las pequeñas y medianas, había tomado una fuerza considerable, incluso sobre cuestiones de salarios durante las negociaciones anuales obligatorias. Del mismo modo, la fuerza de la movilización en relación con la reunión COP21 sobre el cambio climático. Pero los ataques terroristas en noviembre y el establecimiento del estado de excepción permitieron al Estado romper el impulso de las movilizaciones callejeras. Las grandes manifestaciones contra el aeropuerto de Notre-Dame-des-Landes [2] y el establecimiento de redes de apoyo a los inmigrantes también han sido el resultado de la movilización de decenas de miles de jóvenes y activistas, coordinados por asociaciones y redes sociales.
La primera lección de estas reacciones, de estas movilizaciones, es que la gestión de los intereses capitalistas por parte de la socialdemocracia, la débil oposición política a la izquierda del PS y el letargo de las direcciones de los sindicatos no eran sinónimo de una parálisis y de una deriva equivalente de todo el cuerpo social, sobre todo de muchos trabajadores y la juventud, muy afectada por las políticas de desempleo y austeridad. La situación ya mostraba, por contra, el distanciamiento y el descrédito profundo de los partidos institucionales, que comparten los resultados de las gestiones de gobierno de las dos últimas décadas. Es ese descrédito, en ausencia de luchas sociales, lo que promovió el constante aumento de la abstención y el voto a FN en las clases más humildes en los últimos años.
En el ámbito social, desde el comienzo del quinquenio Hollande, muchos de las exigencias de la MEDEF (la patronal) en relación con el derecho laboral se han aplicado mediante las leyes Macron y Rebsamen, continuando el recorte de derechos iniciado por la ley Fillon en 2008. La adopción por los gobiernos socialistas del discurso patronal sobre los "costes laborales" fue el preludio del Acuerdo Nacional interprofesional que estableció los acuerdos de competitividad (ANI), con el objetivo de igualar a Francia con otros países europeos en términos del cuestionamiento de los derechos sociales.
La ley El Khomri, detonador social
La ley El Khomri, cuyo objetivo es invertir la jerarquía de las normas [3], se ha convertido en un detonador social. Obviamente, debido a su contenido, que acaba con el principio de favor, además de muchos otros ataques, pero sobre todo a causa de todos los otros elementos del contexto, la Ley El Khomri ha sido un verdadero catalizador.
Este no es lugar para trazar el panorama inmediato y es demasiado pronto para hacer un balance de este movimiento que puede conducir a una gran confrontación y crisis política, pero también puede frenarse por los muchos frenos existentes.
Pero varios elementos pueden ya destacarse:
• Su aparición, en primer lugar. Había una gran cantidad de trabajo preparatorio realizado sobre el informe Combrexelle y el proyecto Badinter por las redes militantes, entre ellas la Fundación Copérnico y los sindicatos CGT y Solidaires [4]. Sin embargo, la causa de la movilización, su catalizador y el llamamiento del 9 de marzo lo han hecho clara y directamente las redes sociales con la dicha petición "Caroline De Haas" [5].
• Lo qué es revelador es el tono de la petición, que exige claramente la retirada de la ley, que califica como un ataque frontal, en comparación con la declaración de 23 de febrero de las direcciones de los sindicatos. Estas, no sólo no exigieron la retirada de la ley, sino solo de algunas medidas, se quejaron especialmente de la falta de diálogo y concluyeron en la necesidad de una reunión con el gobierno ... Sin ningún tipo de llamamiento a la movilización.
• Del mismo modo, el llamamiento a la primera manifestación, que también fue la ocasión de numerosas llamadas a la convocatoria de huelga, provenía de un grupo de redes sociales, que fueron apoyadas muy rápidamente por los iniciadores de la petición.
