viernes, 30 de septiembre de 2016

Obama quiere nombrar un embajador en Cuba antes de dejar la Casa Blanca, pero no lo conseguirá

Obama cree que el nombramiento de un embajador es un paso de "sentido común". EFE



El portavoz de la asociación que representa a los diplomáticos estadounidenses cree que Obama tiene un "0%" de posibilidades de que el Congreso apruebe el nombramiento de Jeffrey DeLaurentis como embajador en La Habana
Senadores republicanos como Marco Rubio o Ted Cruz han prometido bloquear la designación, aduciendo falta de progreso en democracia y derechos humanos
"Tener un embajador facilitará la defensa de nuestros intereses e incrementará nuestro entendimiento mutuo", defiende Barack Obama


David Smith - Washington



Barack Obama tiene un "0%" de posibilidades de que el Congreso apruebe su designación de un embajador en Cuba, según el sindicato que representa a los diplomáticos estadounidenses.

El presidente ha anunciado esta semana la elección de Jeffrey DeLaurentis para que se convierta en el primer embajador estadounidense en Cuba en más de medio siglo, con el fin de sellar su tregua con la isla. Pero, mientras La Habana ha visto con buenos ojos la iniciativa, senadores republicanos como Marco Rubio (Florida) o Ted Cruz (Texas) han prometido bloquear cualquier nombramiento de un embajador, aduciendo la falta de progreso en democracia y derechos humanos.

Al pedirle que valore las posibilidades de que DeLaurentis sea nombrado, Ásgeir Sigfússon, portavoz de la Asociación del Servicio Exterior Estadounidense, ha respondido: "Yo diría que un 0%. Con Marco Rubio en la comisión de relaciones exteriores del Senado, no va a pasar nunca".

Rubio y Cruz son ambos hijos de inmigrantes cubanos. "Han prometido hacer todo lo que esté en su mano contra la normalización de las relaciones", ha explicado Sigfússon. "Puede que ni siquiera pase por una audiencia".

El representante sindical ha indicado que la iniciativa parece por tanto un gesto inútil por parte de Obama: "El presidente está ejerciendo su derecho a ser un pato cojo (término con el que se designa en Estados Unidos a los cargos políticos en la recta final de sus mandatos) que intenta hacer todo lo que puede. Es simbólico. Condujo hacia la normalización de las relaciones y reivindica que es él quien lo consiguió".

Estados Unidos y Cuba rompieron sus relaciones diplomáticas en 1961, en medio de la guerra fría. Obama y el presidente cubano, Raúl Castro, anunciaron por sorpresa en diciembre de 2014 que habían acordado en secreto recuperar esas relaciones, lo que incluía la reapertura de embajadas en ambos países. Obama protagonizó una visita histórica a la isla en marzo, y los vuelos comerciales se recuperaron el mes pasado.

Obama ha descrito el nombramiento de un embajador como un paso de "sentido común" hacia unas relaciones más productivas y ha asegurado que DeLaurentis –el diplomático de mayor rango hasta ahora en la embajada de EEUU en La Habana– es la mejor persona para ese puesto.

"No hay ningún funcionario más apto que Jeff para mejorar nuestra capacidad de dialogar con el pueblo cubano y hacer avanzar los intereses de EEUU en Cuba", ha afirmado el presidente en un comunicado. "El liderazgo de Jeff ha sido crucial en la normalización de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba". Ha añadido que "tener un embajador facilitará la defensa de nuestros intereses e incrementará nuestro entendimiento mutuo, a pesar de que sabemos que seguiremos teniendo diferencias con el gobierno cubano. Al no estar representados por un embajador solo nos perjudicamos a nosotros mismos".

Este miércoles, Gustavo Machín, subdirector de Asuntos Estadounidenses en el Ministerio de Exteriores cubano, ha dado la "bienvenida" a la noticia y ha anunciado que aprovechará una reunión de una comisión bilateral este viernes en Washington para pedir más. "La delegación cubana mencionará la falta de avances en la esfera económica y comercial", ha dicho Machín en La Habana. "Consideramos que las medidas adoptadas por el gobierno del presidente Obama son positivas pero aún insuficientes y limitadas".

El representante cubano también ha dicho que Obama debería usar su poder ejecutivo para seguir reduciendo el embargo comercial impuesto a Cuba tras su revolución de 1959: "Si el presidente ha podido permitir inversiones en telecomunicaciones, ¿por qué no puede autorizar inversiones en otras áreas?".

Marco Rubio no quiere "premiar" a los Castro

Al diplomático cubano de más alto rango en Washington, José Cabañas, ya le dieron el rango de embajador el año pasado.

Pero la batalla sobre "nuestro hombre en La Habana" ya está en camino. "Al igual que liberar a todos los terroristas de Guantánamo y enviar dinero de los contribuyentes estadounidenses al régimen iraní, premiar al gobierno de Castro con un embajador estadounidense es otro proyecto desesperado para que el presidente deje su huella y hay que pararlo", ha defendido Marco Rubio.

"Un embajador estadounidense no va a influir en el gobierno cubano, que es un régimen dictatorial y cerrado. Esta designación no debería ir a ninguna parte hasta que el régimen de Castro promueva avances significativos e irreversibles en el ámbito de los derechos humanos y las libertades políticas para el pueblo cubano, y hasta que se aborden las preocupaciones por el robo de propiedades y los crímenes contra ciudadanos estadounidenses por parte del régimen cubano, que vienen de lejos", ha sentenciado.

El senador Patrick Leahy, de Vermont, es el demócrata de mayor rango en la subcomisión que supervisa las operaciones del Departamento de Estado y de los servicios exteriores. Este parlamentario ha asumido una postura diferente: "DeLaurentis es un diplomático de carrera muy respetado por sus compañeros y por los demócratas y republicanos del Congreso por su inteligencia, su integridad y su consideración".

"La decisión de restablecer las relaciones diplomáticas con Cuba ha recibido un gran apoyo y el número de estadounidenses que viajan a Cuba está aumentando drásticamente", ha valorado el senador. "Necesitamos un embajador que conozca Cuba, que sea respetado por el gobierno cubano y que defienda los intereses y valores de Estados Unidos. Jeff es esa persona. El pueblo cubano tiene su embajador en Washington. El pueblo estadounidense necesita su embajador en La Habana".

Desde que se recuperaron las relaciones diplomáticas el 20 de julio del año pasado, DeLaurentis ha liderado las negociaciones con Cuba en cuestiones como los miles de millones de dólares que Estados Unidos reclama a Cuba por propiedades confiscadas durante la revolución.

El candidato republicano a la presidencia, Donald Trump, dijo hace unas semanas que, si es elegido, dará marcha atrás a los esfuerzos de reconciliación de Obama salvo que Cuba permita las libertades religiosas y libere a los prisioneros políticos.

Tras un bloqueo que el año pasado dejó en un limbo a numerosos aspirantes a embajadores, la situación ha mejorado mucho. Ocho de ellos esperan confirmación, de los cuales está previsto que cinco reciban confirmación esta semana, según  Sigfússon.

Traducción de Jaime Sevilla Lorenzo

Fuente: theguardian - aldiario.es

Grecia: la amarga derrota. ¿Es posible desafiar a la UE?




Un imprescindible debate para nuestro futuro



Jesús Jaén
Viento Sur


“No hay derrota estéril. En ella se educan los revolucionarios, y la revolución toma conciencia de sí misma”.

(Daniel Guerín, La lucha de clases en el apogeo de la Revolución francesa)



¿Cómo es posible que entre las organizaciones de la izquierda no haya existido un debate más a fondo sobre la derrota de Syriza en julio de 2015 a manos de la Troika y Bundesbank? ¿Cómo es posible que, salvo unas cuantas excepciones (los trabajos de Toussaint, Lapavitsas, Varoufakis, dirigentes de la Unidad Popular o Anticapitalistas, etc), no se produjera una mayor conmoción internacional?

En julio de 2015 el gobierno de Tsipras firmaba un nuevo rescate después de seis meses de intensas negociaciones. Sin duda un mal acuerdo. Un pésimo acuerdo. Tras ganar las elecciones en enero de ese año con el 35,7 por ciento de los votos y enviar a negociar a Varoufakis con el Bundesbank, el BCE y la Comisión europea; fracasan las negociaciones porque los comisionados solo aceptan la rendición incondicional de Syriza y Grecia.

Incompresiblemente, Alexis Tsipras, tras vencer en un referéndum el 5 de julio de 2015 por el 61,31 por ciento contra el 38,69 por ciento, acaba aceptando el memorando propuesto por la Troika y Alemania. Se trataba de una humillación política que agregaba más hiel a la herida griega ya que los términos del acuerdo eran, si cabe, aún más duros.

Ha pasado más de un año de todos estos acontecimientos. Este artículo solo intenta contribuir a un debate que considero que no se ha llevado, al menos aquí en el Estado español, de una manera seria y rigurosa.

Un debate que tiene un alcance internacional y estratégico

La importancia de la experiencia griega trasciende a las fronteras del país y a sus tiempos. Se trataba del primer partido de izquierdas no socialdemócrata que alcanzaba un porcentaje tan alto de votos en una sociedad europea avanzada desde hacía 40 años. Tenemos que remontarnos a la Italia de 1975, al Partido Comunista Italiano de Enrico Berlinguer que obtuvo (menos aún que Syriza), el 33,5 por ciento de los votos e incluso quedó por detrás de la Democracia Cristiana (lo que no ocurrió en Grecia en donde Syriza superó a Nueva Democracia).

La experiencia de Syriza solo podía compararse, salvando las distancias, a los acontecimientos que protagonizó Portugal en 1974 con la revolución de los claveles. Volviendo a las frías analogías, el gobierno de Tsipras era el primer gobierno de izquierdas no socialdemócrata en la Europa del oeste después de 40 años de dura sequía. El último había sido en la Portugal revolucionaria de 1975 donde el Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA), junto a una coalición de partidos de izquierda, PSP, PCP, PDP y MES accedieron al poder poniendo en marcha un profundo plan de transformaciones sociales y económicas.

El filósofo y militante revolucionario griego Panagiotis Sotiris que militó en Syriza y ahora en la UP, lo sintetizaba de esta manera tan clara:

“El problema es que en el país en el que el más agresivo de los experimentos sociales neoliberales se había topado con la más masiva, casi insurreccional, secuencia de luchas, en el que la crisis política era lo más cercano a una crisis de hegemonía que haya conocido Europa occidental desde la caída de las dictaduras, en el que un partido de izquierdas relativamente pequeño fue catapultado al poder, en el que un pueblo desafiante se opuso al chantaje de la UE…” (“El realismo de la audacia”, VIENTO SUR, 24/11/2015, http://vientosur.info/spip.php?article10717).

Cómo entonces se ha subestimado y minimizado la experiencia griega hasta el punto de que apenas (como antes decíamos) no haya habido un debate serio, salvo una minoría de intelectuales y organizaciones. Si comparamos la reacción de la izquierda y el marxismo internacional en los años 70 con la experiencia de Allende en Chile y la que ha existido ahora, la diferencia es abismal (una vez más insisto que no pretendo hacer comparaciones de los procesos sino de las experiencias).

Cuando el gobierno de la Unidad Popular en Chile es aplastado por el golpe militar, además de una tremenda reacción internacional de solidaridad, hubo un intenso debate en los partidos y organizaciones políticas o sindicales. Ya pocos recuerdan que la política votada por el Partido Comunista Italiano que auspició Berlinguer “el compromiso histórico” era una reacción, a mí entender profundamente equivocada, de la derrota de Allende. El PCI trataba con ella de “no asustar” a la burguesía nacional (representada en la Democracia Cristiana), y, “no provocar” a la CIA y a los ejércitos norteamericanos desplazados en la OTAN. El compromiso histórico dio lugar en 1978 al nacimiento del eurocomunismo y por consiguiente a la mayor crisis del estalinismo europeo. Sin embargo otro sector, minoritario, de la izquierda revolucionaria pensamos que la derrota chilena no era consecuencia solo de la violencia de las clases dominantes latinoamericanas, los militares y del gobierno Nixon-Kissinger; sino también de los errores cometidos por el gobierno de Allende y su insistencia en la vía conciliadora con estos sectores golpistas que, en última instancia, había propiciado un cambio en la relación de fuerzas posteriormente a la victoria de Allende.

