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martes, 9 de junio de 2015

Los residuos imperiales de la Alemania poshitleriana. Merkel y Sisi: Juego de tronos, el cómic



 Merkel y Sisi: Juego de tronos, el cómic


Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.

El dirigente de la junta militar egipcia Sisi llegó a Berlín y fue recibido con alfombra roja y honores militares plenos en el Palacio Bellevue, donde se reunió con el presidente Joachim Gauck. Sin embargo, Selmin Çalskan, de Amnistía Internacional, y Wenzel Michalski, de Human Rights Watch, encabezaron el grupo de destacadas personalidades que dirigieron una carta de queja a la cancillera Merkel por la visita. Para Çaliskan, Abdul Fatah al-Sisi ha presidido una de las “peorescrisis de los derechos humanos en la historia moderna”.
Pero el subimperio alemán tiene problemas y la gigantesca firma de ingeniería Siemens necesitaba un rescate por valor de 9.000 millones de dólares en un acuerdo con Egipto financiado mediante créditos a la exportación. Así pues, ¿por qué no? El propio über-imperio les había allanado ya el camino en diciembre de 2014 con la aprobación por el Congreso de una “dispensa retroactiva respecto a cuestiones de seguridad nacional” vinculada a toda ayuda a Egipto. Al igual que Sisi había doblegado a Kerry en sus demandas incluso de falsa democracia, la paciencia de Merkel también se había quebrado. ¿Acaso no podía Sisi haber complacido al capitalismo de estado de EEUU y de la UE, como le habían pedido, aunque hubiera sido con una apariencia de proceso democrático?
El hecho es que Sisi está dando sus últimos coletazos políticos y no puede hacer otra cosa que estar a la defensiva. Que una figura tan débil sea invitada a hacer una visita de Estado para poder firmar un acuerdo da alguna idea de la desesperación política de EEUU y la UE: A saber, que siguen duplicando las decisiones absurdas y que siguen tomando nuevas decisiones absurdas para negociar las consecuencias de sus anteriores decisiones absurdas. Antes de entrar en el motivo de la visita del circo egipcio a Berlín, veamos algo sobre Alemania:
El subimperio alemán en apuros
Antes de la introducción del euro, Alemania había sido la potencia industrial de Europa. Hacía de todo y más de lo necesario, importando sólo materias primas. Por eso, cuando su éxito exportador hizo subir el tipo de cambio del marco alemán, los gastos de la producción fabril se redujeron automáticamente. En la medida en que esto se reflejaba en una caída de la demanda, las compañías alemanas pudieron siempre permitirse reducir los precios. Sin embargo, y en gran medida debido a su calidad, la demanda de productos alemanes era bastante inelástica. Mantuvieron los precios de casi todo, consiguiendo aún mayores beneficios.
Fue una idea completamente loca que otras naciones europeas trataran de tener una moneda común con una economía como esa, a menos que pusieran en marcha algún tipo de revolución industrial estilo Meiji para ponerse al día. Pero Alemania iba muy por delante, gracias principalmente a que se beneficiaba desde 1953 de una quita sin precedentes de la deuda. Lo del euro se produjo porque los énarques (la elite de licenciados de la Escuela Nacional de Administración –ENA-, con más de 180 de coeficiente intelectual) del gobierno de François Mitterrand pensaron que Francia no podría sobrevivir de otro modo, pero arrastraron también a Italia, España et al a la trampa de la moneda común para liquidar cualquier posibilidad de devaluación competitiva.
Los alemanes no podían creerse su suerte. Para no alargar la historia, Alemania chupó la sangre de toda vida industrial del sur de Europa, cuyos gobiernos pensaron equivocadamente que los alemanes iban a comer bastantes más naranjas y pasarían bastantes más vacaciones en sus países para compensar la debacle industrial que iba a producirse. Pero los alemanes no consumen; están demasiado ocupados haciendo cosas. Si los italianos pensaban que las ventas de los Ferrari iban a dispararse, fueron los alemanes e hicieron que sus Porsche fueran mejores. Grecia, la más débil del paquete del sur europeo, se ha quedado completamente descalabrada, y su partido gobernante, Syriza, ha pedido ahora a los alemanes un acuerdo del estilo del suyo de 1953. ¡Ni hablar del peluquín!
Pero esto supone un problema serio para Alemania. Sus principales clientes están ahora al límite. No sólo eso, la maquinaria industrial china está elevando lentamente la cadena del valor añadido, amenazando el casi monopolio de Alemania en ciertos sectores del mercado mundial como el de adhesivos y turbinas. Esta situación es especialmente difícil para Siemens. El hecho de que Alemania haya dejado de invertir en la producción de energía tradicional supuso un revés doble. En esta economía mundial plana, si las viejas industrias tradicionales estaban sufriendo, la Unión Demócrata Cristiana (CDU, por sus siglas en alemán) de Merkel trataba de asegurar el crecimiento alemán protegiendo la relación neocolonial que su “Mittelstand” (el sector de las PYME) tiene con la Europa del Este.
