martes, 30 de julio de 2013

Trenes rigurosamente abandonados

 

ESTACIÓN DE SANTIAGO DE COMPOSTELA

 

David Torres  Publico.es

En España la culpa siempre es del chófer. España es un país donde no hay causas, sino culpas. No hay responsables, sino culpables. No hay investigaciones, sino linchamientos públicos. A las pocas horas de la mayor tragedia ferroviaria del último medio siglo ya circulaba una broma que el maquinista había colgado en facebook, como si una foto de unos años atrás valiese lo mismo que unos antecedentes penales. Como si el hombre fuese un conductor suicida que sólo esperaba el momento idóneo para echarle una carrera a la muerte. Renfe, Adif, el ministerio de Fomento y demás siglas rimbombantes le han cargado todos los muertos de un plumazo a Francisco José Garzón, como si él también hubiera diseñado el trazado de la vía, decidido suprimir las balizas de seguridad en una curva terrorífica y ahorrar así unos cuantos millones siempre necesarios para los buenos asuntos de gobierno. Si la responsabilidad por los casi ochenta muertos, y los que puedan venir en los próximos días, es exclusivamente del maquinista, me imagino entonces que su sueldo debe calcularse acorde con su responsabilidad. En ese caso, sería estratosférico y más aun, astronómico. Ni el propio Dios podría cargar con tanta culpa.

Pero en España, perdonen que me repita, la culpa siempre es del chófer. En la catástrofe aérea de Spanair en Barajas los culpables fueron exclusivamente los pilotos, no la compañía, por ahorrar tiempo y dinero en una revisión más, ni del aeropuerto, por obligar a otro chequeo de seguridad. En el accidente de metro de Valencia, la culpa también fue del maquinista, no tuvo nada que ver la planificación previa ni la falta de una señalización adecuada. En ambos casos, los culpables obtuvieron su merecido y resultaron muertos. Garzón ha tenido la mala suerte de sobrevivir al accidente. La mala suerte de no haberse desmayado un par de kilómetros antes de la curva, de no haber perdido el conocimiento ni de haber sufrido un infarto. Porque yo, la verdad, no tengo ni puta idea de seguridad ferroviaria pero me imagino que los muy altos responsables de Fomento, de Adif, de Renfe y de las demás siglas rimbombantes habrían previsto esas circunstancias con su sabiduría y su presciencia incomparables. No me puedo creer que todo, absolutamente todo, dependa de la salud y la atención de un solo hombre. ¿No había dinero para otra baliza de seguridad? ¿No había dinero para pagar a un copiloto a setenta euros el billete?

Al final, lo más terrible de la tragedia de Santiago es que acabará convirtiéndose en una metáfora de este triste país donde los aeropuertos se construyen al tuntún, para que caguen las palomas y se paseen los nietecitos de los caciques locales, mientras que las líneas ferroviarias se confían a las manos de un pobre hombre falible que lleva un tren como si llevara a sus espaldas el mundo. Al final, mira tú qué pena, Renfe se va a quedar sin vender otro tren de alta velocidad a los brasileños. Una vez más, señores, hemos viajado por encima de nuestras posibilidades.

domingo, 28 de julio de 2013

EL MAQUINISTA ESTÁ VIVO, ¡QUE LÍO!

 
QUE SE HAGA JUSTICIA, NADA MÁS


QUE GRAN COMPLICACIÓN , EL MAQUINISTA ESTÁ VIVO.


Este mundo liberal de empresas e instituciones europeas y demás, tiene un tremendo desencuentro con las realidades humanas, con la vida y con la muerte a la que les cuesta mucho encajar pues está fuera de lo cuantificable.
Cuando, por desgracia surge lo imprevisto o mejor lo imprevisible, el sistema se crispa, se desestabiliza pero, eso sí quiere salir indemne y sobre todo impune, las expectativas económicas están siempre ahí y no pueden perderse en un mundo competitivo ese que tanto gusta al propio sistema, más allá de lamentaciones rituales ya anda por los aires económicos el concurso de alta velocidad a dilucidar en Brasil para una nueva línea de TAV mucho dinero. No se puede negar en principio que esa infraestructura ferroviaria constituya un servicio público para el pueblo brasileño, pero de eso no se habla es todo inversión, empresa, mercado.
Por eso el accidente gallego preocupa es una publicidad negativa y como el negocio está en el lenguaje tecnológico, los elemento de instalación NO PUEDEN SER LOS CAUSANTES eso daría mala imagen comercial hay que vender trenes con la famosa MARCA ESPAÑA. Por eso hubiera resultado muy cómodo que el trabajador de la cabina se contase entre las personas fallecidas, se le culpabiliza y el enredo concluido un entierro de tercera alguna tímida queja sindical y todo acabado
Pero por esas bromas macabras de la vida el conductor vive, sufrió relativamente pocas lesiones y tiene derecho a mostrar su responsabilidad ante el juez. En principio debemos creer en la actuación de la Justicia y que el proceso judicial ponga a cada una de las partes en su lugar. Si FRANCISCO JOSÉ GARZÓN, es responsable del desastre, ahí está el Código Penal que hará caer el llamado PESO DE LA LEY sobre ese monfortino infortunado. Pero es de esperar y de desear que el procedimiento judicial sea capaz de esclarecer todas y cada una de las causas del gran siniestro, principalmente los elementos TRAZADO, ESTADO DE LA VÍA Y SEÑALIZACIÓN en el más amplio sentido de este concepto crucial, analizando , por supuesto al propio vehículo afectado.
ECHAR EL MUERTO AL MUERTO es una salida, un hacer mutis por el foro como se decía en el teatro antiguo a la escapad de algún actor que temía la pita del público. El servicio público ferroviario es un elemento esencial para el buen funcionamiento de este y de todos los países y en esa línea ha de ser cada vez más seguro, acentuando sus aspectos de servicio público a los derechos de la ciudadanía que debe primar claramente sobre ostentaciones Políticas y oportunismos económicos

Madrid a 28 de julio de 2013

 JOSÉ RAMÓN MONTES GONZÁLEZ






viernes, 26 de julio de 2013

¿Guerra contra Irán, Irak y Siria?

 

 

BANDAR ABBAS IRAN, CIUDAD PORTUARIA

Pepe Escobar

Asia Times Online

Traducido para Rebelión por Germán Leyens

En medio del incesante fragor en la selva (de Washington) sobre una posible aventura militar del gobierno de Obama en Siria, ha surgido más información. ¡Y qué información! sobre "Ductistán".

Imaginad al ministro iraquí del petróleo Abdelkarim al-Luaybi, al ministro sirio del petróleo Sufian Allaw, y al actual ministro suplente del petróleo el iraní Mohamad Aliabadi reunidos en el puerto de Assalouyeh, en el sur de Irán, para firmar un memorando de entendimiento para la construcción del gasoducto Irán-Irak-Siria, nada menos.

En Asia Times Online y en otros sitios he dicho que esta prospección del "Ductistán" es una de las razones fundamentales de la guerra por encargo de Siria. Contra los intereses de Washington, para quien la integración de Irán es un anatema, el gasoducto soslaya a dos cruciales protagonistas extranjeros en Siria: Catar, principal proveedor de armas de los “rebeldes” (como productor de gas), y a Turquía, apoyo logístico de los “rebeldes” (que se autoproclama encrucijada energética fundamental entre Oriente y Occidente.)

El gasoducto, con un coste 10.000 millones de dólares y 6.000 kilómetros de largo, partirá del campo de gas South Pars de Irán (el mayor del mundo, compartido con Catar) y pasará a través de Irak y Siria y llegará al Líbano. Luego podría pasar bajo el Mediterráneo a Grecia y más lejos, vincularlo con el gasoducto árabe, o ambas posibilidades.

Antes de finales de agosto, tres grupos de trabajo discutirán los complejos aspectos técnicos, financieros y legales involucrados. Una vez que el financiamiento esté asegurado –y eso no es nada seguro teniendo en cuenta la guerra por encargo de Siria– el gasoducto podría funcionar en 2018. Teherán espera que el acuerdo final se firme antes de finales de año.

La hipótesis de trabajo de Teherán es que podrá exportar 250 millones de metros cúbicos de gas diarios en 2016. Cuando esté terminado, el gasoducto podrá bombear 100 millones de metros cúbicos al día. De momento Irak necesita hasta 15 millones de metros cúbicos diarios. En 2020, Siria necesitará hasta 20 millones de metros cúbicos, y el Líbano hasta 7 millones de metros cúbicos. Queda mucho gas para exportarlo a los clientes europeos.

Los europeos –que se lamentan incansablemente de ser rehenes de Gazprom– deberían alegrarse. En vez de eso, otra vez, se pegaron un tiro en los pies calzados por Bally.

¿Queréis guerra? Esta es la cuenta

Antes de llegar al último fiasco europeo, combinemos este evento en "Ductistán" con el nuevo “descubrimiento” del Pentágono a través del director adjunto de la Agencia de Inteligencia de la Defensa (DIA), David Shedd, según el cual la guerra por encargo de Siria podría durar “muchos años”. Si eso sucede, adiós gasoducto.

Uno se pregunta qué han estado haciendo esos magos de la inteligencia del Pentágono desde principios de 2011, considerando que han anunciado la caída de Bacher el-Asad todas las semanas. Ahora también han “descubierto” que los yihadistas del escenario sirio del tipo de Jabhat al-Nusra y de al Qaida en Irak (AQI) son los que dirigen realmente el (horrendo) espectáculo. Shedd admitió que hay “por lo menos 1.200” facciones/bandas “rebeldes” distintas Siria, la mayoría irrelevantes.