Este debate, hoy, se ha soterrado por ejemplo en Podemos. En particular cuando los dos dirigentes más representativos como son Pablo Iglesias e Iñigo Errejón, no tardaron ni un día en salir en defensa de la decisión de Tsipras de aceptar finalmente el plan de Bruselas. Solamente algunas voces de la corriente anticapitalista marcaron distancias con esta decisión. ¿Acaso no tendría repercusiones esa estrategia política en un hipotético gobierno de izquierdas donde participe o encabezara Podemos?

Estoy convencido que la capitulación de Syriza ha tenido consecuencias políticas muy graves y las tendrá en el futuro. No solo para Grecia sino para Europa y el Estado español en particular, sobre todo porque la derrota se ha visto como un anticipo de lo que podría suceder aquí.La gente nos ha preguntado que si en Grecia no les han permitido avanzar en su propio autogobierno por qué nos lo van a permitir en el Estado español. ¿Acaso no somos parte de unas instituciones y acuerdos que nos obligan a llevar a cabo unas mismas políticas? Esta pregunta no tiene nada de retórica y por el contrario, se ha respondido –desde las instancias de Podemos- con una auténtica insensatez: “nosotros somos la cuarta potencia europea y no se atreverían a hacernos lo que a Grecia” (sic).

De la misma forma que la experiencia de Chile tuvo graves consecuencias, también lo tiene y tendrá lo sucedido en Grecia. Toda revolución o contrarrevolución (violenta o no violenta), tienen efectos a corto, medio y largo plazo (en muchos casos efectos retardados). Como auguró Perry Anderson en Campos de batalla, las derrotas de la revolución portuguesa y de los procesos de emancipación en el Estado español y en Grecia con la caída de las dictaduras, marcó el final de un ciclo revolucionario en Europa del oeste y la crisis del marxismo occidental.

Y pese a todo, a pesar de la victoria del liberalismo y de la cultura de la posmodernidad en las últimas cuatro décadas, nos hemos vuelto a encontrar de cara con las revoluciones muy cercanas a Europa y con situaciones de alta conflictividad como en el sur. La historia no se cierra. Nos vuelve a plantear retos. La crisis sistémica es independiente de la crisis de la izquierda y del marxismo que, a pesar de su enorme debilidad, ha confirmado dos grandes hipótesis: su crítica implacable a la economía política desarrollada por Karl Marx en las décadas de 1850 y 1860 y, la existencia de una brutal desigualdad social que estabiliza el conflicto de las clases como parte de la agenda del siglo XXI.

¿Se puede desafiar a la UE?

El debate que pretendo hacer en este artículo no es con la ideología liberal; ni siquiera con un tipo de neo-reformismo que existe entre las organizaciones de izquierda. Creo que hay un debate más interesante en el espacio del anticapitalismo, eco-socialismo, autonomismo, feminismo o sindicalismo; entre los que opinan que no se puede desafiar a la UE porque no hay condiciones para la victoria y que la salida de la zona euro conduciría o bien a un desastre social o bien a otro experimento estatista como muchos de los que conocemos o hemos conocido históricamente.

En mi opinión, no solo es factible desafiar a la UE sino que es absolutamente necesario hacerlo. Creo que no existe la menor posibilidad de cambiar las políticas económicas y sociales actuales sin ese desafío que, con toda probabilidad, nos lleve a la expulsión o desenganche de la zona euro. Desde dentro, terminaremos presos de la lógica de la austeridad como hemos visto le sucedió a Zapatero, Hollande, Renzi y, finalmente, a Tsipras.

El compañero Panagiotis lo sintetizaba de forma brillante: “¿Había otro camino posible para Grecia, o debemos aceptar la premisa de que un pequeño país del sur de Europa no estaba en condiciones de responder al chantaje de la UE? Estoy totalmente en desacuerdo. El momento del referéndum era óptimo para una estrategia de ruptura: fin de las negociaciones, suspensión del pago de la deuda, nacionalización del sistema bancario, inicio de un proceso de retorno a la moneda nacional, como puntos de partida de un proceso de transformación más amplio. Las obvias dificultades iniciales, en realidad no mucho mayores que las que estamos sufriendo ahora en Grecia y seguramente menores que las que nos vamos a encontrar en los próximos años, podrían abordarse con el tremendo potencial del resultado del referéndum y del grado de movilización popular y de solidaridad internacional. Sin embargo, la dirección de Syriza no estaba dispuesta ni siquiera a pensar la posibilidad de una estrategia de ruptura, lo que llevó a una serie de concesiones y compromisos desastrosos, incluso antes de las elecciones de enero del 2015. Esta falta de disposición para afrontar cualquier eventualidad que no fuera el compromiso dentro de la zona euro no se debió a la falta de tiempo. Más bien, fue el resultado de una opción consciente de que la ruptura era imposible, derivada de la combinación de un europeísmo compulsivo junto con el intento de construir alianzas con sectores de la burguesía griega”. (VIENTO SUR, artículo citado).

En este párrafo están los nudos de muchos de los debates entre nosotros, la combinación entre coyuntura y estrategia, la combinación entre voluntad y estrategia y la combinación entre economía y política. El referéndum –como coyuntura- fue una oportunidad histórica para llevar adelante un proceso de transformación económica y social. Ese es para mí el punto de partida en el que coinciden los tiempos de la coyuntura con la voluntad política, y de ambas con la estrategia. Los tiempos –como oportunidad- no se suceden indefinidamente; el “arte” de la política transformadora consiste en distinguir el momento en el que una táctica o decisión tiene garantías (nunca al cien por cien) de salir con mayor o menor éxito. Como decía Bensaid, “tanto en la revolución como en la guerra, siempre se está en la incertidumbre recíproca de los dos bandos” (“La política como arte estratégico”, VIENTO SUR 23/08/2016, http://vientosur.info/spip.php?article10717 ).

En Grecia, tras un proceso que se había iniciado tres años antes, se encontraba en julio de 2015 en su punto decisivo. La victoria holgada en el referéndum marcaba un momento de la correlación de fuerzas muy favorable. Syriza había logrado arrastrar a una mayoría social que, con el referéndum, se había transformado en mayoría política. Esto es lo que Gramsci entendía (entre sus numerosas definiciones e interpretaciones) como “hegemonía”.

La antropóloga Kate Crehan lo explica así en su libro:“Para Gramsci, la hegemonía significa también que una clase, o una alianza de clases, ha conseguido transcender sus propios intereses corporativosy ha incorporado al menos parte de los intereses de las clases subordinadas para representar aparentemente los intereses de la sociedad en su conjunto”(Gramsci, cultura y antropología, Edicions bellaterra).

En el caso de Grecia, aparentemente, la inmensa mayoría de la clase trabajadora y amplísimos sectores de las clases medias y campesinas pauperizadas se habían unido. Era el momento de lanzar una apuesta económica y político-social alternativa. Es decir, emprender el complejo y arriesgado camino de la transformación radical de la sociedad griega, propiciando la transición hacia un nuevo régimen social y político donde las clases subalternas (históricamente oprimidas y explotadas) pasaran a ocupar un papel en las estructuras políticas. Esa transición, que es ante todo social antes incluso que económica, es la apuesta fuerte de la izquierda para contraprogramar las tendencias a la burocratización, la estatización o la dimensión exclusivamente nacionalista.

En la Grecia del verano del 2015, había que hacer frente a una situación de embargo económico, fuga de capitales y sabotaje patronal. Por eso era preciso poner en marcha un conjunto de medidas económicas que, algunos economistas, como Eric Toussaint o Costas Lapavitsas, han sistematizado perfectamente tanto en sus trabajos sobre la deuda soberana griega o el capitalismo financiarizado: la nacionalización del sector bancario y financiero bajo un control democrático y social; el desconocimiento de la deuda injusta y la propuesta de restructuración a los acreedores; la implementación de un conjunto de medidas dirigidas a paliar la emergencia social de las clases más machacadas desde la crisis de 2007 (salarios, paro, vivienda, servicios públicos, etc).

Además había que evitar que éste y otro conjunto de medidas, pudieran caer en la retórica nacionalista que, demagógicamente, vienen agitando las fuerzas ultraconservadoras en Europa (Brexit) o en los populismos de extrema derecha que no son sino un anticipo del fascismo. Había que vincular el plan de salvamento griego con la construcción de un nuevo proyecto europeo. La propuesta era la apertura de un o unos procesos constituyentes en toda la UE, empezando por el sur de Europa en lo que yo entiendo podría ser una primera confederación de Estados del sur que pudiera incluir una moneda común y un espacio económico que podría aglutinar (Portugal, Estado español, Grecia e Italia), alrededor del 25 por ciento del PIB de la UE (Ver “El despertar de los PIIGS”, AA VV, Ediciones Maia).

Dentro de estas propuestas u otras similares, cobraba y cobra importancia el desarrollo de un movimiento real a la austeridad. En ese sentido el movimiento que se está creando en torno al Plan B es una iniciativa muy positiva.

Una estrategia de transformación político-social para la UE

A lo largo de la historia pasada y reciente, hemos visto como muchas experiencias anticapitalistas derivaban en formaciones sociales burocráticas en lo político, y, en experimentos nacional-estatistas en lo económico. Ese es el caso del llamado “socialismo real”; pero también de los supuestos gobiernos anti-liberales como el chavismo, Evo Morales o Correa; y ya no digamos de los gobiernos peronistas de los Kichner o del PT en Brasil que podríamos definir como neoliberalismo de guante blanco.

No es esa, por lo tanto la propuesta transformadora ni para la UE ni para Grecia ni para el Estado español que queremos hacer aquí. Reemplazar una economía de mercado ultra-liberal desregularizada por otra economía –también capitalista- pero tutelada por un gobierno que maneja el Estado, es sustituir una forma de explotación por otra y una forma de opresión política por otra.

El fallo de alguna gente de izquierdas que ha planteado la salida de un país de la zona euro reside, muchas veces, en abrir –exclusivamente- una perspectiva economicista dejando de lado las necesarias transformaciones socio-políticas. Ninguna transformación se puede llevar a largo plazo solamente desde la economía o solamente desde un gobierno y su aparato estatal. Es necesario que entren en el juego los actores principales que no son otros que las clases sociales subalternas (y especialmente los trabajadores), conformándose como los nuevos sujetos del cambio y transformación.

En Grecia, tras años de huelgas generales y movilizaciones ininterrumpidas existía una experiencia de lucha, democrática y participativa para que los movimientos sociales y sindicales tomaran en sus propias manos la gestión de la deuda soberana, el control del sistema financiero y el desarrollo de las políticas sociales. Todo ello para empujar al gobierno de Syriza a perder el miedo: “Para que un gobierno de transición emprenda una dinámica de ruptura y no de salvamento del orden establecido, debería apoyarse en el ascenso de las movilizaciones sociales, atreverse desde sus primeras medidas a penetrar sin miedo en el coto vedado del poder estatal y de la propiedad privada” (Daniel Bensaid, artículo citado).

Ningún gobierno, y mucho menos un gobierno que estaba, como decía Panaiotis, atado a las instituciones de la UE podía llevar a cabo en solitario una descomunal transformación como la que significaba enfrentarse a los mercados financieros, la Troika y Alemania. Se necesitaba la fuerza de unas clases populares unificadas y organizadas en torno a un proyecto común y apelando continuamente a la más amplia solidaridad internacional. No había otra salida.

