jueves, 21 de septiembre de 2017

Diferencias entre los referéndums en Kurdistán y Catalunya


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Petición de referendum en Kurdistan
               


El referéndum por la independencia de Kurdistán tendrá lugar (o no) el 25 de septiembre, unos días antes del referéndum de Catalunya. Que se conviertan en nuevos estados dependerá, no de la voluntad de sus pueblos, sino del voto unánime del Consejo de Seguridad de la ONU, cuyos integrantes, por el momento y en ambos casos, se han postulado en contra.
Desde el inicio del siglo XX hasta hoy se han celebrado cerca de un centenar de referéndums de independencia. En su mayoría, en las décadas cincuenta y sesenta en las colonias de Europa y luego en el bloque socialista tras la desintegración de la URSS. La última región que se independizó fue Sudán Sur en 2011, y como resultado de la guerra de petróleo de EEUU contra China, que no por la demanda de sus ciudadanos. Así, Washington tras destruir el vecino libio, rompía el país más grande de África, aprovechando el ruido de las Primaveras Árabes.
Salvo el deseo común de la independencia entre importantes sectores de sus pueblos, a Catalunya y Kurdistán les diferencian lo siguiente:
.La exigencia masiva de independencia de Catalunya es reciente: se ha planteado tras el rechazo del gobierno conservador del Partido Popular a ampliar sus competencias. Mientras, los kurdos de toda la región sueñan con un estado propio desde hace un siglo.
.El nacionalismo kurdo está basado en la etnia. Los kurdos comparten los genes con los persas y azeríes, formando parte de la rama iraní de los pueblos arios. La lengua kurda pertenece, al igual que el persa, al grupo de las lenguas indoeuropeas. La otra realidad es que los kurdos iraquíes comparten con los árabes del país su organización social basada en el tribalismo y las prácticas de la religión islámica combinadas con las milenarias tradiciones preislámicas propias.
.Los kurdos de Irak gozan de las ventajas de un sistema federal desde el 2005, aunque viven en un estado semi independiente desde que EEUU y sus aliados partieron Irak en zona árabe y región kurda, con el fin de debilitar el poderoso estado iraquí. Desde entonces, este país, convertido en la colonia de EEUU, vive un conflicto etno-religioso, que deja a diario un centenar de muertos. Ante la convocatoria del referéndum, el gobierno de Bagdad, con boca pequeña, ha amenazado enviar el ejército (que está bajo el control del Pentágono) a la región kurda.
.Mientras el gobierno kurdo promete la independencia a sus ciudadanos (y sin determinar la fecha) tras el referéndum, a los diplomáticos les comunica que sólo pretenden reforzar su posición en negociar con Bagdad acerca de las cuestiones económicas y territoriales en disputa.
.La decisión de convocar el referéndum en la Región Autónoma Kurda (RAK) se ha tomado, no a través de su parlamento como en Catalunya, sino por la élite de los principales partidos kurdos. Pues el presidente ilegal de la autonomía, Masud Barezani, que debería haber sido relevado en 2015 por haber agotado su mandato, ha suspendido el Parlamento. En Kurdistán no se han debatido ni se ha concretado asuntos como los mecanismo de las transición, el tipo del sistema político que quieren instalar después de la supuesta independencia (que sería, sin duda, un capitalismo neoliberal como el actual régimen), su estructura política, el papel de las leyes islámicas (que hoy se aplican), los derechos de las minorías étnico-religiosas como los árabes, turcomanos, izadíes, y chiitas, cristianos y otros, la relación con Bagdad, con los países de la región y con las potencias mundiales. Para los convocantes, estos asuntos (¿de poca importancia?) se aclararán después de la “liberación”.
.Bagdad carece de herramientas para impedir el referéndum, ya que la RAK disfruta de una serie de derechos que los catalanes carecen: Por ejemplo no puede retirar competencias a la RAK; los kurdos cuentan con sus fuerzas semi-militares llamados Pishmarga «quienes desafían la muerte» que actúan como un ejército, y que e incluso están presentes en las ciudades no kurdas como Kirkuk, la urbe empapada del Oro Negro, por cuyo control ya empiezan a sonar los tambores de guerra. De hecho, las fronteras de Kurdistán no estén delimitadas como lo son las de Catalunya. A demás de Kirkuk, las tierras de Sinjar al oeste de Mosul hasta Khanaqin en la frontera con Irán están siendo reclamadas por los kurdos. La extraña pregunta del referéndum “¿Quiere que la Región del Kurdistán y las zonas kurdas fuera de la competencia de la Región se conviertan en un Estado independiente?” que muestra, no sólo el maximalismo de la élite kurda, sino sus intenciones belicistas, es la que preocupa a las potencias mundiales y regionales que se han opuesto a la convocatoria. Con ésta táctica, algunos dirigentes kurdos dejan caer que suspenderían el referéndum a cambio de incluir Kirkuk en el domino actual de Kurdistán.
Por consiguiente, la demanda de independencia de RAK se debe a dos principales factores: la inestabilidad del gobierno central, y la tentación de apoderarse del petróleo de las regiones “no kurdas” que han liberado y ocupado -con el apoyo de las tropas de EEUU- durante su lucha contra el Estado Islámico.
No son pocos los obstáculos económicos, diplomáticos y militares que los catalanes y los kurdos independentistas encontrarán en su camino para crear un miniestado, y si lo consiguen, lo único seguro es que seguirán formando parte del sistema capitalista global y todo lo que significa.
Fuente: Público.es

sábado, 16 de septiembre de 2017

GUERRA DEL PP








¿Acaso está buscando el PP una guerra?





 Juan Carlos Monedero



Dice el profesor de Lancaster Bob Jessop (El Estado, Catarata, Madrid, 2017) que la democracia liberal “disfraza la naturaleza del poder de clase de manera más efectiva que cuando el aparato estatal está controlado más abiertamente por las clases dominantes (o las fracciones de clase), o por gestores del Estado que tienen estrechos vínculos con el capital depredador o están dirigiendo abiertamente regímenes cleptocráticos para su enriquecimiento personal”. Esto ultimo retrata en la práctica lo que está pasando en España. Ante la quiebra de su credibilidad, la respuesta del poder en esos momentos es agitar los fantasmas de un conflicto en apariencia irresoluble. Porque de tanto robar, la riqueza se acaba y ya no cabe dar más pedales afanando. Además de que el Estado –en este caso los jueces- no pueden hacer caso omiso a todas las tropelías –que se quemen todas las pruebas, que prescriban todos los delitos, que se mueran todos los imputados- sin que se ponga en juego su propia supervivencia por falta de legitimidad. El sistema tiene muchos recursos. El golpe del 23-F nunca se dio para que ganara. Se hizo para sembrar miedo. Por eso triunfó. El PSOE entró en el gobierno disciplinado unos meses después, igual que los sindicatos y las fuerzas de izquierda se hicieron más obedientes, se consolidó la entrada en la OTAN y cesaron las exhumaciones de la guerra civil. Regresó el miedo. Doscientos mil fusilados pesan. ¿No le interesa acaso al PP agitar de nuevo el miedo? Aunque regrese, como las cosas repetidas, en forma de farsa.

En los próximos meses vamos a ver otra vez a cuadros de máxima relevancia del Partido Popular desfilar por los juzgados (o por los cementerios). Si el PdeCat anda desesperado por los juicios del 3%, el PP anda desesperado porque su corrupción abarca treinta años, a toda la cúpula del partido y a una buena parte del gobierno. Y no parece prudente que se mueran todos. El penúltimo imputado, Gallardón, puede terminar cantando el Cara al Sol a la sombra. Por eso extreman el conflicto. Los desesperados sólo pueden sobrevivir en situaciones colectivas de desesperación. Al Jefe del Estado, por su parte, ni está ni se le espera. Su padre Emérito; él, inédito. No se está ganando su sueldo. Mientras, los heraldos del miedo siguen haciendo sonar sus trompetas.

Al PP le apoyan grupos que votan por rutina. Creen que votar PP es votar continuidad, aunque hayan vaciado la hucha de las pensiones; les votan sectores franquistas nostálgicos de la Plaza de Oriente –y sus cachorros-; pensionistas a los que les han metido el miedo en los tuétanos de la memoria; ultracatólicos antiabortistas, antidivorcistas y enemigos de los homosexuales, de las feministas, de los inmigrantes; también grupos no pequeños de gente a la que le han enseñado a odiar a la izquierda –a veces incluso con argumentos- por encima de cualquier otra consideración; incluyamos gente conservadora –porque les ha ido bien este tiempo, porque son egoístas como principio vital, porque son cobardes y necesitan justificarse-; añadamos sectores económicos que se han beneficiado del capitalismo del compadreo y están, por lo general, implicados de una forma u otra en la corrupción -o en las amnistías fiscales-; y presentadores, tertulianos,periodistas y columnistas que comen, más que de defender al PP, de echar basura sobre las alternativas -especialmente Podemos- y saben que han estrechado su espacio de credibilidad tanto que, perdida la condición de periodistas, sólo tienen futuro como mercenarios de Génova. No es fácil encontrar – aunque los hay- voceros del PP que no estén abrevando en sus comederos, sea a través de publicidad, filtraciones de la brigada política, subvenciones, tertulias, columnas o puestos de algún tipo. En conjunto, los votantes del PP no llegan al 30% pero controlan medios de comunicación, el Ibex 35, una parte de la judicatura, las relaciones con la UE más reaccionaria de la historia, e incluso, en algún momento, llegaron a convencer a alguno de los grandes sindicatos. Son una minoría exigua, menguante (el PP está ahora mismo en seis millones y medio de votos frente a los once millones que tuvo), que se siente amenazada y que, como un animal herido, lanza zarpazos moribundos que pueden aún hacer mucho daño. Gentes que votan plebiscitariamente al PP, y con su voto sancionan el fin del estado de derecho, la pérdida de derechos laborales, la crisis de las pensiones e, incluso, la corrupción, a la que prefieren antes que a un gobierno alternativo. No vinculan su situación con la existencia de derechos, sino con una suerte de privilegio personal, y esa transacción, donde abandonan a la sociedad desde su bienestar, les permite tolerar la corrupción. Aunque a su alrededor el mundo se devaste.

El PP no entiende el lenguaje de la calle. Entiende el lenguaje del dinero. Y es hora de que el capital entienda que esto va mal. Si las élites económicas españolas siguen apoyando al Partido Popular se va a romper el acuerdo social que se recuperó después de la muerte del dictador Franco. No solamente se ha roto el ascenso social, condenando por vez primera en cuatro decenios a los hijos a vivir mucho peor que sus padres; no es que se estén saqueando las arcas públicas con los Gürtel, los Púnica, los Lezo y lo que venga, que empobrece al conjunto de los españoles y quita dinero para la sanidad, la educación y las pensiones; tampoco que la corrupción ligada a los contratos públicos esté debilitando al conjunto del empresariado español al permitirle no ser competitivo –para qué competir aumentando la productividad si puedes recurrir a un mayor beneficio con el asalto al Estado-; y tampoco, con ser grave, el debilitamiento institucional que implica querer controlar la judicatura, tener a Ministros reprobados, romper pruebas judiciales a martillazos o quemar archivos con pruebas procesales de la corrupción. Se trata de que la desesperación torpe del Partido Popular está rompiendo la convivencia territorial en España, logrando que los que están en contra de la independencia terminen del lado de los independentistas solamente porque el Gobierno les está victimizando negándoles votar, expresarse, defender cambios constitucionales. Un país preñado de desigualdades no es un país cohesionado.