Como prueba del abrumador coeficiente intelectual promedio involucrado en el debate de política exterior en Washington, esta información todavía tuvo que sesgarse para justificar otra aventura militar en el horizonte, especialmente después que el presidente Barack “Asad debe irse” Obama declarase que autorizaría la entrega de armas “ligeras” solo a los rebeldes “buenos”. Como si las duras reglas de la guerra obedecieran a alguna hada madrina de las armas en lo alto.

Y entra al ring el general Martin Dempsey, presidente del Estado Mayor Conjunto. El mismo día que Teherán, Bagdad y Damasco estaban hablando seriamente del negocio de la energía, Dempsey comunicó a los senadores estadounidenses belicistas, del tipo de John McCain, que el hecho de que EE.UU. se involucre en otra guerra conducirá a “consecuencias imprevistas”.

Dempsey escribió que el suministro de armas y el entrenamiento de los rebeldes “buenos” (suponiendo que la CIA tenga la menor idea de quiénes son) costarían “500 millones de dólares anuales en principio”, requeriría “varios cientos o varios miles de soldados” y correría el riesgo de suministrar armas a yihadistas del tipo de al Qaida, así como de llevar a Washington, según el Pentagonés de Dempsey, a una “asociación accidental con crímenes de guerra debidos a las dificultades de los análisis”.

En el caso de que el gobierno de Obama cediera a la opción favorita de los belicistas –una zona de exclusión aérea, Dempsey dijo también que los ataques aéreos “limitados” necesitarían “cientos de aviones, barcos, submarinos y otros medios”, con un coste de “miles de millones”, y todo para lograr poco más que una “degradación significativa de las capacidades del régimen y un aumento de las deserciones del régimen”.

Dempsey por lo menos fue franco; a diferencia de Gadafi en Libia, las fuerzas de Bacher el-Asad no se replegarían por una zona de exclusión aérea. Y nada cambiaría sustancialmente, porque el

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gobierno sirio “se basa sobre todo en el fuego terrestre –morteros, artillería y misiles”. E incluso una zona limitada de exclusión aérea –la que la exestrella del Departamento de Estado Anne-Marie Slaughter definió de manera eufemísta "zona de exclusión de asesinatos"- costaría “más de 1.000 millones de dólares mensuales”. ¿Y quién pagará todo esto? ¿China?

Incluso si Dempsey se presenta como "poli bueno" y "voz de la razón" –un hecho bastante sorprendente en sí mismo, aunque estuvo en Irak y vivió en primera persona la pateadura infligidao por un montón de “turbantes” armados con Kalashnikovs de segunda mano- los expertos estadounidenses siguen disfrutando del debate interno del Gobierno de Obama sobre la sensatez de embarcarse en otra guerra.

Juntad a todos los yihadistas vestidos de Prada

Y mientras se prevé que el debate de la sensatez continúe, la Unión Europea decidió actuar sometiéndose humildemente a la presión de EE.UU. e Israel por un lado y a la presión interna del Reino Unido y Holanda por otro poniendo en la lista negra de las organizaciones terroristas al brazo armado de Hizbulá.

El pretexto fue el atentado a un autobús de israelíes en Bulgaria en 2012. Hizbulá dijo que no tuvo nada que ver. Los investigadores búlgaros afirmaron que sí,  luego que tal vez y ahora admiten que incluso la evidencia circunstancial es débil.

Por lo tanto el pretexto es un engaño. Es la UE –después de negar vilmente los derechos de vuelo al avión presidencial boliviano– haciendo una vez más el juego de la mascota, con los británicos y holandeses tratando de debilitar a Hizbulá precisamente cuando ha reforzado su posición en la frontera siria/libanesa y ha combatido realmente contra esos yihadistas del tipo de Jabhat al-Nusra y AQI.

Como una ilustración gráfica de la extrema ignorancia –algunos dirían estupidez– de la UE, Gran Bretaña, Holanda y Francia especialmente, seguidas de otros, acaban de calificar de “terrorista” a la organización que combate spbre el terreno en Siria y Líbano a los “terroristas”, mientras los yihadistas se salen con la suya. Basta de hablar de ignorancia y arrogancia europeas.

Entonces, ¿qué será lo siguiente? No es exagerado imaginar que la UE olvide totalmente el gasoducto que en última instancia beneficiaría a sus ciudadanos y emita –bajo presión de EE.UU.– una directiva calificando a Irán-Irak-Siria de eje terrorista cabildeando por una zona de exclusión aérea para todos y reclutando yihadistas por todas partes para una Guerra Santa contra ese eje, con el apoyo de una fatua emitida por el Jeque Yusuf al-Qaradawi. Pero primero necesitaría la aprobación de Washington. En realidad, incluso podría obtenerla.

Pepe Escobar es autor de Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War (Nimble Books, 2007) y de Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge. Su libro más reciente es Obama does Globalistan (Nimble Books, 2009).

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jueves, 18 de julio de 2013

Islam político: empujando la historia hacia atrás

 

LA GRAN MEZQUITA, EL PODER DEL ISLAM POLÍTICO

 

Nazanín Armanian

Islam político: empujando la historia hacia atrás

Hace dos años, cuando millones de personas desde el Norte de África y Oriente Próximo pedían la democracia política y económica, se anunció la muerte del islamismo (¿La era del post islamismo?). De nuevo, tras el derrocamiento del Gobierno del hermano musulmán Mohamed Mursi, a mano de 20 millones de egipcios, se vuelve a plantear si estamos ante el fin definitivo de un Islam con aspiraciones de poder. Sorprende que un año fuese suficiente para los “musulmanes” egipcios en dar la espalda a una organización que lleva 80 años en la oposición, dando asistencia social a los más pobres. Pues los que piden paciencia a los hambrientos tienen el estomago lleno.

Las primaveras árabes estaban condenadas a fracasar, en parte por la naturaleza de los grupos islamistas que las secuestraron y las desviaron (Réquiem por la Primavera Árabe).

Interpretar en clave religiosa todo lo que sucede en esta zona del mundo es tan absurdo como tratar la crisis económica europea en clave del cristianismo. Se llamó, también erróneamente, “Revolución Islámica” a la gran revolución nacional-democrática de Irán del 1979, como si los 30 millones de iraníes se jugaran la vida, pidiendo más mezquitas y más espiritualidad (Los marxistas y los islamismos, desde la experiencia de Irán).

El versículo 9:38 del Corán muestra que el bienestar personal es primordial, incluso para los militares religiosos, negándose ir a la guerra: “¡Creyentes! ¿Qué os pasa? ¿Por qué, cuando se os dice: «¡Id a la guerra por la causa de Alá!» permanecéis clavados en tierra? ¿Preferís la vida de acá a la otra? Y ¿qué es el breve disfrute de la vida de acá comparado con la otra, sino bien poco…?”. El versículo 9:81 aclara el motivo: ¡hacía calor!  Di: «El fuego del infierno es aún más caliente»”, les recordó Dios, en un tono amenazante.

En el Irán de entonces, como en el Egipto de ahora, las rebeliones de tal envergadura tienen un trasfondo económico y político. La religión y sus mensajes familiares se convierten en la bandera de los pueblos ante la ausencia de partidos (a causa de una persecución despiadada) que les representen.

El islam político es un fenómeno de nuestra era. La inexistencia de un Papa poderoso, la diversidad de los centros religiosos y la separación entre el poder mundano y el terrenal dejaban tranquilos a los reyes. Éste fenómeno aparece a partir de 1978, en plena Guerra Fría, con el objetivo de cercar a la URSS con un  cinturón religioso (el mismo año que el polaco Papa Juan Pablo II ocupó el Vaticano). Desde Afganistán, EEUU creó a los muyahedines, con la misión de derrocar al Gobierno marxista del doctor Nayibolá. En Irán los hombres vestidos de negro aparecieron en las manifestaciones al sexto mes de las protestas, obligando a las mujeres a llevar el chador. Tomaron el poder sin tener siquiera la base social que ostentan los Hermanos Musulmanes en Egipto. Es más, uno de los fundamentos del chiísmo ha sido quedarse al margen del poder hasta la llegada de Mahdi, su Mesías. Ayatolá Jomeini cambió este principio con su Welayat-e faghih (tutoría del hombre religioso), y se convirtió en el jefe del Estado teocrático de Irán, una tierra empapada de petróleo, otro vecino de la URSS, enclave estratégico y… una reunión del G-4 en la isla de Guadalupe con los representantes del ayatolá hizo el resto: habría que evitar que Irán cayera en manos de las fuerzas progresistas. Éstas luego fueron exterminadas («Decidme cómo es un árbol» ), al igual que los generales del Ejército y los islamistas moderados y liberales –el primer presidente de la República Islámica, Hasan Bani Sadr, huyó del país y unas cinco millones de personas siguieron sus pasos-.  El horror fue de tal magnitud que Hosein Montazeri, el sucesor de Jomeini, dimitió en protesta (La teología islámica de la liberación). El rechazo hacia la reislamización del país fue tal que el propio Imán, un año después, abandonó el poder y regresó a la escuela teológica de Qom, dejando la política para los políticos. Poco después, se arrepintió y regresó. Tras varias rebeliones para desmantelar el extremismo, el propio sistema, quizás en un intento de corregir los excesos, ofreció la llamada  “democracia religiosa” del presidente Jatami, que tras ocho años de ineficacia mostró hasta qué punto reconciliar el mandato popular y el divino es una ficción. El nuevo presidente de Irán, ayatolá Rohani, será otro encargado de alargar esa ilusión.

En Irak, la guerra sectaria desatada por el Gobierno instalado por EEUU sigue devorando a decenas de personas cada día. Un Gobierno medieval para un país árabe desarrollado completó la obra de Bush. En las elecciones parlamentarias del 2010 ganaron los seculares. El Consejo Supremo Islámico tuvo solo ocho escaños de los 325.

Las distintas versiones nacidas en los laboratorios islámicos han fallado.