La experiencia histórica nos indica, que los gobiernos de transición chocan con dificultades colosales por parte de las clases dominantes que no están dispuestas a ser desalojadas del poder pacientemente. Por eso surgen organismos y plataformas de poder popular que se levantan como una alternativa. De esa manera se crea una situación de doble poder que no puede coexistir por mucho tiempo (lo que algunos han definido como“equilibrio catastrófico”).

Esta es una situación crítica donde el péndulo y la balanza pueden inclinarse de un lado a otro por breves detalles. Una vez llegados a ese punto, no hay vuelta atrás, o la revolución avanza o la reacción se impone. La batalla se puede desarrollar por la vía democrática no violenta o por una revolución cruenta como sucedió con las experiencias de las revoluciones inglesa, francesa, rusa o española. Si pensamos que estamos liberados de esa violencia contrarrevolucionaria por el hecho de que seamos ciudadan@s del siglo XXI estamos profundamente equivocados. La terrible involución de la primavera árabe con las guerras civiles en Siria o Libia o los golpes de estado como Egipto pone, una vez más de manifiesto, que las élites en el poder no están dispuestas a ceder terreno fácilmente, y que una vez vencidas, no dejarán de intrigar.

Durante el año 2015 en Grecia se había dibujado una mayoría social que era además política. Como decíamos anteriormente, no era sencillo llegar a ese punto. Había hecho falta una gran dosis de sufrimiento, una situación de la economía prácticamente de guerra (la caída del PIB había llegado al 27 por ciento y la caída de la actividad productiva rondaba el 70 por ciento) y una respuesta social continuada. En ese escenario se produjo una de las variadas interpretaciones del concepto gramsciano de hegemonía como “mayoría” social de una alianza de clases; pero también como conquista política de las ideas fuerza que, en esos momentos, eran capaces de movilizar y cohesionar a un sector mayoritario de la sociedad. ¿A qué se esperaba entonces? Lamentablemente se perdió una gran oportunidad. Tsipras jugó sus bazas como un farol, a diferencia de la burocracia de la UE que apostó fuerte sabiendo en que el caso griego le iba algo más que una deuda soberana. Lo que para ellos estaba en juego era el futuro de su proyecto político y la hipótesis de que tras Syriza, Podemos ganase las elecciones en el Estado español.

El “mal griego” ya está aquí

Podemos era el hermano de Syriza, aunque los caminos fuesen muy distintos y las diferencias entre una formación política y otra diferentes. Ya hemos comentado las reacciones públicas de Pablo Iglesias e Iñigo Errejón cuando Tsipras decidió firmar el acuerdo del tercer rescate que tan terribles consecuencias está teniendo para las clases populares griegas.

Si al principio el hilo de argumentos consistía en decir “esto no pasará aquí porque somos la cuarta potencia económica de la UE” o “nuestra deuda pública no es tan vital en el conjunto de la economía”, más tarde se cambió el discurso a “estamos de acuerdo con Tsipras” y “estamos dispuestos a una restructuración de la deuda negociada previamente con los acreedores y para ello impulsaremos una profunda reforma económica basada en ingresar más para poder pagar”. Estas son actualmente las líneas centrales que maneja el programa económico de Podemos de un perfil típicamente keynesiano.

El problema, o uno de los problemas centrales, es que la UE no deja margen a políticas keynesianas o reformistas para mitigar la austeridad. Por el contrario, exige esfuerzos y más esfuerzos sociales a las clases trabajadoras, con el único objetivo de que el capital se valorice lo necesario. Bajo el objetivo de la rentabilidad capitalista se aprueban programas de reducción del déficit o de la deuda que exigen sacrificios sociales de forma constante a las clases trabajadoras y clases medias.

Ese es el gran problema con el que se encontró Tsipras y la socialdemocracia en sus distintas variantes gubernamentales, y ese sería el problema que se encontraría Podemos si llegara a gobernar en compañía o solos. No hay más vuelta de hoja. Por lo tanto y sin ánimo de simplificar, o se aborda el problema de frente o no sirve ponerse de perfil. Eso exige un debate a fondo en Podemos sobre la estrategia a seguir en caso de gobernar o participar en un gobierno.

El peligro actual consiste en ocupar espacios públicos institucionales en donde nos limitamos a mejorar la gestión del PP o PSOE (lo cual no es muy difícil), siendo honestos administradores y saneando las cuentas del reino, pero sin auténticos proyectos de transformación económica, social y democrática.

No conozco concretamente la mayoría de las experiencias municipales donde las fuerzas emergentes por el cambio han ganado y gobiernan; sin embargo vivo muy de cerca la de Ahora Madrid con Manuela Carmena al frente y me parece –rotundamente- decepcionante. Ninguno de los ingredientes de una auténtica política transformadora se está dando con el gobierno municipal de Ahora Madrid. Ni existe la búsqueda de complicidad con las organizaciones o movimientos sociales, sindicales o de izquierdas ni están favoreciendo el desarrollo de la organización vecinal, ni la remunicipalización de los servicios de limpieza y públicos, ni medidas que favorezcan la situación de los barrios de base obrera o popular (que no son guetos ni suburbios, sino grandes poblaciones donde gracias a ellos, Ahora Madrid, fue aupada a la mayoría).

No deberíamos esperar ni especular con el futuro. El debate actual de Podemos es poco menos que decepcionante y la actitud de los dirigentes incompresiblemente pasiva. Ninguno de los dos ingredientes necesarios para evitar lo de Grecia se está haciendo. En primer lugar construirnos pegados a las clases trabajadoras y populares, tanto en los momentos de ascenso social como de grave retroceso como está ocurriendo ahora mismo. Hacer un partido inserto en el tejido social, laboral y vecinal que, sin desmerecer el papel de los medios o las redes, no nos exponga a ellos y a su volatilidad. La estrategia no es “el movimiento de posiciones” tomando como única herramienta la representación institucional, sino la implantación social del partido. En segundo lugar, es necesario abordar el debate estratégico pero no bajo cuatro palabras en las redes sociales, sino construyendo un discurso coherente ante la opinión pública.

Europa camina lentamente hacia un abismo político entre el ultraliberalismo económico y el ultranacionalismo político con claras connotaciones racistas. Todavía hay tiempo para la izquierda social y política. Mucho tiempo. No hemos llegado a una situación irreversible, ni estamos en las disyuntivas del período de entreguerras. Pero hay que ponerse a trabajar sin pausa.

Jesús Jaén es militante de Anticapitalistas

Fuente: http://www.vientosur.info/spip.php?article11733#sthash.vlktyVvY.dpuf

Crisis de Estado

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Felipe VI


El cisma socialista interfiere el calendario constitucional: hoy el Rey no sabría a quién llamar a consulta


ENRIC JULIANA

Supongamos que el próximo lunes el Rey tuviese previsto iniciar una ronda de consultas con los líderes políticos para explorar las posibilidades de una nueva sesión de investidura antes de que se agote el plazo, el 31 de octubre. No será el lunes, pero no podrá tardar mucho. Celebradas las elecciones en el País Vasco y Galicia, el jefe del Estado deberá llamar a los representantes de los partidos para examinar las posibilidades de acuerdo, antes de que España se deslice hacia unas delirantes terceras elecciones. ¿A quién convocaría el Rey en representación del PSOE?

El artículo 99.1 de la Constitución dice lo siguiente: “El Rey, previa consulta con los representantes designados por los grupos políticos con representación parlamentaria, y a través del presidente del Congreso, propondrá un candidato a la Presidencia del Gobierno”. ¿Quién sería, a fecha de hoy, el representante del PSOE?

Según la facción atrincherada en la calle Ferraz de Madrid todo sigue como estaba y la única novedad consiste en la dimisión de 17 miembros de la ejecutiva, cuyos nombres y fotografías han sido inmediatamente borrados de la web oficial del partido, al estilo soviético. Ya no existen. El secretario general, sostienen los oficialistas, sigue siendo Pedro Sánchez, puesto que las dimisiones no suponen la extinción de su mandato.


Según la facción crítica, Sánchez ha dejado de ser secretario general, porque así lo determinan los estatutos del partido. “La autoridad ahora soy yo”, declaró ayer Verónica Pérez, secretaria general del PSOE de Sevilla y presidenta del comité federal, en la puerta de Ferraz. Una patética escena que perseguirá al Partido Socialista durante años. “La autoridad ahora soy yo”. Lenguaje golpista.

Si Sánchez ya no es secretario general, ni candidato a la presidencia ¿a quién debería llamar el Rey a consultas?

La comisión de garantías podría decir algo al respecto, pero está bloqueada. Tres de sus integrantes son afines al sector crítico y otros dos simpatizan con el secretario general impugnado. La presidenta del tribunal del partido, Isabel Celaá, catedrática de lengua inglesa en Bilbao, está con Sánchez y no piensa convocar la comisión. Los tres vocales “críticos” se reunirán hoy por su cuenta y muy probablemente emitirán un dictamen que dará por extinguida la autoridad del secretario general. Ese dictamen será rechazado por la facción de Sánchez. Un paso más hacia la ruptura. Los cismas tienen dinámica propia. A partir de un cierto momento es muy difícil detenerlos. ¿Tiene vuelta atrás el cisma del PSOE?

Seguimos con la imaginada ronda de consultas del jefe del Estado. Puesto que la comisión de garantías está rota, la decisión del Monarca de llamar a Sánchez u a otra persona adquiría un carácter arbitral. Y la última cosa que querrá hacer Felipe VI en estos momentos es inmiscuirse en la crisis del primer partido de la oposición. Por tanto, no puede haber ronda de consultas antes de que se aclare quiénes son los legítimos representantes del Partido Socialista. El PSOE es hoy un camión atravesado en la vía de la investidura, después de nueve meses de increíble bloqueo político. La crisis del PSOE es, por tanto, crisis de Estado. Y lo es por partida doble: por su fuerte peso en el sistema político español y por la evidente obturación del mecanismo constitucional. Recordemos que el PSOE fue reflotado en 1974 para estabilizar y encauzar el posfranquismo.

Sánchez es el principal responsable de esa situación, al tomar la decisión el pasado lunes de unificar el calendario de la pugna interna en el partido –primarias para el 23 de octubre– con los plazos para la investidura. Sánchez y su grupo querían parapetarse en el calendario constitucional para impedir el asalto de los adversarios. Y los adversarios han procedido al asalto, después de que Felipe González lanzase una bengala como orden de ataque.

Sánchez se ha entregado al aventurismo. Sus oponentes son escénicamente patéticos.

ENRIC JULIANA
Madrid
Fuente: La Vanguardia

Susana Díaz, a ritmo de 'Kill Bill'

Susana Díaz imparte órdenes en la reunión de Sevilla del jueves. EFE


Iñigo Sáenz de Ugarte  

Susana Díaz: "Ahora toca este país, España, y luego el PSOE"



Susana Díaz se ha ofrecido a ayudar a "coser" la herida que sufre estos días el PSOE en su discurso de la reunión del Comité Director del partido en Andalucía. En ese acto interno, del que se ha facilitado la señal en directo para su retransmisión por los medios (lo que viene a ser como un plasma de Rajoy), la presidenta andaluza ha recibido una ovación en pie de sus subalternos compañeros del partido, ha sonreído, ha mostrado todo su amor por los asistentes y ha dejado claro que el psicodrama que vive el PSOE no debe hacerles olvidar que es un gran partido.

Desde sus tiempos de secretaria de Organización de las Juventudes Socialistas de Andalucía, Díaz ha tenido que coser unas cuantas cosas, pero nadie la ha visto con aguja e hilo. Era más frecuente verla manejar un hacha. O una katana. Contaba Lourdes Lucio en 2013 que no hay que menospreciar su etapa en las Juventudes Socialistas. ¿Cosas de chavales? Para nada. " En opinión de los veteranos, allí se aprende lo peor de la política y no lo mejor, con música de Kill Bill 1 y Kill Bill 2".

A estas alturas, ya todos sabemos que Susana Díaz aprendió un montón.