Es evidente que lo que le está haciendo y lo que le haga el PP a los independentistas luego se lo hará al conjunto de los españoles. Defendiendo que no hagan desde el gobierno determinadas cosas nos estamos defendiendo a nosotros mismos. ¿Tiene que significar eso que los independentistas han ganado? No. La independencia no es ninguna solución luminosa para el conjunto del Estado, incluida Catalunya. Los fines de época marcan una desmesura que nos impide entender con claridad. ¿Van a contribuir a la soberanía catalana los que durante decenios han entregado el bienestar de Catalunya a la globalización neoliberal, a los recortes, a las privatizaciones y a la represión? Terminarán negociando con el poder. Por eso necesitamos otra solución que no permita atajos cuando, una vez más, la promesa independentista fracase.

La independencia ha crecido desde que está gobernando Rajoy. De manera que para frenar la independencia lo más eficaz es salir de quien la está alimentando. El PP, heredero de la derecha franquista, siempre le dio a la victoria del 18 de julio la condición legitimadora del gobierno. “Para eso ganamos una guerra”. Y por eso siempre han tenido tantas dificultades para aceptar quedarse, por culpa de unas elecciones, fuera del gobierno. Ganaron mandar en España en 1939 gracias a las armas y parece que aún no han salido de esas. Aceptaron tarde la democracia, aceptaron tarde la Constitución, aceptaron tarde el municipalismo, aceptaron tarde la igualdad, el aborto, el divorcio, el matrimonio homosexual, aceptaron tarde Europa, aceptaron tarde la justicia internacional, aceptaron tarde la confesionalidad del Estado y van a aceptar tarde la plurinacionalidad. Pero no les importa una higa. Viven en la doble vara de medir. Ellos son España y España es lo que ellos dicen que es, el espacio que coincide con sus intereses. Aunque tengan el dinero en Suiza o Panamá. Pueden odiar a los marroquíes y al mismo tiempo entender que Franco trajera a  la Guardia Mora a matar españoles con licencia. Pueden aceptar regalos de Gadafi y después mirar hacia otro lado mientras lo asesinaban. Hablan de derechos humanos en Caracas y hacen cartera en Riad o en Pekín.

El independentismo no ayuda. Y su agenda ni siquiera es el independentismo. Quieren negociar. Y por eso no se debe entrar en ese juego. Hay que cerrar la herida territorial de una vez por todas. El PdeCat está luchando a la desesperada por una amnistía y su horizonte es lograr beneficios para la élite económica catalana (con migajas para la ciudadanía). A ERC, salvo muy honradas excepciones, sólo le interesa sustituir a la antigua CiU, cargar el pasado sobre sus hombros como si ella no tuviera nada que ver, y ser la que negocie nuevas condiciones con el Estado. Están esperando, con inteligencia, que el PP haga lo que está haciendo. A mayor represión, más legitimidad. Las CUP viven en una égloga pastoril que desprecia cuanto ignora. Una mezcla poco digerible.

Nunca antes de Rajoy el independentismo tuvo tanta fuerza. Pero basta encarcelar a Alcaldes, cargos públicos, voluntarios, prohibir actos, meter en el calabozo a impresoras (como metían en la cárcel a los burros coceadores en los cuarteles de Franco), declarar a las papeletas armas de destrucción masiva y usar la violencia estatal contra la voluntad de expresarse de los catalanes para que todo llegue al borde del precipicio. Y eso que los asuntos identitarios están en Catalunya y en España muy detrás en las preocupaciones de los españoles. Pero si el PP sigue rompiendo cosas de la convivencia, la marcha atrás se complica. ¿A quién le interesa una psicosis de guerra? Porque guerra no va a haber y tampoco independencia. Las metáforas bélicas, de trincheras, trenes son el anuncio repetido que cada cual quiere ver para solazarse en sus sentimientos. Sólo puede haber diálogo. Diálogo al que, como siempre, el PP llegará tarde.

Los catalanes terminarán, sin duda, votando. Ningún juez a quien nadie ha elegido va a sustituir ese derecho. Y si Felipe VI no lo entiende, le pasará como a su bisabuelo. Este conflicto, que en verdad es un reto, se solventa votado. Convendría que los catalanes votaran también con todos los españoles. En un proceso constituyente que tendrá que reconocer la condición plurinacional de España y el encaje que los catalanes decidan. Podemos debiera recordar que nació reclamando un proceso constituyente, aunque los gritos de la turba mediática le hicieron olvidarlo. Dentro de ese proceso constituyente, los catalanes podrán votar su inserción en el Estado español como un sujeto soberano que decidirá -o no- formar parte del sujeto soberano del Estado. Con todas nuestras peculiariedades. Pero para que vayamos reconociéndonos, debemos ir pensando en votar. Que ya va siendo hora. ¿O no era lo que se pedía a la izquierda abertzale? Para que de una vez por todas podamos dedicarnos a luchar contra nuestros verdaderos caminantes blancos –cambio climático, empleo, envejecimiento, guerras y migraciones- en vez de estar distraídos en cosas que, vistas con distancia, dan bochorno y demuestran que tenemos, igual que la peor prensa de Europa, los peores gobernantes del viejo continente.

sábado, 22 de julio de 2017

¿Beneficiaría la paz en Siria a Israel y Turquía?


por Thierry Meyssan

El fin de la guerra contra Siria se acerca sin que los anglosajones hayan podido completar ninguno de los objetivos que se habían trazado. La Hermandad Musulmana no sólo fracasó con las primaveras árabes sino que hoy aparece como perdedora en todos los países de la región, con excepción de Qatar y Turquía. Como país, Siria ha sufrido una destrucción tremenda pero la sociedad siria y su modelo multiconfesional han resistido. Y todo indica que por fin se va a restablecer la «ruta de la seda». En cuanto a Israel y Turquía, esos dos países parecen estar a punto de lograr sacar las castañas del fuego y beneficiarse, a su manera, con la agresión contra Siria.

Todos preveían que la crisis surgida entre Arabia Saudita y Qatar facilitaría el resurgimiento del eje Riad-Damasco-El Cairo, que dominó la vida política del mundo árabe hasta el inicio de las «primaveras árabes». Pero no ha sido así.

Es posible que el príncipe Mohammed ben Salman conserve aún la esperanza de lograr la victoria en Yemen y que por eso crea inútil intentar un acercamiento a Siria. También es posible que los sauditas, que en el pasado encabezaron la rebelión árabe contra los otomanos, consideren que hoy resulta demasiado peligroso ponerse del lado de Siria, en contra de Turquía. Lo cierto es que la semana pasada, en las negociaciones de Crans-Montana, la ONU, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Unión Europea de hecho respaldaron la ocupación militar turca en el norte de Chipre, a pesar de ser esta totalmente ilegal. Aunque en Occidente se ha puesto de moda criticar la dictadura de Erdogan, es evidente que la OTAN apoya sin reservas el despliegue militar turco en Chipre, en Siria y en Qatar.

Según la sabiduría popular, «a la Naturaleza le horroriza el vacío» y parece ser cierto porque fue Qatar el que acabó por ponerse en contacto con Damasco. Para el presidente sirio Bachar al Assad, el acercamiento de Qatar es menos importante que si hubiese sido Arabia Saudita… pero aún así es un logro porque siempre será un Estado menos en contra de Siria, cuando en realidad en este momento ya sólo se mantienen en guerra contra Siria –además de algunas transnacionales estadounidenses– el Reino Unido, Turquía e Israel.

El encuentro del 7 de julio de 2017, en la cumbre del G20 realizada en Hamburgo, entre los presidentes Vladimir Putin y Donald Trump parece haber cambiado muchas cosas. La reunión entre Trump y Putin, que debía durar sólo media hora, finalmente duró 4 veces ese tiempo, obligando a los demás jefes de Estado y de gobierno a esperar a que Putin y Trump terminaran su conversación. Todavía no se conocen las decisiones que tomaron los dos presidentes y sus respectivos ministros de Relaciones Exteriores… pero sí se sabe lo que negociaron.

Israel, Egipto y los Emiratos Árabes Unidos han propuesto poner fin a la guerra contra Siria, lo cual corrobora la victoria de Tel Aviv sobre la resistencia palestina. Esta última se ve actualmente dividida entre al Fatah, que gobierna Ramalah, y el Hamas, al mando en Gaza.

Pero al Fatah, hoy encabezado por Mahmud Abbas, ha ido hundiéndose en la corrupción y está colaborando abiertamente con Israel, mientras que el Hamas, creado por la Hermandad Musulmana, con la bendición inicial de los servicios secretos israelíes para debilitar a al-Fatah, se ha desacreditado, primeramente por sus actos de terrorismo contra los civiles, así como por su increíble comportamiento en la guerra contra Siria. De hecho, sólo Turquía e Irán mantienen su apoyo al Hamas, ahora rechazado por todos los demas Estados.

Sin ningún pudor, el Hamas, que ya en 2012 se alió a los servicios secretos israelíes y a al-Qaeda para masacrar a los dirigentes del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) en el campamento palestino de Yarmuk, en Damasco, ha implorado nuevamente el perdón de Tel Aviv.

Es ese el origen del increíble plan que consiste en reunir a las dos principales facciones palestinas, quitar el mando al viejo Mahmud Abbas –de 82 años–, reconocer un Estado palestino títere y ponerlo bajo la dirección… del general Mohammed Dahlan.

Mohammed Dahlan, es el líder de al-Fatah que se convirtió secretamente en agente de Israel, luchó contra el Hamas de forma salvaje y luego envenenó a Yasser Arafat. Al ser descubierto, Dahlan fue excluido de al-Fatah, huyó a Montenegro y la justicia palestina lo condenó en ausencia. Durante los últimos años, Dahlan residió en los Emiratos Árabes Unidos, donde administraba una fortuna de 120 millones de dólares malversados de los fondos de la Autoridad Palestina. En Gaza, ahora lo recibirían sus enemigos históricos miembros del Hamas, como Yahya Sinwar, el nuevo «primer ministro» de esa organización, un amigo de la infancia del propio Dhalan. Olvidando el pasado, el Hamas pondría a Dhalan, para empezar, a la cabeza de la lucha contra el Ejército del Islam, la rama palestina del Emirato Islámico (Daesh).

Si realmente llega a ponerse en práctica, ese plan marcaría la liquidación definitiva de la resistencia palestina, al cabo de 70 años de lucha.