• Hay que insistir en esto, porque lo que puede parecer trivial es indicativo de una orientación general, de la pasividad de las direcciones confederales de los sindicatos (la posición de Solidaires no se puede asimilar). Esta surge, obviamente, de la sensación de pesimismo actual en muchos equipos del sindicato tras el fracaso de la última gran movilización de 2010 (fracaso que también puede achacarse a la política de las direcciones de los sindicatos), pero es el resultado de una orientación general en relación a las políticas de austeridad presente desde 2012, cuando se negó a interferir demasiado con las políticas de un gobierno de izquierdas.
Además, los líderes sindicales no han intentado, antes del anuncio de la presente ley, preparar a sus equipos para llevar a cabo una campaña de explicación, de información, de sensibilización de los trabajadores ... por no hablar de un trabajo de preparación más política, hacer un balance de 2010 y defender la necesidad de un movimiento general, una huelga general para hacer retroceder al gobierno. Dos meses más tarde, la ausencia de este trabajo se hace sentir de nuevo. Es muy necesario para una la clase obrera y los sectores populares que han acumulado más de 30 años de numerosas derrotas en el campo social, tras los múltiples ataques liberales.
Los elementos de la movilización
Sin embargo, están presentes otros elementos contradictorios y es en estos los en los que se apoya la movilización:
• La situación francesa va todavía por detrás de la experimentada por otros países europeos en los que el rodillo compresor capitalista ha hecho mucho más daño. Existe una amplia conciencia de los mucho que todavía hay que preservar, que no se puede perder en el campo de los servicios públicos, la seguridad social, las normas de empleo, las leyes laborales. Desde este punto de vista, la revolución cultural neoliberal del PS afronta muchos obstáculos, incluso en lo que le queda de redes de apoyo y base social electoral. Las reacciones de los que se rebelan y de los iniciadores de la petición traducen este reflejo de supervivencia de los círculos cercanos al PS o al Frente de Izquierda.
• Los militantes del movimiento social, en general, mantienen la memoria de las derrotas, pero también de las fuertes movilizaciones de los trabajadores y la juventud. Francia ha conocido hasta el año 2010, regularmente, enfrentamientos frontales: los trabajadores contra la reforma de las pensiones en 1995, 2003 y 2010, un gran movimiento de jóvenes educados en 2006 que permitió la victoria contra el CPE (Contrato de Primer Empleo ). También hay que destacar la victoria de 2006 contra el gobierno Villepin, después de que el gobierno aprobase su legislación a través del artículo 49-3 (por encima de la Asamblea Nacional). La lección es, obviamente, para recordar, ya que el gobierno está llevado a cabo el mismo proceso, que durará hasta finales de junio (con un paso obligado por el Senado y el retorno a la Asamblea Nacional). [6]
• Muchos jóvenes y menos jóvenes de los barrios populares también guardan la memoria de la revuelta urbana dirigida por los jóvenes de los barrios populares durante cuatro semanas en octubre - noviembre de 2005, después de la muerte de Zyed y Bouna en Clichy-sous-Bois. En esa revuelta, los jóvenes experimentaron una fuerte ruptura con los partidos y movimientos sociales, a excepción de algunas organizaciones de extrema izquierda (LCR). Esa ruptura con los barrios populares, estigmatizados por Sarkozy, especialmente por lo que se refiere a  los jóvenes árabes y negros, objetivo de todas las campañas de seguridad, también las primeras víctimas del desempleo y la inseguridad en el empleo, se ha mantenido en los últimos años y se ha agravado por la ola de islamofobia que se ha extendido desde enero de 2016. Esta ruptura es también visible en el movimiento actual, mientras que, paradójicamente, estos jóvenes habían sido muy activos en el movimiento de 2006, y unos meses más tarde contra el CPE.
• El estallido de las estructuras de resistencia social, sindicales y políticas. Hasta finales de la década de 1990 (a finales del siglo XX...), el movimiento obrero, y los partidos, formaban un tejido con muchas tramas, un tejido con muchos girones, pero que mantenía algunas referencias comunes históricas y sus "grandes" combates.