Una crisis existencial

Decía Marx que los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen dos veces, una como tragedia y la otra como farsa. Querer imitar al profeta Mahoma y reproducir la vida de las tribus beduinas de Arabia del siglo VII, e introducir la Shari’a (centrada en la actitud moral de los súbditos) como norma de Estado es, en distintos grados, la esencia de los ideales del islamismo.

Como sus homólogos cristianos, afirman que la inmoralidad –que no la acumulación aberrante de las riquezas de todos en manos de unos cuantos- es la fuente del resto de los desequilibrios sociales. Se pueden destacar, después de más de tres décadas de este experimento – en Irán, Afganistán, Arabia Saudí, Yemen, Irak, Turquía, Tunez, Egipto, o Sudan-, los siguientes resultados:

-Mirada mutilada hacia las complejas cuestiones que presentan los Estados Modernos. El lema surrealista del “islam es la solución” para cualquier problema en cualquier tiempo y lugar no solo es simple sino también peligrosa.

- El Corán es su constitución, palabra de Dios, inamovible e infalible. Una orden para ser ejecutada. No se admite ninguna crítica, ni observación ni cambio.

-Declarar la desigualdad de los ciudadanos ante la ley, basándose en el Corán (el versículo 4:34 afirma la preferencia del hombre sobre la mujer, por ejemplo). ¡Serán iguales ante Dios!

- Su concepto de la economía:, dirigiéndose a los trabajadores, decía que “la economía es la preocupación de animales”, mientras los humanos deben mirar por su espiritualidad. ¿No será esta incapacidad de acabar con la pobreza el origen de los ayunos religiosos y santificar el hambre, o prometer  alimentos deliciosos en el Paraíso, para evitar la rebelión de los hambrientos en la tierra? El fracaso económico es el inicio del fracaso político. Al final, defienden el capitalista modelo siglo XIX que ni reconoce los mínimos derechos de los trabajadores.

- No reconocen el derecho a una sanidad y educación universal y gratuita para todos. La diferencias de clases existe, con la venia del Señor. Dejan la aspiración de promover una sociedad igualitaria a los marxistas.

- Menosprecian la dignidad y la integridad física de las personas en el sistema jurídico llamado “hodud”, basado en el ojo por ojo de hace cuatro mil años. La vigencia de la tortura y la pena de muerte es un ejemplo. Hasta el “moderado” Erdogan plantea restituir la pena capital.

- El miedo al pluralismo en el pensamiento y en los saberes les lleva a prohibir o reducir el peso de carreras de humanidades  (derecho, historia, ciencias políticas, periodismo, sociología, etc.) y expulsar a  Darwin, Shakespeare, Kant, Rousseau o Voltaire de las aulas, creando un grave vacío en dichas disciplinas y una manera de gobernar pobre. En Irán, los mandatarios, que suelen ser médicos o ingenieros, no pueden detectar el origen de los problemas y carecen de recursos mentales para ofrecer soluciones. ¡Y esto también explica que Irán sea uno de los primeros exportadores de nanotecnología o que gane año tras año en la Olimpiada Internacional de Matemática!

- Su sistema político es totalitario: no sólo eliminan las libertades políticas, sino también las más personales, obsesionados por el control sobre cada individuo. Reglamentan hasta el color de la vestimenta, y llegan a prohibir las manifestaciones de la felicidad: besar, reír, bailar, cantar, y todo bajo durísimos castigos. Odian la individualidad singular. Por eso uniforman a las mujeres.

- Crean grupos paisanos de represión para atemorizar a la población. Sus tribunales a veces recuerdan los de la Inquisición cristiana, acusando de blasfemia y ateísmo a los críticos. Mientras mandan patrullas para vigilar la moralidad de la gente, cometen las aberraciones más inmorales, a pesar de exhibir sus frentes marcadas por el sello de Mohr, tabletas de arcilla en la que pegan su frente al postrarse para rezar.

- Afirman rendir cuentas ante Dios, para no hacerla ante el pueblo. Se convierten en la nueva oligarquía, sin sonrojarse.

- Reivindican su independencia con respecto a las potencias, para no tener que responder por sus actos ante nadie, y de paso impedir que la influencia de la modernidad dañe las estructuras del poder tradicional. Su país es su “feudo”. Algo parecido al nacionalcatolicismo. No suelen reconocer ningún tratado internacional sobre los derechos de la mujer, la infancia y los trabajadores.

Nada de obituario

La experiencia como la muerte hay que vivirlo en la propia piel. Estos grupos seguirán teniendo su base social. La máxima lección que pueden sacar los Hermanos Musulmanes sería el no haber creado un ejército fiel, como los Guardianes islámicos de Irán; no entienden que si no satisfacen las necesidades y aspiraciones de los ciudadanos, desaparecerán.

No hay guerra contra el Islam, sino contra su uso por los oportunistas, expertos manipuladores de fe y de una masa empobrecida y desesperada. El cruce entre la religión y la política no ha funcionado. Aun así, le queda mucha vida: EEUU seguirá utilizando a grupos religiosos como su quinta columna, contra Rusia, China  e India.

Fuente: Público.es

domingo, 14 de julio de 2013

Cuatro días que estremecieron al mundo

 

 

The Guardian, 5 de julio de 2013

Declaración de los Socialistas Revolucionarios de Egipto

Lo que ocurrió el 30 de junio fue, sin la menor duda, el principio histórico de una nueva ola de la revolución egipcia, la mayor desde enero de 2011. Se estima que el número de personas que se manifestaron en ese día legendario excedió los 17 millones de ciudadanos, algo sin precedentes en la historia.

Su importancia supera cualquier participación de los restos del antiguo régimen o del aparente apoyo del ejército y la policía. Las manifestaciones masivas de millones de personas son eventos extremadamente raros en la historia de la humanidad, y su efecto sobre la conciencia y la confianza de la población en sí mismos y en su poder de cambiar el curso de la historia, trascienden las limitaciones de las consignas planteadas y las alternativas políticas formuladas.

Sí, la élite burguesa liberal quería utilizar esta movilización de masas para derrocar la dominación de la élite islamista, con el fin de poder llegar a ellos al gobierno con el respaldo y el apoyo de la institución militar. Y es cierto que los feloul [los restos del antiguo régimen] querían volver a la escena política a través de esta nueva ola revolucionaria. Pero hay una lógica especial implícita en las revoluciones populares que no se somete a las ilusiones o planes de los liberales o los feloul, aunque sectores de las masas siguieran temporalmente las consignas y las promesas de esas élites, de la misma manera que siguieron antes las consignas y promesas de la élite islamista.

Sí, los grandes medios de comunicación y sus campañas de propaganda tienen influencia, y las utilizan a favor de sectores de la clase dominante opuestos a los Hermanos Musulmanes, en el sentido de que el ejército y la policía están con la gente, que hacen gala de su neutralidad y su patriotismo, incluso de su ¡"naturaleza revolucionaria"! Pero esta influencia es momentánea y superficial, y no puede borrar de la memoria y la experiencia directa de la gente su carácter contrarrevolucionario, y se han enfrentado a las masas, ya sean las instituciones de las fuerzas armadas o los servicios de seguridad.

La verdadera razón de esta influencia temporal es la traición de la oposición liberal, representada por el Frente de Salvación Nacional, de los objetivos de la revolución egipcia y la sangre de los mártires, con el fin de acortar su camino hacia el poder. La verdadera razón es la ausencia de una alternativa política revolucionaria unida capaz de denunciar la verdadera naturaleza del FSN y ganar a las masas a un programa revolucionario concreto, un proyecto que puede superar tanto a la elite liberal y a la islamista y avanzar para profundizar la revolución egipcia, acabando con todas las instituciones del antiguo régimen, incluidas las instituciones militares y de seguridad, que son el corazón de la contrarrevolución.

Las masas no se han rebelado de nuevo porque quieran un gobierno militar o por amor a una alternativa liberal feloul a la Hermandad Musulmana. Las masas se han rebelado de nuevo porque Morsi y la Hermandad han traicionado la revolución. La Hermandad no implementó ni una sola de las exigencias de la revolución de justicia social, libertad, dignidad humana o retribución a los mártires de la revolución, que cayeron a manos de Mubarak y al-Adly, o el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (SCAF), la Hermandad y el Ministerio del Interior durante el periodo de gobierno de los Hermanos Musulmanes.

De hecho, el gobierno de la Hermandad profundizó las mismas políticas del régimen de Mubarak, que siguen provocando el empobrecimiento y la corrupción, en una defensa desesperada de las grandes empresas al servicio de los intereses norteamericanos y sionistas.

En vez de purgar el aparato estatal de corrupción y de todos los que se han manchado las manos con la sangre de los mártires, ya sea en el Ministerio del Interior, el aparato militar o la policía secreta, la Hermandad negoció con ellos, con la esperanza de participar en la administración del Estado junto con los feloul y los hombres de Mubarak.

Por lo tanto, el régimen de la Hermandad se convirtió en más que una extensión a todos los niveles del régimen de Mubarak contra el pueblo egipcio que se había rebelado.

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Esta es la esencia de la nueva explosión revolucionaria que se inició el histórico 30 de junio. La Hermandad no entendía esta esencia, por lo que su popularidad se evaporó en cuestión de meses. Y esto es lo que los líderes de las fuerzas armadas no entienden - ni su fachada civil, representada por los liberales y los feloul del Frente de Salvación Nacional. Porque no es a punta de pistola que se vean obligados a aplicar las mismas políticas con Morsi, que con el consejo militar y con Mubarak antes que ellos: las mismas políticas económicas neoliberales, las mismas alianzas estratégicas con las monarquías represivas del Golfo Pérsico, la misma dependencia humillante de EE UU y el colonialismo sionista.