Es en ese contexto que tenemos que ver el anuncio del acuerdo entre Putin y Trump sobre 3 regiones del sur de Siria. Se autorizaría en ellas el despliegue de tropas estadounidenses, supuestamente para mantener la paz, pero sería en realidad para crear una zona desmilitarizada entre el Golán sirio y el resto del país. Las tropas iraníes no estarían autorizadas a acercarse a Israel. De esa manera, el Golán, territorio sirio que Israel ocupa ilegalmente desde hace 40 años, sería considerado de hecho, y aunque nadie pronuncie esa palabra, como territorio anexado por la potencia ocupante. En octubre de 2018, se eligirían allí los consejos locales de las poblaciones, según la legislación de Israel. Rusia no se opondría… a cambio de que Estados Unidos olvide su actual obsesión con la cuestión de Crimea.

En el resto de Siria podría concluirse la paz, exceptuando la franja que los kurdos han arrebatado al Emirato Islámico y la que ocupan los turcos. Washington y Moscú permitirían que los turcos ajustaran cuentas a los kurdos, lo cual implica que estos últimos serían masacrados. Sucedería entonces exactamente lo mismo que cuando Henry Kissinger apoyó a los kurdos iraquíes contra Saddam Hussein… para acabar abandonándolos de la noche a la mañana, echando por tierra el sueño de creación de un Kurdistán. En definitiva, el ejército turco mantendría la ocupación de la región siria de Al-Bab, como ya ocupa el norte de Chipre y la región de Baachiqa en Irak.

Palestinos y kurdos pagarían así el error de haber luchado por obtener territorios que están fuera de sus tierras históricas –en Jordania y en Líbano, en vez de Palestina, y en Irak y Siria, en vez del Kurdistán.

Israel y Turquía serían así los dos únicos países en sacar alguna ganancia de los 6 años de guerra contra el pueblo sirio.

Thierry Meyssan

Red Voltaire

Artículo bajo licencia Creative Commons

La Red Voltaire autoriza la reproducción de sus artículos a condición de que se cite la fuente y de que no sean modificados ni utilizados con fines comerciales (licencia CC BY-NC-ND).

Fuente : Red Voltaire

viernes, 21 de julio de 2017

El primer corrupto suicidado





Fernando López Agudín

A una semana de la declaración de Mariano Rajoy ante la Audiencia Nacional, la aparición del cadáver de Miguel Blesa con un tiro en el pecho es la peor noticia que podía recibir el presidente del Gobierno.  Probablemente no es más que el suicidio de un delincuente que se creyó tan inmune como impune, pero no son pocos los que sugieren que el que fuera presidente de Bankia fue ayudado a pasar a mejor vida. No parece verosímil, pero el ambiente siciliano que envuelve al Partido Popular hace que no se pueda descartar esta hipótesis, tal como no lo descartan los investigadores. Es lo que le faltaba a la Moncloa. De la interminable cuerda de presos nombrados desde la sede del Gobierno- una buena parte ya enchironados , imputados o procesados– es el primero que ha sido sacado del escenario judicial con los pies por delante.

Blesa fue el símbolo del capitalismo de amiguetes del primer gobierno del PP, en 1996.  Junto con Juán Villalonga, otro íntimo de José María Aznar, impulsó ese tipo de emprendedor castizo que combinaba a Friedrich Hayek con los siete niños de Ecija. Mucha teoría neoliberal con una práctica delincuencial, aprovechando la apresurada sustitución de la peseta por el euro,– desaconsejada en su día por el presidente italiano Romano Prodi al presidente Aznar– que les permitió vender el marketing publicitario, sintetizado por aquella consigna castiza de “España va bien.”  Mal acompañado por Granados, González y Aguirre, convirtieron Madrid en una ciudad hermana del Chicago de los años treinta. La capital de España junto con Valencia fueron los laboratorios donde el PP ensayó la línea delincuencial que aplica desde 2011 en la Moncloa.

Caja Madrid fue, avant la lettre, la primera coalición del Partido Popular con el viejo PSOE , la vieja Izquierda Unida  e incluso con la vieja Comisiones Obreras, liderada entonces por José María Fidalgo, asiduo hoy de la FAES de José María Aznar. Sin estas siglas, el suicidado no hubiera podido protagonizar las tropelías que cometió. Miguel Blesa actuó en todo momento como la conexión bancaria que engrasaba la complicidad de estas organizaciones con el peculiar modo de gestión de este parvenu banquero, llegado al oficio de la mano de Aznar. Ni siquiera el golpe de talón bancario,  aquel famoso tamayazo que llevó fraudulentamente a Esperanza Aguirre a la presidencia del Gobierno de Madrid, pudo quebrar estas relaciones contra natura de las tres viejas direcciones de los dos partidos de izquierda y de un sindicato de clase con el PP.

Gracias a la ceguera de Fernández Ordóñez, nombrado gobernador del Banco de España por el presidente Rodríguez Zapatero, Blesa pudo hacer de su capa un sayo sin  que, tampoco,  Julio Segura, nombrado simultáneamente presidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores por ZP,  percibiera el cúmulo de irregularidades que envolvían la gestión bancaria de Blesa. Su asombro posterior, cuando estalló el escándalo de Bankia, recuerda al capitán Renaud, en la película Casablanca, manifestando su sorpresa ante el Casino ilegal del Café Rick mientras recogía los beneficios del juego. Blesa no era más que el continuador de aquella política del enriqueceos, de Carlos Solchaga, aplicada asimismo por sus discípulos, el vicepresidente Pedro Solbes y la vicepresidenta Elena Salgado

Ni Aznar, pese a que lo intentó denodadamente, pudo conseguir el apoyo abierto de la vieja Izquierda Unida, como Miguel Blesa en Bankia. Su bastante estrecha relación con Moral Santín, todo un antiguo dirigente del Partido Comunista de los Pueblos de España, liderado por el prosoviético Ignacio Gallego, le pudo permitir alcanzar algo parecido a un cierto compromiso histórico bancario con aquella Izquierda Unida. Pacto implícito, doblado por el acuerdo  con María Jesús Paredes, dirigente de la Federación de Banca de Comisiones Obreras, cuando el amigo de Aznar, José María Fidalgo, dirigía CCOO. Este doble aval , proporcionado por una izquierda radical, le facilitaba una paz social en el seno de la entidad bancaria y alguna respetabilidad política, como figura emblemática de una supuesta derecha civilizada.

El suicidio de Blesa se lleva a la tumba todos los secretos que rodearon esas muchas complicidades, sin las que  Miguel Blesa no hubiera podido ser Blesa. Esos acuerdos, que serán enterrados junto con su cadáver, son los que que hoy confluyen en un común denominador contrario a la consecución de una alternativa progresista en torno al PSOE y Podemos. Con retórica de derecha e izquierda, desde ángulos opuestos de un mismo triángulo de intereses, se argumenta por qué es mejor que siga gobernando Rajoy con apoyo de Rivera. Todo vale con tal de impedir que Sánchez e Iglesias puedan levantar las mullidas alfombras de la Moncloa. El cadáver de Miguel Blesa viene a recordarnos hoy que si el PP es una organización criminal, según la Guardia Civil, lo es porque desde entonces unas llamadas izquierdas, moderada y radical, miraron al tendido. Son ese viejo PSOE y esa vieja Izquierda Unida quienes compiten con el PP por romper la relación entre el PSOE y Podemos.
A una semana de la declaración de Mariano Rajoy ante la Audiencia Nacional, la aparición del cadáver de Miguel Blesa con un tiro en el pecho es la peor noticia que podía recibir el presidente del Gobierno.  Probablemente no es más que el suicidio de un delincuente que se creyó tan inmune como impune, pero no son pocos los que sugieren que el que fuera presidente de Bankia fue ayudado a pasar a mejor vida. No parece verosímil, pero el ambiente siciliano que envuelve al Partido Popular hace que no se pueda descartar esta hipótesis, tal como no lo descartan los investigadores. Es lo que le faltaba a la Moncloa. De la interminable cuerda de presos nombrados desde la sede del Gobierno- una buena parte ya enchironados , imputados o procesados– es el primero que ha sido sacado del escenario judicial con los pies por delante.

Blesa fue el símbolo del capitalismo de amiguetes del primer gobierno del PP, en 1996.  Junto con Juán Villalonga, otro íntimo de José María Aznar, impulsó ese tipo de emprendedor castizo que combinaba a Friedrich Hayek con los siete niños de Ecija. Mucha teoría neoliberal con una práctica delincuencial, aprovechando la apresurada sustitución de la peseta por el euro,– desaconsejada en su día por el presidente italiano Romano Prodi al presidente Aznar– que les permitió vender el marketing publicitario, sintetizado por aquella consigna castiza de “España va bien.”  Mal acompañado por Granados, González y Aguirre, convirtieron Madrid en una ciudad hermana del Chicago de los años treinta. La capital de España junto con Valencia fueron los laboratorios donde el PP ensayó la línea delincuencial que aplica desde 2011 en la Moncloa.

Caja Madrid fue, avant la lettre, la primera coalición del Partido Popular con el viejo PSOE , la vieja Izquierda Unida  e incluso con la vieja Comisiones Obreras, liderada entonces por José María Fidalgo, asiduo hoy de la FAES de José María Aznar. Sin estas siglas, el suicidado no hubiera podido protagonizar las tropelías que cometió. Miguel Blesa actuó en todo momento como la conexión bancaria que engrasaba la complicidad de estas organizaciones con el peculiar modo de gestión de este parvenu banquero, llegado al oficio de la mano de Aznar. Ni siquiera el golpe de talón bancario,  aquel famoso tamayazo que llevó fraudulentamente a Esperanza Aguirre a la presidencia del Gobierno de Madrid, pudo quebrar estas relaciones contra natura de las tres viejas direcciones de los dos partidos de izquierda y de un sindicato de clase con el PP.

Gracias a la ceguera de Fernández Ordóñez, nombrado gobernador del Banco de España por el presidente Rodríguez Zapatero, Blesa pudo hacer de su capa un sayo sin  que, tampoco,  Julio Segura, nombrado simultáneamente presidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores por ZP,  percibiera el cúmulo de irregularidades que envolvían la gestión bancaria de Blesa. Su asombro posterior, cuando estalló el escándalo de Bankia, recuerda al capitán Renaud, en la película Casablanca, manifestando su sorpresa ante el Casino ilegal del Café Rick mientras recogía los beneficios del juego. Blesa no era más que el continuador de aquella política del enriqueceos, de Carlos Solchaga, aplicada asimismo por sus discípulos, el vicepresidente Pedro Solbes y la vicepresidenta Elena Salgado

Ni Aznar, pese a que lo intentó denodadamente, pudo conseguir el apoyo abierto de la vieja Izquierda Unida, como Miguel Blesa en Bankia. Su bastante estrecha relación con Moral Santín, todo un antiguo dirigente del Partido Comunista de los Pueblos de España, liderado por el prosoviético Ignacio Gallego, le pudo permitir alcanzar algo parecido a un cierto compromiso histórico bancario con aquella Izquierda Unida. Pacto implícito, doblado por el acuerdo  con María Jesús Paredes, dirigente de la Federación de Banca de Comisiones Obreras, cuando el amigo de Aznar, José María Fidalgo, dirigía CCOO. Este doble aval , proporcionado por una izquierda radical, le facilitaba una paz social en el seno de la entidad bancaria y alguna respetabilidad política, como figura emblemática de una supuesta derecha civilizada.

