sábado, 9 de julio de 2016

Esa guerra de la que usted me habla

Por Anibal Malvar

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Consenso absoluto en la prensa de papel de esta semana: la guerra de Irak, la falacia de la guerra de Irak, no es un asunto nacional. Los cuatro grandes del papel relegan el tema del informe Chilcot a la sección de internacional. Sintomático. Supongo que lo mismo, por tanto, habría que haber hecho con el atentado del 11-M, salvo si finalmente Eduardo Inda y Francisco Marhuenda acaban de demostrarnos que fueron la ETA, Rubalcaba, Venezuela, La Sexta y tal quienes pusieron las bombas en Atocha.

También hay consenso casi absoluto entre editorialistas y columnistas a la hora de olvidar que Mariano Rajoy, presidente en funciones, candidato más probable a gobernar de nuevo el país, andaba por allí. O sea, como vicepresidente de aquel gobierno que nos aseguró que Sadam poseía armas de destrucción masiva.

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Las hostias van hacia José María Aznar, que ya está amortizado y resulta muy cómodo como Cristobita oficial del reino. Escribe El Mundo en su editorial del jueves que “las conclusiones [del informe Chilcot] son demoledoras [para Blair y Bush] pero también para sus aliados en aquel empeño, como el entonces presidente español, José María Aznar. Porque este y su homólogo italiano, Berlusconi, presionaron para que no se retrasara la invasión”. Ni una palabra ni un reproche ni una mención a Rajoy. Ni siquiera mi querida Lucía Méndez, en su columna sobre el tema, saca a relucir el protagonismo del gallego en funciones. Y eso que tiene tiempo para andarse por otras ramas: “Toni Blair le dijo [a Aznar] en una conversación telefónica: te apoya menos gente que la que cree que Elvis Presley sigue vivo”. Bueno, pues entre esa gente que aun cree que Elvis sigue vivo estaba un tal Mariano Rajoy Brey.

Y concluye la periodista con un aserto que casi duele: “Los ciudadanos británicos tienen más suerte que los españoles. Allí la verdadera historia se estudia e investiga. Aquí preferimos enterrarla”. Pues es lo que está haciendo ella.

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En La Razón, le encargan la editorialización del tema a un profesor de Birmingham, David Dunn, que ni siquiera cita a España en su artículo. Y en las dos páginas de foreign affaires dedicadas a Chilcot tampoco hay alusión alguna a Aznar, Rajoy, España, el 11-M o el PP. Ya nos ha dicho Rajoy que pasó mucho tiempo, y no se acuerda de aquello. Tenemos un presidente que nos mandó a una guerra ilegal hace 13 años y se olvidó. Aun así, todavía quedan españoles, periodistas y otros bichos raros que lo ven legitimado para ser presidente. Como el dinero de Luis Bárcenas estaba en Suiza, creo que también deberíamos de relegar ese asunto a las páginas de internacional.

En El País, Lluis Bassets se limita a aludir a Aznar como “el caniche del caniche” en su apoyo a la invasión. Supongo que le resultaría fatigoso añadir que había un caniche del caniche del caniche vociferando desde la vicepresidencia a favor de la guerra y la muerte. Por si alguien anda despistado, ese caniche del caniche del caniche está hoy viviendo en La Moncloa.

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La carta de Felipe

Felipe González, ese mismo día, le robó protagonismo al informe Chilcot en la portada del periódico de Prisa. Para los del académico Cebrián, es más importante la voz de un jarrón chino pidiendo la investidura de Rajoy que las pruebas que demuestran la ilegalidad de una invasión genocida en la que nosotros participamos. Leí la carta sin atención, pues hace tiempo que González cruzó la puerta giratoria de mi desprecio. Sin embargo, detecté un lapsus en la egregia disertación del egregio ex presidente. Se le escapó la palabra austericidio. Nos habla FG de “los errores del austericidio”, que “deberían ser puestos sobre la mesa del candidato”, pero con un tonillo blando que nos hace suponer que también existen aciertos austericidas. Con su habitual gracejo despreocupado, el hasta hace poco consejero de Gas Natural (130.000 euros anuales por asistir a dos desayunos) nos ilustra sobre sus desvelos patrióticos con esta finezza: “Los ciudadanos podrán entender que, a estas alturas de mi vida, se haya reafirmado en mi pensamiento la prioridad de los intereses generales de España”. O sea, permitir a un criminal de guerra líder de una organización corrupta que vuelva a alquilarse La Moncloa durante cuatro años más, es anteponer los intereses de España. No sé qué será peor, si ser el señor X o un jarrón chino.

Iglesias contra ‘El País’

Inauguró esta semana El País su canal videográfico en Facebook con una entrevista a Pablo Iglesias. A preguntas de los ciudadanos, el líder venezolano que asesinó a Manolete para cortarle la coleta se atrevió a cuestionar la modernidad del periódico ante el jefe de opinión, mi respetado José Ignacio Torreblanca. La entrevista fue reflejada en el periódico de papel al día siguiente, sin aludir a la crítica expresa al diario de Prisa. Los medios nos negamos a debatirnos a nosotros mismos, salvo en el aspecto tecnológico. Todos nuestros males son la adaptación a la tecnología, que nos está matando con sus prisas zangolotinas y tuiteras. Yo creo que el debate sobre el presente y futuro de la prensa no es tan tecnológico como científico y ético, como cualquier otra revolución en las bellas artes. A ver si nos vamos enterando, que al final nos va a acabar leyendo solo Juan Carlos Monedero, y para insultarnos con razón.

Fuente: Público.es

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