Los gobiernos y los medios de comunicación de la burguesía americana y europea están tratando de describir lo que ha sucedido en Egipto, como si no fuera más que un golpe militar

contra un presidente democráticamente elegido, o un golpe de estado en contra de la "legitimidad" de la democracia formal. Pero lo que ha sucedido en realidad supera con creces la democracia formal y sus urnas. Se trata de una legitimidad que surge del carácter democrático de la revolución popular: la democracia directa es la que crea la legitimidad revolucionaria. Se abre el horizonte a nuevas formas de poder popular, que empequeñecen la democracia temporal de las urnas que se traduce solo en mantener la dominación de la burguesía, en sus diferentes alas.

La democracia temporal de las urnas asegura sólo la permanencia del poder del aparato estatal capitalista. Refuerza las ilusiones de la gente que cree que tiene el poder porque eligen una vez cada cierto número de años que sector de la élite burguesa gobernará y les explotará, sin, por supuesto, conseguir nada del aparato del Estado o de las empresas capitalistas a las que protege y que manipulan las urnas.

Lo que ha ocurrido en Egipto es un punto álgido de la democracia, una revolución de millones de personas para derrocar directamente el régimen. En cuanto al desplazamiento militar de Morsi, no era más que una conclusión inevitable una vez que la institución militar vio que las masas ya habían resuelto el problema en las calles y plazas de Egipto.

El-Sisi hizo el 3 de julio de 2013 lo que Tantawi hizo antes de él el 11 de febrero de 2011: cedió ante la voluntad del pueblo que se había rebelado, no por patriotismo ni fervor revolucionario, sino por miedo a la revolución. Porque si El-Sisi no hubiera intervenido para desalojar Morsi, la revolución no se habría detenido con el derrocamiento de Morsi y la Hermandad, sino que ha sido -y sigue siendo- capaz de transformarse en una revolución social completa que acabe con todo el estado capitalista, incluyendo a los líderes de la institución militar.

La institución militar es hostil a la revolución egipcia. Se deshizo de Mubarak para salvarse de la línea de fuego de la revolución. El ejército se deshizo de la Hermandad y de Morsi, sus antiguos aliados, porque teme el momento en el que el terremoto de la revolución les alcance. Al igual que amplios sectores de la población tuvieron ilusiones en la neutralidad militar y su apoyo a la revolución al comienzo del gobierno del SCAF, hoy se ven afectadas por la propaganda mentirosa sobre el heroísmo y lealtad revolucionaria de El-Sisi y sus generales.

Pero las masas rápidamente superaron estas ilusiones, producto de la propaganda en los días de Tantawi a través de su experiencia y de su lucha, y de la misma manera superarán de nuevo la ilusión de que "el ejército y el pueblo son una misma cosa" en las semanas y meses venideros.

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Las masas egipcias han logrado derrocar a dos presidentes en 30 meses. Este gran poder no sólo se refleja en las protestas de millones de personas, sino también en las posteriores olas de huelgas y manifestaciones populares. La confianza política se transformará en confianza en la lucha social y económico, y viceversa.

Después de la primera oleada revolucionaria, el ejército había apostado por la capacidad de organización y el populismo de la Hermandad para asimilar y abortar la revolución. Pero esta apuesta falló el 30 de junio. Ahora, el ejército utiliza a la oposición liberal con el mismo objetivo. Pero el vasto abismo entre las expectativas de las masas revolucionarias y lo que las fuerzas liberales están ofreciendo en términos de políticas económicas y sociales en medio de una profunda crisis económica conducirá rápidamente a que quede expuesta a la luz la naturaleza de estas fuerzas, y quienes detrás de ellos son los verdaderos gobernantes de Egipto, las instituciones militares y de seguridad.

Uno de los peligros a los que nos enfrentaremos en las próximas semanas y meses es que la ola de represión dirigida contra los Hermanos Musulmanes y el movimiento islamista se utilizará como propaganda a favor de los liberales y por motivos de seguridad por el ejército y la policía para atacar al movimiento obrero y las manifestaciones populares, con el pretexto de mantener la estabilidad durante "este período crítico." Restaurar el aparato de seguridad de confianza para hacer frente a los islamistas se traducirá sin duda en olas de represión contra

las huelgas y sentadas, y será justificada por los medios de comunicación burgueses.

Debido a ello, hay que ser coherente en la lucha contra todas las formas de abuso y de represión contra los islamistas en forma de detenciones y cierres de canales vía satélite y periódicos: lo que sucede hoy contra los islamistas les pasará mañana a los trabajadores y la izquierda.

El dilema de la revolución egipcia hoy es la debilidad política de las fuerzas revolucionarias que defienden la exigencia de continuar la revolución, que tiene las demandas sociales en su corazón. Para estas fuerzas, las urnas no son suficientes, y no van a aceptar la continuación de las políticas capitalistas de empobrecimiento. No van a renunciar a la exigencia de retribución por la sangre de los mártires revolucionarios. Seguirán insistiendo en el derrocamiento del estado de Mubarak, incluidas sus instituciones de seguridad, militares y judiciales. Estas instituciones siguen controlando el país y así protegen los intereses de los grandes empresarios y feloul de Mubarak. Siguen siendo un gran pantano de corrupción, saqueo y despotismo.

Corresponde a las fuerzas revolucionarias hoy unir sus filas y presentarse como una alternativa revolucionaria convincente para las masas - una alternativa a las fuerzas liberales que están en ascenso a hombros de los militares y de las fuerzas del Islam político que han dominado a las amplias franjas de la población durante décadas. Tenemos que crear una plataforma para unir la lucha económica y social en las filas de los trabajadores y los pobres, para unir a todos los sectores oprimidos de la sociedad. Porque son estas personas las que tienen interés en la continuación de la revolución, en derrocar al corazón del régimen y no sólo a sus representantes, ya sea Mubarak o Morsi en el pasado, o tal vez ElBaradei en un futuro próximo.

Así que empezamos desde este mismo momento a preparar la tercera revolución egipcia que se avecina inevitablemente, preparémonos para liderar esa revolución hasta la victoria final. Las masas han demostrado de nuevo que su energía revolucionaria es infinita, que su revolución es una verdadera revolución permanente. Pongamos a la altura de esta responsabilidad histórica, y trabajemos juntos para el éxito de la revolución.

Traducción para www.sinpermiso.info: Enrique García

http://socialistworker.org/2013/07/05/four-days-that-shook-the-world

La Segunda Revolución de Egipto: cuestiones de legitimidad

 

 

 

La democracia se constituye con la voluntad expresa y activa de personas reales, vivas, y no con la de unas urnas. Esta máxima se torna aún más cierta cuando aquellas personas están llevando a cabo una revolución, mediante la cual trazan su futuro y el de su nación.

El gobierno estadounidense, una parte importante de los principales medios occidentales y los derrocados Hermanos Musulmanes parecen estar de acuerdo: lo que ha ocurrido en Egipto en los últimos días ha sido un golpe militar, un revés a la presunta "transición" hacia la democracia.

Independientemente de la diversidad de intereses creados puestos en juego, lo que los tres detractores de uno de los levantamientos revolucionarios más potentes y populares de la historia moderna comparten es el desprecio. Se han reunido veintidós millones de firmas (casi un 50 por ciento de la población adulta del país) exigiendo la destitución del presidente; la misma exigencia la han vehiculado diecisiete millones de personas (casi un 30 por ciento de la población adulta) en marchas callejeras a lo largo del país, en lo que se ha descrito como la mayor manifestación de la historia del ser humano, efectuada a pesar del aluvión de amenazas y advertencias de que el 30 de junio se convertiría en un "río de sangre", y prolongada hasta el día de hoy.

Por inaudito que resulte, y parece que a ojos de la prensa aún no merece consideración (el Washington Post insiste en hablar de manifestaciones "opositoras" entre los partidarios de Morsi y la "oposición"), no se trata de un proceso democrático, sino del ejército y del "estado profundo". Nada que no fuera un insondable sentimiento de desprecio podría explicar tamaña ceguera.

El desdén de los Hermanos Musulmanes está firmemente arraigado en una doctrina que designa a los líderes de Gama'a como últimos intérpretes de la voluntad de Dios en la tierra, y como tales su "rebaño" les debe obediencia ciega e innúmeros besos en la mano — no cabe duda de por qué a los rebeldes egipcios los denominan "corderos".

Desde el lado occidental de la ecuación — y todavía trato la cuestión más desde una perspectiva ideológica que desde el craso interés — existe la convicción igualmente arraigada de que árabes y musulmanes son incapaces de desarrollar el tipo de "libertades" que el "hombre occidental" da por sentado.

Ciertamente, la raza ha pasado de moda, ahora remplazada por la "cultura"; pero a lo único que se supone que podemos aspirar los árabes con nuestra cultura "musulmana", al parecer de forma inherente, es al tipo de "democracia" atrofiada y deformada que Morsi y su tribu ofrecían, sin importarnos la libertad de expresión, de creencia, de asociación y protesta, y sin importarnos tampoco el atraco histérico de poder de la maquinaria estatal excesivamente autoritaria de la oligarquía de Mubarak, la cual se ha mantenido perfectamente intacta a no ser por una muda simbólica de líderes.

(En junio de este año, el presidente depuesto de la Hermandad designó de una sola vez a 17 gobernadores pertenecientes todos a su grupo o a sus aliados, a tan sólo tres meses de las elecciones parlamentarias, lo mejor que pudo hacer para amañarlas de forma más efectiva).

Nada de todo esto, aun así, parece tenerse en cuenta. No son más que los pequeños inconvenientes de la "transición", ya que a todo lo que podemos aspirar y nos merecemos los árabes y musulmanes es a un margen del 2 por ciento en las urnas — con esto ya tenemos suficiente democracia para nuestra "cultura".