El suicidio de Blesa se lleva a la tumba todos los secretos que rodearon esas muchas complicidades, sin las que  Miguel Blesa no hubiera podido ser Blesa. Esos acuerdos, que serán enterrados junto con su cadáver, son los que que hoy confluyen en un común denominador contrario a la consecución de una alternativa progresista en torno al PSOE y Podemos. Con retórica de derecha e izquierda, desde ángulos opuestos de un mismo triángulo de intereses, se argumenta por qué es mejor que siga gobernando Rajoy con apoyo de Rivera. Todo vale con tal de impedir que Sánchez e Iglesias puedan levantar las mullidas alfombras de la Moncloa. El cadáver de Miguel Blesa viene a recordarnos hoy que si el PP es una organización criminal, según la Guardia Civil, lo es porque desde entonces unas llamadas izquierdas, moderada y radical, miraron al tendido. Son ese viejo PSOE y esa vieja Izquierda Unida quienes compiten con el PP por romper la relación entre el PSOE y Podemos.
Fuente: Público.es



lunes, 10 de julio de 2017

Donald Trump ante el «Cuarto Poder»



por Thierry Meyssan

Al arrogarse el título de «Cuarto Poder», la prensa estadounidense se sitúa en un plano de igualdad con los 3 poderes democráticos reconocidos, a pesar de que los medios de prensa no gozan de ningún tipo de legitimidad otorgada por el Pueblo. Tanto en Estados Unidos como en el extranjero, esa prensa está desarrollando una gran campaña contra el presidente Trump, para desacreditarlo y provocar su destitución. Esa campaña comenzó la noche misma de la elección del actual presidente, o sea mucho antes de su llegada a la Casa Blanca, y está teniendo gran eco entre los electores favorables al Partido Demócrata y en los países aliados de Washington, donde la población está convencida de que el actual presidente de Estados Unidos no está en su sano juicio. Pero los electores que votaron por Donald Trump resisten a esa gigantesca campaña mientras que el ahora presidente logra luchar eficazmente contra la pobreza.
Red Voltaire | Damasco (Siria) | 4 de julio de 2017
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Se mantiene la campaña internacional de prensa para desestabilizar al presidente Trump. La máquina de injuriar que David Brock armó durante la etapa de transición entre la administración saliente de Barack Obama y la de Donald Trump [1] resalta cada vez que puede el carácter apresurado y la frecuente grosería de los tweets presidenciales. La Entente de medios difusión creada por la misteriosa ONG First Draft [2] repite incansablemente que la justicia está investigando presuntos vínculos entre el equipo de campaña del ahora presidente y los tenebrosos complots que se atribuyen al Kremlin.

Un estudio del profesor Thomas E. Patterson, de la Harvard Kennedy School, muestra que la prensa de Estados Unidos, del Reino Unido y de Alemania ya ha citado a Donald Trump el triple de veces que a los anteriores inquilinos de la Casa Blanca y que en los primeros 100 días de su mandato el 80% de los artículos eran claramente desfavorables a él [3].

Durante la campaña del FBI para forzar la renuncia del presidente Nixon [4], la prensa estadounidense se atribuyó el título de «Cuarto Poder», con lo cual implicaba que los propietarios de los medios de difusión tenían más legitimidad que el Pueblo mismo. Lejos de ceder a la presión, Donald Trump, consciente del peligro que representa la alianza entre los medios de difusión y el 98% de altos funcionarios que votaron contra él, declaró «la guerra a la prensa» en su discurso del 22 de enero de 2017, una semana después de su investidura. Por su parte, su consejero especial Steve Bannon declaraba al New York Times que la prensa se ha convertido de hecho en «el nuevo partido de oposición».

Pero lo más interesante es que los electores del actual presidente no le han retirado su confianza.

Recordemos aquí cómo empezó todo. Fue durante el periodo de transición, o sea antes de la investidura de Donald Trump. Una ONG llamada Propaganda or Not? lanzó la idea de que Rusia tenía previsto difundir, durante la campaña electoral estadounidense, una serie de informaciones falsas para torpedear a la candidata demócrata Hillary Clinton y favorecer la elección de Donald Trump. En aquel momento, nosotros subrayamos los vínculos de esa ONG con Madeleine Albright y Zbigniew Brzeziński [5]. La acusación contra Rusia, ampliamente repetida por el Washington Post, incluía una “lista de agentes” del Kremlin, entre los que se hallaba Red Voltaire. Pero nada, absolutamente nada, ha demostrado en ningún momento esta tesis del complot ruso.

Todos han podido comprobar que los argumentos que se esgrimen contra Donald Trump no son solamente los que habitualmente se manejan en la lucha política sino que vienen, evidentemente, del arsenal de la propaganda de guerra [6].

El premio a la mala fe podría otorgársele a la CNN, cuyo tratamiento de ese tema alcanza proporciones francamente obsesivas. CNN se vio incluso obligada a presentar excusas por haber transmitido un reportaje donde acusaba al banquero Anthony Scaramucci, estrechamente vinculado a Trump, de estar indirectamente a sueldo de Moscú. Pero CNN se encontró esta vez con la horma de su zapato porque Scaramucci es lo suficientemente rico como para darse el lujo de llevar a ese canal de televisión ante los tribunales por haberlo difamado con la transmisión de una acusación completamente inventada. Así que CNN tuvo que presentar excusas y los 3 periodistas de su grupo de investigación «dimitieron».
Posteriormente, el Project Veritas, del periodista James O’Keefe publicó 3 secuencias de videos grabados con cámara oculta [7]. En el primero de esos videos se ve a un supervisor de CNN declarar entre risas en un ascensor que las acusaciones de colusión del presidente Trump con Rusia son sólo «estupideces» que se transmiten «para la audiencia». En el segundo video, un presentador estrella de CNN y ex consejero del presidente Obama reconoce que toda esa historia es completamente absurda y en el tercero un productor de CNN declara que Trumo es un enfermo mental y que sus electores son «estúpidos como la mierda» (sic).
En respuesta, el presidente Trump colgó en la red un montaje de imágenes de sus tiempos de responsable de la WWE (la Federación estadounidense de lucha, espectáculo muy popular en Estados Unidos) donde él mismo aparece dándole una paliza a su amigo Vince McMahon –esposo de la secretaria de la administración Trump a cargo de las pequeñas empresas–, cuyo rostro es reemplazado por el logo de CNN. El montaje termina con la presentación de un logo modificado de CNN, sigla que se convierte en Fraud News Network, algo así como “Red de Noticias Fraudulentas”.

Todo este episodio nos muestra que en Estados Unidos, Donald Trump no tiene la exclusividad de la grosería y confirma que CNN –que en sólo 2 meses ha abordado la cuestión de la injerencia rusa más de 1 500 veces– no se dedica al periodismo y se burla de la verdad. Esto ya lo sabíamos desde hace tiempo, por haber seguido su tratamiento de los temas de política internacional, pero ahora se descubre que hace lo mismo en materia de política doméstica.

Aunque resulta mucho menos significativa, una nueva polémica ha surgido entre el presidente y los presentadores del programa matinal de MSNBC Morning Joe, que desde hace meses han venido criticando implacablemente al inquilino de la Casa Blanca. Uno de ellos, Joe Scarborough, es un ex abogado y parlamentario por el Estado de La Florida que aboga contra el derecho al aborto y por la disolución de los ministerios «inútiles», que según él son los de Comercio, Educación, Energía y Vivienda. Su compañera, tanto en sentido recto como en sentido figurado, Mika Brzezinski es una simple lectora de teleprompter que apoyaba a Bernie Sanders. En un tweet, el presidente los insultó identificándolos como «Joe el sicópata» y «Mika, la del bajo coeficiente intelectual». Nadie duda que tales calificativos estén cerca de la realidad, pero formularlos así no tiene más objetivo que herir el amor propio de ambos periodistas. En definitiva, los dos presentadores de Morning Joe publicaron en el Washington Post un texto donde ponen en duda la salud mental del presidente.

Mika Brzezinski es la hija del recientemente fallecido Zbigniew Brzezinski, uno de los personajes que manejan desde la sombra la ONG Propaganda or not? anteriormente mencionada.

La grosería de los tweets presidenciales no es un síntoma de locura. Dwight Eisenhower y sobre todo Richard Nixon fueron mucho más obscenos que Donald Trump y no por ello dejaron de ser grandes presidentes.

Trump no es tampoco un individuo impulsivo. En realidad, sobre cada tema, Donald Trump reacciona de inmediato con tweets agresivos. Después, lanza ideas en todos los sentidos, sin vacilar en contradecirse en diferentes declaraciones, y observa detenidamente las reacciones que estas suscitan. Finalmente, luego de haber llegado a crearse una opinión personal, se reúne con la parte adversa y generalmente llega a un acuerdo con ella.

Donald Trump ciertamente no tiene la buena educación puritana de un Barack Obama o una Hillary Clinton. Es más bien portador de la rudeza del Nuevo Mundo. A lo largo de su campaña electoral se presentó siempre como el hombre capaz de poner fin a las innumerables formas de deshonestidad que esa buena educación permite esconder en Washington. Y finalmente fue a él –no a la señora Clinton– a quien los estadounidenses pusieron en la Casa Blanca.

Por supuesto, cada cual está en su derecho de tomar en serio las declaraciones polémicas del presidente, encontrar que algunas son chocantes e ignorar las que dicen lo contrario. Pero no debe confundirse el estilo de Trump con su política. Al contrario, hay que analizar con precisión sus decisiones y sus consecuencias.

Veamos, por ejemplo, su decreto para impedir que entren a Estados Unidos los extranjeros cuya identidad el Departamento de Estado no tiene posibilidades de verificar.

Se observó que la población de los 7 países a cuyos ciudadanos se limitaba el acceso a Estados Unidos es mayoritariamente musulmana. De inmediato se vinculó ese factor a algunas declaraciones que el presidente había hecho durante su campaña electoral y se completó así el proceso de construcción del mito sobre un Trump racista. Se orquestaron una serie de procedimientos judiciales para obtener la anulación del «decreto islamófobo», hasta que la Corte Suprema confirmó que la medida era legal. Ante ese veredicto, se decidió pasar la página afirmando que la Corte Suprema se había pronunciado sobre una segunda versión del decreto que incluía una serie de concesiones. Y es cierto, sólo que esas concesiones ya figuraban en la primera versión, aunque redactadas de diferente manera.

Al llegar a la Casa Blanca, Donald Trump no privó a los estadounidenses de su seguro social, ni desató la Tercera Guerra Mundial. Lo que ha hecho es, al contrario, abrir numerosos sectores económicos que antes estaban tremendamente cerrados, lo cual favorecía a las grandes transnacionales. Está viéndose, además, un reflujo de los grupos terroristas en Irak, Siria y Líbano y una disminución palpable de la tensión en el conjunto del Medio Oriente ampliado, con excepción de Yemen.

¿Hasta dónde llegará este enfrentamiento entre la Casa Blanca y los medios de difusión, entre Donald Trump y ciertas potencias del dinero?
Thierry Meyssan


[1] «El “aparato Clinton” para desacreditar a Donald Trump», por Thierry Meyssan, Al-Watan (Siria), Red Voltaire, 28 de febrero de 2017.