Los años 2000 y el retorno de la socialdemocracia han consolidado los profundos desgarros anteriores. Esto se traduce, en particular, en que las nuevas generaciones de activistas, a menudo radicales, parte de la lucha por los inmigrantes, contra el fascismo, en muchos sectores sindicales, sobre todo entre los precarios, no viven su lucha como parte en un "movimiento obrero" extinto. Contradictoriamente, mientras que las viejas generaciones de activistas, absorbidos por la política institucional, han abandonado sus esperanzas revolucionarias, las nuevas generaciones, que no tienen el mismo bagaje tradicional, a menudo tienen una fuerte conciencia de los males de la barbarie capitalista y son más receptivos a los argumentos políticos sobre la necesidad de una transformación revolucionaria. Esta toma de conciencia suele ir acompañada de una fuerte demanda de democracia real, del rechazo de la delegación representativa, como balance de la herencia del estalinismo y la gestión socialdemócrata. Sigue habiendo una profunda falta de cohesión de estas generaciones más jóvenes (no hay una juventud, hay jóvenes ...). Se trata de divisiones sociales, por supuesto, que agravan la ruptura de los jóvenes de los barrios populares, que el racismo social divide en negros, árabes y musulmanes. Todos los jóvenes no son Charlie ... El movimiento actual puede superar muchas de estas divisiones, pero aún no lo ha hecho.
• La reestructuración del tejido económico, en la industria y los servicios, provoca obviamente formidables dificultades para la organización y el surgimiento de la conciencia. A los elementos de desintegración política del movimiento obrero se añaden las desestructuraciones objetivas (subcontratación, desaparición de las categorías laborales ...) cuyos efectos no han sido combatidos de verdad por los sindicatos. Las dificultades de expansión de la movilización en muchas áreas son, evidentemente, parte de esta realidad, que debilita aún más la conciencia de pertenecer a la misma clase.
Crisis política
Las últimas semanas también han puesto de manifiesto el nivel de la crisis política. Sobre todo, obviamente, de los partidos institucionales. El repudio permanente del gobierno y el Partido Socialista se refleja en el bloqueo que sufre el gobierno, al que no votan ni sus propios parlamentarios para apoyar sus políticas (sea cual sea el resultado final del debate parlamentario sobre la ley El Khomri). Este descrédito también se refleja en las encuestas, la tendencia es innegable y hace que este gobierno y la pareja Hollande-Valls sufra un fuerte rechazo en las encuestas, probablemente el mayor desde el comienzo de la Vª República. El corolario de esta crisis es, obviamente, la crisis interna del PS, puesta de relieve por los debates grotescos de las primarias de la izquierda - que han acentuado la crisis del PCF - y el papel de Emmanuel Macron. Incluso el proyecto de Valls de hacer evolucionar rápidamente al PS para convertirlo en la contraparte transalpino del partido de Matteo Renzi está perdiendo su sustancia, desbordado por su derecha.
Esta crisis tiene su lado simétrico en la crisis de Les republicains ... [7]) por las mismas causas.
Hoy, todos los partidos dominantes en Europa sufren los cambios impuestos por la globalización y las reformas liberales radicales desde 2008. Después de Grecia, Italia y el Reino de España, Francia se une a su manera a este descrédito alarmante. Obviamente, esto plantea la necesidad para la burguesía de reestructurar su aparato político, rompiendo fronteras que parecen obsoletas.
En Francia, esta crisis puede convertirse rápidamente en una crisis más profunda de las instituciones del propio sistema político. Las instituciones de la Vª República se forjaron para un sistema dominado por un solo partido; lo mismo el Senado, la Asamblea y el Elíseo en torno a un régimen fuerte y un presidente fuerte. Con la crisis del gaullismo y del bipartidismo dominante, fue necesaria la reforma de 2001, que estableció un sistema presidencial, soldando la mayoría parlamentaria al Presidente. Esa fue la solución de excepción para superar los caprichos de la cohabitación. [8] Pero, de nuevo, esto significaba mantener una supremacía de los partidos dominantes.