Hay también otro aspecto que contribuye a la ceguera. A lo largo de la historia, las revoluciones culturales llevadas a cabo por un pueblo han mostrado una tendencia a inspirar levantamientos revolucionarios en otros pueblos, de tal manera que la de Egipto fue inspirada por las de Túnez, Yemen y Bahrein, y la de Siria fue inspirada por ambas. El que una revolución desemboque en un régimen islamista torpe y denodadamente opresivo, cuya única reivindicación para la "democracia" son unas elecciones en apariencia "libres y justas", extingue drásticamente su valor inspirador. ¿Podrían los griegos o los brasileños inspirarse en un resultado como éste?

Fue tan sólo en el cuarto día de la segunda revolución egipcia, y de la consecuente intensa presión estadounidense por mantener a Morsi y a los Hermanos Musulmanes en el poder, que el presidente de los EEUU Barak Obama pareció descubrir — de repente — que la democracia no se reduce a las urnas.

¡Muy Bien! La historia de la democracia en el mundo es la historia de las conquistas de libertades democráticas en las calles, no en las urnas. Aunque dejemos a un lado las revoluciones fundacionales de la democracia en el mundo moderno, desde Cromwell hasta Robespierre, incluyendo a los padres fundacionales de los Estados Unidos (frente a las cuales las dos revoluciones gemelas de Egipto parecen pulcras y relucientes en términos de legitimidad), la universalidad del sufragio se conquistó en las calles, igual que el derecho de la mujer al voto; los sindicatos, cruciales en la definición de la esencia de la democracia y de las libertades democráticas en el mundo actual, no salieron de las urnas, sino que nacieron y se desarrollaron en los talleres y en las calles, del mismo modo que ha ocurrido con la redefinición de la democracia en lo referente a derechos y liberación de la mujer, más allá del mero derecho al sufragio.

Por último, pero no menos importante, Sr. Obama, ¿cabe recordarle que la sola idea de postularse a la presidencia no se habría dado si no hubiera sido por el Boicot de Autobuses en Montgomery, las Sentadas en Greensborro, la Marcha en Washington y las miles de otras batallas, grandes y pequeñas, libradas con tremendos sacrificios, en las calles de la autoproclamada "mayor democracia del mundo", por parte de cientos de miles de personas, entre las que se incluyen personajes hostiles a la "legitimidad" tales como Malcom X, Rap Brown, Stokely Carmichael y Angela Davis?

Una marcha larga y heroica, repleta de sangre y lágrimas, le otorgó a usted su cargo Sr. Obama, y fue en las calles donde los héroes de estas luchas marcharon. Las urnas simplemente trasladaron, casi siempre parcialmente y de forma atrofiada, las conquistas llevadas a cabo, sí, en las calles.

Todo lo cual parece llevarnos de vuelta a nuestro anterior presidente, el propio Dr. Morsi.

En su último comunicado al país, con su habitual incoherencia, el anterior presidente (¿no resulta encantador el prefijo "anterior" antecediendo al título de dos presidentes en tan poco tiempo?) repitió la palabra "legitimidad" literalmente una docena de veces. Sin embargo, cabe recordarle, Sr. anterior-presidente, que visitó usted la cárcel cuando su predecesor, el presidente "legítimo" del país, votado en su cuarto ejercicio en lo que sus aliados estadounidenses y occidentales entonces aclamaron como las primeras elecciones presidenciales egipcias con varios candidatos, fue derrocado de forma ilegítima. (Nada en la Constitución egipcia en aquellos momentos vigente permitía al presidente ceder sus poderes a una institución denominada Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas – SCAF).

No conocemos la verdadera historia de cómo salió de la prisión, si fueron los que detentaban el poder quienes le sacaron o fue un contingente de Hamas importado especialmente con ese objetivo, como se ha sugerido en los últimos meses. Sinceramente, me da igual. Morsi y otros líderes de la Hermandad Musulmana eran presos políticos, y en una revolución, liberar a los prisioneros políticos resulta correcto, incluso siendo "ilegítimo".

El caso es que, desde la revolución, los detentadores del poder en Egipto, todos piratas de sus cargos, has estado haciendo malabarismos entre la "legitimidad revolucionaria" y la legitimidad formal, legal, estipulada por la Constitución y la ley del país de manera arbitraria y siempre en la forma que mejor se ajustara a sus fines inmediatos. El SCAF lo hizo, una y otra vez, igual que lo hicieron los Hermanos Musulmanes.

El ejemplo más crudo y flagrante fue el alarde de constitucionalidad, ley y normas democráticas del presidente "electo", mediante la promulgación, en noviembre del 2012, de una Declaración Constitucional que inmunizaba sus decisiones frente a los exámenes jurídicos, inmunizaba también aquella pantomima de cuerpo legislativo, el Consejo consultivo Shura (un tercio de cuyos miembros fue designado por el presidente y los otros dos tercios fueron votados con desdén por un mísero 7 por ciento del electorado), confiriéndole mientras tanto completa autoridad legislativa e inmunizando además a una Asamblea Constituyente, la cual se había transformado en un club cerrado de la Hermandad Musulmana y sus aliados Salafistas y Yihadistas. Ambas instituciones se han enfrentado a fallos inminentes de inconstitucionalidad por la Corte Constitucional Suprema de Egipto.

¿Y cuál ha sido, entonces, la justificación de Morsi por estas medidas draconianas, claramente encauzadas a perpetuar el dominio de la Hermandad Musulmana sobre el país hasta los tiempos en que la humanidad se reúna con su hacedor? "¡Legitimidad Revolucionaria!" Pues bien, Sr. anterior-presidente, esto es exactamente lo que se conoce como "salir el tiro por la culata", con la salvedad de que el suyo fue el de un secuestrador, mientras que el pueblo que lo derrocó obtuvo su legitimidad revolucionaria de una revolución real y viva, sin precedentes históricos, por virtud de 22 millones de firmas y por virtud de millones de personas en las calles.

Hani Shukrallah es el editor en jefe de Ahram Online.

Traducción para www.sinpermiso.info: Vicente Abella

Egipto y la primavera que durará

 

Aunque hay impresionistas que sólo ven botas y un golpe militar en Egipto –olvidando que Nasser o Chávez también fueron golpistas y militares–, lo que sucede en ese país es algo mucho más complejo. En primer lugar, el conservador general Abdel Fattah Al Sisi acaba de sacar del poder al partido reaccionario mejor organizado y enraizado, ligado con Estados Unidos y con Qatar y los emiratos –la ultrarreaccionaria Hermandad Musulmana–, cuyos líderes están presos, como sigue en la cárcel la camarilla proimperialista de Hosni Mubarak.

El ejército decidió sacar del gobierno a los reaccionarios y poner en el mismo a técnicos liberales aceptables por Washington pero no agentes de éste ni de los emiratos, porque crecía la rebelión popular que abarcaba a los liberales, los nacionalistas nasseristas, la izquierda democrática, la izquierda revolucionaria y socialista, los sindicatos, un importante sector de la burguesía comercial laica (que antes seguía al Wafd) y la burguesía comercial cristiana copta, que sufría la intolerancia islámica salafita. Esa marea democrática social comenzaba a organizarse, a crear comités y había reunido más de 22 millones de firmas contra Morsi y la Hermandad Musulmana, lo cual indica que muchos musulmanes democráticos la apoyan. El crecimiento de esta rebelión, por un lado, asustó al mando militar conservador (Al Sisi fue jefe de inteligencia en tiempos de Mubarak y fue ascendido por Morsi) y, por otro lado, estimuló las tendencias nacionalistas y bonapartistas existentes desde la mitad del siglo pasado. No hay que olvidar en efecto que el golpe que derribó a la corrupta monarquía del rey Faruk en 1952 estuvo encabezado por el conservador general Mohammed Naguib y no por el más audaz y nacionalista Gamal Abdel Nasser, que después defenestró al primero. Por lo tanto, lo que cuenta es la dinámica que puede llegar a tener el proceso, no el conservadurismo de su primer representante.

Los militares hicieron en realidad un contrafuego, tomaron una medida preventiva, entregando en seguida el gobierno a técnicos que deben elaborar una nueva Constitución (la actual, reaccionaria, fue anulada) y preparar elecciones en seis meses. Salieron de los cuarteles para llenar un vacío antes de que la rebelión encontrase una dirección y un programa propios y para encauzar por la vía burguesa un movimiento que es plebeyo, nacionalista y contrario a los intereses del imperialismo y de sus agentes en la región (desde Qatar hasta Israel). Corrieron el riesgo de acercarse al movimiento de rebeldía y de sufrir su contagio, que es importante desde hace rato, como se ve en la actitud popular ante los soldados, a quienes los que luchan por la democracia ven como aliados de un tipo especial.

En escala internacional, la humanidad está aún ante la realización de las tareas democráticas que encaró la Revolución Francesa: la unidad nacional, la independencia política, la democracia, la redistribución de la tierra. Contrariamente a la visión superficial que habla de primavera árabe, ésta no dura semanas o meses sino muchas décadas, como lo demostró el despertar los pueblos europeos en 1848, que se repitió inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial y después de los años 80. La lucha por la unificación de la nación árabe –fragmentada por las potencias colonialistas y por las monarquías en los siglos XIX y XX– dura ya 70 años. En efecto, viene en realidad desde el levantamiento de Orán, en Argelia, en los años 40, salvajemente reprimido por el imperialismo francés, y pasa por la independencia argelina, el nacionalismo árabe en Egipto, Libia, Siria, Líbano, Yemen, el nasserismo y los intentos de unidad en una sola república árabe, la constitución del partido y el gobierno revolucionario socialista en Yemen del Sur en los 70, el apoyo constante a la Intifada palestina, y aún no ha terminado ni terminará. Sobre todo porque el capital financiero se esfuerza por retrotraer el mundo desde el punto de vista social a lo que imperaba en el siglo XIX y, por lo tanto, vuelve al colonialismo, pisotea las soberanías, restringe brutalmente los espacios democráticos e instaura métodos fascistas hasta en las metrópolis, al mismo tiempo que la situación económica empeora gravemente para los trabajadores y para los países dependientes. Pero la experiencia, la organización, el nivel social y cultural, sin embargo, de los pueblos, son hoy muy superiores a los de hace dos siglos.