[2] «El nuevo Orden Mediático Mundial», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 7 de marzo de 2017.

[3] «News Coverage of Donald Trump’s First 100 Days», Thomas E. Patterson, Harvard Kennedy School, 18 de mayo de 2017.

[4] Al cabo de 30 años de los hechos finalmente se supo que el misterioso personaje que se hacía llamar «Garganta profunda» y que alimentó con sus revelaciones el escándalo del Watergate era nada más y nada menos que W. Mark Felt, antiguo ayudante de J. Edgard Hoover y número 2 en la jerarquía del FBI.

[5] «La campaña de la OTAN contra la libertad de expresión», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 5 de diciembre de 2016.

[6] «Contra Donald Trump, la propaganda de guerra», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 7 de febrero de de 2017.

[7] «Project Veritas destapa una campaña de mentiras de CNN», Red Voltaire, 2 de julio de 2017.
Thierry Meyssan

Red Voltaire

Voltaire, edición Internacional

POR QUÉ MACRON FRACASARÁ

POR QUÉ MACRON FRACASARÁ








 Rafael Poch

 Grandes ambiciones, enérgico voluntarismo y poco apoyo popular. Son la base sobre la que el nuevo presidente de Francia quiere aplicar, con una nueva imagen, todo lo que ha fracasado en las últimas décadas. Para llegar a su engañosa victoria electoral, el joven Macron ha tenido que abolir la alternancia y casi el pluralismo institucional en Francia. Para hacer su tortilla ha incendiado la cocina. Esta victoria, que se va a defender con métodos autoritarios, será, seguramente, su mayor factor de derrota a medio y largo plazo.

 Kremlinología en el Elíseo

 Los gobiernos franceses suelen estar llenos de ministros que quieren ser presidentes. Personajes que conspiran y maniobran para ello desde sus cargos. Con François Hollande había unos cuantos cuyas ambiciones eran manifiestas; Arnaud Montebourg, Manuel Valls y el propio Emmanuel Macron, el más listo y discreto de todos ellos que acabó haciéndose con el trono. En el gobierno de Macron no hay rastro de esos “conspiradores ambiciosos”. El Presidente se ha vacunado contra el papel que él mismo jugó como ministro de Hollande. Si se exceptúa a Bruno Le Maire, un peso ligero de la derecha al frente de la economía (por si acaso, Macron le ha puesto como segundo a su más fiel colaborador Benjamin Griveaux), en el nuevo gobierno francés no hay políticos. Solo tecnócratas obedientes.

 En la foto de grupo que Macron se hizo el miércoles con sus ministros en el jardín del Elíseo, el Presidente rompió la tradición y se colocó no al frente, sino en medio de ellos. Parece más democrático, pero no es más que una cuestión de imagen: todo el mundo tiene claro quien es ahí “el jefe”, como se le llama en su entorno. Macron quiere ser un presidente “total”. Mandar mucho y hablar poco (“La palabra presidencial será rara”, ha dicho). Sus ministros serán disciplinados, no se admitirán filtraciones y si las hubiera serán sancionados. “Este gobierno tiene vocación de durar”, dijo después de la foto.

 Los medios de comunicación, en un 80% en manos de magnates que le apoyan, no han prestado gran atención al hecho de que han bastado treinta días para que el nuevo gobierno “irreprochable y ejemplar” sufriera su primera crisis: cuatro ministros salpicados por irregularidades económicas que han saltado de sus cargos. Pese a la corrupción estructural en la que están sumidos, a los medios de comunicación franceses les encanta derribar los ídolos que ellos mismos contribuyeron a crear. ¿Cuánto durará en su actual forma esta corrupta indulgencia mediática?

 Programa y objetivos

 Presentado como innovador y original, a menudo con fórmulas “nórdicas” y sofisticaciones conceptuales para camuflar simples y viejas políticas neoliberales de recorte social, el programa de Macron no tiene gran cosa de original: se trata de aplicar de una vez por todas en Francia el catálogo completo de Bruselas/Berlín.

 La narrativa habitual afirma que esa involución socio-laboral nunca se ha podido aplicar en Francia, país “conservador” con “exceso de Estado” y de funcionarios, y que esas reformas, “liberarán las energías del país”. En realidad se trata de imponer a la fuerza un recorte de pensiones del 20%, una bajada de salarios, un recorte de la función pública (120.000 funcionarios menos) y una “flexibilidad” que de alas a la precariedad.

 “Es el político anglófono y filo germano que Europa necesita”, dijo de él la revista Foreign Affairs. “Su ascenso pinta bien para los accionistas y empresarios que piden una reestructuración urgentemente necesaria del mercado laboral francés”, señala un comentarista de la agencia Bloomberg. “El salvador de Europa” delira en portada The Economist con un punto de interrogación. Y detrás de ellos, la habitual cacofonía de todo un ejército de papagayos.

 El objetivo es emular el “modelo alemán”, incrementando la franja de salarios bajos que en Alemania afecta al 22,5% de los asalariados (7,1 millones) y en Francia solo al 8,8% (2,1 millones). Con estas fórmulas se podrá llegar a los “satisfactorios” niveles de desempleo alemanes. El paro en Alemania es del 3,9% según Eurostat, y del 5,8% según la oficina federal de estadística alemana, que usa una contabilidad diferente a la europea. Pero desde hace años se conoce que, gracias a diversos trucos contables que barren debajo de la alfombra a sectores enteros de la población laboral, la cifra real de paro es bien superior, del 7,8% actualmente. Es decir, solo dos puntos menos que en Francia y con más precariado entre los asalariados y más pobreza entre los jubilados, un problema apenas existente en Francia. Alemania, que tiene una demografía languideciente, no es un modelo para Francia con su dinámica tasa de natalidad y su mayor necesidad de servicios públicos.

 Que Francia no ha hecho reformas en esa dirección, forma parte del mito. La intentona de Macron es la radical culminación de treinta años de hegemonía neoliberal en la política y en los medios de comunicación de Francia, algo que comenzó en 1974 Valéry Giscard d´Estaing, fue proseguido por Mitterrand (traicionando su programa inicial en 1983) y continuado desde entonces por todos los presidentes de “izquierda” y de derecha que ha conocido el país. La globalización quiere destruir una tradición nacional de estado fuerte particularmente apreciada por los franceses y que económicamente funciona mucho mejor de lo que se dice.

 En términos generales el modelo político de Macron es la “marktkonforme Demokratie” (la democracia adecuada al mercado) de la Señora Merkel, incluida la marginalización de la oposición parlamentaria. La empresa y la meritocracia nunca habían estado tan presentes en el gobierno. Los sectores privilegiados nunca habían pesado tanto (por encima del 70%) en el cuerpo de diputados.

 Ideológicamente Macron es, según la definición del fundador de Attac Peter Wahl, “una mezcla programática de relato liberal de izquierda-verde-alternativo (cuestiones de género, minorías sexuales, medio ambiente, europeísmo y cosmopolitismo), modernismo start-upista digital en la línea “uber para todos”, un subidón make France great again, y un neoliberalismo casi a la Margaret Thatcher con rostro humano”.

 Su hoja de ruta es “gaidarista” (por Yegor Gaidar, el autor de la “terapia de choque” rusa): introducir rápidamente y por decreto una involución socio-laboral a partir del verano, y contener la contestación social que seguirá mediante la introducción en el derecho común, a partir del otoño, de los preceptos liberticidas de las medidas de excepción contenidas desde noviembre de 2015 en el “estado de urgencia” aún vigente.

 En Rusia, la “terapia de choque” de Gaidar (1991) precisó de un golpe de estado (1993). Francia no es Rusia, pero Macron tiene muchas posibilidades, y todas las posiciones, para ser el Presidente autoritario de Francia.

 También tiene muchas posibilidades de fracasar, por su política socio-laboral errada e impuesta, y porque su base social y electoral (la Francia de los de arriba y el voto del 16% del censo) es reducida. La suma de ambas cosas arroja una legitimidad débil (que contrasta mucho con su aplastante mayoría absoluta en las instituciones y medios de comunicación) y convierte en temeraria su autoritaria ambición de enderezar a Francia acabándola de destrozar.

 Las ambiciones y los riesgos

  Solo un joven de 39 años, convencido de su propia genialidad y de que no debe nada a nadie, y que desconoce el fracaso, puede aunar tal explosiva relación entre ambiciones y riesgos. La devaluación  salarial y de pensiones del 20% que se busca, fracasará porque hundirá la demanda interna y aumentará el paro en Francia. Macron debería incrementar los salarios, pero incluso si quisiera no podría, porque está aprisionado por el esquema alemán que domina Europa. Su consigna europea, “La Europa que protege”, está en contradicción directa con el programa neoliberal, es decir con el proyecto europeo. La situación de las cuentas públicas francesas para cumplir con el dogma alemán del 3% de déficit y los otros requisitos, se anuncia complicada. En el remoto supuesto de que el macronismo intentara una política alternativa en Europa, debería renegar del actual proyecto europeo. Si no hace nada, continuará alimentando todo eso que hoy hace soberanistas a más de la mitad de los franceses. El ministro de Economía francés, el peso ligero Bruno Le Maire, es totalmente incapaz de enfrentarse al peso pesado alemán Wolfgang Schäuble.

 Macron tiene grandes ambiciones. Dice que su presidencia supondrá, “un renacimiento de Francia y espero que de Europa”. La simple realidad es que su fracaso sembrará el caos en Francia, donde la indignación tomará el relevo a la indiferencia y a la sorda decepción actuales, y por extensión agravará la situación en esa Unión Europea que busca salidas a su complicado embrollo en la militarización y el belicismo, la “Europa de la defensa”.

 El primer adversario de Macron será, una repetición, aumentada, de lo que se vio la pasada primavera: una alianza de la juventud y del sindicalismo radicalizado que podría empujar hacia una gran revuelta. Para valorar si eso puede dar lugar a serias convulsiones, basta comprender una cosa: que la situación actual no tiene alternativa institucional.

  Para llegar a donde ha llegado, Macron y las fuerzas oligárquicas que lo auparon en el último ciclo electoral han tenido que dinamitar la alternancia y casi el pluralismo institucional en el país (el incendio de la cocina). En las instituciones francesas ya no hay más que un solo partido. El conglomerado macronista, ampliado a sus satélites (socialistas y conservadores “constructivos” hacia el Presidente), tiene el 80% de los diputados cuando obtuvo el voto real del 16% de los franceses.

 Esta victoria, será a medio y largo plazo su mayor factor de derrota, porque esa abolición condena a la oposición a un estatuto “antisistema”: cualquier fuerza social que se oponga al macronismo tendrá que cambiar el régimen. Un escenario muy ruso, que recuerda al drama de la autocracia, pero en Francia.

El autoritarismo macronista que se anuncia es el último cartucho del establishment para disolver/cambiar Francia. Su fracaso no tendrá alternativa en el actual marco institucional, la V República, y probablemente, tampoco en el actual sistema. A partir de este pronóstico, se admiten todas las apuestas…
Fuente: La Vanguardia

martes, 27 de junio de 2017

Reajustes en el Medio Oriente


El jeque Tamin ben Hamad al-Thani, emir de Qatar.




