domingo, 4 de septiembre de 2016

“Podemos ha rechazado afrontar la cuestión de la UE de forma sólida”

Protesters in Spain's 15-M movement in 2011. Juanjo Zanabria Masaveu / Flickr



George Souvlis

Jacobin: A modo de introducción, ¿qué experiencias te han marcado política y académicamente?

Formo parte de una generación que se formó políticamente en los años noventa, en un contexto marcado por la derrota histórica en la que acabó “corto siglo XX”. Eran los tiempos de esplandor del pensamiento neoliberal, del “no hay alternativa” y del “pensamiento único” para utilizar la expresión que popularizó Ignacio Ramonet.

En la mitad de la década aparecieron las primeras resistencias al neoliberalismo, como el alzamiento zapatista del 1 de enero de 1994 o las huelgas de noviembre-diciembre de 1995 en Francia. Pero no fue hasta finales del milenio que entramos en una nueva etapa gracias a la eclosión del movimiento antiglobalización tras la cumbre de la OMC en Seattle en noviembre de 1999. Yo me impliqué a fondo en dicho movimiento que durante su breve y fugaz existencia consiguió modificar el clima político internacional y mostrar que, sin duda, la historia no había terminado.

La década de los dos mil fueron para mi tambén un periodo de implicación en la construcción de lo que hoy es Anticapitalistas. Considerábamos que, desde centralidad a la participación en las luchas sociales, era necesario igualmente construir una alternativa de nuevo tipo en el terreno político, que imaginábamos como fruto de la confluencia entre corrientes y colectivos diversos.

Era una apuesta que en aquél entonces era rechazada con distintos argumentos por el grueso de los activistas sociales que permanecían en el “movimentismo”. Nuestra hipótesis entonces no era la de construir un instrumento que pudiera aspirar a ser mayoritario, esto llegó con la crisis, sino articular una voz que, aunque minoritaria, pudiera tener una audiencia e influencia significativa.

Intelectualmente hablando, mi formación en los años noventa y dos mil estuvo centrada en el estudio desde una perspectiva sociohistórica del proceso de globalización y de los movimientos críticos con la misma. También tuve interés en los debates estratégicos surgidos dentro del movimiento “antiglobalización”, el desarrollo de los procesos “bolivarianos”, o las controversias entre los partidos de la izquierda europea.

La influencia intelectual más decisiva para mi fue la de Daniel Bensaïd, quien ofrecía una combinación entre un enfoque arraigado en la tradición revolucionaria del movimiento obrero con una amplia panoplia de exploraciones teóricas diversas.

Tras el estallido de la crisis en 2008 y todo lo que ha venido después me ha interesado en particular volver a la obra de dos autores que siempre me gustaron, Walter Benjamin y Antonio Gramsci, y que son útiles para pensar el mundo de hoy.

Jacobin: Explícame los orígene del 15M y su efecto en la política del Estado español. ¿Cómo influenció el movimiento en el ascenso de Podemos?

El 15M marcó un punto de inflexión en la trayectoria política y social del Estado español y el comienzo de una nueva fase. Representó un punto de no retorno, un antes y un después. El 15M pronto se dispersó y dejó de existir en tanto que movimiento articulado y con capacidad de iniciativa, pero se transmutó en una infinitud de iniciativas y proyectos,a modo de una “galaxia 15M” que tenían en él una referencia real o simbólica. Su “espíritu” impregnó la vida política, social y cultural. No fue un mero fenómeno coyuntural o pasajero, sino la primera sacudida de un nuevo ciclo del que actuó a modo de acontecimiento fundador.

La rebelión de los indignados colocó en el eje de su crítica a los poderes económicos y financieros, y a la clase política por su complicidad con ellos, adoptando la democracia como bandera, con el significativo adjetivo de “real”. Expresó la reacción ante el sometimiento del grueso de la sociedad a los intereses de la minoría financiera y en particular de la destrucción de las clases medias.

