Una partidaria del ‘Brexit’ muestra una bandera del Reino Unido en un mitin de los partidarios de salir de la UE, en Londres (Neil Hall / Reuters) |
Beatriz Navarro, Bruselas. Corresponsal
- Las encuestas apuntan un avance del frente por la salida de la UE
- La UE se interroga sobre su futuro presionada por el referéndum británico
Bajo la aparente calma con que Bruselas afronta el referéndum británico del 23 de junio, bulle un debate de fondo de alto voltaje: ¿Debe la Unión Europea prepararse para seguir adelante un matrimonio de conveniencia que dura ya más de 40 años pero con nuevas reglas de convivencia? O, más bien, ¿debería hacer planes para un divorcio que será cualquier cosa menos amistoso, y seguir adelante con su viaje?
“Estamos preparados para cualquier resultado”, dijo la semana pasada Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo. Cada uno en su terreno, también el resto de instituciones comunitarias y los gobiernos nacionales están pertrechándose para los acontecimientos que vendrán después de abrir las urnas. Gane el Brexit (irse) o el Bremain (quedarse). La apuesta de la mayoría de fuentes consultadas en los últimos días en la capital comunitaria –miembros de la Comisión Europea, embajadores y altos funcionarios– es que se imponga la opción de seguir “en la organización”, como suele referirse a la UE el primer ministro británico, David Cameron.
La victoria del sí sería una auténtica primicia porque en los últimos 10 años casi siempre que se ha preguntado a los ciudadanos por Europa la respuesta ha sido no. Esa es sin embargo la tendencia de fondo de las encuestas más serias y lo que corroboran las casas de apuestas, otro indicador clave, si bien no científico, en el Reino Unido.
En los últimos días, sin embargo, el número de indecisos ha aumentado. La media de encuestas que realiza la cadena BBC apunta a un empate entre los partidarios de irse y los de seguir en un 41%, mientras un 13% de votantes no se decanta todavía por ninguna de las dos opciones. Un sondeo publicado ayer por el diario The Guardian indica que la estrategia de Boris Johnson y Michael Gove, principales líderes de la campaña por la salida de la UE, de centrar el debate en la inmigración está dando frutos: un 43% de los votantes apoya la opción del Brexit (cuatro puntos más que en la anterior encuesta), mientras un 40% prefiere seguir dentro.
¿Qué ocurriría si los británicos dan un portazo a la UE, qué haría el resto de países? Hasta hace poco tiempo, la respuesta estándar habría sido que sería el momento de dejar atrás las dudas y los titubeos, de profundizar en la integración europea, de dejar claro que el proyecto va en serio, apuntalar el euro con una mejor arquitectura institucional y financiera (aunque Reino Unido no lo haya adoptado, su estabilidad podría verse afectada) y seguir adelante con quienes estén dispuestos a avanzar... Es la respuesta que se sigue dando en las instituciones comunitarias y en especial la Comisión Europea pero fuentes diplomáticas advierten que no es lo que cabe esperar. La respuesta al Brexit no será necesariamente “más Europa”.
La “falta de ideas y de terreno común” entre Alemania y Francia sobre el destino europeo aconseja no abordar aún un debate excesivamente divisivo, que precisa más tiempo de maduración, advierten fuentes diplomáticas. “Estamos muy lejos de un consenso básico” sobre hacia dónde debería avanzar el proyecto europeo.
Tanto Francia como Alemania celebran elecciones en el 2017. Sólo pasado ese momento sus respectivos gobiernos se plantearán qué hacer con la UE. El contexto político y económico actual, con los franceses en pide de guerra contra su Gobierno por las reformas económicas impulsadas desde Berlín y Bruselas y la gran coalición alemana bajo presión por la crisis de los refugiados y el ascenso de AfD no invita a apretar el acelerador si la UE se enfrenta por primera vez a su ruptura. Se teme que, aunque se hiciera para intentar no perder a más países por el camino, resultaría contraproducente. En Holanda, Suecia o Dinamarca amplios sectores de la opinión pública lo interpretarían como que la UE ignora el mensaje del referéndum británico.
Mientras el horizonte a medio y largo plazo está lleno de interrogantes, en el corto plazo el camino del Brexit está mínimamente balizado por el tratado europeo. Desde su firma en Lisboa en el 2007, su artículo número 50 prevé la posibilidad de que un Estado miembro deje la Unión. Esa puerta de salida antes no existía. El texto prevé la apertura de negociaciones con el resto de países para fijar los términos del divorcio y estipula un plazo de dos años, ampliables por unanimidad, para llegar a un acuerdo.
Fuentes europeas auguran “durísimas negociaciones” en las que sería la UE, y no Londres, quien tendría una posición de fuerza, afirman fuentes comunitarias. Deshacer más de 40 años de relación será complicado. La UE no tiene experiencia en encogerse, sólo en ampliarse. En la Comisión Europea consideran que hará falta hasta 10 o 15 años para lograr la separación real debido a los estrechos lazos económicos, normativos y comerciales existentes entre el Reino Unido y la UE. También porque los políticos británicos partidarios de la adhesión no renuncian a mantener una intensa relación comercial con la UE y son reacios a pagar por tener acceso al mercado común europeo, un modelo de relación diferente al que tienen Noruega o Suiza con el club.
¿Y si finalmente los británicos se inclinan por seguir dentro? Es obviamente el desenlace más esperado y deseado, aunque varias fuentes inciden en que después del referéndum británico ya nada será igual. El país se ha desvinculado formalmente del objetivo de avanzar hacia “una unión cada vez más estrecha”, como prevén los tratados europeos, un cambio que puede tener consecuencias a la hora de lanzar iniciativas comunes, por ejemplo en el terreno de la defensa. Todo dependerá de la actitud que adopten los próximos gobiernos británicos hacia la UE. “Si el sí gana por una diferencia muy estrecha, Cameron estará acabado. Lo está pase lo que pase. Y el próximo gobierno volverá a Bruselas a pedir más excepciones. Va a ser el cuento de nunca acabar, una pérdida de tiempo”, vaticina una alta fuente europea. (Las casas de apuestas dan una posibilidad sobre dos a que David Cameron deje de ser primer ministro, más que al Brexit).
La Comisión Europea ha permanecido prácticamente en silencio los últimos meses sobre la cuestión británica. Sus representantes han sido ridiculizados durante años por los detractores de la UE y la conclusión fue que su intervención sólo podría ser contraproducente, por muy racionales que fueran sus argumentos a favor. Si gana el sí, Bruselas se prepara para “subirse a la ola” e intentar dar la vuelta al clima de opinión actual con un discurso de fuerza y optimismo. “No creo que sea una garantía pensar que la UE ha avanzado con cada crisis, no creo que podamos confiar en eso y no hacer nada, porque entonces nos derrumbaremos”, avisa Margrethe Vestager, comisaria europea de Competencia. Para acabar con el desapego si no rechazo actual hacia la UE, lo que hace falta es poner por delante las razones por las que necesitamos Europa y “quizás añadir un poco de pasión a nuestro discurso”, decía hace unos días a este diario. “Cuando veo la pasión de los euroescépticos me digo que por qué no la mostramos nosotros un poco más también para defenderla. Yo soy apasionada con las cosas en las que creo y Europa es algo fantástico, la sociedad más fascinante jamás desarrollada y la tenemos aquí mismo”.
Fuente: La Vanguardia