La crisis diplomática alrededor de Qatar ha congelado varios conflictos regionales y disimulado varios intentos de arreglos vinculados a otros. Nadie sabe cuándo se levantará el telón, pero lo que sí es seguro es que cuando eso suceda veremos una región profundamente transformada.
1– El conflicto palestino

Desde que la mayoría de los palestinos fueron expulsados de su tierra –el 15 de mayo de 1948, en lo que hoy se designa como la Nakba– y que los pueblos árabes rechazaron aquella limpieza étnica, lo único que había modificado parcialmente la distribución del juego era la paz separada israelo-egipcia pactada en los acuerdos de Camp David (en 1978) y la promesa de resolver la cuestión palestina mediante la creación de dos Estados, surgida de los acuerdos de Oslo (en 1993).

Sin embargo, cuando la existencia de negociaciones secretas entre Irán y Estados Unidos se dio a conocer, Arabia Saudita e Israel decidieron conversar entre sí. Al cabo de 17 meses de encuentros secretos, se concluyó un acuerdo entre el Guardián de las Dos Mezquitas y el Estado judío [1]. Este acuerdo se concretó a través de la participación del ejército de Israel en la agresión contra Yemen [2] y de la entrega de bombas atómicas tácticas israelíes al reino de los Saud [3].

Recordemos que ese acuerdo también preveía hacer que Arabia Saudita evolucionara de forma tal que su sociedad siguiera siendo salafista y sus instituciones pasaran a ser laicas. Estipulaba además la independencia del Kurdistán iraquí –donde se realizará un referéndum en septiembre– y la explotación simultánea de los yacimientos de gas del desierto de Rub al-Khali (a menudo designado como The Empty Quarter), en territorios de Arabia Saudita y Yemen –yacimientos que son la verdadera razón de la actual guerra contra Yemen– y los de la región de Ogadén –lo cual explica la retirada, esta semana, de las tropas qataríes de la frontera con Yibuti.

Finalmente, Egipto cedió a Arabia Saudita las islas de Tiran y Sanafir, cumpliendo así el compromiso que había contraído hace un año. Al aceptar la posesión de esas islas, Riad reconoce de facto los acuerdos de Camp David, que estipulan la libre circulación de los barcos israelíes en las aguas circundantes. Israel incluso confirmó que ha recibido garantías de Arabia Saudita en ese sentido.

Es importante observar que lo que llevó a Egipto a ceder las islas no fue la presión de Arabia Saudita –aunque Riad bloqueó tanto sus entregas de petróleo al Cairo como un préstamo de 12 000 millones de dólares– sino la crisis diplomática del Golfo. Los Saud oficializaron su ruptura con la Hermandad Musulmana, proceso que ya venía avanzando desde que el presidente egipcio al-Sissi les entregó una serie de documentos que demostraban la existencia de un proyecto de golpe de Estado en Arabia Saudita en el que estaban implicados varios miembros de la cofradía. Al principio, Arabia Saudita creyó ser capaz de separar a los “buenos” de los “malos”, entre los miembros de la Hermandad Musulmana. El reino ya había acusado a Qatar de aportar respaldo a los golpistas, pero en aquel momento las cosas se desarrollaron por la vía pacífica. Actualmente, Riad tiene intenciones de luchar contra toda la Hermandad Musulmana y eso lo obliga a revisar su posición hacia Siria.

La cesión de las islas de Tiran y Sanafir, egipcias desde la Convención de Londres de 1840, no tiene otra razón de ser que permitir que Arabia Saudita reconozca de forma implícita –al cabo de 39 años– los acuerdos de paz separada firmados en Camp David entre Egipto e Israel.

Por su parte, Teherán acogió a la dirección política del Hamas –que se compone principalmente de miembros de la Hermandad Musulmana–, tanto en nombre de la solidaridad con la causa palestina como por el hecho que comparte con los dirigentes del Hamas la misma concepción del islam político.

La próxima etapa será el establecimiento de relaciones comerciales públicas entre Riad y Tel Aviv, que ya se mencionan en la edición del 17 de junio del diario británico The Times –varias empresas israelíes parecen haber sido autorizadas a operar en Arabia Saudita y la compañía aérea israelí El-Al podría utilizar el espacio aéreo saudita [4]–, y después vendrían el reconocimiento de la iniciativa de paz del príncipe saudita Abdala –adoptada por Liga Árabe en 2002– y el establecimiento de relaciones diplomáticas –el príncipe Walid ben Talal se convertiría en embajador del reino en Israel [5].

Ese proyecto podría conducir a la paz en Palestina (reconocimiento de un Estado palestino e indemnización para los refugiados), en Líbano (retirada israelí de las Granjas de Shebaa) y en Siria (cese del apoyo a los yihadistas y retirada israelí del Golán).

El tema del Golán ha de resultar particularmente difícil ya que el gobierno de Netanyahu ha reafirmado –en son de provocación– su anexión mientras que Estados Unidos y Rusia reaccionaron duramente ante la expulsión de la Fuerza de Naciones Unidas de Observación de la Separación (FNUOS) y la sustitución de sus cascos azules por los yihadistas de al-Qaeda [6]. No sería, sin embargo, imposible que durante la guerra en Siria, Washington o Moscú se hayan comprometido con Tel Aviv a mantener el statu quo en el Golán.

Ese proyecto de arreglo general es un reflejo del modus operandi de Donald Trump y Jared Kushner como hombres de negocios: crear una situación económica que impone un cambio político. Y encontrará probablemente la oposición de la Hermandad Musulmana (el Hamas) y del triángulo del islam político conformado por Irán, Qatar y Turquía.
2– El conflicto en territorios de Irak y Siria

Todos los actores regionales están de acuerdo en considerar que Irak y Siria constituyen en este momento un solo campo de batalla. Pero los occidentales, que se aferran a las mentiras de la administración de George Bush hijo –incluso cuando admiten la inexistencia de las armas de destrucción masiva que supuestamente tenía Saddam Hussein– y a la versión romántica de las «primaveras árabes» -incluso cuando reconocen que ese movimiento nunca trató de favorecer la libertad sino, por el contrario, de imponer el islam político– se obstinan en considerarlos dos escenarios diferentes.

En este punto, remito a nuestros lectores a mi libro Sous nos yeux en cuanto a cómo se inició esta guerra [7]. El hecho es que, desde el inicio de la crisis alrededor de Qatar, la guerra en Irak y en Siria se ha limitado a
(1) la lucha contra el Emirato Islámico (Daesh), en Mosul y Raqqa, y a
(2) la lucha contra Turquía, en Baachiqa y al-Bab [8].

Lo que resulta evidente para todos en la región es que, desde la llegada al poder del presidente chino Xi Jinping con el proyecto de creación de dos “rutas de la seda”, Washington ha estimulado la creación de un «Sunnistán» en territorios pertenecientes a Irak y a la República Árabe Siria. Con ese objetivo, Washington financió, armó y dirigió las fuerzas del Emirato Islámico para que bloquearan el eje de comunicación terrestre Beirut-Damasco-Bagdad-Teherán-Pekín.

Desde hace 4 meses, la administración Trump estudia y negocia de qué manera pudiera modificar esa política y reemplazar por una asociación con Pekín la actual situación de enfrentamiento [9].

Mientras que en el terreno asistimos a una verdadera sucesión de acontecimientos contradictorios, los ejércitos de Irak y de la República Árabe Siria han avanzado rápidamente desde el inicio de la crisis alrededor de Qatar. En su rápido avance hacia la frontera común, ambos ejércitos han liberado del control del Emirato Islámico sus zonas fronterizas y hoy están a punto de entrar en contacto –con lo cual restablecerían la ruta de la seda. Ya sólo los separan, en el punto de confluencia, unos 200 metros de terreno ilegalmente controlado por fuerzas de Estados Unidos [10].

En cuanto a los combates en el sur de Siria… han cesado inesperadamente. Damasco proclamó unilateralmente un alto al fuego en Deraa. En realidad, Moscú y Washington dieron a Tel Aviv garantías de que Siria sólo permitirá frente a la frontera israelí el despliegue de fuerzas rusas, excluyendo la presencia allí de fuerzas iraníes o del Hezbollah libanés.

En pocas palabras, si el Pentágono sigue las órdenes de la Casa Blanca, debería producirse un amplio cese del conflicto. Sólo quedaría por resolver entonces la ocupación turca de territorios en Irak y Siria, según el modelo de la ocupación turca en Chipre, situación a la que la Unión Europea se ha acomodado en una evidente muestra de cobardía. En la nueva situación, Estados Unidos y Arabia Saudita, hasta ahora enemigos de Irak y Siria, se convertirían nuevamente en sus aliados.
3– El conflicto en Yemen

Es posible que los yemenitas salgan perjudicados del actual cambio de situación. Aunque resulta totalmente evidente que Arabia Saudita entró en guerra para instalar en Yemen un régimen favorable a la explotación conjunta de los yacimientos de hidrocarburos del desierto de Rub al-Khali y para dar al príncipe Mohamed ben Salman la posibilidad de “acumular méritos”, la ayuda que Irán ha aportado a los Huthis y al ex presidente Saleh desvía las miradas de los países árabes y de la llamada «comunidad internacional» de los crímenes que allí se cometen.

En efecto, cada cual tiene que escoger su bando y casi todos han optado por ponerse del lado de Arabia Saudita contra Qatar y los aliados turcos e iraníes del pequeño emirato. Lo que pudiera ser positivo para Palestina, Irak y Siria resulta negativo para Yemen.
Conclusión

Desde el 5 de junio de 2017 y la ruptura de relaciones diplomáticas entre Arabia Saudita y Qatar, las cancillerías se preparan para una posible guerra, aunque sólo Alemania ha mencionado públicamente esa posibilidad. La situación es extremadamente sorprendente, sobre todo si se tiene en cuenta que no es Arabia Saudita sino Qatar quien ostenta el estatus de observador en el seno de la OTAN [11].

Mientras tanto, anuncios de dimisiones siguen llegando constantemente de Doha y van desde la embajadora estadounidense Dana Shell Smith hasta el entrenador uruguayo de la selección de futbol de Qatar, Jorge Fossati. Y no sólo los países que se han puesto del lado de Arabia Saudita han cortado sus relaciones comerciales con Qatar. También lo han hecho, ante el riesgo de guerra, numerosas empresas sin vínculos particulares con la región del Golfo, como la China Ocean Shipping Company (COSCO), la mayor compañía naviera de China y una de las más grandes del mundo.

En todo caso, aunque sus reclamos –basados en la historia– están realmente justificados, parece a todas luces imposible que Arabia Saudita anexe Qatar, teniendo en cuenta que antes se opuso a la anexión de Kuwait por parte del Irak de Saddam Hussein, basada exactamente en las mismas razones históricas. Una regla se impuso en el mundo desde los tiempos de la colonización británica: nadie tiene derecho a modificar las fronteras que Londres impuso con un solo objetivo, que es precisamente perennizar problemas insolubles para los Estados nacidos de los procesos de independencia.

