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jueves, 21 de septiembre de 2017

Diferencias entre los referéndums en Kurdistán y Catalunya


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Petición de referendum en Kurdistan
               


El referéndum por la independencia de Kurdistán tendrá lugar (o no) el 25 de septiembre, unos días antes del referéndum de Catalunya. Que se conviertan en nuevos estados dependerá, no de la voluntad de sus pueblos, sino del voto unánime del Consejo de Seguridad de la ONU, cuyos integrantes, por el momento y en ambos casos, se han postulado en contra.
Desde el inicio del siglo XX hasta hoy se han celebrado cerca de un centenar de referéndums de independencia. En su mayoría, en las décadas cincuenta y sesenta en las colonias de Europa y luego en el bloque socialista tras la desintegración de la URSS. La última región que se independizó fue Sudán Sur en 2011, y como resultado de la guerra de petróleo de EEUU contra China, que no por la demanda de sus ciudadanos. Así, Washington tras destruir el vecino libio, rompía el país más grande de África, aprovechando el ruido de las Primaveras Árabes.
Salvo el deseo común de la independencia entre importantes sectores de sus pueblos, a Catalunya y Kurdistán les diferencian lo siguiente:
.La exigencia masiva de independencia de Catalunya es reciente: se ha planteado tras el rechazo del gobierno conservador del Partido Popular a ampliar sus competencias. Mientras, los kurdos de toda la región sueñan con un estado propio desde hace un siglo.
.El nacionalismo kurdo está basado en la etnia. Los kurdos comparten los genes con los persas y azeríes, formando parte de la rama iraní de los pueblos arios. La lengua kurda pertenece, al igual que el persa, al grupo de las lenguas indoeuropeas. La otra realidad es que los kurdos iraquíes comparten con los árabes del país su organización social basada en el tribalismo y las prácticas de la religión islámica combinadas con las milenarias tradiciones preislámicas propias.
.Los kurdos de Irak gozan de las ventajas de un sistema federal desde el 2005, aunque viven en un estado semi independiente desde que EEUU y sus aliados partieron Irak en zona árabe y región kurda, con el fin de debilitar el poderoso estado iraquí. Desde entonces, este país, convertido en la colonia de EEUU, vive un conflicto etno-religioso, que deja a diario un centenar de muertos. Ante la convocatoria del referéndum, el gobierno de Bagdad, con boca pequeña, ha amenazado enviar el ejército (que está bajo el control del Pentágono) a la región kurda.
.Mientras el gobierno kurdo promete la independencia a sus ciudadanos (y sin determinar la fecha) tras el referéndum, a los diplomáticos les comunica que sólo pretenden reforzar su posición en negociar con Bagdad acerca de las cuestiones económicas y territoriales en disputa.
.La decisión de convocar el referéndum en la Región Autónoma Kurda (RAK) se ha tomado, no a través de su parlamento como en Catalunya, sino por la élite de los principales partidos kurdos. Pues el presidente ilegal de la autonomía, Masud Barezani, que debería haber sido relevado en 2015 por haber agotado su mandato, ha suspendido el Parlamento. En Kurdistán no se han debatido ni se ha concretado asuntos como los mecanismo de las transición, el tipo del sistema político que quieren instalar después de la supuesta independencia (que sería, sin duda, un capitalismo neoliberal como el actual régimen), su estructura política, el papel de las leyes islámicas (que hoy se aplican), los derechos de las minorías étnico-religiosas como los árabes, turcomanos, izadíes, y chiitas, cristianos y otros, la relación con Bagdad, con los países de la región y con las potencias mundiales. Para los convocantes, estos asuntos (¿de poca importancia?) se aclararán después de la “liberación”.
.Bagdad carece de herramientas para impedir el referéndum, ya que la RAK disfruta de una serie de derechos que los catalanes carecen: Por ejemplo no puede retirar competencias a la RAK; los kurdos cuentan con sus fuerzas semi-militares llamados Pishmarga «quienes desafían la muerte» que actúan como un ejército, y que e incluso están presentes en las ciudades no kurdas como Kirkuk, la urbe empapada del Oro Negro, por cuyo control ya empiezan a sonar los tambores de guerra. De hecho, las fronteras de Kurdistán no estén delimitadas como lo son las de Catalunya. A demás de Kirkuk, las tierras de Sinjar al oeste de Mosul hasta Khanaqin en la frontera con Irán están siendo reclamadas por los kurdos. La extraña pregunta del referéndum “¿Quiere que la Región del Kurdistán y las zonas kurdas fuera de la competencia de la Región se conviertan en un Estado independiente?” que muestra, no sólo el maximalismo de la élite kurda, sino sus intenciones belicistas, es la que preocupa a las potencias mundiales y regionales que se han opuesto a la convocatoria. Con ésta táctica, algunos dirigentes kurdos dejan caer que suspenderían el referéndum a cambio de incluir Kirkuk en el domino actual de Kurdistán.
Por consiguiente, la demanda de independencia de RAK se debe a dos principales factores: la inestabilidad del gobierno central, y la tentación de apoderarse del petróleo de las regiones “no kurdas” que han liberado y ocupado -con el apoyo de las tropas de EEUU- durante su lucha contra el Estado Islámico.
No son pocos los obstáculos económicos, diplomáticos y militares que los catalanes y los kurdos independentistas encontrarán en su camino para crear un miniestado, y si lo consiguen, lo único seguro es que seguirán formando parte del sistema capitalista global y todo lo que significa.
Fuente: Público.es