Hoy en día, el aumento de la abstención y el ascenso del Frente Nacional, el descrédito del PS y de Les republicains debilitan el edificio. También hay que señalar que Francia, a pesar de los "valores de la República" es, con el Reino Unido, el país europeo con el sistema electoral más arcaico, con la elección en circunscripciones uninominales y sin proporcionalidad. Francia es aún peor que el Reino Unido, porque la elección por sufragio universal de un presidente que goza de un fuerte poder político hace que sea el único país en realidad dirigido directamente por un “monarca” en la Unión Europea.
Valls y Hollande han intentado en las últimas semanas frenar la crisis política de diversas maneras.
En primer lugar, tratando de amordazar al Partido Socialista y su grupo parlamentario. El uso del art. 49.3 para la aprobación en primera lectura de la ley El Khomri obviamente busca acortar un debate público que debilita aún más al gobierno. Pero también trata de controlar a la minoría de "disidentes" del PS, obligados a escoger entre someterse o romper la disciplina y abrir el paso a una moción de censura. De hecho, durante un tiempo, la oposición interna del PS eludió la cuestión. Sólo 28 miembros del PS (de más de 40 “disidentes”) han apoyado la presentación de una moción de censura. El texto de una moción de censura debe reunir el apoyo de 10% de los parlamentarios para ser sometida a voto. La moción de la izquierda sólo consiguió 56 diputados de los 58 necesarios ... En cualquier caso, el PS entra en su crisis.
Además, aunque debilitado políticamente, el gobierno pretende hacer valer su autoridad con más represión. Las últimas semanas han visto un in crescendode la violencia policial, la afirmación del poder de la razón de estado, fortalecida por la extensión del estado de excepción dirigido directamente contra los movimientos, las huelgas y las manifestaciones. Los medios de comunicación, en manos del gobierno y los grandes grupos empresariales, sirven de propaganda para enmascarar la violencia policial, la orquestación de una campaña contra los "violentos", y se busca criminalizar al movimiento.
Este autoritarismo tiende a enmascarar la debilidad del gobierno y del PS. Debilidad de sus filas, debilidad en la Asamblea y debilidad en su propia base social.
Como último elemento característico de este movimiento, especialmente en los debates de Nuits debout, es la profunda brecha entre las exigencias de democracia, la toma de decisiones por la base y no por responsables incontrolables, y la realidad del sistema y sus instituciones. Ello pone de manifiesto que el sistema político es profundamente antidemocrático y también que el poder real está claramente fuera de las asambleas elegidas. Los bancos y las multinacionales, los centros del poder capitalista no sólo hacen las leyes, sino que se exoneran de cumplirlas.
El rechazo del sistema financiero, las opciones energéticas, el cierre de fronteras, el desempleo y la precariedad son los ingredientes que alimentan un rechazo al sistema político, pero también al sistema capitalista. Esto está latente en la sociedad y su expresión evidente es las Nuits debout.
Así que este movimiento tiene muchos puntos fuertes y débiles a la vez. En las próximas semanas se verá cuales prevalecen.
Necesidad y ausencia de una representación política de los explotados y oprimidos
Todo ello pone de relieve la necesidad y la ausencia de un partido político con un discurso y una acción unificadores, que amalgame estas diferencias en torno al motor y el objetivo común: la lucha general contra un sistema político que produce los Papeles de Panamá, Calais y los miles de emigrantes muertos en el Egeo, el cambio climático, la inseguridad y la miseria social ...
El creciente movimiento pone en cuestión tanto los objetivos como las estructuras del sistema económico y social capitalista, denuncia la realidad del poder y las reglas anti-democráticas de la vida política y la toma de decisiones.