La externalización a Polonia y la República Checa es increíblemente importante para la rentabilidad alemana. Sin embargo, respecto a Polonia, lo que está claro es que no puedes sujetar a los polacos. El antiguo centro neurálgico del mercado negro del Pacto de Varsovia no iba a perder la oportunidad obvia de una economía rusa al lado desesperada por encontrar la manera de mejorar su mediocre rendimiento industrial. Sería un desastre para Alemania que las firmas polacas empezaran a externalizarse por su cuenta hacia Rusia, donde no hay restricción alguna en las condiciones de trabajo.
La única respuesta que Merkel tuvo fue que Alemania tenía que encontrar un competidor de Polonia, uno que fuera a la vez una amenaza y un incentivo para los polacos desde el punto de vista de un entorno de bajo coste sin restricciones de salud y seguridad que pudieran explotar conjuntamente. Ucrania era perfecta para Polonia debido a la afinidad de sus dos diásporas en el über-Imperio. Para Alemania, arrastrar a Ucrania con falsos pretextos al ámbito de la Unión Europea crearía un enfrentamiento político con Rusia que podría después utilizarse para mantener a raya a todas las naciones de la Europa del Este. Sin embargo, esta cínica estratagema no iba a servirles con Vicktor Orban, de Hungría.
Pero, en un triple revés para Siemens –y para el resto del tradicional sector industrial alemán a gran escala-, el enfrentamiento con Rusia, con las sanciones y todo lo demás, supuso el clavo final en su ataúd. Era necesario un gran acuerdo y Egipto parecía ser la respuesta. Al infierno con todo el parloteo sobre los derechos humanos y la democracia, el acuerdo para las turbinas de gas con Egipto sería tan grande que haría “historia”.
El circo egipcio llega a la ciudad: la extraordinaria admisión de Sisi
A Sisi, como a Stalin, no le gustan los economistas. El mejor lugar para ellos es la cárcel. Viaja con un grupo de actores, comediantes y bailarines de la danza del vientre que le hacen compañía y le levantan el ánimo. No creo que esta alegre agrupación tuviera alguna idea acerca del desagradable recibimiento que iban a tener por parte de los manifestantes egipcios a su llegada al aeropuerto de Tegel. En cualquier caso, ¿para qué necesitaba él economistas si Merkel iba a darle 9.000 millones de dólares en equipamiento algo así como por la cara?
El acuerdo necesitaba de una visita de Estado. Pero esto constituía un problema político, como representantes de los derechos humanos como Selmin Çaliskan señalaron. El portavoz del parlamento alemán, Norbert Lammert, pudo ayudar a que la nación germana conservara cierto grado de dignidad negándose a reunirse con el jefe de la junta. Merkel, en su calidad de cancillera, tendría sin embargo que mantener esta ficción reprendiendo públicamente a Sisi por su historial respecto a los derechos humanos, ya que nadie suele escuchar mucho de Lammert. Cómo se supone que funcionan este tipo de cosas ha sido siempre un misterio para mí, pero creo que tiene algo que ver con lo que Friedrich Engels llamó acertadamente “falsa conciencia”. Sin embargo, lo que consiguió la reprimenda de Merkel a Sisi fue una admisión extraordinaria de un asediado Sisi: una admisión que empeorarían aún más las cosas a los intentos alemanes de salvar la cara.
Bajo las firmes presiones sufridas desde que llegó a Alemania, Sisi se había quedado también atrapado en un ascensor con Merkel durante más de una hora, por lo cual su conferencia de prensa comenzó muy tarde. El sudoroso y exhausto jefe del golpe militar, al responder a una pregunta de la prensa alemana admitióque –sí- que Morsi “había sido realmente elegido a través de medios democráticos y había ganado con el 51% del voto popular en unas elecciones libres y justas”, pero añadió: “El Presidente Morsi tuvo que ser derrocado por la fuerza porque el pueblo no disponía de una vía constitucional para echarle del poder después de sólo un año de mandato”.
Pueden decir lo que quieran, pero me parece a mí que las prisas de Merkel se van a volver en su contra, al igual que sus políticas en Ucrania. La conferencia de prensa empezó mal y acabó en desastre, con una estudiante egipcia, Fajr el-Adly, que se coló entre los periodistas en la Cancillería de Berlín y se puso a gritar“¡Asesino, asesino!” con un estridente tono femenino al desaliñado Sisi. La prensa mundial reprodujo el titular original del Washington Post: “La conferencia de prensa de Sisi termina con incidentes”, que se ajustó más tarde para señalar: “Manifestante interrumpe la conferencia de prensa con al-Sisi de Egipto”. Pero elmeme estaba circulando ya por doquier.
Sin embargo, la admisión de Mursi no fue realmente un lapsus del tirano. Desde la muerte del rey Abdullah y la llegada del nuevo régimen en Arabia Saudí (contra el que se ha descubierto que Sisi había estado conspirando), su apoyo en Egipto ha ido desangrándose. Los oligarcas egipcios, con Naguib Saguiris al frente, ya se habían distanciado de él desde que Morsi insistió en el llamamiento para que pagaran los impuestos atrasados. Y ahora estaban conspirando con Mohamed bin Zayed, de Abu Dabi, supuestamente el último amigo que le quedaba a Sisi, para colocar en el poder a Ahmed Shafiq, que había perdido las elecciones frente a Morsi en 2012 y está ahora exiliado en algún lugar de los Emiratos.
Pero la ironía de todo ello es que Sisi –por su propia admisión- estaba apelando a la legitimidad de Morsi para socavar la de su potencial rival. Ni aún queriendo le habrían salido major las cosas.