Susana Díaz, con esa sonrisa encantadora, se ha cansado de que ese muchacho bien parecido al que ofreció todo su poder para que derrotara a Eduardo Madina en las primarias le haya salido respondón. Pedro Sánchez no cumplió el supuesto pacto de de dejar la puerta abierta para que Díaz fuera la candidata del PSOE a la Presidencia del Gobierno después de conseguir una victoria en las urnas en Andalucía, y de que ella terminara por decidirse a dar el salto hacia Madrid.

Sánchez no se resignó a la reelección de Mariano Rajoy después de las últimas elecciones, incluso con la abstención socialista en la investidura, que luego le habría pasado factura. En el colmo de la osadía, y tras el último fracaso de Rajoy, se mostró dispuesto a hacer un último intento por llegar a Moncloa sin descartar el apoyo de Podemos. Ahí Sánchez firmó su sentencia de muerte.

Los acontecimientos se han precipitado esta semana. De repente, Díaz se ha olvidado de sus reticencias y ha acabado por hacer caso a lo que le pedían varios barones socialistas. Felipe González, después de resistirse durante meses, señaló a Sánchez con la espada. Sánchez devolvió el mandoble en una entrevista con eldiario.es, retando además a Díaz a que dijera en qué bando estaba, el de la abstención para favorecer a Rajoy o el de "no es no".

Díaz ha cogido –esta vez, sí– el guante y se lo ha lanzado a la cara. No es no a Sánchez.

En su discurso de este jueves, Díaz hizo una interpretación peronista de la realidad de un partido socialista partido en dos. ¿Peronista? Siempre se recuerda que cuando  Juan Domingo Perón volvió a Argentina en 1972 los periodistas le pidieron que contara cómo veía la política del país. Se cuenta que dijo: "Mire, hay un 30% de radicales, lo que ustedes entienden por liberales, un 30% de conservadores y otro tanto de socialistas".

¿Dónde están entonces los peronistas?, le preguntaron. "¡Ah, no, peronistas somos todos!", dijo.

Dolida con que se diga que hay dirigentes del PSOE que prefieren que Rajoy siga en el poder antes que intentar un acuerdo con Podemos o los nacionalistas, que los hay y muchos y entre ellos está ella, Díaz ha recurrido a las esencias: "No hay socialistas de derechas y de izquierdas, no se puede colocar a Felipe González ni a José Luis Rodríguez Zapatero en la derecha, no se puede". Todos somos peronistas, perdón, socialistas, incluso aunque permitamos que Rajoy continúe en La Moncloa.

Díaz forzó la dimisión de 17 miembros de la Ejecutiva federal del partido para conseguir la dimisión de Sánchez, sustituir la dirección por una comisión gestora, asegurarse de que la gestora –gente que no formaría parte de la futura dirección y que asumiría el mal trago de recomendar la abstención en la investidura de Rajoy– permita la formación del Gobierno y celebrar un congreso extraordinario que aprobara la coronación de la presidenta de Andalucía.

Está el pequeño y molesto detalle de las primarias, que es un inconveniente que podría solventarse ordenando a los barones que pongan a su disposición decenas de miles de avales –querido militante, pasa por la sede y firma este papel– con los que convertir las primarias en un hecho irrelevante. Eso en el caso de que se lleguen a celebrarse, si nos atenemos a lo que pasó en Andalucía ( 22.880 avales  sobre un total de 45.733 militantes).

Hay que recordar una vez más que muchos líderes socialistas le han estado pidiendo eso desde hace tiempo. Pero la decisión definitiva es de Susana Díaz. La responsabilidad es suya. Ella es la que ha provocado este cisma inaudito que es una bendición caída del cielo de Sevilla para el PP por la ristra de juicios por corrupción que se le vienen encima precisamente cuando intenta convencer a todos de que sólo Rajoy puede gobernar este país.

Mientras tanto, Díaz hace recuento de los millones de votos que ha perdido el PSOE desde 2011. Su intención es ponerlos todos en el debe de Sánchez, a pesar de que los datos demuestran que la caída fulgurante empezó mucho antes de que ese economista de 44 años obtuviera el premio gordo del liderazgo del PSOE.

Díaz quería decapitar a Sánchez para dirigir el partido mucho antes de que un congreso extraordinario la coloque en el trono. Por eso, envió el jueves a su mejor amiga con instrucciones para que Verónica Pérez se presentara en Ferraz diciendo "la única autoridad en el PSOE soy yo". Verónica Pérez, de 38 años, colocada al frente del partido en Sevilla por Díaz cuando ella pasó a presidir la Junta. Partido Susanista Obrero Español.

Como ocurre con todos los golpes, si el Gobierno que hay que derrocar se resiste –aunque quizá sólo tenga en este caso las llaves de la sede del partido y la contraseña de la cuenta de Twitter–, lo que se te viene encima es la guerra civil. Puedes encajar el golpe y pactar con el enemigo o ir con todo para que no quede de él ni las botas. En el segundo caso, puede ocurrir que heredes un erial.

Díaz tiene asegurado el apoyo de Felipe González y probablemente de Zapatero. El sentido común y el futuro del PSOE pueden contar con lo que ha dicho Javier Solana: "Cuando se tome conciencia del destrozo, todos preferirán 85 diputados".

O como dijo un periodista extranjero ante el caos formado por decenas de reporteros que se armó a las puertas de Ferraz cuando apareció Verónica Pérez: "What a fucking shit". Sí, para todos, menos para el Partido Popular.

Fuente: eldiario.es

La crisis del PSOE como crisis de régimen




Pablo Iglesias Turrión

“El PSOE tardará mucho en volver a ser útil”. Lo decía esta mañana Iñaki Gabilondo, uno de los rostros más prestigiosos de nuestra historia reciente (recuerden que fue su cara la que apareció en la televisión para transmitir tranquilidad a España el 23F, mucho antes que apareciera la de Juan Carlos) desde el periódico que fue el intelectual orgánico de la Transición y la referencia internacional durante años para entender España. Ayer Felipe González, la figura histórica más importante después de Franco, el presidente –a un tiempo carismático y siniestro– más relevante del sistema político del 78, señalaba a Pedro Sánchez desde la SER, nada menos que desde la SER. Poco después el aparato del partido apuñalaba. Y hoy el editorial de El País llama a Sánchez “insensato sin escrúpulos”. No estamos sólo ante la crisis de un partido, sino ante lo que Alberto Garzón definía con acierto ayer como motín oligárquico; un intento de golpe en el interior del PSOE para entregar el Gobierno al PP.

El pasado domingo, en la clausura de la Universidad de verano de Podemos que hicimos en la Universidad Complutense, expuse a mis compañeros las que, a mi entender, son las claves estratégicas para entender la situación de bloqueo que vive nuestro país. Expliqué que no estamos viviendo una situación de “empate catastrófico”, una expresión traída de América Latina donde la paridad de fuerza electoral entre sectores pro-oligarquía y sectores populares obligó a soluciones constituyentes. En España aún no es posible ni el desempate electoral ni una solución constituyente a corto plazo. El bloqueo de nuestro país tiene que ver más bien con las tensiones que se están produciendo en el Partido Socialista entre los partidarios de la restauración del sistema de partidos anterior a las elecciones del 20D, y los partidarios del reacomodo del PSOE a la nueva situación. Lo que se dirime en este partido es básicamente su papel y su estrategia en un contexto histórico nuevo.

Los partidarios del “reacomodo”, con Felipe González y Susana Díaz a la cabeza, cuentan con el apoyo entusiasta de Juan Luís Cebrián y el grupo de comunicación del que es propietario. A mi entender son el sector del PSOE con el proyecto político más claro y una orientación estratégica más armada y precisa. Son partidarios de entregar el Gobierno al Partido Popular y reconocen sin ambages estar más cerca de este partido que de nosotros. Para ellos, el PP es uno de los pilares políticos de España, su histórico competidor en el sistema del turno, mientras que Podemos y sus aliados representan un peligro frente al que hay que conjurarse incluso con sus viejos rivales del turnismo. Este sector cuenta con el apoyo de las élites económicas de nuestro país y de los poderes extranjeros, pero no cuenta con la simpatía ni de los votantes ni de las bases socialistas.

Los partidarios de la “restauración” están representados por Sánchez y su equipo. No cuentan con apoyos mediáticos ni de sectores oligárquicos y además carecen de proyecto político. Ni se han atrevido a intentar diseñar un proyecto de reformas y de gobierno con nosotros, ni tampoco a afrontar con sentido común la tensión plurinacional que se vive en España. Les aterra, con buen criterio, entregar el gobierno al PP por las consecuencias electorales que tendría para su partido y querrían volver a un sistema bipartidista que nos dejara a nosotros ocupando una modesta posición en la izquierda del tablero político, mayor que la que tuvieron en su momento el PCE e IU pero lejos de la paridad actual. Desde enero su objetivo es bien subalternizarnos (al pedirnos que facilitáramos sin participar su gobierno con Ciudadanos) o repetir las elecciones con la esperanza de que el hastío y el aburrimiento de la gente nos hiciera retroceder. Mientras mantenga su no al PP, este sector cuenta con más simpatías entre la militancia y los votantes socialistas.

Los últimos acontecimientos han hecho que estos dos sectores pasen de la guerra fría a la guerra abierta. Del resultado de la misma no sólo depende lo que Gabilondo llama “utilidad” del PSOE, pronosticando una paulatina pérdida de relevancia histórica de este partido, sino nada menos que el resultado de la transición política que vive nuestro país.

Hoy la transición de hace 40 años, con todas sus complejidades, sus tensiones y sus a menudo olvidados centenares de muertos, parece un proceso sencillo si se compara con la actual situación. La sociedad española de entonces –a pesar de las excepciones representadas por las vanguardias de la oposición democrática y los movimientos sociales (en especial el movimiento obrero) y las propias excepcionalidades catalana y vasca– era una sociedad lógicamente atemorizada por la dictadura. El éxito de Suárez (tanto de la Ley de Reforma Política como de su UCD) señaló la hegemonía de su proyecto de metamorfosis de la dictadura en una monarquía constitucional más o menos homologable en Europa. La izquierda, sumida en sus debates para no dar miedo (las renuncias respectivas al marxismo y al leninismo del PSOE y el PCE no eran más que eso), se vio obligada a acomodarse a la estratégica de Suárez. Aquel exitoso proceso (si atendemos a los enormes consensos que suscitó y que no dejaron de aumentar cuando la transición se convirtió en relato fundante de nuestra democracia encarnado en la monarquía) culminó con la victoria electoral socialista de 1982, tras un golpe de Estado a un tiempo fracasado y exitoso. Nacía un nuevo régimen político con un poderosísimo PSOE al timón del Gobierno, sostenido, como cualquier sistema político que se precie, por unas nuevas clases medias. Como señala el malvado Emmanuel Rodríguez en su Por qué fracasó la democracia en España, las clases medias son más una noción ideológica que una categoría sociológica. La promesa de modernización y de mejora de las expectativas de vida encarnadas en el Partido Socialista fueron el alimento de esos sectores autopercibidos como clases medias, esa nueva España a la que el PSOE se parecía más que ningún otro partido.

La hegemonía del PSOE era tal que se le perdonó todo durante años, desde las consecuencias de su aceptación de la división del trabajo en Europa –que nos convirtió en una periferia especializada en el turismo–, pasando por la corrupción hasta el terrorismo de Estado. La arrogancia con la que todavía hoy se refiere Felipe González a “lo que hicimos en el País Vasco” revela hasta qué punto el expresidente vive aún en ese mundo. Aquel PSOE, sin embargo, sentó las bases sociales que permitieron el éxito electoral de Aznar y que el PP no sólo se hiciera con el poder durante años, sino que convirtiera la Comunidad Valenciana y Madrid en sus laboratorios más elaborados de su modelo corrupto-neoliberal, aún con Zapatero en la Moncloa.