Su figura emblemática fue la juventud, en especial la postuniversitaria con expectativas vitales y laborales bloqueadas y descendientes, pero transcreció hasta convertirse en un movimiento plural en términos generacionales y de extracción social, llegando también a los barrios trabajadores.

El 15M nació fuera de los canales militantes tradicionales, en medio de la impotencia de la izquierda en todas sus variantes para hacer frente a la dictadura financiera. En su impuganción del sistema político y del mundo financiero, refutaba también a una izquierda, o bien cómplice del desaguisado neoliberal o bien incapaz de combatirlo eficazmente, aunque lo hacía sobe la base de los valores históricos asociados a la izquierda (y con cuya práctica histórica sin embargo ha estado en tensión, cuando no en contradicción permanente).

El movimiento transformó el paisaje político y reformuló el debate público. La pasividad, apatía y resignación que dominaban hasta entonces, dejaron paso a un periode de mayor repolitización, parcial y contradictoria, de la sociedad. Ayudó a modificar el “sentido común” dominante, en la acepción gramsciana del término.

El 15M planteó una serie de cuestiones estratégicas no resueltas para las que no tenía respuesta y que iban mas allá de lo que el propio movimiento podía ofrecer. El salto hacia la política partidaria-electoral que expresó el nacimiento de Podemos en enero de 2014 reflejó un desplazamiento estratégico epocal, un verdadero cambio de paradigma estratégico que se fue desarrollando paulatinamente entre 2012 y 2014 en particular bajo el impacto del ascenso de Syriza en Grecia en Mayo y Junio de 2012 y del agravamiento de la crisis financiera y política el mismo verano de 2012 con la quiebra de Bankia y el rescate financiero al sistema bancario.

Las hipótesis estratégicas hegemónicas durante los años noventa y dos mil, ya fuera las de cambiar el mundo sin tomar el poder, las del contrapoder permanente, las del activismo social despreocupado de la cuestión partidaria-electoral, o las del lobby institucional de las ONGs..., quedaron de golpe envejecidas.

Se mostraron absolutamente insuficientes para dar una respuesta a la magnitud de la crisis política. Poco a poco, la idea de que era necesario intervenir en la arena político-electoral, hasta entonces rechazada con razones distintas por el grueso del activismo social, se fue abriendo paso, aún de forma imprecisa.

Conviene precisar que Podemos no es el partido del 15M y nunca lo ha pretendido ser. No es una emanación del movimiento, ni una consecuencia mecánica e inevitable del mismo. Es fruto de decisiones políticas y estratégicas de quienes lo impulsaron, es decir de Izquierda Anticapitalista (hoy Anticapitalistas), y un núcleo de activistas e intelectuales alrededor de Pablo Iglesias fuertemente influencias por las experiencias “bolivarianas” latinoamericanas. Ambos sectores tuvieron el mérito de no enfocar la crisis de forma rutinaria, como si fuera business as usual y entendieron su verdadero significado historico en tanto que ruptura de la continuidad temporal y la “normalidad” previa.

Sin embargo, sin el 15M Podemos no hubiera existido. O bien nadie hubiera tenido la idea de lanzarlo o bien en caso de hacerlo su impacto hubierta sido minoritario. Es el 15M y las luchas sociales que vinieron después, en 2012 y 2013, lo que creó las condiciones para el desarrollo de una iniciativa como Podemos que, sin embargo, no hubiera tenido lugar sin el acierto estratégico de sus impulsores.

Jacobin: El movimiento independentista en Catalunya ha supuesto un desafío para Podemos. ¿Qué es lo que está en juego en el debate sobre la "cuestión nacional", tanto dentro como fuera de Podemos?

El carácter plurinacional del Estado español y el ascenso del proceso independentista catalán ha sido uno de los principales desafíos para el proyecto populista de Podemos. Ello le ha obligado a hacer equilibrios en permanencia entre un discurso nacional-populista español y la aceptación de la plurinacionalidad, una acepptación que, sin embargo, no se ha concretado demasiado ni en términos discursivos ni simbólicos.