Omar Qasim publica sus trabajos en la página web: http://different-traditions.com/  
Fuente: http://www.counterpunch.org/2015/06/05/merkel-and-sisi-games-of-thrones-the-comic/  

domingo, 14 de julio de 2013

Cuatro días que estremecieron al mundo

 

 

The Guardian, 5 de julio de 2013

Declaración de los Socialistas Revolucionarios de Egipto

Lo que ocurrió el 30 de junio fue, sin la menor duda, el principio histórico de una nueva ola de la revolución egipcia, la mayor desde enero de 2011. Se estima que el número de personas que se manifestaron en ese día legendario excedió los 17 millones de ciudadanos, algo sin precedentes en la historia.

Su importancia supera cualquier participación de los restos del antiguo régimen o del aparente apoyo del ejército y la policía. Las manifestaciones masivas de millones de personas son eventos extremadamente raros en la historia de la humanidad, y su efecto sobre la conciencia y la confianza de la población en sí mismos y en su poder de cambiar el curso de la historia, trascienden las limitaciones de las consignas planteadas y las alternativas políticas formuladas.

Sí, la élite burguesa liberal quería utilizar esta movilización de masas para derrocar la dominación de la élite islamista, con el fin de poder llegar a ellos al gobierno con el respaldo y el apoyo de la institución militar. Y es cierto que los feloul [los restos del antiguo régimen] querían volver a la escena política a través de esta nueva ola revolucionaria. Pero hay una lógica especial implícita en las revoluciones populares que no se somete a las ilusiones o planes de los liberales o los feloul, aunque sectores de las masas siguieran temporalmente las consignas y las promesas de esas élites, de la misma manera que siguieron antes las consignas y promesas de la élite islamista.

Sí, los grandes medios de comunicación y sus campañas de propaganda tienen influencia, y las utilizan a favor de sectores de la clase dominante opuestos a los Hermanos Musulmanes, en el sentido de que el ejército y la policía están con la gente, que hacen gala de su neutralidad y su patriotismo, incluso de su ¡"naturaleza revolucionaria"! Pero esta influencia es momentánea y superficial, y no puede borrar de la memoria y la experiencia directa de la gente su carácter contrarrevolucionario, y se han enfrentado a las masas, ya sean las instituciones de las fuerzas armadas o los servicios de seguridad.

La verdadera razón de esta influencia temporal es la traición de la oposición liberal, representada por el Frente de Salvación Nacional, de los objetivos de la revolución egipcia y la sangre de los mártires, con el fin de acortar su camino hacia el poder. La verdadera razón es la ausencia de una alternativa política revolucionaria unida capaz de denunciar la verdadera naturaleza del FSN y ganar a las masas a un programa revolucionario concreto, un proyecto que puede superar tanto a la elite liberal y a la islamista y avanzar para profundizar la revolución egipcia, acabando con todas las instituciones del antiguo régimen, incluidas las instituciones militares y de seguridad, que son el corazón de la contrarrevolución.

Las masas no se han rebelado de nuevo porque quieran un gobierno militar o por amor a una alternativa liberal feloul a la Hermandad Musulmana. Las masas se han rebelado de nuevo porque Morsi y la Hermandad han traicionado la revolución. La Hermandad no implementó ni una sola de las exigencias de la revolución de justicia social, libertad, dignidad humana o retribución a los mártires de la revolución, que cayeron a manos de Mubarak y al-Adly, o el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (SCAF), la Hermandad y el Ministerio del Interior durante el periodo de gobierno de los Hermanos Musulmanes.