Plantea la cuestión de la representación política de los explotados y oprimidos y de un proyecto social a la altura de las reivindicaciones del movimiento. Las luchas sociales de los últimos meses (inmigrantes, cambio climático, Notre-Dame-des-Landes, El Khomri, muchas huelgas) representan todos los elementos de resistencia al sistema, sus reivindicaciones, reclamos y pergeñan las vías de una sociedad dirigida a la realización de las necesidades sociales, capaz de proporcionar herramientas políticas para lograr estos objetivos, herramientas de democracia real, de elección, de debate y toma de decisiones. Las luchas sociales y perspectivas políticas (la política no electoral) se mezclan constantemente. Todos estos elementos de combate, de resistencia chocan con una sociedad de clases, brutal, decidida a mantener y aumentar la explotación, capaz de reestructurar sin fin las instituciones nacionales y europeas para que sean un lugar de poder sin control, dedicadas enteramente a mantener el sistema, crecientemente al margen de todo control democrático y popular. La experiencia griega, el rechazo de los inmigrantes, los Papeles de Panamá, el TTIC han revelado en menos de un año, muchos elementos del funcionamiento real de esta sociedad. El debate sobre estos temas es esencial entre los activistas de los movimientos sociales. Es esencial para la generación más joven que, por diferentes caminos, se plantea los mismos problemas estratégicos.
Cosa rara, las cuestiones institucionales se discuten en las calles y en los círculos de activistas. Las instituciones francesas actuales aparecen abiertamente como un obstáculo frente a la gente. La necesidad de decidir se acompaña de la urgencia de disponer de herramientas de decisión democráticas que permitan la expresión real de las opciones populares. Del mismo modo, la experiencia griega muestra que a nivel europeo, las instituciones capitalistas imponen sus decisiones contra la voluntad de todo un pueblo. En este sentido, la idea de un "candidato adecuado para un buen programa" es la antítesis de los debates actuales. Así como lo ilusorio de toda estrategia institucional basada en victorias electorales que busquen la aplicación, desde el respeto a las instituciones, de una política opuesta a los capitalistas. Una fuerza anticapitalista sólo puede basar su fuerza en el movimiento social, su acción y la movilización política, la única manera de afrontar realmente el sistema. Esto requiere de reivindicaciones "de transición" que ataquen al corazón del sistema de explotación capitalista, la opresión social que estructura y también a las instituciones y las reglas antidemocráticas del sistema político; reivindicaciones de transición que abran el camino a una sociedad libre de la explotación capitalista y capaz de eliminar la opresión.
Inprecor, nº627-628, mayo-junio 2016
Oui, nous pouvons!
Enric Bárcena, Xavi Ferrer
En respuesta a la llamada internacional que se hizo desde #Nuitdebout para un encuentro internacional de activistas (#Globaldebout) el fin de semana del 7 y 8 de mayo, una quincena de activistas viajamos desde Barcelona a París para conocer, para participar y aprender de él.  La referencia del 15M en todos nosotros era importante e ir a París a revivir la plaza una oportunidad ilusionante.
A  primera hora de la mañana al llegar al centro de la plaza de la República, entre un macizo edificio de la administración y la estatua de la Marianne, símbolo de la República y convertida su peana en el templo del dolor y la repulsa a los atentados islamistas, el vacío es la sorpresa.  Ninguna actividad visible, en pié sólo nosotros.
Espectantes observamos desde la terraza de un bar el lento despertar de la plaza. Pequeños grupos empiezan a montar sus carpas y tendales. A media mañana inicia una asamblea de bienvenida a los asistentes internacionales mientras la ocupación de la plaza crece en modo algo anárquico. Se instalan servicios importantes: una cantina, una radio, un plató de televisión…Y a su vez aparecen más allá de los trabajos de las comisiones y la asamblea, múltiples puntos de encuentro y de debate: africanismo, colonialismo,  refugiados sirios, proceso constituyente,  y carpas de colectivos diversos: sindicatos, estudiantes, grupos ecologistas, una coral o un grupo de esperanto…
Cada noche  las carpas se desmontan. Se vuelven a montar de mañana en orden y posición diferente al día precedente.  Es un renacer diario, una sensación de estar en construcción permanente. Así han resistido tantos días y por ello resurgen tras cada represión policial.
