miércoles, 5 de octubre de 2016

El frente exterior amenaza al nuevo Gobierno

De Guindos y el comisario europeo de Economía, Pierre Moscovici. EFE


Vienen malos tiempos y cabe sospechar que Rajoy hará todo lo posible para que sean los españoles menos pudientes y más desprotegidos los que sufran buena parte de las consecuencias del golpe con la realidad exterior


Carlos Elordi



Los dirigentes políticos españoles, los de todos los partidos, llevan mucho tiempo haciendo como que ignoran, o ignorando de hecho, las circunstancias y las dinámicas internacionales que afectan directamente a nuestro país. El nuevo gobierno, que a todas luces será del PP, se chocará de frente con ellas desde el día mismo de su nombramiento y su capacidad para maniobrar en ese terreno será muy reducida, en el supuesto de que tenga alguna.

Vienen malos tiempos y cabe sospechar que Rajoy hará todo lo posible para que sean los españoles menos pudientes y más desprotegidos los que sufran buena parte de las consecuencias del golpe con la realidad exterior. Aunque la amenaza más acuciante –la crisis catalana– la tenemos muy dentro, repasemos las principales amenazas que vienen de fuera.

Bruselas no va a seguir haciendo la vista gorda

El gobierno del PP lleva tres años seguidos incumpliendo los compromisos de reducción del déficit público acordados con la UE. Las rebajas de impuestos decididas con fines exclusivamente electoralistas es un motivo destacado de ese incumplimiento. Tras un intenso debate interno y con la fuerte oposición del sector más crítico con el comportamiento español, que sigue viva, Bruselas aceptó en junio no exigir el pago de la multa de 2.000 millones de euros que sancionaba el incumplimiento.

Pero mantuvo otro castigo: el de recortar el volumen de fondos estructurales que España recibe para hacer frente a sus atrasos económicos. Su cuantía total es de casi 14.500 millones. El ministro De Guindos ha dicho hace poco que el recorte sería sólo de 1.325 millones. Como si fuera poco. Pero hay quien cree que puede no bajar del doble. Y parece que esta vez no va a haber compasión ni presiones alemanas para que se trate bien a Rajoy.

Siendo ese un problema potencial muy serio, particularmente para regiones como Andalucía, Extremadura o Asturias, entre otras, que son las principales perceptoras de los fondos, su impacto puede ser bastante menor que los formidables recortes de gasto que el gobierno tendrá que hacer, enseguida o más tarde, pero no mucho, para reducir el déficit público, que Bruselas considera intolerable. Porque a final de este año estará en torno al 5% del PIB, cuando el acuerdo con Bruselas decía que tenía que estar en el 3,7 en 2016 y en el 2,5 en 2017. En definitiva, que el agujero es de 15.000 millones de euros.

El inefable De Guindos también ha terciado en la cuestión asegurando que el aumento de la retención del impuesto de sociedades decidido hace unos meses por el gobierno en funciones y que supone 6.000 millones de euros servirá para calmar a Bruselas. Pero es muy probable que no sea así. Porque al final del ejercicio contable esa cantidad se detraerá del total recaudado y el déficit seguirá siendo el mismo. Eso sin contar que el truquito se ha podido llevar por delante a algunas empresas.

No parece que Europa esté por hacer excepciones con España. Porque Portugal se encuentra en una situación aún peor –la hipótesis de un nuevo rescate sobrevuela Bruselas–, porque Grecia está a punto de dar un nuevo disgusto, porque Italia sigue mal. Y porque los dirigentes europeos tienen por delante el reto de cómo hacer frente al Bréxit, que puede terminar muy mal. En consecuencia, el nuevo gobierno tendrá que recortar gastos y el presupuesto de 2017, que empezará a debatirse en breve y que Rajoy quiere que sea apoyado por el PSOE, habrá de incluir al menos una parte sustanciosa de esos recortes. Cabría otra opción: la de aumentar impuestos. Pero en las dos campañas electorales el PP ha jurado que eso no va a ocurrir.

El petróleo será más caro

¿Cuánto? Ningún experto se atreve a hacer predicciones firmes, pero la sensación generalizada es que dentro unos meses el precio del barril podría situarse establemente en el entorno de los 55-60 dólares, es decir, unos veinte más que la media de los casi tres últimos años. En los últimos meses ya ha recorrido una parte de ese camino. El reciente y sorprendente acuerdo entre Arabia Saudí e Irán para congelar la producción de crudo propicia esa dinámica, aunque productores tan importantes como Rusia aún no estén por esa vía.

Un encarecimiento del petróleo no sólo afectaría negativamente a la balanza comercial de un país tan importador como España, sino que aumentará los costes de producción de las empresas y afectará negativamente al consumo. El milagro del crecimiento del PIB español en los dos últimos años podría diluirse en poco tiempo.

Y el dinero puede dejar de ser barato

"Europa tiene de nuevo miedo por sus bancos y por su estabilidad financiera" titulaba esta semana Le Monde. Porque puede que uno de los gigantes financieros del continente, el Deutsche Bank, esté a punto de ser intervenido y porque varios grandes bancos italianos siguen al borde del abismo a pesar de la ayuda que han recibido del gobierno de Matteo Renzi. "Ese escenario sería catastrófico y devastador para la economía europea que sigue convaleciente y para sus finanzas públicas que siguen bajo presión", añadía Le Monde.

La principal queja de los bancos europeos, de los que están con el agua al cuello y también de los demás, es que la política de dinero barato que desde hace tres años impulsa el BCE les ha cortado una de sus principales fuentes de rentabilidad. Que necesitan márgenes para evitar el desastre. Y no son pocos los analistas que creen que cuando la presión bancaria cuente con el apoyo de algún gobierno poderoso, Mario Draghi no tendrá más remedio que ceder y propiciar medidas para encarecer el dinero, aunque eso pueda acabar con la tímida recuperación económica en curso.

El hecho, casi seguro, de que la Reserva Federal de Estados Unidos aumentará los tipos de interés norteamericanos en diciembre, pero en este caso porque su economía ya está tirando, podría coadyuvar a lo anterior. O sea que el futuro gobierno español puede encontrarse en breve con que otro de los pilares del crecimiento de los dos últimos años ha dejado de existir. Encareciendo el coste de la formidable deuda pública española –que ya está en el 101 % el PIB– y todas las transacciones financieras.

Carlos Elordi

Fuente: eldiario.es

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