De hecho, el gobierno de la Hermandad profundizó las mismas políticas del régimen de Mubarak, que siguen provocando el empobrecimiento y la corrupción, en una defensa desesperada de las grandes empresas al servicio de los intereses norteamericanos y sionistas.

En vez de purgar el aparato estatal de corrupción y de todos los que se han manchado las manos con la sangre de los mártires, ya sea en el Ministerio del Interior, el aparato militar o la policía secreta, la Hermandad negoció con ellos, con la esperanza de participar en la administración del Estado junto con los feloul y los hombres de Mubarak.

Por lo tanto, el régimen de la Hermandad se convirtió en más que una extensión a todos los niveles del régimen de Mubarak contra el pueblo egipcio que se había rebelado.

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Esta es la esencia de la nueva explosión revolucionaria que se inició el histórico 30 de junio. La Hermandad no entendía esta esencia, por lo que su popularidad se evaporó en cuestión de meses. Y esto es lo que los líderes de las fuerzas armadas no entienden - ni su fachada civil, representada por los liberales y los feloul del Frente de Salvación Nacional. Porque no es a punta de pistola que se vean obligados a aplicar las mismas políticas con Morsi, que con el consejo militar y con Mubarak antes que ellos: las mismas políticas económicas neoliberales, las mismas alianzas estratégicas con las monarquías represivas del Golfo Pérsico, la misma dependencia humillante de EE UU y el colonialismo sionista.

Los gobiernos y los medios de comunicación de la burguesía americana y europea están tratando de describir lo que ha sucedido en Egipto, como si no fuera más que un golpe militar

contra un presidente democráticamente elegido, o un golpe de estado en contra de la "legitimidad" de la democracia formal. Pero lo que ha sucedido en realidad supera con creces la democracia formal y sus urnas. Se trata de una legitimidad que surge del carácter democrático de la revolución popular: la democracia directa es la que crea la legitimidad revolucionaria. Se abre el horizonte a nuevas formas de poder popular, que empequeñecen la democracia temporal de las urnas que se traduce solo en mantener la dominación de la burguesía, en sus diferentes alas.

La democracia temporal de las urnas asegura sólo la permanencia del poder del aparato estatal capitalista. Refuerza las ilusiones de la gente que cree que tiene el poder porque eligen una vez cada cierto número de años que sector de la élite burguesa gobernará y les explotará, sin, por supuesto, conseguir nada del aparato del Estado o de las empresas capitalistas a las que protege y que manipulan las urnas.

Lo que ha ocurrido en Egipto es un punto álgido de la democracia, una revolución de millones de personas para derrocar directamente el régimen. En cuanto al desplazamiento militar de Morsi, no era más que una conclusión inevitable una vez que la institución militar vio que las masas ya habían resuelto el problema en las calles y plazas de Egipto.

El-Sisi hizo el 3 de julio de 2013 lo que Tantawi hizo antes de él el 11 de febrero de 2011: cedió ante la voluntad del pueblo que se había rebelado, no por patriotismo ni fervor revolucionario, sino por miedo a la revolución. Porque si El-Sisi no hubiera intervenido para desalojar Morsi, la revolución no se habría detenido con el derrocamiento de Morsi y la Hermandad, sino que ha sido -y sigue siendo- capaz de transformarse en una revolución social completa que acabe con todo el estado capitalista, incluyendo a los líderes de la institución militar.

La institución militar es hostil a la revolución egipcia. Se deshizo de Mubarak para salvarse de la línea de fuego de la revolución. El ejército se deshizo de la Hermandad y de Morsi, sus antiguos aliados, porque teme el momento en el que el terremoto de la revolución les alcance. Al igual que amplios sectores de la población tuvieron ilusiones en la neutralidad militar y su apoyo a la revolución al comienzo del gobierno del SCAF, hoy se ven afectadas por la propaganda mentirosa sobre el heroísmo y lealtad revolucionaria de El-Sisi y sus generales.

Pero las masas rápidamente superaron estas ilusiones, producto de la propaganda en los días de Tantawi a través de su experiencia y de su lucha, y de la misma manera superarán de nuevo la ilusión de que "el ejército y el pueblo son una misma cosa" en las semanas y meses venideros.

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Las masas egipcias han logrado derrocar a dos presidentes en 30 meses. Este gran poder no sólo se refleja en las protestas de millones de personas, sino también en las posteriores olas de huelgas y manifestaciones populares. La confianza política se transformará en confianza en la lucha social y económico, y viceversa.