No sólo el montaje diario diferencia la ocupación de Republique del 15 M. Su génesis también es diferente. Surge a raíz de la oposición a una ley de reforma laboral y la presencia y participación sindical es importante. También las diferencias entre las organizaciones presentes son más patentes en Francia frente al total consenso anti-partidos que se manifestaba en España.
A pesar de tener un detonante con una dimensión puramente estatal, el movimiento francés conecta con la ola iniciada en 2010 en Túnez, y que ha  pasado por la Plaza Tahrir en Turquía, Egipto y las primaveras árabes, el 15M español, Occupy en Nueva York, o Brasil. Lo ejemplifican  hechos como la repetición de algunas consignas comunes y la ruptura del marco previo a esta oleada de movlizaciones globales. En la exigencia común de democracia y nuevas formas de participación y representación política  se abre un nuevo espacio de confianza ciudadana mútua.  La ocupación de las plazas que desde 2011 se viene ejercitando en múltiples ciudades del mundo supone un ejercicio de construcción identitaria y puede marcar un punto de inflexión en un proceso de toma de conciencia colectivo sobre la fuerza ciudadana articulado alrededor del municipalismo como movimiento capaz de impulsar propuestas transformadoras de las relaciones de poder desiguales existentes. La ciudadanía europea está dando señales de querer escribir otro pacto social con otras formas de representación política. En definitiva, plantea la necesidad de un proceso constituyente de dimensión Europea.
En este sentido #Globaldebout, el encuentro internacional convocado el fin de semana del 7 y 8 de mayo por #Nuitdebout, ha significado un salto cualitativo y una inyección de motivación y obertura de miras.
Representantes de múltiples ciudades de Europa y del resto del mundo han puesto en común la experiencia de gestión de sus espacios en diferentes estadios y contextos. El resultado ha sido un mayor nivel de concreción en los temas tratados en los diferentes debates y talleres, el intercambio de experiencias y la constatación de la necesidad de crear una red internacional.
Este es el último punto es básico. El movimiento francés se abre a su tendencia auto-referencial y empieza a tener consciencia de su rol principal para la consolidación de un movimiento transnacional donde Francia por su peso y posición tiene un papel clave en la conexión norte sur.
Los temas que se tratan tienen un componente bastante retórico que la presencia de activistas extranjeros  ha permitido articular alrededor de experiencias locales concretas: desde un colectivo austríaco que trabaja por una ciudad comestible impulsando  huertos urbanos a la experiencia napolitana de los centros ocupados que trabajan por dar amparo legal a su situación a partir del valor social de los proyectos que desarrollan.
Los procesos municipalistas surgidos en España, con especial énfasis en la cuestión de la relación entre movimientos sociales  e instituciones y su capacidad de transformación, centran la atención de varios debates por su componente novedoso.
Por ello, frente a las iniciales impresiones del que asiste por primera vez a la plaza, los que hemos vivido anteriormente el 15M, no podemos evitar hacer comparaciones apresuradas que alejan una experiencia de la otra.
Pero #Nuitdebout crece, muta, se adapta y aprende mientras se contruye.  Y por ello, también sorprende e ilusiona.
De tarde, pese a los estrictos controles policiales que hay en cada bocacalle de acceso, la plaza rebosa. Crecen los círculos de personas sentadas en el sucio granito escuchando y esperando turno para hablar. Otros tantos deambulan curiosos entre los distintos grupos. Una señora mayor, banquito plegable en mano, agudiza el oído en busca de un tema que le interese. Finalmente, despliega el asiento en uno sobre  comunicación y redes sociales, mientras el conductor explica los gestos que hay que usar para expresarse según el código usado masivamente durante el 15M.