martes, 4 de octubre de 2016

El NO se impuso, ¿qué sigue?

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José Antonio Gutiérrez D.
Rebelión


Con una participación de apenas el 37% del electorado, el NO se impuso, con un 50% de los votos, por un breve margen de menos de un 1%. En circunstancias normales, este resultado se vería como un empate técnico[1]. Sin embargo, la derrota política sufrida por los sectores políticos que han respaldado el acuerdo de paz entre el gobierno de Santos y las FARC-EP no puede ser minimizada. La campaña del NO, en estricto rigor, no tenía que ganar para ganar: le hubiera bastado tener un margen de votos lo suficiente amplio como para poner un signo de interrogación y quitar piso de legitimidad a lo acordado en La Habana. En cambio, lograron mucho más que eso, imponiéndose en el conteo final en una jornada electoral cuyos altos niveles de abstención tampoco pueden atribuirse exclusivamente a la lluvia. La falta de entusiasmo en torno a este acuerdo de paz ha sido más que evidente, pese a que todos los medios de comunicación, la llamada “comunidad internacional” y las principales personalidades de la política y la cultura se posicionaron a favor del SI. No es de sorprenderse que el SI haya tendido a imponerse en las zonas de presencia guerrillera o de fuerte intensidad del conflicto, mientras que el NO se tendió a imponer en las zonas alejadas del conflicto[2]. Pero estas son tendencias, no realidades absolutas: en zonas del Caribe, claramente ajenas al conflicto, se impuso el SI y el NO se impuso en municipios fundacionales de las FARC-EP, como ser Chaparral, Rioblanco y Planadas en Tolima.

Ya habíamos dicho, a contravía del triunfalismo reinante entre los partidarios del SI, que resultaba insensato despreciar la fuerza que el NO podía tener entre los votantes[3]. Pese a que en un principio el espectro del NO era feudo exclusivo de los uribistas, sería un error asumir que pertenecen al expresidente todos los votos en contra al acuerdo, o que todos estos votos representen al “guerrerismo”: aunque esos sean los sectores más visibles, hubo sectores que con argumentos jurídicos también se posicionaron en el campo del NO[4]. No creo que muchos de los votantes contra el acuerdo quieran, genuinamente, volver a la guerra o quieran más derramamiento de sangre. Esto es algo que no debe ser obviado. Acá no se debatió la paz y la guerra, aunque así lo quiera ver obstinadamente un determinado sector –se sabía que, fuera cual fuera el resultado del plebiscito, la decisión de las FARC-EP de abandonar la lucha armada no tiene reversa y en ese sentido se habían ya expresado algunos comandantes de esa guerrilla[5]. Quienes rechazaron el acuerdo tal cual fue negociado en La Habana esperan una renegociación.