Después de la primera oleada revolucionaria, el ejército había apostado por la capacidad de organización y el populismo de la Hermandad para asimilar y abortar la revolución. Pero esta apuesta falló el 30 de junio. Ahora, el ejército utiliza a la oposición liberal con el mismo objetivo. Pero el vasto abismo entre las expectativas de las masas revolucionarias y lo que las fuerzas liberales están ofreciendo en términos de políticas económicas y sociales en medio de una profunda crisis económica conducirá rápidamente a que quede expuesta a la luz la naturaleza de estas fuerzas, y quienes detrás de ellos son los verdaderos gobernantes de Egipto, las instituciones militares y de seguridad.

Uno de los peligros a los que nos enfrentaremos en las próximas semanas y meses es que la ola de represión dirigida contra los Hermanos Musulmanes y el movimiento islamista se utilizará como propaganda a favor de los liberales y por motivos de seguridad por el ejército y la policía para atacar al movimiento obrero y las manifestaciones populares, con el pretexto de mantener la estabilidad durante "este período crítico." Restaurar el aparato de seguridad de confianza para hacer frente a los islamistas se traducirá sin duda en olas de represión contra

las huelgas y sentadas, y será justificada por los medios de comunicación burgueses.

Debido a ello, hay que ser coherente en la lucha contra todas las formas de abuso y de represión contra los islamistas en forma de detenciones y cierres de canales vía satélite y periódicos: lo que sucede hoy contra los islamistas les pasará mañana a los trabajadores y la izquierda.

El dilema de la revolución egipcia hoy es la debilidad política de las fuerzas revolucionarias que defienden la exigencia de continuar la revolución, que tiene las demandas sociales en su corazón. Para estas fuerzas, las urnas no son suficientes, y no van a aceptar la continuación de las políticas capitalistas de empobrecimiento. No van a renunciar a la exigencia de retribución por la sangre de los mártires revolucionarios. Seguirán insistiendo en el derrocamiento del estado de Mubarak, incluidas sus instituciones de seguridad, militares y judiciales. Estas instituciones siguen controlando el país y así protegen los intereses de los grandes empresarios y feloul de Mubarak. Siguen siendo un gran pantano de corrupción, saqueo y despotismo.

Corresponde a las fuerzas revolucionarias hoy unir sus filas y presentarse como una alternativa revolucionaria convincente para las masas - una alternativa a las fuerzas liberales que están en ascenso a hombros de los militares y de las fuerzas del Islam político que han dominado a las amplias franjas de la población durante décadas. Tenemos que crear una plataforma para unir la lucha económica y social en las filas de los trabajadores y los pobres, para unir a todos los sectores oprimidos de la sociedad. Porque son estas personas las que tienen interés en la continuación de la revolución, en derrocar al corazón del régimen y no sólo a sus representantes, ya sea Mubarak o Morsi en el pasado, o tal vez ElBaradei en un futuro próximo.

Así que empezamos desde este mismo momento a preparar la tercera revolución egipcia que se avecina inevitablemente, preparémonos para liderar esa revolución hasta la victoria final. Las masas han demostrado de nuevo que su energía revolucionaria es infinita, que su revolución es una verdadera revolución permanente. Pongamos a la altura de esta responsabilidad histórica, y trabajemos juntos para el éxito de la revolución.

Traducción para www.sinpermiso.info: Enrique García

http://socialistworker.org/2013/07/05/four-days-that-shook-the-world

La Segunda Revolución de Egipto: cuestiones de legitimidad

 

 

 

La democracia se constituye con la voluntad expresa y activa de personas reales, vivas, y no con la de unas urnas. Esta máxima se torna aún más cierta cuando aquellas personas están llevando a cabo una revolución, mediante la cual trazan su futuro y el de su nación.

El gobierno estadounidense, una parte importante de los principales medios occidentales y los derrocados Hermanos Musulmanes parecen estar de acuerdo: lo que ha ocurrido en Egipto en los últimos días ha sido un golpe militar, un revés a la presunta "transición" hacia la democracia.

Independientemente de la diversidad de intereses creados puestos en juego, lo que los tres detractores de uno de los levantamientos revolucionarios más potentes y populares de la historia moderna comparten es el desprecio. Se han reunido veintidós millones de firmas (casi un 50 por ciento de la población adulta del país) exigiendo la destitución del presidente; la misma exigencia la han vehiculado diecisiete millones de personas (casi un 30 por ciento de la población adulta) en marchas callejeras a lo largo del país, en lo que se ha descrito como la mayor manifestación de la historia del ser humano, efectuada a pesar del aluvión de amenazas y advertencias de que el 30 de junio se convertiría en un "río de sangre", y prolongada hasta el día de hoy.

Por inaudito que resulte, y parece que a ojos de la prensa aún no merece consideración (el Washington Post insiste en hablar de manifestaciones "opositoras" entre los partidarios de Morsi y la "oposición"), no se trata de un proceso democrático, sino del ejército y del "estado profundo". Nada que no fuera un insondable sentimiento de desprecio podría explicar tamaña ceguera.