Se ven algunas mujeres con velo. Desde la banlieu que conecta en metro más fácilmente con la plaza, llegan jóvenes preocupados por el precio de la vivienda. Es difícil determinar si esta diversidad es suficiente. En la plaza hay conciencia del reto. De éste y de la necesidad de ir más allá del propio espacio nacional de referencia. Han logrado movilizarse en toda Francia, ahora desean movilizar toda Europa. Por ello en la asamblea, las intervenciones de los grupos llegados del extranjero levantan el ánimo de la plaza.
En este punto una emoción electriza los presentes, mientras revela el sentido de todo aquello que une lo vivido durante los últimos años en España con el #Nuitdebout.
Más allá del origen de la protesta, el sentido y alcance de los debates o la organización en la misma plaza, #Nuitdebout puede representar  un punto de inflexión en Francia. Las personas reunidas en  la calle se reconocen y toman conciencia de su potencial capacidad de transformación, se sienten el sujeto del debate político y plantean alternativas que hasta ahora eran vistas como marginales por  inalcanzables.
#Nuitdebout es un grito ciudadano que empieza a resquebrajar el marco político francés y el de Europa. Es un ¡Sí se puede! que nos conecta profundamente a ellos.
Ya de noche, de camino a casa  una vez se desmonta la plaza, repetimos convencidos: Oui, nous pouvons!
www.sinpermiso.info, 28 de mayo 2016

Huelgas y poder en Francia
Guillermo Almeyra
Poco a poco, las huelgas y los piquetes están afectando a todos los sectores estratégicos de la economía francesa. El gobierno actualmente está echando mano a las reservas nacionales de combustible (destinadas originalmente a casos de guerra o de catástrofes) para librar la guerra social que mantiene contra la unidad de las centrales sindicales (y particularmente contra la CGT).
Los pretextos del terrorismo de los grupos salafistas y de la amenaza de la extrema derecha para imponer un estado de emergencia han sido dejados de lado. Hollande y la prensa empresarial y la televisión muestran hoy un enfrentamiento de clase y ponen como adversario principal del presidente y de los empresarios a Felipe Martínez, secretario general de la CGT, la más fuerte de las  cinco centrales sindicales que canalizan unidas las protestas.
Pero, aunque es importante la acción de estas centrales, el odio y la represión gubernamentales se concentran sobre todo contra los trabajadores de las refinerías, los portuarios que paralizan la importación de combustibles y los camioneros y obreros del transporte que, circulando muy lentamente, no sólo dificultan el tránsito en ciudades y carreteras sino que también provocan un aumento del consumo del carburante, que cada día es más escaso.
Ahora el dúo Hollande-Valls deberá hacer frente además a una huelga votada en todas las centrales nucleares que dan energía eléctrica a Francia y a países vecinos y a la falta de combustible se suma la reducción del suministro eléctrico.
Incluso en el partido socialista (según su nombre oficial, no según su política) cunden las protestas. En efecto, a la oposición de entre 30 y 40 diputados de la izquierda socialista al proyecto de ley del trabajo que está provocando las huelgas se sumó la propuesta-inmediatamente rechazada por el primer ministro Manuel Valls- de modificar el art.2 del texto formulada por el presidente del bloque mayoritario en la Asamblea  Nacional.