Desde luego, no ayudó la pobre pedagogía de paz durante el proceso de negociación, en el cual hubo más interés en aislar y desacreditar a la insurgencia que en dar capital político a lo que se venía negociando. Ni tampoco ayudó la campaña de Santos, que invitó al pueblo a tragarse sapos. Al pueblo no le gusta tragarse sapos , aunque a veces tenga que hacerlo contra su voluntad. Pero si se le da la opción, dirá que no. Así de sencillo. Podrá decirse que el mensaje de Santos fue tibio o confuso, pero no podía ser de otra manera: en realidad, tanto él como Uribe son representantes de la oligarquía y sus contradicciones, magnificadas por la prensa, son más de forma que de fondo[6]. En la narrativa post-conflicto que están construyendo –antes de que estemos en el post-conflicto-, el Estado aparece como un padre benevolente que perdona a su hijo rebelde sus desafueros pasados. La cuestión es cuanto están dispuestos a ceder o a perdonar. Un acuerdo que no tocaba el modelo y que no tenía, de manera evidente, capacidad transformadora para la mayoría, no tuvo mayor eco y el debate terminó limitándose a la supuesta impunidad para las FARC-EP.

Pero más allá de las limitaciones obvias de la campaña oficialista, el triunfo del NO refleja la debilidad de las partes negociadoras de cara a la población . Santos es uno de los presidentes más impopulares de la historia colombiana[7], y dudo mucho que la colección de politiqueros, vividores y oportunistas encabezando el SI –entre ellos personajes como Samper o Gaviria- hayan contribuido a generar confianza en torno al proceso. Esto, sin considerar la profunda crisis institucional que vive el país. Por otra parte, aunque las FARC-EP cuentan con un respaldo profundo y arraigado en ciertas zonas rurales donde han tenido presencia, el rechazo a ellas por parte de las mayorías urbanas es indiscutible. El repudio a las FARC-EP tiende a aumentar mientras más lejos se esté de ellas –resulta curioso, por decir lo menos, que algunas de las personas más viscerales en contra de la guerrilla sea gente que jamás en su vida han conocido a un guerrillero, lo cual demuestra la fuerza de la construcción que mediante la propaganda oficial se ha hecho. Pero sea cual sea el origen de esta percepción, ella es una realidad que no puede ser ignorada. Resultaba clave, para ganar apoyos al proceso de paz, conectar con la población que vive fuera de las zonas rurales de influencia tradicional y llegar una población mayoritariamente urbana o incluso no urbana pero que está inmersa en otras problemáticas y otros procesos , que son afectados indirectamente por la guerra de maneras diferenciadas. ¿Qué significaba el proceso de paz para ellos, en concreto? La izquierda que rodeó al proceso, dividida como está, débil, marginal, desconectada del sentir y pensar de las mayorías populares, más hábil para alienar y señalar a los que piensan diferente que para generar procesos incluyentes, sin suficiente imaginación, con prácticas añejas, acostumbrada a consignas que han tapado su falta de proyecto para ofrecer al conjunto del pueblo, fue incapaz de hacer esta tarea.

El triunfo del NO vuelve a demostrar que el proceso fue visto como un asunto distante para la mayoría de la población, como algo ajeno. De hecho, el proceso de paz fue “vendido” mucho mejor a la comunidad internacional que al propio pueblo colombiano. Santos parecía más interesado en una agenda externa (buscar fondos internacionales para “Paz Colombia”, su anhelado premio Nobel de la paz) que en los resultados de la misma negociación. La alta abstención indica esa falta de conexión con el acuerdo de La Habana, pero es difícil creer que una mayor participación hubiera revertido la tendencia. Tal vez, en este sentido, no resulta tan descabellado, como se ha querido hacer creer, la posición del ELN de convocar un amplio diálogo nacional para superar el conflicto social y armado –recordemos que las negociaciones con esta otra insurgencia están empantanadas, entre otras cosas, por los mecanismos de participación popular, que demandan sean mucho más fuertes que los que existieron en el proceso de La Habana.