La crisis económica, como en otros países de Europa, hizo saltar por los aires la auto-percepción de clases medias de inmensos sectores populares en España. Y el siglo XX ha dado sobradas lecciones de lo que pasa cuando se tocan las expectativas de las clases medias. Los desahucios, las estafas permanentes, el paro, la precarización de las condiciones de vida, la emigración de los jóvenes, fueron el caldo de cultivo del movimiento que lo cambió todo: el 15-M. Los hijos e hijas de las nuevas clases medias bajaron a las plazas y señalaron a las élites políticas y económicas. Solo había que ponerles nombre. Nosotros decidimos llamarles casta.

Aquello no fue una venganza de los perdedores políticos de la Transición, una izquierda que durante más de 30 años bastante hizo con resistir. Aquello era el inicio de una crisis de régimen que introducía los ingredientes para una nueva gramática política llamada a cambiar muchas cosas en España. Podemos fue quizá la expresión electoral más elaborada (pero no la única) de aquella nueva gramática. Pero sería absurdo desvincular aquel movimiento de las tradiciones democráticas y regeneradoras de nuestro país. Por las venas del 15-M corría la sangre del movimiento obrero, de los movimientos liberales del XIX, de la lucha de las mujeres, de las luchas contra la dictadura. Sólo así se explica que fuera precisamente el PSOE el partido más afectado por el 15-M y que Podemos haya sido capaz de atraer a un nuevo espacio, no sin dificultades, a todos los sectores que levantaron las banderas de la resistencia en el pasado. Pero ni los símbolos, ni el lenguaje, ni las formas, habrían de ser los mismos.

Podemos vivió una primavera de esperanza en 2014 y un verano en el que nuestras líneas avanzaban ante la desbandada y la torpe resistencia de los adversarios. Así hasta encontrarnos con unas encuestas que nos situaban como la primera fuerza política. El 31 de enero de 2015 hicimos una demostración de fuerza social con una movilización de partido probablemente sin precedentes desde el asesinato de los abogados de Atocha. Pero entonces llegó el invierno ruso y nuestras líneas dejaron de avanzar. Tuvimos que enfrentar procesos electorales en las peores condiciones para hacerlo y aún así irrumpimos en todos los parlamentos y fuimos uno de los motores principales de la conquista de las principales capitales del país por alcaldesas y alcaldes del cambio. Las elecciones catalanas fueron la prueba más difícil para nosotros. No recibimos el apoyo de los sectores a los que nosotros empujamos para alcanzar la alcaldía de Barcelona y nos vimos atrapados en una confrontación frentista que nos obligó a conformarnos con sembrar semillas para el futuro, asumiendo un duro revés electoral. Hace exactamente un año, las encuestas preveían nuestro hundimiento al tiempo que “el Podemos de derechas” que pidió el dueño del Banco Sabadell despuntaba en las encuestas. Pero llegó la remontada y el resultado de las elecciones del 20D cambió, a mi juicio para siempre, el sistema de partidos en España.

A partir de entonces la tensión en el PSOE provocó la situación que ahora vemos en toda su crudeza. Es innegable el valor demostrado por Pedro Sánchez enfrentándose a las fuerzas del régimen en su partido, pero quizá hubiera tenido más sentido proyectar también ese valor hacia los poderes establecidos fuera del partido. De haber sido así hoy podríamos estar gobernando juntos y quizá nuestro Gobierno, con todas las dificultades, hubiera podido implementar políticas redistributivas, regeneradoras, avanzar soluciones democráticas a la tensión plurinacional y ser un ejemplo para otros países europeos.

No sé qué ocurrirá finalmente en el PSOE. Temo que lo que se dirime allí no dependerá sólo de interpretaciones jurídicas y estatutarias; hablamos de la crisis más importante desde el fin de la Guerra Civil en el partido más importante del ultimo siglo en españa. Quien pensaba que podía haber normalidad política sin que el PSOE se decidiera por el PP o por nosotros se equivocaba.

Frente a la incertidumbre, a nosotros nos toca seguir del lado de la gente. Debemos estar preparados para gobernar o para la repetición electoral, pero también, si finalmente se imponen los partidarios de dar el Gobierno al PP, debemos estar seguros de nuestro papel como fuerza política que ofrece garantías y que se debe construir como instrumento de un movimiento popular que siga empujando por una sociedad más justa. Nadie duda en España de que nosotros jamás iremos de la mano del Partido Popular. En tiempos de incertidumbres y de golpes oligárquicos, Unidos Podemos debe ser el referente de seguridad de los que quieren una sociedad mejor frente a las élites.
Pablo Iglesias Turrión
uente: Público.es

jueves, 29 de septiembre de 2016

Felipe González: cinismo en estado puro


El principal conspirador

Por Beatriz Talegón Ramos -

Dice González cuando le preguntan a primera hora en la SER que se siente engañado por Pedro Sánchez, que si el Comité Federal se pronuncia en contra del Secretario General éste debería dimitir, que con 85 diputados no se puede gobernar, que bloquear la formación de gobierno al Partido Popular es profundamente antidemocrático. Dice, dice, dice.

Dice que no se ha enterado prácticamente de nada de lo sucedido en el PSOE estos días porque él estaba en Colombia. Dice, dice, dice.

Curiosamente su discurso coincide, palabra por palabra con lo expresado estos días por Susana, Madina, y por tantos otros “críticos”. Qué linda casualidad la que conecta las voluntades, los cerebros, a miles de kilómetros… o qué brutal cinismo.

Desvela el “jarrón chino” que mantuvo una conversación con Sánchez recién celebradas las segundas elecciones, las del 26 de junio. Destapa la intimidad en la que Pedro, según González, le señalaba que en la primera sesión de investidura el PSOE votaría que no a Rajoy, pero que en una segunda vuelta se abstendría. No comprende el expresidente cómo el Secretario General ha cambiado de opinión. Se siente profundamente engañado, no comprende, no sale de su asombro. Así, levanta las faldas de Pedro pretendiendo dejarle “con el culo al aire”. No sólo pretende dejarle como mentiroso respecto a sus conversaciones personales, sino respecto a la militancia y a la ciudadanía: porque las declaraciones públicas de Sánchez nada tienen que ver con esa supuesta conversación.

Extrañaba que Felipe estuviera desaparecido estos días. Pero hoy apareció, montando un teatrillo en la SER aparentando ser entrevistado, interpretando una presunta entrevista que tenía mucha pinta de estar bastante bien preparada. Ni una pregunta sobre Susana Díaz, ni una pregunta sobre la caída del gobierno de Castilla La Mancha; todo bien dirigido hacia lo que Felipe quería decir. Todo bien encauzado para reforzar un único mensaje. Todo atado y bien atado.

Ya ven ustedes lo que son las entrañas del PSOE: pura traición, mentira, batallas encarnizadas, amenazas veladas… No es de extrañar que se haya convertido en esta barbarie, viendo la catadura moral de sus dirigentes estos días.

Hoy, Felipe, nos ha mostrado una dosis de cinismo en estado puro que con pocas puede compararse. Más bien pareciera que el afán no es sacar un país del atolladero sino desbaratar al PSOE, ¿no le parece?

Pedro Sánchez ha contestado de manera fulgurante con un comunicado donde señala que él ha mantenido lo acordado en los órganos del partido, y que, respecto a las conversaciones privadas mantenidas jamás desvelará su contenido. Imposible hacerse una idea de la presión que el Secretario General está aguantando ahora que todos los fuegos se han abierto sin tapujos contra él. Sin duda, hoy más que nunca tiene sentido esa frase que advertía “échense al suelo, que vienen los nuestros”.
Fuente: Diario 16

Asesinato en la ejecutiva federal


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Nada justifica que el primer secretario general de la historia del PSOE elegido directamente por los militantes caiga con un golpe de mano de 17 dimisiones. Es desproporcionado. Es indefendible. Es propio de otro siglo. Es no entender las causas del deterioro de este partido

Ignacio Escolar

No hay precedentes. No se olvidará muy fácilmente. Aún no ha terminado la guerra total desatada en el PSOE y el partido y su credibilidad están ya gravemente heridos, tal vez de muerte. Hará falta perspectiva, algo de tiempo y una sonda de gran tamaño para medir la profundidad del agujero que ha dejado en el PSOE, en su militancia, en sus votantes y en toda la izquierda española el cañonazo de los críticos del partido contra el secretario general agonizante.

Pedro Sánchez no es completamente inocente en todo lo que está ocurriendo. Tiene especial mérito conciliar un rechazo tan visceral como transversal entre dirigentes del partido tan distantes como Madina y Susana, como Chacón y Rubalcaba, como Felipe y Zapatero. Es cierto también que, de considerarlos injustos, Sánchez debería haberse rebelado mucho antes contra los criterios que impuso el comité federal para las negociaciones durante la investidura. Es falso que el ‘no’ a Rajoy sea el único motivo del incendio. Y es igualmente criticable la estrategia negociadora que llevó a cabo en la pasada legislatura, empezando a pactar con Ciudadanos cuando su único aliado imprescindible era Podemos.

Puede también que Sánchez sea ambicioso, que busque controlar el partido, que piense en su supervivencia personal, que haya tomado decisiones equivocadas o arbitrarias, que se apoye en las bases para resistir a sus rivales internos o en otros dirigentes para restar poder a sus críticos, que escuche más a los que le dan la razón que a los que se la quitan… Que sea entonces exactamente igual que la mayoría de los líderes políticos que conozco del PSOE o de todas las demás fuerzas políticas.

Nada de todo esto justifica que el primer secretario general de la historia del PSOE elegido directamente por los militantes caiga con un golpe de mano de 17 dimisiones. Es desproporcionado. Es indefendible. Es propio de otro siglo. Es una estrategia cortoplacista y suicida. Es no entender a tus votantes ni el país en el que vives ni la situación política a la que te enfrentas ni las causas del deterioro del PSOE en estos últimos años.

El PSOE, como todo partido, tiene el derecho y la obligación de cambiar de líder si considera que el que hay no les vale. Pero no de este modo: con un golpe interno donde hace falta mirar con lupa los estatutos y contar al fallecido Pedro Zerolo como dimisionario para ver si hay ejecutiva o no, si hay gestora o no, si los de Ferraz son aún la dirección del PSOE o unos okupas a los que hay que desahuciar con la ayuda de la policía y un cerrajero.

Si realmente los críticos están tan seguros del respaldo masivo del partido en contra de su secretario general, ¿por qué no matar a Sánchez sin recurrir a este método? ¿Por qué no esperar al menos hasta el comité federal del sábado y que allí se pronuncie en votación una representación más amplia?

Si realmente Pedro Sánchez es un líder tan nefasto, tan desastroso, tan lamentable como ahora lo retratan quienes antes le apoyaron, ¿por qué no quieren confrontarlo en unas primarias?
Ignacio Escolar
Fuente: eldiario.es

Confirmaciones en Siria




por Thierry Meyssan

Caen las máscaras al cabo de 5 años de guerra en Siria. La publicación del texto del acuerdo ruso-estadounidense revela las intenciones secretas de los Dos Grandes: Washington quiere cortar la «Ruta de la Seda», Moscú aspira a acabar con los yihadistas. El fracaso de este acuerdo y los debates del Consejo de Seguridad de la ONU demuestran además el carácter surrealista de la retórica del presidente Obama: en 5 años, Barack Obama no logró conformar nada que se pareciera a un grupo de oposición «moderada» y no estuvo por tanto en condiciones de alinear a sus famosos «moderados», contrariamente a lo que tendría que haber hecho para cumplir con los términos del acuerdo. En otras palabras, Estados Unidos no está en condiciones de cumplir el acuerdo que firmó.

El fracaso del acuerdo ruso estadounidense del 9 de septiembre de 2016 y los subsiguientes debates registrados en el Consejo de Seguridad de la ONU permiten confirmar varias hipótesis.