Las clases medias urbanas –y en éstas se incluyen los militares, que por su origen social pertenecen a ellas– sufren el embate combinado del cierre de sus expectativas de ascenso social y hasta de consumo, de la crisis económica que les niega el futuro y de la prepotencia del capital financiero internacional. El ejército, en algunas condiciones de América Latina o de países árabes o africanos, sirve de partido para los nacionalistas y demócratas que desean un cambio. ¿Acaso no participaron militares antibatistianos en la revolución cubana? Ese aparato de represión y de sostén del Estado burgués puede, en determinadas condiciones de crisis, producir en su seno tendencias como la de Lázaro Cárdenas que, desde el Estado capitalista y con el sostén o la neutralidad benévola de grandes sectores populares, tratan de hacer algunas de las tareas democráticas y sociales que exige la situación si la rebelión que crece no tiene una dirección más avanzada y más reconocida. Ese cesarismo es un pésimo sustituto de una dirección política de los trabajadores, y la revolución pasiva desde arriba, que esos sectores emprenden, es siempre temerosa y está mezclada con represiones, pero no tiene nada que ver con los golpes militares que tratan de salvar al régimen en peligro y que son profundamente conservadores.

Por consiguiente, existe el peligro de que amplios sectores populares se ilusionen ante estos nuevos salvadores salidos de los cuarteles y los sigan, en vez de apoyarlos, desbordarlos, dirigirlos. Sobre todo que el ejército, como todo aparato, no es homogéneo ni tiene formación política, y existe el peligro de luchas intestinas, estimuladas por la intervención imperialista, en las que los trabajadores no pueden permanecer indiferentes pero deben siempre mantener su independencia política.

Guillermo Almeyra es miembro del Consejo Editorial de SinPermiso

La Jornada, 7 de julio de 2013

lunes, 8 de julio de 2013

Todo Egipto es Tahrir

Egipto explota.

 

El presidente egipcio Mohamed Morsi ha sido depuesto por los militares que eran la columna vertebral del régimen de Hosni Mubarak antes de la caída del dictador. Pero las celebraciones de masas por la caída de Morsi que tienen lugar en la Plaza Tahrir de El Cairo y en todo el país representan la verdadera cara de esta nueva fase de la Revolución egipcia.

La caída de Morsi ha tenido lugar después de cuatro días de protestas de masas en las que han participado millones de personas y que han sido el colofón de la campaña de petición de firmas Tamarod ("Rebelión") exigiendo la dimisión de Morsi. Los revolucionarios egipcios informan que el alcance y masividad de las demostraciones del 30 de junio en todo el país han sido aún mayores que en febrero de 2011.

Ahmed Shawki, editor de International Socialist Review y testigo de la revolución de febrero de 2011, ha sido entrevistado por Eric Ruder sobre la caída del gobierno de los Hermanos Musulmanes y las tendencias que operan en esta nueva fase de la Revolución egipcia.

La Plaza de Tahrir estalló de júbilo al conocer la caída de Mohamed Morsi. La mayor parte de los medios de comunicación occidentales han presentado la caída de Morsi como el resultado

de un golpe militar. Pero el escenario en el que se ha producido fue la masiva movilización del 30 de junio. ¿Cual ha sido el significado político de la intervención militar que ha sacado a Morsi del gobierno?

Antes de que hablemos de la intervención militar en Egipto que ha acabado con el gobierno Morsi merece la pena recordar que los militares fueron los herederos de la primera fase de la revolución que comenzó el 25 de enero y acabó por forzar la caída de Hosni Mubarak el 11 de febrero de 2011.

Entonces, el ejército irrumpió en primer plano y trató de orientar, y en último caso secuestrar, dos procesos simultáneos. Uno de ellos fue la transformación de Egipto desencadenada por la revuelta de masas, y el otro fue el proceso político de redacción y aprobación de la Constitución.

El ejército tiene una larga historia en la política contemporánea egipcia, que incluye el derrocamiento de la monarquía en 1952 y el predominio del Movimiento de los Oficiales Libres bajo el liderazgo de Gamal Abdel Nasser, un coronel del ejército que se convirtió en presidente en 1956. Pero el ejército hoy es muy diferente. de entrada es mucho mayor. Y no solo es un poder político y militar, también es un gran poder económico, porque es propietario directo de grandes sectores de la economía egipcia.

Otro factor es quién entrena a las fuerzas armadas. En el período monárquico, el ejército fue entrenado por el Reino Unido y Francia. Con Nasser, hubo un giro hacia la URSS y el cuerpo de oficiales fue en una gran parte entrenado y educado por los soviéticos. Hoy, los mandos que dirigen el ejército han sido educados y entrenados en las academias militares de EE UU. Hoy, en su conjunto, las fuerzas armadas egipcias tienden a identificarse con las instituciones de poder de EE UU.

Una vez que el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (SCAF) se hizo por el poder político tras la caída de Mubarak en 2011, el ejército presionó para que la Constitución fuese redactada y ratificada cuanto antes. Pero la Constitución benefició en gran medida a la tercera fuerza de la política egipcia que no era ni el ejército ni los remanentes del régimen de Mubarak (los feloul): los Hermanos Musulmanes.

Desde entonces, los militares se han apoyado en los Hermanos Musulmanes para contener la revolución egipcia. La Hermandad ganó la primera vuelta de las elecciones parlamentarias y más tarde las presidenciales.

Aunque la Hermandad defiende que ha ganado estas elecciones democráticamente, una importante mayoría del pueblo egipcio cree que el proceso de redacción y ratificación de la Constitución tenía importantes deficiencias democráticas. La Constitución fue redactada en un día, su aprobación fue a la carrera, y estaba llena de cláusulas de todo tipo que Morsi, tras su elección, pudo utilizar a su favor.

Durante este último año, Morsi sobrepasó sus poderes presidenciales en varias ocasiones, perdiendo legitimidad en amplios sectores de la sociedad egipcia, como se hizo evidente cuando Morsi impulso los intereses sectarios de la Hermandad en lugar de defender los intereses de la mayoría de los egipcios, que estaban hartos de años de privación, represión y pobreza. Un ejemplo obvio ha sido el ataque de Morsi a la minoría copta cristiana para reforzar su apoyo entre los islamistas. Pero fue mucho más allá.

Creo que el momento más importante que nos permite entender como hemos llegado a esta situación tuvo lugar a finales del 2012, cuando Morsi era saludado por los medios de comunicación en EE UU como "el hombre más importante en Oriente Medio", como aparecía en una portada en la revista Time. Fue inmediatamente después de que ayudase a negociar un acuerdo entre Israel y Gaza tras la Operación Pilar de Nubes del ejército israelí.

Me encontraba en Egipto entonces, y la portada de la revista Time era una provocación en los quioscos de prensa cuando decenas de miles de personas salían a la calle para protestar contra el intento de Morsi de imponer un decreto de emergencia cuyo objetivo era básicamente consolidar su poder. Ese intento desencadenó un renacimiento del movimiento de protesta de la oposición. Hubo una contraofensiva de las fuerzas de Morsi, que atacaron violentamente en

la calle a la oposición. Todas las esperanzas que había despertado la revolución se habían frustrado.

Haciendo balance, es muy significativo lo rápidamente que Morsi y el Partido Libertad y Justicia de la Hermandad erosionaron su legitimidad ante tanta gente. El movimiento Tamarod ("Rebelión") surgió con el objetivo de reclamar lo que sus organizadores consideraban que eran los objetivos de la revolución: pan, libertad, justicia social y dignidad humana. Son reivindicaciones que implican una vida mejor para la mayoría de los egipcios.

Los organizadores de Tamarod se pusieron como objetivo recoger 15 millones de firmas para exigir la dimisión de Morsi. Al final recogió 22 millones de firmas en solo seis meses, lo que ha sido un logro impresionante. Y convocaron el 30 de junio, primer aniversario de la toma de posesión de Morsi, a una jornada de protesta en todo Egipto en apoyo del objetivo de la campaña.

Creo que nadie pudo prever el éxito de la convocatoria. La BBC británico calificó la movilización del 30 de junio como la mayor de la historia de la humanidad.

Fue una increíble explosión de apoyo y solidaridad. La gente salió a la calle en todas las ciudades, pequeñas o grandes, del país. Lo más asombroso ha sido que el apoyo a Morsi en el sur de Egipto, que es la base histórica fundamental de los Hermanos Musulmanes, se ha evaporado virtualmente.

Por una serie de razones, el Sur ha sido históricamente más pobre y más religioso, de una manera que no es muy diferente de otras partes del mundo, incluyendo el sur de EE UU. También depende mucho del turismo, y percibió la revolución y se relacionó con ella a partir del hecho de que era un obstáculo para la industria turística.

Hoy todo es diferente, y no solo en el sur de Egipto

Es importante comprender lo que ha provocado este cambio. En primer lugar, no ha sido solo el resultado de la incompetencia, la estupidez y la utilización sectaria del poder de Morsi lo que explica este colapso épico de su legitimidad y apoyo social. Las revoluciones en particular y los movimientos sociales en general tienen dinámicas propias. Un aspecto de ello en Egipto es la aparición de una población politizada como resultado de la primera revolución: docenas y docenas de nuevas publicaciones, de círculos de discusión política, de protestas políticas y de otras actividades, de nuevos sindicatos. Todo ello significa que ahora hay una nueva conciencia política y una nueva auto-confianza en la gente para actuar.

