domingo, 3 de julio de 2016

La historia se repite, pero también se venga

Negociaciones


M. DOLORES GARCÍA  Author - DIRECTORA ADJUNTA

 El paisaje después de la batalla electoral es desolador para todos los partidos excepto el PP. La sacudida ha sido tremenda, especialmente en las filas de la izquierda. El experimento Unidos Podemos se ha topado con un techo de cristal justo cuando se disponía a asaltar los cielos y el PSOE, exhausto, se dispone a rendirse al enemigo para dedicar las escasas fuerzas que le quedan a cuitas internas que ya no pueden postergarse por más tiempo.

Mariano Rajoy espera ser presidente con la abstención del PSOE. Sabe que todo en esta vida necesita su tiempo y que los socialistas precisan de una cierta liturgia para tragarse el amargo sapo. Pero no parece que queden muchas más opciones. El PSOE se ha librado del temido adelantamiento de Podemos, así que no es cuestión de tentar a la suerte con unas terceras elecciones. Pero los de Pablo Iglesias continúan acechando, así que los socialistas no pueden negociar con Rajoy su apoyo para una legislatura, por corto y reformista que sea el mandato que proponga el líder del PP. Su respaldo sólo puede limitarse a la investidura y es probable que pase por una consulta a las bases, ya que únicamente los afiliados y simpatizantes estarían en condiciones de levantar tanto veto y líneas rojas marcados durante la campaña.

El PSOE está en puertas de un congreso –cuya fecha se fijará probablemente en breve– en el que se dirimirá la batalla latente entre Pedro Sánchez y Susana Díaz. Un duelo directo o quizá mediante persona interpuesta en el caso de la andaluza, muy dada a buscarse paladines para según qué contiendas si éstas no pintan bien. El propio Sánchez fue su protegido hasta que el joven socialista decidió volar por su cuenta y atender a sus propios designios. Habrá que ver si esta vez Díaz se atreve a dar la cara directamente.

Pedro Sánchez ha optado por la discreción total tras el 26-J, a diferencia de la elección anterior
Pedro Sánchez ha optado por la discreción total tras el 26-J, a diferencia de la elección anterior (AFP)
Después de frenar la amenaza de Podemos, el PSOE necesita volcarse en su propia regeneración y ésta es incompatible con un apoyo constante al Gobierno de Rajoy. Podría serlo si el líder del PP diera un paso al lado, pero el resultado electoral le afianza en el puesto. De hecho, aunque el 26-J constituye una victoria para el PP, también contribuye a aplazar su propia crisis de liderazgo. Esa distancia marcada por el PSOE va a complicar también que Ciudadanos se implique de lleno en la gobernabilidad. Porque, aun en el caso de que Rajoy resulte investido, dentro de pocos meses deberá afrontar en minoría la aprobación de un presupuesto.

Las cuentas son el siguiente obstáculo para el PP. Rajoy cuenta con otra posible aritmética para ese trance: la suma con Ciudadanos y CDC. Las actuales relaciones entre los populares y los convergentes parecen impedir cualquier colaboración, pero los fríos números permiten explorar combinaciones de abstenciones o apoyos por parte del PNV y CDC. Es una vía difícil, puesto que los vascos celebran elecciones en octubre y Convergència mantiene en la Generalitat una alianza con ERC y, sobre todo con la CUP, que complican toda intervención en la política española.

Si el PSOE está a punto de sumergirse en su particular catarsis, los convergentes se disponen nada menos que a escenificar en una semana la voladura de su partido y el alumbramiento de uno nuevo. Atrapados entre el deseo de renovación y la pleitesía a Artur Mas, los convergentes pretenden el más difícil todavía: cambiar de caras y mantener al frente al líder de los últimos años, declararse soberanistas mientras se sienten independentistas y abarcar todo el espectro ideológico desde la socialdemocracia al liberalismo al mismo tiempo que su presidente intenta ganarse el apoyo de la CUP para seguir gobernando. En esas condiciones será muy difícil que CDC pueda ejercer algún papel relevante en el Congreso de los Diputados.

La legislatura se presenta complicada y previsiblemente corta, pero la repetición de las elecciones permite desencallar la investidura si se asume que enfrascarse en unas terceras elecciones sería salir aún peor parados que en los tropiezos anteriores. Marx apostilló con cierta sorna la máxima hegeliana de que la historia se repite dos veces: “Se olvidó de agregar que se repite una vez como tragedia y otra vez, como farsa”. Si la primera negociación para formar gobierno fue una calamidad, al menos que ésta no se convierta en bufonada.

FUENTE: La Vanguardia

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