- El objetivo estratégico actual de Estados Unidos en Siria es, en efecto, cortar la «ruta de la seda». Al prepararla durante años y poner en el poder al presidente Xi Jinping en mayo de 2013, China adoptó la restauración de ese histórico eje de comunicación como su principal objetivo. Sin embargo, al haberse convertido China en el principal productor mundial, Xi Jinping planeó ampliar la «Ruta de la Seda» de la Antigüedad agregándole una «nueva ruta de la seda», pasando por Siberia y Europa Oriental hasta llegar a la Unión Europea.

Lógicamente, Estados Unidos organiza actualmente dos guerras a través de intermediarios: una en el Levante y otra en Ucrania. Al crear el caos en Siria y en el Donbass, el objetivo no es cumplir las cínicas teorías de Leo Strauss sino sólo cortar los dos trayectos de la ruta de la seda.

De manera nada sorprendente, el presidente ucraniano Petro Porochenko viajó a Nueva York para participar en el Consejo de Seguridad de la ONU y respaldar a la delegación de Estados Unidos que acusó a Rusia de haber bombardeado un convoy humanitario sirio.

- Por otra parte, el acuerdo ruso-estadounidense estipulaba que Estados Unidos separaría a los grupos armados «moderados» de los «extremistas», ya que esos «moderados» participarían –junto a los Dos Grandes y el Ejército Árabe Sirio– en la neutralización de los «extremistas», y que finalmente se crearía un gobierno de unión nacional en Damasco, bajo la presidencia de Bachar al-Assad. Ese gobierno de unión nacional integraría a representantes de los «moderados» que hubiesen participado en la batalla final contra los «extremistas».

Pero nada se hizo en ese sentido. El compromiso del secretario de Estado John Kerry no pasó de ser un piadoso deseo. Washington no encontró los combatientes que necesitaba para que hicieran el papel de «moderados». Porque el hecho es que todos sus «moderados» en realidad son «extremistas». Así que no tuvo más salida que aprovechar el incidente –o probablemente organizarlo– del convoy humanitario quemado para escapar a sus contradiciones. La retórica del presidente Obama –quien dice respaldar a sirios que luchan por la democracia contra un régimen que los reprime– no corresponde a la realidad. En 2013, el presidente ruso Vladimir Putin tenía toda la razón del mundo al observar con ironía que los occidentales consideraban «moderados» a los caníbales del Ejército Sirio Libre que se filmaban comiéndose el hígado de sus enemigos.

- Para terminar, el contenido del acuerdo ruso-estadounidense pone de manifiesto el hecho que el objetivo de Rusia es liquidar en Siria a los yihadistas que se preparan para atacarla en el Cáucaso. La solución negociada resultaba ideal para Moscú: ponía fin a los sufrimientos de su aliado sirio, abría una vía de comunicación para su aliado chino y le garantizaba poder acabar con el yihadismo internacional. Pero, Moscú acaba de comprobar que, desde los tiempos de la primera guerra de Afganistán, el yihadismo fue un arma estadounidense que ahora se vuelve contra su amo y que Washington no piensa abandonarla.

Por supuesto, los nuevos yihadistas no tienen conciencia de ello, pero es imposible que los que vienen luchando, con ayuda estadounidense, desde hace 38 años no sepan que sólo son una fuerza de tareas del Pentágono.

Fuente original: Al-Watan (Siria)

Thierry Meyssan Intelectual francés, presidente-fundador de la Red Voltaire y de la conferencia Axis for Peace. Sus análisis sobre política exterior se publican en la prensa árabe, latinoamericana y rusa. Última obra publicada en español: La gran impostura II. Manipulación y desinformación en los medios de comunicación (Monte Ávila Editores, 2008).
Fuente: Red Voltaire
Voltaire, edición Internacional

El PSOE, a cara de perro



JuanLu González
biTs RojiVerdes


El espectáculo que está dando estos días el PSOE al respetable puede considerarse de todo, menos edificante. Sabiendo —como se sabe— que en nuestro país se suele castigar electoralmente la división interna de los partidos, la batalla sin piedad desatada por las baronías regionales, enfrentada a la resistencia numantina de Sánchez y su aparato, no puede acabar bien de ninguna de las maneras. Quien, finalmente, se imponga en el pulso, lo hará sobre las cenizas del que algún día fue el principal partido político del país.

Para muchos, desde luego, no será motivo de pena. El que suscribe, si alguna vez tuvo simpatías por el PSOE, se esfumaron al poco de cumplir la veintena tras la incorporación engañosa del estado español a la OTAN, con el desmantelamiento de sectores industriales clave, con la privatización del sector público, con las sucesivas reformas laborales aniquiladoras de derechos de los trabajadores y trabajadoras, con la corrupción y con la guerra sucia dirigida por las cloacas del estado, convertidas en una organización terrorista en toda regla.

La debacle interna del PSOE no es un proceso simple y unifactorial, responde tanto a problemas exclusivos de nuestro país como a fenómenos mucho más generales. Como comentaba anteriormente, el debe de los socialdemócratas españoles está tan lleno de todo tipo de tropelías que no pueden lavar sus contribuciones en materia social, sanitaria o educativa de sus años de gobierno. El régimen del 78 supuso el control, por las estructuras del bipartidismo, de todas las instancias del estado y la creación de una clase política plegada a los intereses poderosos o provenientes de los mismos poderes fácticos que nunca dejaron de controlar el país desde la época de Franco. Es lo que algunos llamaron casta, aunque ya parece que muchos han dejado de usar el término para facilitar su mimesis institucional. Este alejamiento de las clases populares, a las que jamás volvían tras el paso por la política (si es que alguna vez se les acababa el chollo), sumado a una crisis-estafa y a una corrupción sistémica, es lo que ha provocado la desafección que sufre el PSOE.

Podemos preguntarnos por qué el PP no la sufre en igual o mayor medida, si también ha saqueado las arcas públicas, ha desmantelado más profundamente el estado del bienestar y ha degradado la calidad de democracia a niveles bananeros. Hay por ahí un dicho que viene al pelo que afirma que, la cuando gobierna la derecha, nunca decepciona, mientras que la izquierda siempre lo hace. Y es que nadie espera que la derecha gobierne para los de abajo, por mucho que hayan prometido durante una campaña electoral o mientras han estado en la oposición. Todo lo contrario, su objetivo es satisfacer la voracidad de los que los han llevado al poder. Satisfacer a los de su casta, a los que pagan sus campañas, les hacen propaganda en sus medios o les costean los sobresueldos que necesitan para vivir con el tren de vida al que acostumbran y sobrellevar las renuncias económicas que les supone la dedicación a la cosa pública. Ese proceder está en su naturaleza, en su ADN. Pero si uno de los nuestros se comporta así, jamás recibirá el perdón y su mácula salpicará a los que le rodean y comparten con él mesa y mantel. Puede ser más o menos justo o más o menos triste, pero es así. Cuanto más de izquierda se sea, mucho más íntegro se debe ser y se debe proceder. Lo que se le perdona al PSOE no se le perdona a Izquierda Unida, recordemos por ejemplo el caso Willy Meyer y las pensiones del parlamento europeo…

Pero no se explica todo en clave nacional. La deriva de la socialdemocracia, acomodada a vivir en el capitalismo más salvaje y desregulado, bajo el diktat económico y militar de Estados Unidos, le hace perder la necesaria diferenciación con las opciones de la derecha más liberal o conservadora. ¿Que hay de aquellas nacionalizaciones de la banca o de sectores industriales estratégicos de Francois Miterrand? No ha pasado tanto tiempo para justificar un viaje —o un viraje— tan profundo al vacío, a ese centro izquierda que ahora dicen ocupar, a la nada. Cualquiera puede imaginarse la cara que se le quedaría al capo Felipe González si alguno de sus pupilos en Ferraz propusiera hoy tales medidas, seguro que le daría con todo el jarrón chino en la cabeza.

En general, la socialdemocracia hace mucho que tiró la toalla, que se ha rendido. Gestionar los cada vez más exiguos espacios que la omnipresente economía deja a eso que insisten en llamar democracia, y sacar algunas migajas para los suyos, es con lo que se han conformado. Por eso no son extrañas las grandes coaliciones con la derecha más rancia como la que sufre Alemania, pero tampoco debacles como las de Grecia, Austria, Bélgica, Italia… Cada vez es más difícil distinguirlos a los socialdemócratas con los conservadores, al estilo más norteamericano. En nuestro país quizá el PSOE encuentre un mayor espacio político que en Europa porque la derecha aún mantiene muchos tics autoritarios y cavernarios en temas de derechos individuales, en el reconocimiento de la diversidad o el laicismo, pero poco más. Tampoco es que en el PSOE sean especialmente atrevidos con estas cuestiones, más bien son lentos, miedosos y pusilánimes.

En fin, todo indica que estamos asistiendo a una pelea de perros por los despojos del PSOE y que, tras cada dentellada, estos van menguando peligrosamente. Si les ciega el odio y no paran a tiempo, probablemente no quede mucho botín por el que luchar. Contradiciendo a muchos analistas, el único debate que hay sobre la mesa, como el mismísimo González ha explicitado hoy, es que hay que apoyar a un gobierno de Rajoy sea como sea, aunque ello suponga provocar un mayor desapego de sus bases y votantes. Por mucho que se esfuercen en lanzarnos cortinas de humo, no hay otra cuestión de fondo. Relacionar este tema del «bloqueo institucional» con el resultado electoral en dos comunidades autónomas del estado español es ridículo, sobre todo cuando no han sorprendido a nadie por esperados y Sánchez ya recogió un partido en plena crisis tras la segunda legislatura infame de Zapatero.

La crisis del PSOE es estructural, no coyuntural. Han perdido su identidad, son vistos como parte de los culpables del latrocinio sufrido por la población del paìs, como cómplices de los poderes externos que han impuesto sacrificios inasumibles por los más débiles, que han contribuido a devaluar los salarios a niveles de repúblicas arroceras, que han aumentado la brecha entre ricos y pobres… todo mientras sus cuadros seguían pegándose la dolce vita a costa del erario público. Un cambio de líder no va a cambiar la apreciación o la depreciación pública del PSOE, es necesaria una refundación en toda regla del partido y comenzar desde nuevas bases para que se invierta la tendencia de desapego que afrontan elección tras elección. Pero para ello, lo primero que deberían hacer es sacudirse las nefastas influencias de los que han sumido al partido en el pozo histórico en el que se encuentran y eso es algo que, visto lo visto, no se va a producir, más bien todo lo contrario.

Fuente original: http://www.bitsrojiverdes.org/wordpress/?p=13394
Fuente: Rebelión
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Por qué Pedro Sánchez vale hoy más que ayer



David Bollero

Después del golpe de Estado impulsado por Susana Díaz en el PSOE, Pedro Sánchez vale mucho más hoy que ayer. Sin lugar a dudas, tras la dimisión de 17 miembros del comité federal, Sánchez ha ganado muchos enteros, no sólo entre la propia militancia socialista, sino más allá. Las traiciones se pagan y lo que está viviendo el secretario general del PSOE es una puñalada trapera, una auténtico “motín de la oligarquía”, como califica Alberto Garzón en su arriesgado artículo (por aquello de opinar de cuestiones internas de terceros).

Lo que ayer sucedió en el PSOE quedará grabado en su historia como un día de vergüenza. Escuchar a políticos como Emiliano García-Page exigir a Sánchez que pida perdón a Felipe González y dimita tras las revelaciones de éste es inaudito. Ya fue ayer esperpéntico escuchar a González patalear diciendo que se sentía engañado porque, según él, en julio el todavía secretario general del PSOE le aseguró que el partido se abstendría para permitir un Gobierno de Rajoy. Y fue esperpéntico porque precisamente a primeros de julio el comité federal del PSOE se unió en el no a Rajoy.

Curiosamente, ese mismo comité federal que aprobó impedir un Gobierno de Rajoy es al que pertenece García-Page y al que pertenecen los otros 16 miembros que ayer dimitieron. Entonces, ¿de qué se quejan? Aquella decisión no fue cosa sola de Sánchez, también de ellos mismos. Sin embargo, cuando se monta un golpe de Estado, no se atiende a razones, sólo hay sed de sangre.