Sobre la cuestión concreta de Catalunya, una plaza difícil, Podemos hizo varios zig-zags. Antes de las elecciones europeas de Mayo de 2014 defendía la celebración de un referéndum sobre la independencia de Catalunya, una demanda poco popular en el resto del Estado y que sirve de flanco de ataque contra Podemos.

Tras su éxito electoral en Mayo de 2014 pasó a diluir su apuesta por el referéndum en Catalunya entrando en una fase errática con múltiples cambios de posición y ambigüedades, que culminaron con un fiasco electoral en las elecciones al Parlamento de Catalunya el 27 de Setiembre de 2015, con una candidatura pilotada directamente desde la dirección central en Madrid.

A partir de ahí se produjo un nuevo giro, y Podemos participó en la creación de una coalición amplia y plural en Catalunya, En Comú Podem, liderada por Ada Colau (antigua portavoz de la Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH) y ahora alcadesa de Barcelona bajo la candidatua Barcelona en Comú). Ello conllevó de nuevo la asunción por parte de Podemos de la propuesta democrática de celebración de un referendum en Catalunya, defendida por En Comú Podem.

Más allá de la cuestión plurinacional, el proyecto de construcción de un discurso “patriótico” como palanca de movilización popular por parte de Podemos ha topado con una segunda dificultad: el hecho que los símbolos nacionales españoles (la bandera, la propia noción de patria, etc) han sido hegemonizados, al menos desde el final de la Guerra Civil, por las fuerzas derechistas. Los intentos de resignificar el término “patria” en un sentido democrático, igualitario y plurinacional, que ha realizado Podemos han aparecido como bastante artificiales y más como producto de una decisión estratégica apriorística que como fruto de una base objetiva real para hacerlo.

Jacobin: ¿Cuál es la posición de Podemos respecto a la deuda? El Estado español registró una deuda pública del 99.2% del PIB en 2015 y su deuda alcanzó un máximo histórico del 99.3% en 2014...

Podemos ha desarrollado una concepción de la política en la que el programa electoral se considera muy secundario. De hecho, en cada una de las elecciones en las que se ha presentado (Europeas en Mayo de 2014, regionales en Mayo de 2015, y generales en Diciembre de 2015 y Junio de 2016) el programa ha ido cambiando en permanencia en un sentido general de mayor “moderación” de las propuestas y de abandono de cualquier medida que pudiera paracer “radical”.

Podemos ha rehuido adoptar compromisos programáticos públicos firmes y no ha hecho ninguna labor para concretar programáticamente lo que podría ser un proyecto de cambio y un gobierno anti-austeridad, ni para popularizar demandas a escala de masas que sirvieran de palanca para la movilización y el combate político.

El suyo ha sido un programa bastante invisible y “líquido”, utilizando la conocida expresión de Bauman. Y al mismo tiempo la declaraciones de sus dirigentes han estado plagadas de contradicciones y rectificaciones en permanencia.

Este es el contexto que hay que tener en cuenta para comprender la posición de Podemos respecto a la deuda. En la campaña de las elecciones europeas defendió la auditoria ciudadana pero después esto se fue diluyendo en favor de ideas más genéricas de reestructuración o renegociación de la deuda.

Más allá de su evolución programática concreta, Podemos no ha dado demasiada centralidad a la deuda, ni ha querido emparentarse con las propuestas de auditoría ciudadana. Antes de las últimas elecciones, la Comisión Europea anunció que el Estado español tendría que recortar 8.000 millones de euros en gasto público entre 2016 y 2017. Iglesias puso más énfasis en señalar que la reducción del déficit podría hacerse sin tocar los servicios básicos recaudando más dinero con una mejor recaptación de impuestos, que no en oponerse a la lógica de los recortes como tal.
Jacobin: Podemos emergió de un movimiento de protesta asociado con una ideología horizontalista ausente en los partidos de la izquierda tradicional. ¿La institucionalización del partido sofocó esta tradición al limitar el espacio para la oposición interna?