Si bien el triunfo del SI no significaba el triunfo del “castro-chavismo”, tampoco el triunfo del NO significa el retorno a la guerra total. Quedan dos caminos por delante frente a este impase: una renegociación de los acuerdos, que implicaría a las dos partes tragarse sus palabras previas de que nada era re-negociable e incluir una participación más amplia incluyendo, entre muchos otros, a sectores del uribismo[8], o la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, propuesta inicial tanto de las FARC-EP como del uribismo, propuesta que en el actual contexto político podría resultar desastrosa para las fuerzas progresistas . Nada asegura que la nueva Constitución sea más progresista que la del ’91, y todo pareciera indicar que se impondrían fuerzas reaccionarias que dejarían su impronta en la Carta Magna por décadas. Así las cosas, lo más probable es que termine renegociándose condiciones más draconianas para los insurgentes, mientras el ELN toma nota de los acontecimientos.

Después de esta dura derrota, volvemos entonces a la pregunta del millón ¿qué hacer? Responder esta pregunta requiere de un ejercicio de autocrítica profunda por parte de la izquierda: no es suficiente criticar a terceros, sea la lluvia, sea la oligarquía, sean los medios, sea el imperio. Como para variar, los principales medios, sectores oligárquicos y las principales potencias del mundo (incluido EEUU) estuvieron de acuerdo con el SI al plebiscito. Hay también que abandonar la arrogancia de esa izquierda que presupone que cuando los sectores populares no están de acuerdo con ella, es porque son brutos, tienen la cabeza lavada, son irracionales, son guerreristas, pasionales, etc. En vez de vociferar “caverna” o “guerrerismo” hay que aceptar con humildad estos resultados y tratar de entender el mensaje de fondo que se entrega a quienes creen en la posibilidad de construir una sociedad más libre, más justa y más igualitaria.

Hay que dar un paso atrás y tratar de pensar nuevamente el proyecto de sociedad que se ofrece al conjunto del pueblo, pero también hay que entender que ese proyecto no puede ser sencillamente ofrecido a las masas con la benevolencia paternalista del despotismo ilustrado: todo para el pueblo, pero sin el pueblo. Se requiere que el pueblo, sus mil luchas, organizaciones, expresiones, deseos, ocupen el centro del quehacer político. No se trata solamente de ofrecer una alternativa al pueblo o “venderle” un acuerdo, se trata de construir esa alternativa junto a él. La paz, por sí sola, ya no es el máximo convocante para la sociedad colombiana, así haya quienes la hayan utilizado para re-elegirse o para candidatearse en las próximas elecciones[9]. Toca enfatizar ese componente de “justicia social” que siempre se insistió que era un aspecto crucial de la paz, el cual estuvo apenas tímidamente representado en la paz ofrecida por los acuerdos de La Habana. Es necesario conectar la paz con las condiciones de vida de la mayoría de la población, mayorías que tienen interés en una Colombia mejor, en una Colombia más humana, más participativa, más igualitaria, pero que no se ve reflejada en lo acordado en La Habana o que lo desconocen porque es un proceso distante. Para lograr ser relevantes, toca abandonar la arrogancia y los vicios autoritarios de cierta izquierda, y encontrar la manera de contribuir a que las masas se conviertan en protagonistas de su propia historia y no verlas solamente como un rebaño que se acarrea para implementar decisiones tomadas por las “mentes superiores”. Una tarea formidable pero que requiere un cambio de mentalidad en quienes apuestan por una nueva sociedad. Más allá del plebiscito, el sol volverá a salir, el mundo seguirá girando y los problemas sociales de las mayorías seguirán ahí –mientras esto sea así, hay esperanza para un proyecto transformador que realmente convoque al conjunto del pueblo.