El desdén de los Hermanos Musulmanes está firmemente arraigado en una doctrina que designa a los líderes de Gama'a como últimos intérpretes de la voluntad de Dios en la tierra, y como tales su "rebaño" les debe obediencia ciega e innúmeros besos en la mano — no cabe duda de por qué a los rebeldes egipcios los denominan "corderos".

Desde el lado occidental de la ecuación — y todavía trato la cuestión más desde una perspectiva ideológica que desde el craso interés — existe la convicción igualmente arraigada de que árabes y musulmanes son incapaces de desarrollar el tipo de "libertades" que el "hombre occidental" da por sentado.

Ciertamente, la raza ha pasado de moda, ahora remplazada por la "cultura"; pero a lo único que se supone que podemos aspirar los árabes con nuestra cultura "musulmana", al parecer de forma inherente, es al tipo de "democracia" atrofiada y deformada que Morsi y su tribu ofrecían, sin importarnos la libertad de expresión, de creencia, de asociación y protesta, y sin importarnos tampoco el atraco histérico de poder de la maquinaria estatal excesivamente autoritaria de la oligarquía de Mubarak, la cual se ha mantenido perfectamente intacta a no ser por una muda simbólica de líderes.

(En junio de este año, el presidente depuesto de la Hermandad designó de una sola vez a 17 gobernadores pertenecientes todos a su grupo o a sus aliados, a tan sólo tres meses de las elecciones parlamentarias, lo mejor que pudo hacer para amañarlas de forma más efectiva).

Nada de todo esto, aun así, parece tenerse en cuenta. No son más que los pequeños inconvenientes de la "transición", ya que a todo lo que podemos aspirar y nos merecemos los árabes y musulmanes es a un margen del 2 por ciento en las urnas — con esto ya tenemos suficiente democracia para nuestra "cultura".

Hay también otro aspecto que contribuye a la ceguera. A lo largo de la historia, las revoluciones culturales llevadas a cabo por un pueblo han mostrado una tendencia a inspirar levantamientos revolucionarios en otros pueblos, de tal manera que la de Egipto fue inspirada por las de Túnez, Yemen y Bahrein, y la de Siria fue inspirada por ambas. El que una revolución desemboque en un régimen islamista torpe y denodadamente opresivo, cuya única reivindicación para la "democracia" son unas elecciones en apariencia "libres y justas", extingue drásticamente su valor inspirador. ¿Podrían los griegos o los brasileños inspirarse en un resultado como éste?

Fue tan sólo en el cuarto día de la segunda revolución egipcia, y de la consecuente intensa presión estadounidense por mantener a Morsi y a los Hermanos Musulmanes en el poder, que el presidente de los EEUU Barak Obama pareció descubrir — de repente — que la democracia no se reduce a las urnas.

¡Muy Bien! La historia de la democracia en el mundo es la historia de las conquistas de libertades democráticas en las calles, no en las urnas. Aunque dejemos a un lado las revoluciones fundacionales de la democracia en el mundo moderno, desde Cromwell hasta Robespierre, incluyendo a los padres fundacionales de los Estados Unidos (frente a las cuales las dos revoluciones gemelas de Egipto parecen pulcras y relucientes en términos de legitimidad), la universalidad del sufragio se conquistó en las calles, igual que el derecho de la mujer al voto; los sindicatos, cruciales en la definición de la esencia de la democracia y de las libertades democráticas en el mundo actual, no salieron de las urnas, sino que nacieron y se desarrollaron en los talleres y en las calles, del mismo modo que ha ocurrido con la redefinición de la democracia en lo referente a derechos y liberación de la mujer, más allá del mero derecho al sufragio.

Por último, pero no menos importante, Sr. Obama, ¿cabe recordarle que la sola idea de postularse a la presidencia no se habría dado si no hubiera sido por el Boicot de Autobuses en Montgomery, las Sentadas en Greensborro, la Marcha en Washington y las miles de otras batallas, grandes y pequeñas, libradas con tremendos sacrificios, en las calles de la autoproclamada "mayor democracia del mundo", por parte de cientos de miles de personas, entre las que se incluyen personajes hostiles a la "legitimidad" tales como Malcom X, Rap Brown, Stokely Carmichael y Angela Davis?

Una marcha larga y heroica, repleta de sangre y lágrimas, le otorgó a usted su cargo Sr. Obama, y fue en las calles donde los héroes de estas luchas marcharon. Las urnas simplemente trasladaron, casi siempre parcialmente y de forma atrofiada, las conquistas llevadas a cabo, sí, en las calles.