De hecho, así logra Londres que esos Estados sigan dependiendo de su antigua metrópoli. En el caso que ahora nos ocupa, la próxima llegada de 43 000 soldados pakistaníes y turcos que asumirían la defensa de Qatar debería fortalecer su posición.
Thierry Meyssan
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[1] «Exclusivo: Los planes secretos de Israel y Arabia Saudita», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 22 de junio de 2015.

[2] «La Fuerza “Árabe” de Defensa Común», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 20 de abril de 2015.

[3] «¡El Medio Oriente está nuclearizado!», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 7 de marzo de 2016.

[4] “Saudi trade talks with Israel are historic first”, Michael Binyon y Gregg Carlstrom, The Times, 17 de junio de 2017.

[5] «Exclusivo: Arabia Saudita construye una embajada en Israel», Red Voltaire, 30 de mayo de 2016.

[6] «El Consejo de Seguridad de la ONU se dispone a exigir que Israel rompa con al-Qaeda», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 3 de julio de 2016.

[7] Sous nos Yeux. Du 11-Septembre à Donald Trump, éditions Demi-Lune, 2017. Este libro está actualmente en proceso de edición para su publicación en español.

[8] «Invasión militar turca en Irak», por Ibrahim Al-Jaafari, Red Voltaire, 19 de octubre de 2016.

[9] «Trump: los negocios contra la guerra», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 14 de febrero de 2017.

[10] «¿Impedirá Estados Unidos la reapertura de la ruta de la seda?», Red Voltaire, 17 de junio de 2017.

[11] «Israel y emires en la OTAN», por Manlio Dinucci, Il Manifesto (Italia) , Red Voltaire, 14 de mayo de 2016.
Thierry Meyssan


Artículo bajo licencia Creative Commons

La Red Voltaire autoriza la reproducción de sus artículos a condición de que se cite la fuente y de que no sean modificados ni utilizados con fines comerciales (licencia CC BY-NC-ND).

Fuente : «Reajustes en el Medio Oriente», por Thierry Meyssan, Red Voltaire , 20 de junio de 2017, www.voltairenet.org/article196900.html

viernes, 2 de junio de 2017

Noam Chomsky desde una perspectiva siria


Yassin al Haj Saleh

No había pasado ni un mes de mi salida de la cárcel a finales de 1996 cuando comencé la traducción del libro Powers and Prospects de Noam Chomsky, el conocido lingüista, activista y crítico político estadounidense. Conseguir libros extranjeros no era fácil para gente como yo en su momento; sin embargo, los padres de un compañero mío que aún estaba en prisión me visitaron pocos días después de mi salida. Pensaron que podía estar interesado en traducir un libro que quizá habían planeado enviar a su hijo, mi compañero, antes de que nos exiliaran a ambos a la terrible prisión de Tadmor a principios de 1996. El compañero Al-Harith al-Nabhan había traducido dos libros de Chomsky mientras estábamos en la prisión de Adra, aunque se publicaron con el nombre de su hermana.

En lo que respecta a nosotros, los presos comunistas, cuyo pilar de identidad intelectual y político se había desplomado mientras estábamos aún en la cárcel, las obras de Chomsky nos transmitían que la lucha por la liberación y la igualdad en el mundo seguía siendo posible, y que quizá la disolución de la Unión Soviética y su bloque nos había quitado un peso en esta lucha. En ello había algo que podía servir para salvar nuestros significados y apuntalar nuestra tropezosa lucha política. Aunque no mucho, pues los escritos de Chomsky se centran casi por completo en EEUU y apenas cubren parcialmente las necesidades de los luchadores pos-comunistas en busca de tierra firme.

Aproximadamente un año y medio después, terminé la traducción en colaboración con otro compañero de cárcel, Safwan Akkash, que estuvo más de 15 años en las cárceles de Hafez al-Asad, de un libro sobre Chomsky: A life of Dissent de Robert F. Barsky. Intentábamos asegurarnos un sueldo mediante la traducción por una parte y por otra, retomar nuestro rol público con los medios disponibles. En la introducción que escribimos, intentamos ligar nuestra desconocida lucha sobre la que hablamos en términos generales, a la lucha de Chomsky en los años sesenta del siglo XX en el seno del movimiento por los derechos civiles en EEUU. En ese momento, el hombre fue detenido durante uno o dos días, y nosotros, ex presos, solo podíamos decir que la persecución que Chomsky había sufrido había sido un mero juego de niños en comparación con lo que sufren los luchadores y la gente común en países como el nuestro.

Nuestra intención no era en absoluto restarle valor a uno de los pensadores más conocidos del mundo. Simplemente queríamos dejar constancia de la diferencia, y quizá buscábamos reconocimiento. Salimos de la cárcel no solo para encontrarnos una realidad en la que el régimen que nos había encerrado durante largos años dominaba, sino también para darnos de bruces con la pérdida de confianza mundial y global en las ideas del socialismo y el comunismo que era nuestro identificador en el momento de ser detenidos.

Estábamos de veras agotados, sin confianza en nosotros mismos. Buscábamos la fuerza en lo que nos parecía un eslabón de la lucha, que no era en absoluto independiente de la nuestra. Sin embargo, no era así, y conllevaba en cierto modo una aspiración mundial como la que se había derrumbado hacía nada.

El problema es que la obra de Chomsky apenas reconoce la diferencia y su visión mundial se centra desmesuradamente en EEUU. Sus obras se baten en continua lucha contra las políticas estadounidenses en el mundo, y ven los tentáculos estadounidenses en casi todo. El hombre se opone al papel de EEUU en el mundo desde la perspectiva de que EEUU es una fuerza imperialista dominante sin parangón en el mundo de hoy, y desde la perspectiva de que EEUU es su país. Por eso, piensa ─acertadamente en mi opinión─ en que el deber del intelectual es criticar las políticas de su país en primer lugar, y no, por ejemplo, criticar las políticas del enemigo oficial, como la Unión Soviética en los años de la Guerra Fría.

Es una buena postura, aunque estemos en un mundo interconectado hoy, invitados a asumir una responsabilidad mundial que no se reduce a cuestionar y pedir explicaciones a las élites del poder en nuestros países. Y ello se aplica antes que nadie a los intelectuales estadounidenses y occidentales, dados sus privilegios a la hora de moverse, su gran preparación profesional, su relativa inmunidad y su capacidad de llegar a diversas fuentes de información de forma más sencilla. Sin embargo, Chomsky no se opone al papel de EEUU en el mundo solo porque EEUU es su país, sino porque lo considera la fuerza imperialista con mayor influencia en el devenir del Universo. Eso es lógico, pero su forma de pensar se inclina hacia la negación de la amplia independencia de las luchas sociales y políticas en otros países del mundo, casi doscientos.

La realidad es que no piensa en ese punto. No dice que todas las luchas son una misma contra el imperialismo; sin embargo, su obra parece llegar a una conclusión como esta, más que a certificar la independencia de las diferentes luchas en diferentes países.

En nuestra región de mundo, Oriente Medio por ejemplo, hay actores políticos locales que son la primera fuente de mal, de discriminación, de despotismo, de masacres y del empeoramiento de la vida. Algunos de ellos se apoyan de facto en el apoyo que les brindan las sucesivas administraciones estadounidenses, y muchos otros prefieren cargar los problemas que sufre su país a los estadounidenses; sin embargo, su margen de independencia es amplio en ambos casos. La situación de los palestinos no se comprende sin el firme apoyo que reciben las élites políticas y militares israelíes, pero no se puede negar la responsabilidad de dichas élites en los crímenes que cometen contra los palestinos. Los asadianos en Siria prefieren ligar sus problemas generales a Israel y EEUU, de forma que ellos no carguen con ninguna responsabilidad.

Mientras, no dejan de relacionar sus logros imaginarios consigo mismos en el ámbito de la lucha con esas fuerzas enemigas conspiradoras. En el mundo árabe se dan situaciones extremadamente negativas, en lo político y en lo humano, que no se comprenden de veras si no se tiene en cuenta el papel que juegan las potencias de dominio mundial, especialmente EEUU, a lo largo de tres generaciones. Sin embargo, no es correcto que toda la situación se deba al papel que han jugado. No se puede tampoco inferir la independencia de las luchas en todo caso partiendo de la ideología proclamada por sus élites. En la buena relación de Israel con EEUU no hay nada que niegue la independencia de las instituciones israelíes en sus crímenes. La turbulenta relación entre los asadianos y EEUU tampoco es en lo que se puede uno apoyar para hablar de la independencia de nuestra lucha. La independencia nace de la estructura actual del mundo.

Existe una pluralidad de luchas y unas son independientes de otras. No existe además un modelo de determinismo mundial que determine su dependencia de una única lucha central. Se trata de una lucha contra el imperialismo estadounidense, aunque no digamos que el concepto heredado de imperialismo, que lo imagina como una perla escondida en algún lugar de EEUU, tal vez la Casa Blanca, tiene una utilidad limitada. Y hoy nos encontramos ante un sistema de relaciones internacionales que niega el derecho de los habitantes a decidir su destino, un destino que las élites locales reproducen según su interés. La relación de la élite asadiana con el común de los sirios, por ejemplo, es más parecida a la relación de Israel con los palestinos, a quienes niega la propiedad de sus tierras y la decisión de su destino. Igual que la relación colonial entre los colonos y los colonizados. Podemos diferenciar entre imperialismos centrales e imperialismos periféricos, pero no entre imperialismos e imperialismos. Lo mejor, en mi opinión, es trabajar para cambiar el paradigma en su conjunto.

La cuestión no se reduce a que Chomsky no nos sirva para eso, sino que parece que ese antiimperialismo desarrolla las luchas imperialistas que le conciernen, cuando tiende a ver todas las luchas del mundo desde la perspectiva de una única gran lucha que lo pone a él mismo y sus semejantes contra el establishment. Ese modelo de “expansión imperialista” nos deja a los realistas bajo el dominio de las mafias locales asesinas invisibles y cuya voz no se escucha.

Y parece que la postura de Chomsky en relación a la revolución siria nace de su antigua perspectiva imperialista, que niega la autenticidad y la independencia a nuestra lucha. El pensamiento del hombre se ha mantenido centrado en la alta política y los grandes actores, al acecho del papel estadounidense, con una tendencia clara a fijarse en los estadounidenses que desean la caída del régimen asadiano y no al revés. Ello oscila entre una simplificación que nace del envejecimiento de la perspectiva, y el craso error. Chomsky coincide con la izquierda mundial y la derecha y el centro en la demonización de los yihadistas, uniéndose con ello a un consenso asfixiante que no precisa de otra cosa que personas como él, y que tiende a considerar a los revolucionarios sirios en general como yihadistas. En cuanto al régimen asadiano, lo ve como el rival de ese mal absoluto, y reprocha a los estadounidenses que no se oponen lo suficiente a los yihadistas. Si lo hicieran, no estarían en contra del régimen asadiano que los combate en su opinión (y contra los iraníes). Esto trasluce los problemas del centralismo de Chomsky de forma temprana. Desde su posición estadounidense, no ve cómo la fuerza principal del mal sin parangón en Siria es el Estado asadiano y que el cambio positivo en Siria es imposible sin cerrar ese capítulo. Es cierto que el hombre ha calificado a Bashar de bestia, pero lo dijo para luego centrarse en otra cosa que para él es lo importante. Error. Lo importante y lo más importante es que Bashar al-Asad (como nombre de un régimen, su élite y una relación política) es una bestia y un asesino. El resto de cosas, incluidos Daesh y Al-Qaeda son secundarias. El mundo entero estará con nosotros contra los yihadistas si nos deshacemos del asesino principal que gobierna el país y lo posee desde hace cerca de medio siglo.