En el grupo fundacional de Podemos coexistieron dos proyectos. El representado por Anticapitalistas propugnaba la construcción de un “partido-movimiento” en sintonía con el legado y la cultura del 15M, en el que la participación, la democracia interna y el espíritu de ruptura eran los pilares fundamentales.

Pero Anticapitalistas fue rápidamente apartada del equipo promotor, en el que prevaleció un proyecto de inspiración “populista” impulsado por el núcleo alrededor de Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, en el que la democracia interna y la participación de las bases no jugaba ningún rol, y en el que el éxito electoral a corto plazo se convitió en el único objetivo.

Este modelo de partido fue certificado en el congreso fundacional de Vistalegre en octubre de 2014, donde se puso en pie lo que Errejón bautizaría como una “maquinaria de guerra electoral”, cerrando cualquier pretensión de experimentazión organizativa en un sentido innovador o democratizador.

Podemos se configuró como un partido centrado en la competición electoral y la comunicación política, y que descuidaba por completo la organización y estructuración de sus bases militantes por debajo, así como el trabajo de implantación social y la intervención en movimientos sociales y sindicatos.

El correlato organizativo de la maquina de guerra electoral-comunicativa fue la adopción de una estructura altamente jerárquica y centralizada que generó direcciones locales y regionales, promovidas en base a la lealtad a la dirección central, muy dependientes de ella en términos políticos, simbólicos y materiales.

Los órganos internos fueron elegidos con métodos mayoritarios y plebiscitarios que sirvieron para excluir a las minorías, convirtiendo a las instancias del partido en expresión de la fracción mayoritaria en cada lugar y no en un marco de síntesis plural. En este esquema organizativo los círculos no jugaban ningún rol, ni tenían función alguna, sin jamás convertirse en espacios de discusión política o de intervención hacia el exterior, más allá de las campañas electorales.

El resultado ha sido una organización con un potente equipo central político-comunicativo, pero asentado sobre una estructura muy frágil e inoperativa en la que se han encadenado crisis recurrentes en las direcciones regionales y locales y en las que el partido apenas se ha insertado socialmente más allá del ámbito electoral y comunicativo. Cualquier partido montado en tan poco tiempo y con un crecimiento tan fuerte habría tenido este tipo de problemas, pero el modelo político-organizativo adoptado contribuyó a acrecentarlos.

En el último periodo, tras el cambio del responsible de organización en marzo de este año, ha habido mejoras concretas que buscan corregir algunos de los aspectos más perversos del modelo y un mejor clima de trabajo. Pero lo que se necesita es un replanteamiento general del mismo.
Jacobin: ¿Cómo explicas el pobre resultado de Podemos en las pasadas elecciones cuando el partido perdió un millón de votos respecto al 20 de diciembre?

Desde una perspectiva histórica amplia, el resultado de Unidos Podemos el 26 de Junio es un éxito y refleja una transformación profunda del sistema tradicional de partidos del Estado español. Nunca una fuerza de las características de Unidos Podemos había tenido tantos apoyos electorales. Ahora bien, en términos inmediatos los resultados están por debajo de lo que era posible y de las expectativas generadas. Suponen una ocasión perdida para asestar un golpe definitivo al bipartidismo.

Hay muchos factores que pueden explicar a posteriori porque el resultado no alcanzó lo esperado y no creo que haya una sóla causa en majúscula unívoca.

En el intervalo que va de las elecciones del 20 de Diciembre de 2015 a las del 26 de Junio de 2016 Podemos emitió demasiados mensahes contradictorios, algo que arrastra desde su fundación. Los electores han visto a Podemos decir y hacer una cosa y su contraria. Le han contemplado rechazar con fuerza la unidad de la izquierda y después pactar con IU, anunciar que nunca gobernarían con el PSOE estando en minoría y luego hacer una propuesta de gobierno, rechazar la etiqueta de “izquierda” y finalmente abrazar de forma poco creíble la de “socialdemócrata”.

