jueves, 30 de junio de 2016

Irnos cuanto antes






FERNANDO ÓNEGA

 El presidente Puigdemont dejó ayer helada a la ardiente España con sólo tres palabras: “Irnos cuanto antes”. Había muchos líderes de opinión que daban por agotado el proceso y pensaban que la desconexión había emprendido el camino de un lejano aparcamiento. Parecía haberse establecido (no acordado) una tregua tácita hasta la Diada y la cuestión de confianza, y el señor Rajoy podía afrontar su investidura sin la presión de Catalunya. Incluso hubo quien sugirió que, si Convergència o como se llame en septiembre es de ideología conservadora, podría volver a ser uno de los socios para garantizar la gobernabilidad de España, como en los buenos tiempos del contigo pan y cebolla de Jordi Pujol.

Ya no. El proceso puede estar debilitado, pero basta una chispa surgida de algún despacho estatal para que se incendie el edificio. En los últimos días han coincidido tres episodios: la filtración de parte de las conversaciones entre Jorge Fernández y Daniel de Alfonso, el proceso judicial contra Artur Mas, Rigau y Ortega y el Brexit, que pone sobre la mesa el papel de Escocia y su petición de negociar directamente con Bruselas. Es como si el destino hubiera decidido hacer coincidir los tres grandes resortes del independentismo: el des­cubrimiento vergonzante de las cloacas, la “opresión” de la legalidad española y la integración en la Unión Europea al margen del Estado. La tregua se terminó, y terminó con una solemne declaración de hostilidades: “En un Estado así no podemos durar mucho tiempo más”.

Ese es el cambio de orientación en las relaciones Catalunya-Estado. Apenas quince segundos de discurso alteran la paz, que tenía que ser sólo aparente para desembocar en esta declaración de hostilidad. Me gustaría decir en uso de la libertad que me brinda este diario que todo es exagerado; que la igualdad ante la ley no es sólo procesar a miembros de la familia real, sino a quien comete una ilegalidad, pero los independentistas entienden que las leyes españolas, si son restrictivas, no tienen validez en Catalunya. Me gustaría intentar el razonamiento de que no conocemos íntegras las conversaciones de Fernández Díaz y De Alfonso y la cautela recomienda prudencia antes de proclamar antisistema al ministro, pero es una sentencia ya dictada en el ámbito político y mediático. Y me gustaría subrayar que no es lo mismo una Escocia en un Estado que rompe con la Unión Europea que una Catalunya que rompa con un Estado que sigue en la Unión, pero Escocia vuelve a ser el gran reclamo del nacionalismo catalán.

He ahí los tres grandes instrumentos para la discordia. Como de costumbre, la razón legal es de quienes defienden las acciones del Estado. Pero la fuerza dialéctica –¿demagógica, quizá?– es de quienes se quieren marchar, también como de costumbre. Ahora falta saber si el Catalexit se debe, como en el caso de Cameron, a motivos personales y de partido del señor Puigdemont.
Fuente: La Vanguardia

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