Durante seis años y medio desde el inicio de la revolución, ha quedado claro que Chomsky no sabe nada de valor en relación a Siria, ni de su sociedad, ni de su vida política, ni de su historia, y se basa en fuentes en absoluto merecedoras de respeto, como Patrick Corbin y Theodor Postol (que niega la responsabilidad del régimen en la matanza química de Jan Sheijún), y que está lejos de la consistencia ética y política en relación a la cuestión siria, como ha quedado claro en los intercambios de correspondencia que ha mantenido con él y publicado Sam Chales Hamad recientemente. Esto no es una deficiencia personal, sino que está ligada con la visión del conocido pensador estadounidense. Desde esa perspectiva imperialista, ni somos vistos ni prácticamente existimos.

Chomsky fue un pilar para nosotros a la salida de la cárcel tras una primera vuelta de lucha social y política en nuestro país, aunque no parece que él supiera nada de nosotros en ningún momento. Hoy no puede decir nada claro ni útil de la segunda vuelta de la lucha, mucho más grande que la anterior, y que es lo más importante que sucede hoy en el mundo. Sin embargo, nosotros sabemos hoy que nuestro pilar es esta ingente lucha en sí misma, y que la independencia de nuestra lucha de los grandes planes imperialistas de crear imperialismos inversos es el pilar más firme para nuestra aspiración de liberar nuestro país asolado y hacerlo independiente. No hay otro pilar.

* Yassin al-Haj Saleh es un escritor e intelectual sirio que, siendo estudiante de Medicina en Alepo, fue detenido y encarcelado el año 1980 y estuvo preso hasta 1996.

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Fuente: Viento Sur

Miguel Hernández 50 años después

 
 
 
La Universitat de València conmemora el homenaje que tributó al poeta durante la dictadura franquista




En el centenario del nacimiento del poeta Miguel Hernández (1910-1942), el escritor Higinio Polo recuerda el tiempo en que Neruda publicaba en la revista “Caballo Verde” poemas del oriolano, con las resonancias de autores como Góngora, Alberti, Guillén o Aleixandre. “Sin perder su fuerza, la pasión llega ‘con un dolor de cuchillada’”, afirma Polo en el artículo “Miguel Hernández, cuando cañoneaban Madrid” (El Viejo Topo, septiembre de 2016). Además advienen las referencias al mundo agrícola, la sexualidad, los toros, el paisaje de Castilla, el alma popular y los cambios que acompañaron a la II República. En enero de 1936 Hernández fue detenido por la guardia civil en la orilla del Jarama, golpeado y maltratado en el cuartel. Intelectuales como Pablo Neruda, Federico García Lorca, José Bergamín y Rafael Alberti firman una declaración de apoyo, en la que denuncian las constantes vejaciones del cuerpo armado a los “hombres del pueblo”. Los hechos ocurren durante el “bienio negro”, pero un mes después llegaría la victoria del Frente Popular. Miguel Hernández está muy cerca de Alberti y María Teresa León. “Estoy con vosotros, lo he comprendido todo”… “Y se afilió al PCE”, recuerda Higinio Polo. El Fórum de Debats de la Universitat de València recordó el 31 de mayo, dentro de las VII Jornades de Memòria Democràtica, el 50 aniversario del homenaje que la universidad rindió a Miguel Hernández, en 1967. Estudiante durante aquellos años, Manuel García recuerda que antes, en la primavera de 1966, tuvo lugar un homenaje a Antonio Machado en Baeza (Jaén), de ámbito estatal. La celebración de la figura de Miguel Hernández se organizó en la Facultad de Filosofía y Letras valenciana, con un programa que incluía la lectura de poemas, cartas de adhesión y una excursión al cementerio de Alicante, donde se halla soterrado el “poeta del pueblo”. “Recuerdo la llegada del escritor Juan Gil-Albert, que tras atravesar el cordón de ‘grises’ y miembros de la Brigada Político-Social que rodeaban la facultad, leyó unas palabras en el paraninfo dedicadas al poeta oriolano”, explica García en el libro “Memoria del antifranquismo. La Universidad de Valencia durante el franquismo (1939-1975)”, de Benito Sanz y Ramón I. Rodríguez. Dejó huella del acto un cartel a serigrafía obra del Equip Realitat, que ponía de manifiesto la cooperación entre el movimiento estudiantil y los artistas de izquierda.
Fascinado por “Residencia en la tierra”, de Pablo Neruda, Miguel Hernández escribió en enero de 1936 un artículo en el diario El Sol, que implica una declaración de principios. Trata del vencimiento de la forma poética y su superación, apunta el profesor de Literatura Española en la Universitat de València, Javier Lluch, quien ha participado en las VII Jornades de Memòria Democràtica. “Odio los juegos poéticos de sólo cerebro. Quiero las manifestaciones de la sangre y no las de la razón, que lo echa a perder todo con su condición de hielo pensante (…)”, afirmó el poeta de Orihuela. Javier Lluch destaca que Miguel Hernández es uno de los ejemplos de autores que se pasaron de la “pureza” poética a la revolución, por las exigencias de la época. De ahí su compromiso en defensa de la II República.
En 1935 el poeta colabora con las Misiones Pedagógicas y en 1936 alumbra “El rayo que no cesa”. En “Elegía a Ramón Sijé” o en “Me llamo barro” se constata, según Lluch, un tono existencialista y fatalista, “muestras de una pauta estética que devendrá una poética de la impureza”. Fruto de su militancia son el romancero contra el fascismo, los cantos al héroe popular, individual y colectivo, y la exaltación de las gestas republicanas. El poeta-soldado, afiliado al PCE, miembro del Quinto Regimiento, comisario político y presente en los frentes de Madrid, Andalucía, Extremadura y Teruel, lo dejó bien claro en unas notas previas a su “Teatro en la guerra”, en 1937: “Entiendo que todo teatro, toda poesía, todo arte, ha de ser, hoy más que nunca, un arma de guerra”. También en 1937, el año de “Viento del pueblo”, Miguel Hernández participó en Valencia en el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura. Javier Lluch subraya la importancia del “Cancionero y romancero de ausencias” (1938-1941) y las siguientes palabras: “Los poetas somos vientos del pueblo: nacemos para pasar soplando a través de sus poros y conducir sus ojos y sus sentimientos hacia las cumbres más hermosas”.
El abogado laboralista y licenciado en Derecho por la Universitat de València, Vicent Álvarez, vivió los años de efervescencia estudiantil y aborda el contexto del homenaje de 1967 a Miguel Hernández. Un año antes se produjo en Barcelona el encierro estudiantil del convento de los Capuchinos de Sarrià, conocido como la “Capuchinada”. El primero de mayo de 1967 se organizó una manifestación obrera en Valencia, con las consignas de “Llibertat Sindical” y “Dret de Vaga”, en la que Àlvarez fue detenido. Mediada la década de los 60, el movimiento universitario se despliega en el País Valenciano en torno al Sindicato Democrático de Estudiantes de Valencia (SDEUV), que apoyan el PCE y el Partit Socialista Valencià (PSV). “Cuando la represión policial desarticule temporalmente el movimiento universitario de Madrid y Barcelona, Valencia se convertirá en punta de lanza de la oposición, a finales de 1966 y en 1967”, explica Benito Sanz Díaz en “El Antifranquismo. Del SEU a la transición política. 1965-1975”.
Los dirigentes estudiantiles de la Universidad de Valencia convocaron entre finales de enero y primeros de febrero de 1967 el primer Congreso Democrático de Estudiantes de España, celebrado en la capital valenciana y al que asistieron representantes de todos los distritos universitarios. Benito Sanz recuerda que antes, la dictadura había disuelto el Sindicato Español Universitario (SEU) falangista, y se vio truncado el intento de continuar influyendo mediante las Asociaciones Profesionales de Estudiantes. ¿Qué estaba ocurriendo? “Tras casi 30 años de dictadura, los jóvenes universitarios crearon una organización democrática al margen de las estructuras de la dictadura”, subraya Sanz Díaz, quien resalta la gran influencia del PCE para que el congreso se celebrara. Pese a la prohibición, los estudiantes participaron en la convención de manera muy amplia, pero también estuvo presente la policía nacional (los “grises”) y la Brigada Político Social, que practicó detenciones de dirigentes y delegados estudiantiles. A ello se agregaron las multas. Pero la represión no le salió gratis a la dictadura. Según Benito Sanz Díaz, “el régimen franquista perdió la universidad como punto de apoyo, para no recuperarla nunca”. Las revueltas de Mayo de 1868 enconarían aún más las posiciones.
La estampa de Miguel Hernández en trazo grueso, recortada sobre un fondo rojo y recitando un poema a la masa plebeya. Es el cartel con el que el Equip Realitat homenajeó al poeta en abril de 1967, en el 25 aniversario de su muerte. Formado por Joan Cardells y Jordi Ballester, el Equip Realitat desarrolló su obra durante una década, entre 1966 y 1976. “En el manifiesto de 1967 se comprometen a servir a la sociedad a través de la militancia artística”, subraya en la Universitat de València el ensayista y Catedrático de Estética y Teoría del Arte, Román de la Calle. Con una plástica muy cercana al arte pop, readaptaron esta tendencia norteamericana para denunciar la dictadura franquista. Además, los dos artistas entraron en contacto con los representantes del movimiento Estampa Popular, el Equipo Crónica y Crónica de la Realidad.
Mediante la ironía y la crítica, Cardells y Ballester abordaron los efectos del consumismo y la cultura de masas. Y lo hicieron con las técnicas de la pintura, las fotografías y las series gráficas. De la publicidad, los tebeos y las revistas, obtienen parte de los ingredientes para sus trabajos. Series como “Entierro del estudiante Orgaz” (1967), “Hogar dulce hogar” (1972), “Vista de Gibraltar desde el convoy que atravesó el estrecho en julio de 1936” (1973) y “La guerra, Hazañas bélicas o Cuadros de historia (1973-1976)”. Román de la Calle señala ejemplos como “Anunciación” (1966-1967), obra en la que a un ama de casa se le presenta Supermam…que le anuncia un detergente; en “Romeo y Julieta” (1967), la mujer posa ante un magnífico Alfa Romeo; entre títulos tan singulares como “Pastor alemán contagiado de la náusea existencial en dormitorio matrimonial adquirido en unos grandes almacenes” (1972) y “Richelieu transnacionalizado”, del mismo año, el Equip Realitat realizó la composición sobre Miguel Hernández. Pertenece al primer periodo de su obra, que Román de la Calle ubica entre 1966 y 1969: Predominan las pinturas planas –acrílico sobre tabla-, con aparición del arte pop y el sarcasmo. 
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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