La acumulación de mensajes contradictorios no sólo desconcierta, por razones distintas, a sectores de tu base social y electoral, sino que trasmite la idea de que Podemos es una fuerza veleidosa, que adapta su discurso a su conveniencia. Y ello es un torpedo a su credibilidad. A la propia acumulación de mensajes poco coherentes entre sí hay que sumarle el efecto de una campaña electoral muy tíbia, pensada más en no asustar a posibles votantes no convencidos que en movilizar y estimular a la propia base social real.

Podemos ha sido una fuerza habitualmente atrevida y osada, y ha roto esquemas comunicativos en muchos terrenos, pero esta vez diseño una campaña más conservadora en la que no quizo arriesgar.

Unidos Podemos obtuvo el 26J un millón de votos menos de los que el 20D consiguieron por separado Podemos e Izquierda Unida. Lo más significativo es que los primeros estudios indican que los votos perdidos se fueron mayoritariamente a la abstención y no a otras fuerzas. Es decir, que Unidos Podemos falló en movilizar y motivar a una parte sustancial de su base electoral.

Errejón ha manifestado en varias ocasiones que Podemos debe moverse más allá de la “máquina de guerra electoral” para desarrollar un “movimiento popular”. Sin embargo, él entiende un “movimiento popular” básicamente en términos culturales, como una estrategia para conseguir la hegemonía cultural a largo plazo, y como un complement a la actividad electoral. De nuevo, la lucha social y no digamos la auto-organización está ausente y no integrada como una variable estratégica.

Por su parte, Iglesias ha señalado que tras el 26J Podemos debería pasar de ser un “ejército partisano” a un “ejército regular”. No está muy claro que consecuencias políticas pueden derivarse de estas afirmaciones y es probable que ésta alterne bandazos y golpes de timón repentinos. Pero en términos generales parecen apuntar hacia una voluntad de “normalización” y de homologación de Podemos en el panorama político y en acrecentar su credibilidad gobernista e institucional con vistas a romper el miedo o desconfianza que pueda suscitar entre parte de su electorado potencial.

Me parece que en realidad habría que ir en otra dirección: la de diferenciar permanentemente a Podemos como un partido distinto, que hace las cosas de otra manera, que dice lo que las otras fuerzas silencian y que tiene un discurso y una práctica coherentes.

No se trata de quedarse atrapados en un debate entre ser una fuerza de gobierno o una de lucha, o de tener credibilidad como fuerza de gobierno o como fuerza opositora, sino de discutir qué tipo de credibilidad y como se consigue. Las fuerzas políticas tradicionales no andan precisamente sobradas de credibilidad, y no es actuando como ellas que se va a avanzar en este terreno.

Jacobin: ¿Qué efecto ha tenido en Podemos la experiencia de Syriza en Grecia?

La actitud del gobierno de Tsipras ha sido la antítesis de la necesaria. Capituló rápidamente y sin apenas resistencia. Las dificultades y los poderes a las que hacía frente eran enormes. Pero Tsipras renunció a atraverse, a intentarlo. Nunca tuvo un Plan B más allá de buscar una imposible cuadratura del círculo y sin Plan B en realidad no hay Plan A.

Se ha acabado convirtiendo en una caricatura de sí mismo. En menos de un año enterró las esperanzas de cambio, se plegó a los dictados del mundo financiero y, quizá sin saberlo, apuñaló por la espalda a la idea misma de que el cambio es posible, haciendo de verdugo de un mundo mejor que se resiste en llegar.

Como en tantas ocasiones de la historia, los enterradores del futuro vienen de las propias filas del campo popular. Cuando esto sucede las consecuencias son devastadoras. La desorientación y la confusión se expanden sin freno y se tarda tiempo en remontar. Esto es precisamente lo que buscaba la Troika.