Después del intento de Morsi de hacerse con mayor poder y su rechazo popular, la gente tenía razón en preocuparse por la posibilidad de nuevos intentos. El movimiento Tamarod rompió el dique al proporcionar el vehículo que permitió a las masas del pueblo egipcio hacer pagar a Morsi un precio político por sus acciones.

A finales del año pasado, por ejemplo, en medio de esta controversia sobre el intento de Morsi de imponer vía decreto el estado de excepción, de manera similar al que existía bajo el régimen de Mubarak, Morsi anunció, para cumplir las condiciones para recibir un crédito del FMI, una serie de recortes de subsidios básicos que el gobierno iba a llevar a cabo.

No fue su idea más brillante. Las preocupaciones populares sobre la constitución se añadieron al hartazgo y la desconfianza en un Morsi acaparador de poder: la misma gente en cuyo nombre se quería justificar esa acumulación de poder para "crear estabilidad política en el nuevo Egipto" eran las primeras víctimas de los recortes de los subsidios básicos de los alimentos, de las que depende la mayoría de la población. Morsi se volvió atrás muy rápidamente porque sus asesores, su vice-presidente y su propio partido estuvieron en contra y denunciaron su maniobra, sobre todo por inoportunidad táctica, más que por diferencias de fondo.

En otro ejemplo de arrogancia y estupidez, Morsi designó a 15 gobernadores provinciales (Egipto está dividido en 27 provincias). La persona a la que nombró gobernador de Luxor era miembro del partido islamista de extrema derecha Gama'a al-Islamiyya, responsable de atentados con bombas contra los barcos de turistas en Luxor.

El nombramiento fue algo más que problemático. Luxor es uno de los primeros destinos turísticos del mundo. Y no se ayuda demasiado a la industria turística cuando se hace responsable del orden público a quién ha sido responsable de ataques terroristas contra los turistas. A continuación dimitió el ministro de turismo del gobierno Morsi, alegando que no podía seguir en esas circunstancias.

Los golpes de estado militares suelen anunciar la derrota de los procesos revolucionarios: suelen ser la expresión mas extrema de la contrarrevolución. ¿Ha sido la intervención militar para deponer a Morsi y la designación de un nuevo presidente, así como la promesa de convocar nuevas elecciones, una victoria de la contrarrevolución?

De ninguna manera. En todas las sociedades capitalistas y en cada estado de este mundo, el ejército es el árbitro de última instancia, en cierto sentido, de la dominación de la clase en el poder. O es el representante de una u otra fracción o sector de dicha clase.

Tomemos como ejemplo la contrarrevolución en Chile el 11 de septiembre de 1973, cuyo 40 aniversario se cumple este año. Sin entrar en todos los detalles históricos, Chile ha sido regido históricamente por partidos de derechas y un ejército muy fuerte, con la amenaza siempre presente de intervenciones sistemáticas de las fuerzas militares de EE UU. En 1964, por ejemplo, el gobierno de EE UU gastó más dinero en las elecciones chilenas que en las elecciones presidenciales de su propio país ese mismo año.

Con la victoria electoral de Salvador Allende en 1970 y la formación de su gobierno socialista, al menos nominalmente, se desencadenó un movimiento de masas. Fue cuando el entonces secretario de estado Henry Kissinger pronunció su famosa frase: "no entiendo porque tenemos que permanecer de brazos cruzados y ver como un país cae en manos del comunismo por culpa de la irresponsabilidad de su propio pueblo. Se trata de un asunto demasiado importante como para que los votantes chilenos puedan decidirlo por su cuenta".

Fue evidente que Kissinger y el resto del gobierno de EE UU iban a imponer una solución militar. Esperaron, sabotearon la economía, financiaron a diferentes grupos, todo con el objetivo de minar al gobierno de Allende. Al final tuvo lugar el golpe militar y se masacró a

30.000 o 40.000 radicales, para dar una lección a la gente de lo que era permisible y de lo que no era para el gobierno de EE UU. Pero el ejército no pudo intervenir hasta que no se produjo un reflujo del movimiento.

En Egipto, el ejército no intervino para ayudar al movimiento revolucionario a alcanzar nuevas conquistas o radicalizarlo. Su objetivo ha sido contener y frenar al movimiento.

Pero en un cierto sentido ha sido también el reconocimiento del hecho de que la voluntad popular en Egipto no toleraría por más tiempo al Gobierno Morsi. Así que aunque los militares están en la calle y han sobrepasado los límites constitucionales que definen su poder, creo que buscarán cómo restaurar rápidamente una autoridad civil. No creo que quieran mantener el poder del estado.

La economía y la sociedad egipcias se encuentran en situación de crisis, que pueden provocar una radicalización mucho más profunda de las reivindicaciones del movimiento. La gente se está reorganizando en todo el país y luchando por sus derechos, porque creen que se los han quitado. Por eso pienso que es un error hablar del papel de los militares en abstracto, sin tomar en cuenta lo que está sucediendo en realidad sobre el terreno.

La estrategia de los Hermanos Musulmanes para restablecer el orden en Egipto ha sido reprimir para poner coto a las manifestaciones y las huelgas. Han intentado por todos los medios aplastar al movimiento, contando con la colaboración del ejército.

Pero más aún, Morsi y la Hermandad han aplicado la vieja táctica de dividir para dominar, igual que antes de ellos Mubarak. Por ejemplo, la campaña contra los coptos e inflamando los sentimientos religiosos con la pequeñísima minoría chiíta, que es aún más pequeña que los coptos, y que sólo supone el 10% de la población de Egipto. Pero el proceso es el mismo siempre: la utilización de la religión para usos sociales y políticos, lo que no le gusta nada a la mayoría de la población. La mayoría de los egipcios son musulmanes, que no es lo mismo que el programa de un islam político de los Hermanos Musulmanes, que han utilizado como chivos

expiatorios a los cristianos, las mujeres y las minorías islámicas para sus propios fines políticos, de la misma manera que hacen los fundamentalistas cristianos en EE UU con temas "polarizantes" como el matrimonio gay o el derecho al aborto para conseguir apoyo para el conjunto de su programa.

El 30 de junio muchos jóvenes, que habían estado en la primera línea de la revolución en 2011 y fueron los iniciadores del movimiento Tamarod, dejaron muy claro que salían a la calle en defensa de todos los egipcios, no solo de algunos. Y ello tiene un carácter profundamente progresista.

El ejército, los feloul y los sectores liberales por supuesto que lo han presentado como "todos somos uno", "todos tenemos los mismos intereses". Pero no es lo mismo, en el sentido de que no tiene nada que ver con el sentimiento unitario al que me refería. Cuando los que han dirigido el movimiento y los revolucionarios que quieren un cambio profundo dicen "lo hacemos por todos los egipcios", quieren decir que hay una solidaridad entre todos los ciudadanos, una solidaridad opuesta a la de "solo representamos a los musulmanes".

En ese sentido es una forma de decir "esta revolución es por la libertad y los derechos de todos, no solo los nuestros". Y eso supone un cambio fundamental, que pone el énfasis en los intereses de la mayoría, no en objetivos sectarios violentos y enfrentamientos para imponer la venda de uno u otro partido concreto.

Durante 50 años los Hermanos Musulmanes han construido una base social de apoyo y de influencia que le permitieron una posición predominante de liderazgo político en la época post- Mubarak. Pero en sólo un año han erosionado esa base social. ¿Qué significa para Egipto y la Hermandad?

Es muy difícil hacer predicciones. En primer lugar, ¿qué será de la Hermandad? Es una fuerza política y social real, la tercera fuerza en el escenario político egipcio. Si la clase política y capitalista egipcia es un polo, el ejército otro, el tercer polo son los Hermanos Musulmanes. Contará con apoyos en algunos temas y oposición en otros. Estos tres polos todavía existen en la política egipcia y ahora la cuestión es el control de la administración del estado y de sus sectores principales.

Los restos del viejo régimen, los feloul, también están organizados. Pero dado el carácter dictatorial del régimen de Mubarak, ninguna de estas fuerzas está bien y claramente organizada políticamente. En general, carecen de legitimidad. Así qué una de las cosas que me parecen más probables es una multiplicación de los partidos políticos y sus alianzas, como pasó hace un año y medio cuando el actual sistema político se constituyó. Pero no creo que se hayan aprendido las lecciones de los errores y aciertos de este periodo.

Creo que el desafío más importante será como dar expresión organizativa y política a los sectores del movimiento. El objetivo no es solo participar en las elecciones presidenciales o legislativas, sino como constituir un espacio político y asegurar que el movimiento no es reprimido y retrocede. Creo que los próximos meses serán extremadamente interesantes en Egipto.

Ahmed Shawki es editor de la revista Internacional Socialist en EE UU.

 

Traducción para www.sinpermiso.info: Enrique García

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EEUU mueve sus fichas en Egipto (y en la región)

 

EGIPTO; LAS INCOGNITAS DE UN GOLPE

 

Nazanín Armanian

“Quien paga, manda” y aquí es EEUU quien viene proporcionando 1.500 millones de dólares (unos 1.168 millones de euros) al año a Egipto y su ejército en ayuda militar y económica, convirtiéndole en el segundo receptor de ayudas después de Israel. Los militares que acaban de llevar a cabo un golpe de estado, además, reciben dinero de Arabia Saudí y controlan el 25% de la economía del país. Washington, a cambio, espera de los gobernantes del país africano, a nivel interno, sean capaces de dar estabilidad al sistema (aunque utilicen métodos mubarakianos o suadíes), y a nivel externo, lealtad a los intereses estratégicos de EEUU y sobre todo no molestar al vecino israelí. El pecado del ya ex presidente Mohamed Mursi fue su incapacidad de garantizar el orden interno. Continuas protestas de distintos sectores de la población, que culminaron en la recogida de unos 20 millones de firmas por el movimiento Tamarod (desobediencia), encabezado por El Baradei y otras personalidades, contra las políticas de Mursi, ofrecieron la oportunidad de oro al ejército-Pentágono para impedir que en la plaza de Tahrir las protestas tomaran un tono anti-estadounidense, ya que muchos carteles culpaban a EEUU —en concreto a su embajadora Anne Patterson— de proteger a Mursi y ser corresponsable de las calamidades del país. Los uniformados, acusados de gravísimas violaciones de los derechos humanos, reaccionaron rápido, se presentaron demócratas y cumplieron con el deseo de los manifestantes.