Notas:

[1] Puede consultarse el resultado electoral pormenorizado en la página de la Registraduría http://plebiscito.registraduria.gov.co/99PL/DPLZZZZZZZZ...1.htm

[2] Se pueden revisar los datos en la página de la Registraduría ya mencionada. Mientras el NO se impuso en Caquetá, municipios como Solano, Cartagena de Chairá y San Vicente del Caguán, votaron mayoritariamente por el SI (aunque con un margen estrecho). Lo mismo ocurre en Norte de Santander (donde el NO se impuso en prácticamente todas partes menos el Catatumbo) o en Arauca.

[3] http://anarkismo.net/article/29580

[4] Ver, por ejemplo, el artículo de José Gregorio Hernández Galindo http://www.razonpublica.com/index.php/conflicto-drogas-....html

[5] Ver las declaraciones del comandante fariano Carlos Antonio Lozada http://www.elespectador.com/noticias/paz/farc-sostienen...40303

[6] Sobre este asunto, recomiendo la lectura de Jaime Jiménez entre las similitudes de la campaña oficialista del SI y la del uribismo por el NO http://www.rebelion.org/noticia.php?id=217480&titular=a...-del-

[7] Curiosamente, la falta de legitimidad y popularidad de Samper fue una de las razones por la cual la insurgencia no negoció con él. Hoy se negocia con el igualmente impopular Santos, mientras Samper ha utilizado el proceso de paz y sus contactos con sectores de la izquierda liberal para intentar rehabilitarse.

[8] Como anécdota, el nunca bien ponderado pero casi siempre lúcido William Ospina decía en una polémica columna en las pasadas elecciones presidenciales que, en su infinita capacidad de equivocarse, la izquierda creía que el mal menor era Santos debido a la negociación de paz. En cambio, de manera preclara, Ospina afirmaba: “Yo he abogado 20 años por la paz negociada, pero, con el perdón de las Farc, nada me parece más inverosímil que la paz de Santos. La paz, para que sea verdadera, tiene que ser otra cosa, y ya muchos han advertido que si la paz sólo puede hacerse con el enemigo, una paz sin Uribe es como una mesa de dos patas”. Creo que el resultado del plebiscito y la perspectiva de renegociar con el uribismo, de alguna manera, reivindica la posición de Ospina que en ese momento provocó un voladero de plumas e hizo que se le descalificara con toda clase de epítetos abusivos. Ver su columna http://www.elespectador.com/opinion/de-dos-males-column...95794

[9] Humberto de la Calle ha recibido una dura paliza en sus intentos de ser el candidato de la paz.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

lunes, 4 de julio de 2016

Referéndum catalán, ¿qué referéndum?



En cualquier caso, el problema seguirá pendiente y exigirá, antes o después, una solución adoptada democráticamente por ambas partes.Y no debe aplazarse demasiado.
Carlos Jiménez Villarejo - Miembro de Federalistes d'Esquerres
Estamos ante un debate abierto, derivado de la formación de un amplio movimiento ciudadano, de dimensiones aún inciertas, que reclama la "desconexión" de Catalunya con España, es decir, la independencia. Movimiento, hoy aglutinado en la coalición de Junts pel Sí -una especie de "gran coalición" a la catalana como la calificó el actual diputado socialista Manuel Cruz- con el apoyo de la CUP, que se hizo con el Gobierno de Catalunya en las elecciones autonómicas del 27S, aparentando un supuesto plebiscito y a través de posteriores pactos tan insólitos como espurios.

Paralelamente, la izquierda catalana, que podríamos resumirla en la coalición de En Comú Podem, reclama un referéndum como cauce para expresar lo que denominan derecho a decidir. Derecho que, con mayor precisión, sería el llamado derecho de "libre determinación", según el Art. 1º de los Pactos de Nueva York de Derechos Civiles y Políticos. Referéndum que, a juicio de X. Doménech, es un instrumento "estratégico" para resolver la construcción de una España plurinacional frente al secesionismo "excluyente".En definitiva, es una forma constitucional de participación "directa" de la ciudadanía en un asunto de gran trascendencia.