Todo lo cual parece llevarnos de vuelta a nuestro anterior presidente, el propio Dr. Morsi.

En su último comunicado al país, con su habitual incoherencia, el anterior presidente (¿no resulta encantador el prefijo "anterior" antecediendo al título de dos presidentes en tan poco tiempo?) repitió la palabra "legitimidad" literalmente una docena de veces. Sin embargo, cabe recordarle, Sr. anterior-presidente, que visitó usted la cárcel cuando su predecesor, el presidente "legítimo" del país, votado en su cuarto ejercicio en lo que sus aliados estadounidenses y occidentales entonces aclamaron como las primeras elecciones presidenciales egipcias con varios candidatos, fue derrocado de forma ilegítima. (Nada en la Constitución egipcia en aquellos momentos vigente permitía al presidente ceder sus poderes a una institución denominada Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas – SCAF).

No conocemos la verdadera historia de cómo salió de la prisión, si fueron los que detentaban el poder quienes le sacaron o fue un contingente de Hamas importado especialmente con ese objetivo, como se ha sugerido en los últimos meses. Sinceramente, me da igual. Morsi y otros líderes de la Hermandad Musulmana eran presos políticos, y en una revolución, liberar a los prisioneros políticos resulta correcto, incluso siendo "ilegítimo".

El caso es que, desde la revolución, los detentadores del poder en Egipto, todos piratas de sus cargos, has estado haciendo malabarismos entre la "legitimidad revolucionaria" y la legitimidad formal, legal, estipulada por la Constitución y la ley del país de manera arbitraria y siempre en la forma que mejor se ajustara a sus fines inmediatos. El SCAF lo hizo, una y otra vez, igual que lo hicieron los Hermanos Musulmanes.

El ejemplo más crudo y flagrante fue el alarde de constitucionalidad, ley y normas democráticas del presidente "electo", mediante la promulgación, en noviembre del 2012, de una Declaración Constitucional que inmunizaba sus decisiones frente a los exámenes jurídicos, inmunizaba también aquella pantomima de cuerpo legislativo, el Consejo consultivo Shura (un tercio de cuyos miembros fue designado por el presidente y los otros dos tercios fueron votados con desdén por un mísero 7 por ciento del electorado), confiriéndole mientras tanto completa autoridad legislativa e inmunizando además a una Asamblea Constituyente, la cual se había transformado en un club cerrado de la Hermandad Musulmana y sus aliados Salafistas y Yihadistas. Ambas instituciones se han enfrentado a fallos inminentes de inconstitucionalidad por la Corte Constitucional Suprema de Egipto.

¿Y cuál ha sido, entonces, la justificación de Morsi por estas medidas draconianas, claramente encauzadas a perpetuar el dominio de la Hermandad Musulmana sobre el país hasta los tiempos en que la humanidad se reúna con su hacedor? "¡Legitimidad Revolucionaria!" Pues bien, Sr. anterior-presidente, esto es exactamente lo que se conoce como "salir el tiro por la culata", con la salvedad de que el suyo fue el de un secuestrador, mientras que el pueblo que lo derrocó obtuvo su legitimidad revolucionaria de una revolución real y viva, sin precedentes históricos, por virtud de 22 millones de firmas y por virtud de millones de personas en las calles.

Hani Shukrallah es el editor en jefe de Ahram Online.

Traducción para www.sinpermiso.info: Vicente Abella

Egipto y la primavera que durará

 

Aunque hay impresionistas que sólo ven botas y un golpe militar en Egipto –olvidando que Nasser o Chávez también fueron golpistas y militares–, lo que sucede en ese país es algo mucho más complejo. En primer lugar, el conservador general Abdel Fattah Al Sisi acaba de sacar del poder al partido reaccionario mejor organizado y enraizado, ligado con Estados Unidos y con Qatar y los emiratos –la ultrarreaccionaria Hermandad Musulmana–, cuyos líderes están presos, como sigue en la cárcel la camarilla proimperialista de Hosni Mubarak.

El ejército decidió sacar del gobierno a los reaccionarios y poner en el mismo a técnicos liberales aceptables por Washington pero no agentes de éste ni de los emiratos, porque crecía la rebelión popular que abarcaba a los liberales, los nacionalistas nasseristas, la izquierda democrática, la izquierda revolucionaria y socialista, los sindicatos, un importante sector de la burguesía comercial laica (que antes seguía al Wafd) y la burguesía comercial cristiana copta, que sufría la intolerancia islámica salafita. Esa marea democrática social comenzaba a organizarse, a crear comités y había reunido más de 22 millones de firmas contra Morsi y la Hermandad Musulmana, lo cual indica que muchos musulmanes democráticos la apoyan. El crecimiento de esta rebelión, por un lado, asustó al mando militar conservador (Al Sisi fue jefe de inteligencia en tiempos de Mubarak y fue ascendido por Morsi) y, por otro lado, estimuló las tendencias nacionalistas y bonapartistas existentes desde la mitad del siglo pasado. No hay que olvidar en efecto que el golpe que derribó a la corrupta monarquía del rey Faruk en 1952 estuvo encabezado por el conservador general Mohammed Naguib y no por el más audaz y nacionalista Gamal Abdel Nasser, que después defenestró al primero. Por lo tanto, lo que cuenta es la dinámica que puede llegar a tener el proceso, no el conservadurismo de su primer representante.