Podemos cometió un grave error político aliniándose con Tsipras y ello lo ha dejado sin argumentos cuando sus adversarios políticos decían: “¿Lo véis?, no se puede gobernar de otra manera. Incluso cuando vuestros amigos gobiernan acaban haciendo lo mismo que nosotros”.

La situación griega no era fácil para Podemos. Admitir que Syriza capituló no es muy agradable, pero es peor aparentar que no sucede nada y que todo va viento en popa. Dentro de una experiencia negativa como la griega Podemos hubiera podido intentar transmitir dos mensajes estratégicamente relevantes: primero, el cambio es posible pero es complejo y no basta sólo con votar a un gobierno anti-austeridad, sino que hay que estar dispuesto también a la movilización; segundo, Podemos tiene un compromiso inquebrantable con los intereses de la mayoría y, fiel a ellos, no duda en desmarcarse de sus aliados internacionales si estos fallan.

No sé que efecto electoral a corto plazo hubiera tenido otra aproximación al caso griego, posiblemente ninguno. Pero sin duda hubiera permitido armarse mejor estratégicamente para el combate el medio y el largo plazo.

La realidad es que no ha habido ningún debate serio sobre lo acontecido en Grecia por parte de ninguna de las corrientes de la izquierda del Estado español, como Podemos, Izquierda Unida o las candidaturas ciudadanas locales que ganaron en Madrid, Barcelona, Zaragoza, A Coruña y otras ciudades en las eleccions municipales del 24 de Mayo de 2015.

¿Por qué se ha desaprovechado la oportunidad de discutir a fondo el caso griego? Se me ocurren tres motivos:

Primero, la falta de un internacionalismo práctico y concreto en la actividad cotidiana de las organizaciones políticas de la izquierda española, cuyas direcciones tienen pocos vínculos reales con lo que sucede en el resto de Europa.

Segundo, relacionado con el anterior, es la sobreacumulación de tareas domésticas que impiden pensar sobre los temas no inmediatos y no coyunturales. La intensidad de la crisis política española y el encadenamiento de convocatorias electorales hace que lo urgente siempre pasa por delante de lo necesario.

Tercero, el autoengaño de no querer ver la realidad helénica tal y como es, porque ella en el fondo arroja sombras muy fuertes sobre lo que se está haciendo en el Estado español. Este autoengaño toma tres subformas: negar la gravedad del giro pro-Memorandum de Tsipras; considerar que la política del gobierno griego es un desvío temporal y que cuando la relación de fuerzas lo permita emprenderá una senda antiausteridad (lo que supone no entender la irreversibilidad de cierto tipo de decisiones); pensar que en el Estado español las cosas serán diferentes, porque es un país más fuerte que Grecia que podrá negociar en mejores condiciones con la UE.

Sólo cuando Tsipras pierda el gobierno puede que haya un verdadero debate en Podemos, Izquierda Unida y las candidaturas municipales. Si la lección que llega de Grecia es que ganar unas elecciones y capitular políticamente implica perder el gobierno a medio plazo, entonces saltarán todas las alarmas. Pero puede que sea demasiado tarde.
Jacobin: ¿Por qué tanta gente continua votando a un partido tan corrupto y desprestigiado como el PP, que volvió a ganar las elecciones?

Las causas de fondo hay que buscarlar en tendencias sociales estructurales, tanto en el ámbito cultural-ideológico como en el de la estructura social, provocadas por décadas de capitalismo neoliberal consumista y especulativo-immobiliario. Tampoco hay que olvidar el peso del clientelismo político en muchas regiones.

Más allá de ello, el PP supo explotar certeramente el miedo a una posible victoria de Unidos Podemos, utilizada como un fantasma para movilizar a su electorado y para concentrar el voto de la derecha entorno al PP a través de llamadas al “voto útil” en detrimento de Ciudadanos, que encarna la “nueva derecha” neoliberal promovida artificialmente por los medios de comunicación a modo de un recambio y/o de una muleta de los partidos tradicionales.