Ahora bien, ese artículo condensa las intenciones de los empresarios que el gobierno “socialista” hace suyas a pesar de la oposición de la inmensa mayoría de los franceses. En efecto, muchos talleres o pequeñas empresas ocupan pocos obreros o ni siquiera tienen presencia de los sindicatos. Por lo tanto, darle carácter legal prioritario  a los acuerdos entre patrones y obreros a nivel de dichas pequeñas empresas donde los trabajadores tienen menos fuerza equivale a facilitar la rebaja de los salarios reales y el empeoramiento legal de las condiciones y horarios de trabajo rompiendo la unidad que hasta ahora existe a nivel de grupo industrial, cuyo contrato nacional- impuesto con la fuerza de la organización en las grandes fábricas- es norma para los pequeños establecimientos. Además, el intento de modificar la cantidad de horas extras y su pago afecta duramente a los transportistas cuyos horarios dependen del clima y de las condiciones de las rutas y el tránsito en Francia y en los países vecinos.
Al mismo tiempo la situación social se tensa ante la violencia de la represión policial no sólo contra los huelguistas sino también a los estudiantes y a las decenas de miles de personas que siguen animando, día tras día, el movimiento Nuit Debout. La causa común –el rechazo a la ley de trabajo- y la defensa de los derechos democráticos, como el de huelga, el de manifestar, la  libertad de desplazamientos, la libertad de palabra e incluso informar lo que sucede, están cimentando la unidad entre vastos contingentes estudiantiles y jóvenes y los trabajadores industriales que con tanta fuerza cambió el panorama francés en 1936 y en 1968.
En Francia el 20 por ciento en la población económicamente activa tiene un empleo estatal y los obreros representan el 24 por ciento. El índice de sindicalización llega sólo al 11 por ciento y la principal Central Sindical -la Confederación General del Trabajo- abarca sólo el 2.58 por ciento de los sindicalizados, mientras el resto se distribuye entre Force Ouvrière, socialista, Solidaires (de izquierda independiente, fuerte en el transporte urbano), Fuerza Sindical Unitaria (con gran influencia en los trabajadores de la Enseñanza), La CFDT, Confederación Francesa de Trabajadores (socialcristiana, aliada al gobierno) y otras menores.
Dada la actual relación de fuerzas que es cada vez más favorable a los trabajadores, que cuentan con el apoyo de la mayoría de la población, es probable que el gobierno sólo pueda hacer aprobar una versión modificada de esta ley El Khoumri sobre el trabajo. Puesto que los sindicatos sólo aceptan su derogación lisa y llana la lucha seguirá durante todo este período anterior a las elecciones presidenciales y tendrá fuertes repercusiones políticas ya que la derecha opositora y el FN lepenista piden al gobierno medidas de excepción, como la prohibición absoluta de toda manifestación.  Eso politizará aún más el conflicto.
Es evidente que la huelga masiva puede cambiar muchas cosas. Pero por sí sola, incluso en el caso de una huelga general nacional indefinida como pide ya la extrema izquierda, no basta por sí misma para dar una solución política a una situación que es política y exige una salida política.
Una debilidad mayor reside en que el movimiento obrero repudia una ley reaccionaria y regresiva pero no tiene una propuesta propia que ofrecer ni, sobre todo, una estrategia política y aunque despliega su doble poder en las calles no pone en cuestión el poder del Estado capitalista. Otra igualmente  grave consiste que ante la crisis de la Unión Europea no se dirige a los trabajadores de los países vecinos, sobre todo a  los belgas que están en una lucha similar, a los italianos- a quienes el gobierno Renzi y la capitulación de la CGIL impusieron casi sin resistencia una ley del trabajo similar al proyecto El Khoumri – y a los alemanes, que acaban de lograr con su presión la rebaja de la edad para jubilarse de 67 a 63 años.
Para triunfar, los huelguistas en Francia deben salir también del Hexágono francés y fijarse objetivos políticos que den perspectivas a los de Grecia, España, Italia, Inglaterra y toda la U.E.
La Jornada, 29 de mayo 2016
Técnico aeronáutico de Air France jubilado, sindicalista de Sud Aérien y militante del NPA.
Militantes de Barcelona en Comú.
Miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso.
Fuente:
Varias
Traducción:Enrique García

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