Los militares hicieron en realidad un contrafuego, tomaron una medida preventiva, entregando en seguida el gobierno a técnicos que deben elaborar una nueva Constitución (la actual, reaccionaria, fue anulada) y preparar elecciones en seis meses. Salieron de los cuarteles para llenar un vacío antes de que la rebelión encontrase una dirección y un programa propios y para encauzar por la vía burguesa un movimiento que es plebeyo, nacionalista y contrario a los intereses del imperialismo y de sus agentes en la región (desde Qatar hasta Israel). Corrieron el riesgo de acercarse al movimiento de rebeldía y de sufrir su contagio, que es importante desde hace rato, como se ve en la actitud popular ante los soldados, a quienes los que luchan por la democracia ven como aliados de un tipo especial.

En escala internacional, la humanidad está aún ante la realización de las tareas democráticas que encaró la Revolución Francesa: la unidad nacional, la independencia política, la democracia, la redistribución de la tierra. Contrariamente a la visión superficial que habla de primavera árabe, ésta no dura semanas o meses sino muchas décadas, como lo demostró el despertar los pueblos europeos en 1848, que se repitió inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial y después de los años 80. La lucha por la unificación de la nación árabe –fragmentada por las potencias colonialistas y por las monarquías en los siglos XIX y XX– dura ya 70 años. En efecto, viene en realidad desde el levantamiento de Orán, en Argelia, en los años 40, salvajemente reprimido por el imperialismo francés, y pasa por la independencia argelina, el nacionalismo árabe en Egipto, Libia, Siria, Líbano, Yemen, el nasserismo y los intentos de unidad en una sola república árabe, la constitución del partido y el gobierno revolucionario socialista en Yemen del Sur en los 70, el apoyo constante a la Intifada palestina, y aún no ha terminado ni terminará. Sobre todo porque el capital financiero se esfuerza por retrotraer el mundo desde el punto de vista social a lo que imperaba en el siglo XIX y, por lo tanto, vuelve al colonialismo, pisotea las soberanías, restringe brutalmente los espacios democráticos e instaura métodos fascistas hasta en las metrópolis, al mismo tiempo que la situación económica empeora gravemente para los trabajadores y para los países dependientes. Pero la experiencia, la organización, el nivel social y cultural, sin embargo, de los pueblos, son hoy muy superiores a los de hace dos siglos.

Las clases medias urbanas –y en éstas se incluyen los militares, que por su origen social pertenecen a ellas– sufren el embate combinado del cierre de sus expectativas de ascenso social y hasta de consumo, de la crisis económica que les niega el futuro y de la prepotencia del capital financiero internacional. El ejército, en algunas condiciones de América Latina o de países árabes o africanos, sirve de partido para los nacionalistas y demócratas que desean un cambio. ¿Acaso no participaron militares antibatistianos en la revolución cubana? Ese aparato de represión y de sostén del Estado burgués puede, en determinadas condiciones de crisis, producir en su seno tendencias como la de Lázaro Cárdenas que, desde el Estado capitalista y con el sostén o la neutralidad benévola de grandes sectores populares, tratan de hacer algunas de las tareas democráticas y sociales que exige la situación si la rebelión que crece no tiene una dirección más avanzada y más reconocida. Ese cesarismo es un pésimo sustituto de una dirección política de los trabajadores, y la revolución pasiva desde arriba, que esos sectores emprenden, es siempre temerosa y está mezclada con represiones, pero no tiene nada que ver con los golpes militares que tratan de salvar al régimen en peligro y que son profundamente conservadores.

Por consiguiente, existe el peligro de que amplios sectores populares se ilusionen ante estos nuevos salvadores salidos de los cuarteles y los sigan, en vez de apoyarlos, desbordarlos, dirigirlos. Sobre todo que el ejército, como todo aparato, no es homogéneo ni tiene formación política, y existe el peligro de luchas intestinas, estimuladas por la intervención imperialista, en las que los trabajadores no pueden permanecer indiferentes pero deben siempre mantener su independencia política.

Guillermo Almeyra es miembro del Consejo Editorial de SinPermiso

La Jornada, 7 de julio de 2013

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