Sin embargo, aquí comienzan los interrogantes. Sobre quien habría de convocarlo, los requisitos formales de tal convocatoria y el ámbito territorial de su ejercicio. Siempre dentro del ordenamiento democrático, vigente o reformado. Pero, dado el resultado electoral del 26-J, el cumplimiento de dicha propuesta es cada vez más problemático. En primer lugar, debe excluirse que pueda convocarlo el Gobierno de Catalunya pues la LLei 4/2010, de consultas populares por vía de referéndum, por imperativo del Art. 122 del Estatuto vigente, solo puede hacerlo sobre materias incluidas "en el ámbito de las competencias" de la Generalitat.Es más, en dicha LLei se afirma "que el objeto de las consultas populares no puede ir, en ningún caso, en contra de las facultades que la Constitución y el Estatuto reconocen a las instituciones de la Generalitat". No puede estar mas claro.

Es evidente, sin la menor duda, que el derecho a la "libre determinación" de un pueblo de España, con independencia de no estar incluido en la Constitución- que no es una cuestión menor-, constituye una "decisión política de especial trascendencia" que la Constitución admite que pueda consultarse a los ciudadanos. Con dos condiciones, es competencia del Gobierno del Estado previa autorización del Congreso de Diputados y la consulta tiene un carácter "consultivo". Es cierto que el Art. 150.2 de la Constitución admite "transferir o delegar" a las CCAA competencias de "titularidad estatal".Pero lo hace con una condición, que las materias objeto de delegación "por su propia naturaleza sean susceptibles de transferencia o delegación".

Y, con fundamento, dudamos que el ejercicio de aquel derecho sea delegable en el Gobierno catalán, dada su acreditada falta de imparcialidad y neutralidad ante este proceso que exige no "influir, en ningún caso, sobre la orientación del voto de los electores" como prescribe la Ley Electoral.Desde luego, para nada pensamos en la "indisoluble unidad de la Nación española".Por el contrario, solo tenemos presente, además de razones de vinculación histórica, social y cultural, exigencias de solidaridad entre todos los pueblos de España que expresa con toda nitidez el Preámbulo de la Constitución:"Proteger a todos los españoles y pueblos de España en el ejercicio de los derechos humanos, sus culturas y tradiciones, lenguas e instituciones".Porque la nación, ya sea la española-que es la suma de varias-,la catalana o cualquiera otra no será nunca la condición sine qua non para el pleno disfrute de los derechos humanos.

Lo que sí parece evidente es que la competencia estatal para la convocatoria de un referéndum puede abarcar a la totalidad del territorio o a partes del mismo. Así se desprende de la Ley de 1980.Entre otras disposiciones, dispone que la convocatoria se publicará "en los Boletines Oficiales de todas las provincias españolas o de las Comunidades Autónomas y de las provincias afectadas por la celebración de aquel" (referéndum).Igualmente, cuando regula el régimen del sufragio se refiere al "ámbito que corresponda a la consulta". Preceptos que se complementan con lo dispuesto en el Art. 17.3 de la Ley que admite la posibilidad de que "el referéndum afecte mas de una provincia" o en el Art. 18.3 que admite la celebración del mismo "en el ámbito de una Comunidad Autónoma".Preceptos que permiten concluir que el Gobierno del Estado, con los requisitos ya expuestos, podría convocar un referéndum solo en Catalunya.

Este es el marco legal vigente y, por tanto, el único aplicable, salvo que fuera reformado por una mayoría absoluta del Congreso de Diputados. A tenor del mismo, sería necesario que cuando los dirigentes políticos mencionados apelen a la vía del referéndum lo hagan conociendo sus actuales limitaciones. En cualquier caso, entre las opciones para abordar la crisis política que vive Catalunya, como una reforma constitucional de dotase al Estado de una estructura federal, el referéndum es una opción legítima, aunque generaría tensiones indeseables, para conocer de forma directa, precisa y concluyente la voluntad de los ciudadanos. Pero el previsible futuro Gobierno del PP en España puede dificultar gravemente o, incluso impedir dicha vía para decidir el futuro de la relación de Catalunya con España. En cualquier caso, el problema seguirá pendiente y exigirá, antes o después, una solución adoptada democráticamente por ambas partes.Y no debe aplazarse demasiado.

Fuente: eldiario.es

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