A ello se le añadió el efecto, justo en el decisivo tramo final de la campaña, del Brexit que, presentado en tono apocalíptico por la prensa, reforzó sin duda un voto de orden y temor.

A pesar de todo ello, cuando se analiza la robustez electoral del PP no hay que olvidar una cuestión decisiva: el factor generacional. La mayoría de sus votantes se concentran entre las capas de mayor edad.

En términos estrictamente electorales inmediatos ello no es un problema en un país con una pirámide de edad envejecida y con tasas de participación electoral mayores entre las personas de edad avanzada que entre los jóvenes. Pero en términos de su proyecto a largo plazo, la pérdida de contacto con las generaciones jóvenes es un factor bastante decisivo para cualquier partido.

Jacobin: ¿Cuál es tu opinión de los recientes acontecimientos en el Reino Unido y el Brexit? ¿Puede el nacionalismo de izquierdas ser una solución progresista hoy?

El referéndum muestra varios elementos paradójicos y contradictorios. El resultado es un golpe a los intereses de la City y el capital financiero y de las clases dominantes europeas que asisten a un nuevo episodio de crisis de su proyecto de integración europea.

A la vez, la campaña del “Leave” estuvo totalmente dominada por las fuerzas reaccionarias y xenófobas que, a corto plazo, salen reforzadas y podrán marcar la agenda política interna. Al mismo tiempo, sin embargo, el referéndum ha provocado un relanzamiento del debate sobre la independencia de Escocia, lo que puede contribuir a medio plazo a debilitar al Estado británico y a las clases dirigentes.

La izquierda británica estuvo todo el tiempo con el pie cambiado, condenada o bien a hacer una campaña por el “Leave”/Lexit que no tenía espacio ante las derecha xenófoba, o bien a hacer una campaña por el Remain en la que tenía que desmarcarse del europeísmo oficial y del propio proyecto de la Unión Europea.

La izquierda europea, y en particular la euromediterránea, debe tomarse muy en serio la articulación de una crítica sistemática a todo el proyecto de la Unión Europea, pero sobre unas bases internacionalistas y solidarias, en abierta confrontación con la derecha xenófoba, y sin nostalgia de un repliegue nacional-estatal keynesiano (como hacen algunas corrientes de la izquierda comunista ortodoxa más tradicional y algunas corrientes neosocialdemócratas).

La lección de Grecia es clara: muestra que la ruptura con el andamiaje de la UE es necesaria para cualquier gobierno que quiera implentar una política contraria a la austeridad. Los discursos ingenuos del tipo reformar la UE, negociar más flexibilidad con las autoridades europeas, etc, son estratégicamente un callejón sin salida. Ni creencia superficial en una improbable reforma de la UE, ni nostalgia del mundo anterior a la globalización, la izquierda necesita plantear una alternativa de ruptura basada en la defensa de la soberanía desde abajo y el internacionalismo solidario.

En el caso del Estado español, el grueso de las fuerzas de la izquierda tienen planteamientos muy insuficientes respecto a la cuestión de la UE y parecen desarboladas estratégicamente. Podemos ha rechazado afrontar la cuestión de la UE de forma sólida, echando balones fuera y agarrándose a la cuadratura del círculo.

De todas las debilidades programáticas de Podemos esta me parece fundamental y una de las más urgentes a corregir, pues si alguna vez hay un gobierno encabezado por Podemos en el Estado español la apuesta en favor de un imaginario compromiso con la Troika y los poderes reales dentro de la UE puede llevar a situaciones sin salida, no muy distintas de la griega.

22/08/2016

https://www.jacobinmag.com/2016/08/podemos-european-union-syriza-catalan-independence/

George Souvlis, doctorando en historia en el European University Institute de Florencia, entrevista a Josep Maria Antentas, profesor de sociología de la Universitat Autónoma de Barcelona (UAB), para la revista norteamericana Jacobin.

Antiglobalización | Podemos

Fuente: Viento Sur

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