Y esa oligarquía del PSOE, esos amotinados son los mismos socialistas a los que la participación en democracia les agrada… hasta que les molesta. Los 17 dimitidos predican la participación cuando el resultado de ésta coincide con sus parecer, pero la detestan con que sólo exista el riesgo de que disienta. Lamentable. Esto se ha evidenciado cuando se han negado en redondo a que sea la militancia la que decida los próximos pasos. José Antonio Pérez Tapias está muy acertado al dudar que “los dimisionarios puedan mirar a los militantes a la cara”.

Las elecciones no se ganan con mítines en plazas o pabellones polideportivos, no se ganan en platós de televisión. Se ganan con la militancia, porque esa militancia es la que funciona como un altavoz, como una onda expansiva para captar votos, para ilusionar, para persuadir. Y la militancia del PSOE, hoy por hoy, está decepcionada, está cabreada. Pedro Sánchez puede gustar o no, pero lo que es innegable es que ha hecho más por la militancia que cualquiera de los 17 dimitidos. Lo que ha quedado patente es que hay intereses ocultos en defenestrar al actual secretario general que, lejos de dimitir, debería aprovechar la coyuntura para hacer limpieza en el comité federal.

Pedro Sánchez debería contar con la suficiente flexibilidad estatutaria para poder renovar ese comité y, dado que han renunciado quienes no comparten el actual proyecto -el mismo, no olvidemos, que aprobaron hace dos meses-, contar con nuevas incorporaciones que remen en la misma dirección. ¿Y quién marca esa dirección? La militancia, le pese cuanto le pese a Susana Díaz y sus acólitos. Acólitos, por otro lado, que no son únicamente esos 17 dimitidos, sino otros tantos dirigentes que ayer mismo se pronunciaron a favor del golpe de Estado… pero no dimitieron. Que sean íntegros, dimitan también y, entonces, dejen de ‘chupar del bote’. A eso se le llama integridad y honestidad; a todo lo demás, vileza.

David Bollero
Fuente: Público.es

miércoles, 28 de septiembre de 2016

El papa contra los pecados del periodismo

El papa pide que el periodismo no se convierta "en un arma de destrucción" EFE



El papa pide a los periodistas un esfuerzo extra para buscar la verdad y garantizar que no se propaguen rumores capaces de matar a gente
"El periodismo basado en los chismes y las mentiras es una forma de terrorismo", asegura el pontífice


The Guardian  
 
El papa pide que el periodismo no se convierta "en un arma de destrucción"

El periodismo basado en los chismes y los rumores es una forma de "terrorismo" y los medios de comunicación que estereotipan a poblaciones enteras o fomentan los miedos en torno a la inmigración están actuando de manera destructiva. Así se ha expresado el papa Francisco durante un discurso ante los líderes nacionales italianos y el gremio de periodistas. Les pidió a los reporteros un esfuerzo extra para buscar la verdad, particularmente en una época en la que la cobertura informativa funciona las 24 horas.

Propagar rumores es un ejemplo de "terrorismo, de cómo puedes matar a una persona con tu lengua", dijo. "Y esto se aplica incluso más en el caso de los periodistas porque sus voces pueden alcanzar a todo el mundo y esta es un arma muy poderosa". En Italia algunos periódicos están muy politizados y se usan para desacreditar a aquellos con diferentes puntos de vista político, a veces difundiendo rumores infundados sobre la vida privada de la gente.

En el año 2009 varios medios de comunicación propiedad del entonces primer ministro Silvio Berlusconi estuvieron bajo el punto de mira del gremio de periodistas por unas historias publicadas que cuestionaban la credibilidad de un magistrado que había dictado sentencia contra una compañía propiedad de la familia Berlusconi. Las historias estaban llenas de insinuaciones sobre su forma de vestir, incluido el color de sus calcetines, o la manera en la que caminaba por el parque.

"Nadie debería fomentar el miedo ante situaciones como la de la migración forzada por la guerra y el hambre", añadió. El año pasado, el periódico de derechas Libero tituló su historia sobre los ataques de París que mataron a unas 130 personas de este modo: "Bastardos islámicos".

Papa Francisco: "El periodismo basado en los chismes y las mentiras es una forma de terrorismo"


Traducido por Cristina Armunia Berges

Fuente: eldiario.es - theguardian

La guerra, la paz y el absurdo ¡Deben estar tomándonos el pelo!

Eso me vuelve loca


Tom Engelhardt
TomDispatch

Traducción del inglés para Rebelión de Carlos Riba García


Aventuras en un mundo –estadounidense– de frustración
Hace poco tiempo, mientras ordenaba una pila de libros infantiles, me encontré con un volumen,

That Makes Me Mad! (Eso me vuelve loca), que me trajo muchos recuerdos. Escrito por Steve Kroll, un amigo fallecido hace unos cuantos años, contaba las siempre frustrante aventuras cotidianas de Nina, una niña en cuya vida se topaba cada día con el obstáculo de algún lugar común; llegada a ese punto, ella siempre decía... bueno, ¡podéis adivinarlo con el título! De pronto me sentí inundado de vívidos recuerdos de otros tiempos; de mis padres y de mi hija (que ahora lee libros como aquellos a su propio hijo) sentada a mi lado cuando tenía cinco años y repetía esas mismas palabras con tan viva voz que yo me daba cuenta de que ella estaba expresando las frustraciones de su vida, aquello que la volvía loca.

Treinta años después, en un Estados Unidos casi inimaginable, cuando cogí ese libro de repente me di cuenta de que cada vez que sigo las noticias online, por la televisión o –perdonadme por esto, pero tengo 72 años y continúo atrapado en el pasado– la prensa escrita, tengo un impulso similar al de Nina. Solo que la frase a la que accedo es otra de Steve Kroll, la que dice “¡Deben estar tomándonos el pelo!”.

A continuación os muestro algunos ejemplos recientes extraídos del mundo de guerra y paz al estilo estadounidense. Pensadlos como ilustraciones seleccionadas al azar en una época trumpiana en la que todo lo que pasa es una muestra de este mundo absurdo y viene perfectamente a cuento. Si estáis de humor, sentíos libres de gritar conmigo esa frase mientras avanzamos.

El planeta nuclearizado

Estoy seguro de que os acordáis de Barack Obama, el tipo que entró en la Oficina Oval prometiendo trabajar por un “mundo libre de la amenaza nuclear”. Ya sabéis, el presidente que en 2009 viajó a Praga para decir conmovido: “Entonces, hoy dejo sentado rotundamente y con convicción el compromiso que Estados Unidos asume en la búsqueda de la paz y la seguridad en un mundo sin armas nucleares... Acabando con la mentalidad de la Guerra Fría, reduciremos el papel de las armas nucleares en nuestra estrategia de seguridad nacional y exhortaremos a otros países para que hagan lo mismo”. Ese mismo año, él recibió el Nobel de la paz, en gran medida por lo que aún estaba por hacer, particularmente en lo atinente a las armas nucleares. Por supuesto, ¡todo eso era algo muy de la época!

Después de casi dos periodos en la Oficina Oval, nuestro presidente de la paz, el único en la historia que llamó a la “abolición” del arma nuclear –y cuya administración retiró menos armas de nuestro arsenal nuclear que cualquiera otra una vez acabada la Guerra Fría– ahora está presidiendo las primeras etapas de un programa de modernización de un billón (ha leído bien, un billón, es decir, un 1 seguido de 12 ceros) de ese mismo arsenal (por supuesto, esa etiqueta con el precio de un billón de dólares llega antes de que empiecen los inevitables sobreprecios). El programa incluye un importante trabajo de diseño y puesta a punto de armas nucleares “guiadas de precisión” en las que se incluye la opción de moderar la capacidad de destrucción de esos ingenios. Este tipo de armas tiene la potencialidad de llevar la guerra nuclear al campo de batalla como primera opción, algo de lo que Estados Unidos se jacta de ser un pionero.

Esto me lleva a una historia en la portada del NewYork Times el pasado 6 de septiembre que me llamó la atención. Esta historia es como el glaseado del pastel nuclear de Obama. Su titular era: “Es improbable que Obama vote en contra del primer uso de las armas nucleares”. Admitámoslo; si lo hiciera, ese voto podría ser revertido por cualquier futuro presidente. Aun así, todo indica que existiría el temor de que la promesa de no iniciar una guerra nuclear “debilitaría a los aliados y envalentonaría a Rusia y China... en un tiempo en que Rusia está realizando prácticas de bombardeo en Europa y China está ampliando su influencia y poderío en el mar Meridional de China”, el presidente se está volviendo atrás en la intención dar semejante voto. Traduciendo: el único país que ha utilizado alguna vez ese tipo de armas pasará a la historia por estar preparado y con la necesaria voluntad para volver a hacerlo sin que medie ninguna provocación nuclear y hacer creer –hoy al menos eso creen en Washington– que eso daría lugar a un mundo más seguro.

¡Deben estar tomándonos el pelo!

El antiguo bombardeo de siempre

Recordad que en octubre de 2001, cuando la administración Bush lanzó su invasión de Afganistán, Estados Unidos no estaba bombardeando ningún país mayoritariamente islámico. De hecho, ningún otro país en el mundo. Afganistán fue “liberado” rápidamente; el Talibán, aplastado; y al-Qaeda, obligado a huir. Así eran las cosas, o así lo parecían entonces.

El pasado 8 de septiembre, casi 15 años más tarde, el Washington Post informó de que en un solo fin de semana y un “trajín” de actividad, la fuerza aérea de Estados Unidos había arrojado bombas o disparado misiles contra seis país mayoritariamente musulmanes: Irak, Siria, Afganistán, Libia, Yemen y Somalia (podrían haber sido siete si ese día la CIA no hubiese estado descansando de sus ataques con drones en las zonas fronterizas del Pakistán tribal, tan castigadas durante estos años). En la misma onda, el presidente que juró que pondría fin a la guerra en Irak y, que cuando deje su cargo, hará lo mismo en Afganistán, está ahora supervisando una campaña estadounidense de bombardeos en Irak y Siria en la que está lanzando cerca de 25.000 artificios explosivos por año. Recientemente, solo para facilitar la prolongación de la guerra más larga de nuestra historia, el presidente que anunció que en 2014 este país había finalizado su “misión de combate”, ha desplegado una vez más soldados de Estados Unidos en son de lucha y hecho lo mismo con la fuerza aérea estadounidense. Para ello, los B-52 (la infamia de Vietnam), después de una década en reserva, tuvieron que volver a despegar, lo mismo que en Irak y Siria. En el Pentágono, los militares con mando están hablando ahora que la guerra “generacional” de Afganistán puede continuar hasta bien entrados los años veinte del presente siglo.

Mientras tanto, el presidente Obama ha contribuido personalmente a la creación de una nueva forma de guerra que no será un exclusividad estadounidense durante mucho tiempo. Esta novedad implica la utilización de drones equipados con misiles, un arma de tecnología punta que promete un mundo de conflictos sin bajas (para las fuerzas armadas de EEUU y la CIA), y que resultará en una maquinaria de asesinato global permanente para deshacerse de todo jefe terrorista, “teniente” o “militante”. Muy lejos de las zonas oficiales de guerra de Estados Unidos, los drones estadounidenses cruzan diariamente distintas fronteras, sin respeto alguno por la soberanía en todo el Gran Oriente Medio y partes de África, para asesinar a cualquiera que por decisión del presidente y sus colegas deba morir, sea ciudadano estadounidense o no (además, por supuesto, de quienes tengan la mala suerte de andar por ahí). Con sus “listas de asesinatos” elaboradas en la Casa Blanca y sus encuentros del “martes del terror”, el programa de drones –que promete operaciones “quirúrgicas” de caza y muerte– ha borrado la línea que separaba la guerra de la paz, según se iba normalizando en estos años. El presidente ya no solo es el comandante en jefe sino el asesino en jefe, un papel que es muy improbable que rechace ningún futuro presidente. El asesinato, obviamente una acción fuera de la ley, se ha convertido en el centro y el alma del estilo de vida en Washington y una forma de guerra que solo servirá para ampliar aún más la inseguridad mundial.

¡Deben estar tomándonos el pelo!

La muy aceitada maquinaria de la guerra privatizada

Ya que hablamos de ellos, tal como informó el New York Times el 5 de septiembre, el programa de drones de Estados Unidos tiene un problema: la falta de pilotos-operadores. En estos años, el programa se ha desarrollado tan rápidamente que la presión vivida por los pilotos y el resto del personal no ha hecho más que crecer. Entre las consecuencias está el estrés postraumático ocasionado por el hecho de matar a civiles que están a miles de kilómetros desde la pantalla de un ordenador. Como resultado de ello, la fuerza aérea ha estado perdiendo pilotos velozmente. Afortunadamente, ha aparecido una solución en el horizonte. Este servicio ha comenzado a solucionar su falta de pilotos según lo marcado por el resto de las fuerzas armadas en los últimos años: el recurso a los contratistas privados. Sin embargo, a estos pilotos y demás personas, las empresas contratistas del pagan mejores salarios, es decir, resultan más caros. A su vez, los contratistas han estado dando empleo al único personal disponible, aquellos que han sido adiestrados por... sí, el lector ha adivinado, por la fuerza aérea. Esto puede resultar en una escasez todavía mayor de pilotos-operadores de drones de la fuerza aérea deseosos de cobrar más por un trabajo deprimente y... bueno, es fácil darse cuenta de cómo funciona la muy aceitada maquinaria de la guerra privatizada y de quién acabará pagando el sobreprecio.

¡Deben estar tomándonos el pelo!

Vender armas como si el futuro no existiera

En un informe reciente del Centro de Política Internacional, el experto en armas William Hartung brinda unos asombrosos guarismos acerca de la venta de armas de Estados Unidos a Arabia Saudí. “Desde que asumió en enero de 2009”, escribió, “en 42 acuerdos distintos, la administración Obama ha prometido armas a Arabia Saudí por un valor de 115.000 millones de dólares, o sea, más de lo que cualquier otra administración estadounidense en toda la historia de las relaciones entre Estados Unidos y Arabia Saudí. La mayor parte de este equipo aún debe ser entregado y podría atar a Estados Unidos con las fuerzas armadas saudíes durante los años venideros”. Pensemos un minuto en esto: 115.000 millones de dólares por algo que va desde armas personales hasta tanques, aviones de combate, bombas de racimo y misiles aire-tierra (un armamento que en este momento es utilizado para asesinar a civiles en el vecino Yemen).

Por supuesto, de no ser Estados Unidos qué otro país podría mantener su cuasi monopolio del comercio mundial de armas y asegurar que sus dos conjuntos de productos –las películas de Hollywood y el armamento– dominen el mundo de los negocios de cosas que hacen boom de la noche a la mañana? Se trata de un récord del que hay que enorgullecerse, sobre todo porque –obviamente– poner en manos de los saudíes las armas más avanzadas imaginables ayudará a traer la paz a una región tan revuelta del planeta (y si armamos a los saudíes, lo mejor es no quedarnos atrás con los israelíes; de ahí los pasmosos 38.000 millones de dólares de ayuda militar que la administración Obama acaba de firmar para los próximos 10 años, la mayor ofrecida nunca por Washington a cualquier país asegurando así que las armas estarán volando –literal y metáforicamente– en los años próximos).

Ciertamente, benditos sean los hacedores de la paz; por supuesto, ya sabéis que cuando digo “peacemaker” estoy hablando del revolver Colt* que “ganó el Oeste” para Estados Unidos.

Digámoslo de otra manera...

¡Deben estar tomándonos el pelo!

La carrera de los generales

Quiero decir, ¿quién está en la mayor lista de generales y almirantes retirados? ¿Se sorprendería usted si supiera que en ellas hay por lo menos 196 comandantes retirados flotando por ahí con su paracaídas dorado y que muchos de ellos indudablemente continúan incrustados en el complejo militar-industrial, en consejos de administración corporativos y cosas por el estilo, entusiasmados por haberse enganchado en la campaña presidencial, tanto la de Trump como la de Clinton? Trump fue el primero haciendo publica una “carta abierta” firmada por 88 generales y almirantes que estaban poniéndose de pie valientemente para revertir el “vaciamiento de nuestras fuerzas armadas” y para “reforzar nuestras fronteras, derrotar a nuestros supremacistas enemigos islámicos, y restaurar la ley y el orden en el ámbito nacional” (en parte, la traducción sería: volcad aún más dinero en las fuerzas armadas, tal como Donald prometió que hará). Los militares incluían nombres tan conocidos como el general Joe Arbuckle, el contralmirante James H. Flatley III y el brigadier general Mark D. Scraba... o, ¡sí!, y el de un tipo que el lector quizá recuerde: el teniente general William “Jerry” Boykin, el cruzado evangelista que fue noticia en 2003 cuando dijo de un ex oponente somalí: “Yo sabía que mi Dios era más grande que el suyo. ¡Yo sabía que mi Dios era un auténtico Dios y el suyo solo un ídolo!”.

De alguna manera, esos 88 militares trumpistas se levantan desde “los escombros” debajo de los cuales, según nos hizo saber Donald hace poco tiempo, la administración Obama supuestamente ha dejado al alto comando de Estados u nidos. No obstante, sin duda su gente no es “la vergüenza” a la que él se refiere cuando habla del generalato estadounidense de estos años.

Mientras tanto, los clintonistas contraatacaron con una lista de 95 altos mandos, “entre ellos un buen número de generales de cuatro estrellas”, muchos de ellos salidos directamente de esa pila de escombros, y en cuestión de una semana sumaron 15 más hasta alcanzar los 110. Al mismo tiempo, integrantes de la comunidad de la inteligencia y el resto del estado de la seguridad nacional, ex asesores presidenciales y otros funcionarios, apasionados neocons y estrategas de todo pelaje de las desastrosas guerras de EEUU de los últimos 15 años, se apresuraron a formar fila detrás de Hillary o Donald.

Si acaso otra cosa, todo esto era un recordatorio del tamaño inflado y la siempre creciente centralidad del estado de la seguridad nacional y el complejo militar-industrial nacidos a la sombra del 11-S que le acompaña. La cuestión es: ¿inspira esto confianza en nuestros candidatos o hace que digamos...

¡Deben estar tomándonos el pelo! ?

Conflictos de intereses y facilidad de acceso a la Oficina Oval

Dejemos a un lado la posibilidad de un soborno preventivo por 25.000 dólares al procurador general del estado de Florida por parte de la Fundación Donald J. Trump para evitar la investigación de un chanchullo en la Universidad Trump. Si resulta ser que esa “donación” a una PAC (comisión de acción política) había sido un soborno, nadie debería sorprenderse, dado que Donald ha sido durante mucho tiempo un esquema de Ponzi** andante. En lugar de eso, gracias a un estupendo trabajo de investigación escrito por Kurt Eihenwald para Newsweek, es posible pensar qué podría significar para él entrar en la Oficina Oval y estar allí cuando la cuestión sean los conflictos de intereses y la “seguridad nacional” de Estados Unidos. La opinión de Eihenwald es que Trump sería el presidente con “más conflictos de intereses en la historia de EEUU”, dado que la Organización Trump tiene “estrechos vínculos con financistas globales, con políticos extranjeros e incluso con delincuentes”, tanto en países aliados como enemigos. Prácticamente cualquier decisión de política internacional que pueda tomar podría perjudicar o favorecer sus propios negocios. Fundamentalmente, no habría modo de despojar, a él y a su familia, de la maquinaria internacional de la marca Trump (imagine el lector la decepción de Trump United). Conocida su inquebrantable devoción por el propio enriquecimiento, no es necesario preguntarse si Donald actuaría “en el interés de Estados Unidos o en el de su bolsillo”.

Eso en cuanto al conflicto de intereses, ¿qué hay del acceso? Por supuesto, aquí entran los Clinton, quienes, entre 2001 y el momento en que Hillary anunció su postulación para la presidencia se las arreglaron para embolsar 153 millones de dólares (sí, no es una errata) dando 729 discursos combinados a una tarifa media de 210.795 dólares por actuación. Aquí está comprendido el discurso de 20 minutos de Hillary en la cumbre de la red eBay's Women's Initiative –que, según se informó, le reportó 315.000 dólares–, en marzo de 2015, justo un mes antes de que ella anunciara su candidatura. Obviamente, no son las bellas palabras de Hillary (o de Bill) lo que importa a los ejecutivos corporativos y les predispone a soltar un dineral, sino la esperanza de llegar tanto a un ex presidente como a una posible futura presidenta. Después de todo, en el mundo de los negocios, nadie afloja un buen dinero si no es para algo.

Solo necesito decir...

¡Deben estar tomándonos el pelo!

Por supuesto, podría continuar... Podría hablar de un Congreso aparentemente incapaz de aprobar una ley que asigne fondos para que el gobierno pueda tomar medidas que eviten la imparable propagación del virus del Zica en partes de Estados Unidos (¡Deben estar tomándonos el pelo!). Podría referirme al modo en que los medios cayeron de bruces en una camioneta deportiva –(NBC Nightly News), que yo miro, mostró el vídeo de Hillary Clintos trastabillando y casi cayendo dentro de la furgoneta, tal vez unas 15 veces en cuatro noches– y lo que esto nos dice sobre la “cobertura” de los noticias hoy en día (¡Deben estar tomándonos el pelo!). Podría empezar confesando que soy un adicto de las constantes encuestas de opinión que inundan nuestra vida y que estoy pensando en unirme a Encuestalhólicos Anónimos cuando llegue el 9 de noviembre y en ese momento empezar a pensar qué significa tener tantas encuestas, y encuestas de encuestas inundándonos día tras día y enseñándonos sobre las escisiones favorables o desfavorables, y ofreciéndonos interminablemente variadas instantáneas de cómo podríamos votar o no votar o qué podríamos hacer o no hacer con tanta anticipación al día que efectivamente lleguemos al sitio de votación (¡Deben estar tomándonos el pelo!). O podría mencionar la forma en que, después de aplicada “investigación”, Donald Trump reconoció, bien que a regañadientes, que Barack Obama nació en Estados Unidos y después se despachó contra Hillary Clintos acusándola de haber propiciado la controversia sobre el nacimiento del presidente (¡Deben estar tomándonos el pelo!).

En otras palabras, yo podría continuar dando la bienvenida al lector a un paisaje estadounidense cada vez más extravagante, un paisaje de guerra y paz (sin un Tolstoy a la vista),

Aun así, bueno está lo bueno pero no lo demasiado, ¿no le parece? Por lo tanto, permítame que acabe aquí y, solo por divertirnos un poco, cantemos por última vez: ¡Deben estar tomándonos el pelo!

* Hacedor de la paz es la traducción literal del inglés peacemaker, que es el nombre que recibió el revólver Colt calibre .45, de 1873. Véase https://en.wikipedia.org/wiki/Colt_Single_Action_Army. (N. del T.)

** Las famosas “cadenas” para enriquecerse (a quien las organiza). (N. del T.)

Tom Engelhardt es cofundador del American Empire Project, autor de The United States of Fear y de una historia de la Guerra Fría, The End of Victory Culture. Forma parte del cuerpo docente del Nation Institute y es administrador de TomDispatch.com. Su libro más reciente es Shadow Government: Surveillance, Secret Wars, and a Global Security State in a Single-Superpower World.

Fuente: http://www.tomdispatch.com/post/176189/tomgram%3A_engelhardt%2C_war%2C_peace%2C_and_absurdity/#more

Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y Rebelión como fuente de la misma.

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