Que Obama en su discurso evitara definir como  “golpe de Estado” lo sucedido se debe a dos motivos: que la ley le impide ayudar a un país cuyo gobierno democrático haya sido depuesto por un golpe militar o decreto y que no quería que los egipcios vieran sus manos detrás de la acción militar.

Roma no paga a traidores

No es la primera vez que EEUU actúa contra un gobierno que instala (Egipto. Fracasa la transición ideada por Washington): derrocó a los Muyahidines afganos e impuso a los Talibán para luego derrocarles, y no por ser bárbaros sino por su incapacidad de garantizar el orden necesario en un país clave como Afganistán (Afganistán: Batalla por la hegemonía mundial). Total, al final no hubo ningún gobierno soberano en Egipto.

En 2011 Obama, ante la caída de Mubarak, tenía tres alternativas: el ejército, favorito de Israel y Arabia Saudí; los Hermanos Musulmanes, con los que EEUU tiene fuertes lazos desde 1940; y su opción casi personal, Mohamed Al Bardie, el Nobel de la Paz. La primera era inviable por las exigencias democráticas de un pueblo sublevado. La tercera encontró resistencias entre los israelíes que le tachaban de “agente de Irán”, por insistir en el carácter civil del programa nuclear de Irán cuando fue director de la Agencia de la Energía Atómica y por afirmar que se debería revisar el acuerdo de Camp David. Quedaban los Hermanos Musulmanes, con los que Obama ya había tenido un primer y plácido contacto en la Universidad Al Azhar (Errores de Obama en Oriente Medio), donde pronunció un discurso que iba a poner fin a la política bushiana de invadir a los países musulmanes con recursos (promesa incumplida).

Al final eligió una Cohabitación ‘a la egipcia’, entre los militares y los islamistas, a la que, de momento, se pone fin. Ahora, la prioridad es impedir una guerra civil en las fronteras de Israel, mantener el contrapeso de Irán en la región, y encontrar un rostro afable a la dictadura militar.

EEUU, a través del general al-Sissi, jefe del Ejército —hombre religioso, designado por Mursi—, y en nombre del pueblo egipcio, vuelve a tomar las riendas del país sin poner las “botas en el suelo”. Está por ver el papel de varios miles de agentes de la CIA y de otros servicios de inteligencia occidental que se movían dentro y fuera del palacio presidencial de Heliópolis.

Mantener la amenaza del golpe militar ha sido uno de los instrumentos de Obama para presionar a Mursi, junto con impedir que el Fondo Monetario Internacional le prestase los 4.800 millones prometidos y otros 5.000 millones de euros de la Unión Europea. Ahora, puede abrir la cartera y soltar los millones de dólares que hagan falta para empujar el desarrollo en su “nuevo Egipto”. ¡Hay que ver cómo se puede manipular a un pueblo que está entre la espada y la pared! Es tan antidemocrática y peligrosa la intervención de los militares en la política como la que desempeñan las fuerzas religiosas. La educación de ambas fuerzas —que se presentan con falsas intenciones  “supra clasistas”— está basada en los métodos autoritarios y excluyentes.

Otra experiencia… religiosa

Mohamed Mursi, ex diputado del parlamento de Mubarak, que junto a su organización llegó tarde a la revolución egipcia, pero consiguió montarse sobre sus oleadas y desde allí aplicar ideas de otros tiempos a una sociedad ansiosa de la democracia económica y política, no se dio cuenta de algo primordial: que contaba con el voto de tan solo el 51% del electorado y que parte de los votos depositados al segundo candidato, Ahmed Shafiq -miembro del antiguo régimen- eran por no votarle a él. Algo parecido sucedió en Irán en 1980, cuando ayatolá Jomeini, ante duras críticas hacia su propuesta de instalar una república “islámica”, desechó la propuesta de la mayoría que era “república de Irán”,  y también la de “República Islámica Democrática de Irán”, ideada por los islamistas moderados. Convocó un referéndum con sólo dos opciones, “República islámica: ¿sí o no?”, en un clima en el que el “no” se interpretaba como un apoyo al régimen dictatorial del derrocado Sha. Ganó el “sí” obviamente, aunque allí estaban aquellos que al no ser escuchados, se lanzaron a una terrible guerra civil que duró varios años. Autoengañarse trae nefastas consecuencias.

Mursi, como Hermano Musulmán que confundió el gobernar un complejo estado en el siglo XXI con repartir caridad en los barrios pobres, no quiso ni pudo instalar la democracia. Motivos: sus limitaciones ideológicas y su pertenencia a la élite, su visión retorcida de la política (Un califato totalitario para Egipto), su incapacidad para crear al menos la sensación de mejoría la gestión de los problemas cotidianos (como la recogida de basura, el suministro de agua y electricidad o la seguridad ciudadana). Heredó un país en bancarrota, con graves problemas estructurales, como el alto índice de analfabetismo y de natalidad, se enfrentó a unas expectativas infladas de un pueblo que no podía esperar más, mientras su intento de islamizar el país sabía a demasiado a los seculares (que temían la talibanización del país) y a poco para sus aliados salafistas, quienes le abandonaron, apoyando el golpe de Estado. A todo ello, se añadió la corrupción y un amiguismo tan burdo como nombrar gobernador a un miembro del grupo terrorista Jamaa Islamiya, que participó en el atentado de 1997 en la provincia de Al agsar (Luxor ) matando a 58 turistas. Los HM, que ya tenían en su contra a minorías religiosas, ateos, seculares, los restos del antiguo régimen, los trabajadores (que en un año organizaron un centenar de huelgas), no podían hacer más para ganar enemigos.

Cambios en la región

Tal como señalamos (Obama II: Petraeus, Siria e Israel), el presidente Obama, después de su reelección, remodeló el equipo de defensa y el de política exterior, alejándose -¡no demasiado!- del tradicional apoyo de EEUU a los grupos islamistas, tanto militares como civiles. A veces les quería en un pack de 2×1: el modelo pakistaní de militares islamistas.

La rebeldía de los Talibán, el asesinato de su embajador en Libia a manos de los integristas que colocó en el puesto de Gadafi, o el asalto a la embajada de Israel en El Cairo por los HM y los salafistas le llevó a impedir que este tipo de grupos alcanzaran el poder en Siria –en la vecindad de Israel-, negándoles armas pesadas. Paso seguido, dio la bienvenida al nuevo presidente de Irán, elogiado por la prensa occidental como “moderado” (recordar que durante las protestas de millones de iraníes contra el fraude electoral de 2009, Obama envió una carta de felicitación a Ahmadineyad), y antes de retirar su apoyo a Mohamed Mursi, forzó la dimisión del otro “hermano”, el jeque Hamad al Thani, el emir de Qatar, por entorpecer sus planes sobre Siria o abrir una oficina para Hamas en su tierra. El jeque era un firme defensor de los movimientos islamistas, incluido los HM egipcios. Él financió con sus  petrodólares la caída de Mubarak e inyectó dinero a la campaña electoral de los seguidores de Mursi. De allí que los golpistas egipcios hayan cerrado la cadena Al-Jazeera en El Cairo.

Se espera una nueva política de Obama, la de adelantarse a los acontecimientos, realizando cambios desde arriba en algunos países de la región y reformas, antes de que se le escape la situación en “primaveras” o “abdicaciones” de reyes y sultanes en Arabia, Kuwait, Bahréin, Emiratos y Amman, a favor de sus hijos. Favorece a esta posición la expansión del movimiento Tamarod a países como Túnez, Irak, Bahréin, y Libia.

Impacto en la región

Salvo el gobierno turco –próximo a HM-, ningún país ha llorado la caída de Mursi. Arabia Saudí, Kuwait, Emiratos, e incluso el nuevo emir de Qatar, Tamim al Thani, felicitaron al presidente interino egipcio, Adli Mansur. Mientras, Irán, que declaraba “respetar al pueblo egipcio”, no ocultaba su alegría. Pues Mursi no sólo se enfrentó a Irán en el asunto sirio, sino que agitó tanto el clima anti chiita en Egipto que el mes pasado fueron linchados varios fieles de este credo en El Cairo. Otro aliviado es el presidente de Siria Bashar Al Assad: el egipcio mandó cerrar su embajada y pidió intervención extranjera para deponerle.

Israel -que no puede quejarse de Mursi porque respetó el acuerdo de Camp David y destruyó los túneles de supervivencia palestina en su frontera con Gaza- sueña la normalización de las relaciones entre ambos países, aunque teme la acción de los grupos islamistas en sus fronteras. Satisfecho de que Hamas –rama de HM-, ahora sí quede huérfano, antes ya había perdido la simpatía de Irán, por luchar contra Damasco. Al contrario de Hamas, el líder de Autoridad palestina, Mahmud Abbas, que elogió al ejército egipcio, vuelve a sacar la cabeza.

Callejón sin salida

Designar un gobierno “tecnócrata” –o sea, un ejecutor de los mandatos del FMI y su autoridad, como se pretende, agravará aún más el sufrimiento del pueblo y el caos en el país. La profundidad de la crisis de Egipto es mucho más que su caos político. Sólo un gobierno de reconciliación nacional, incluyendo a los HM, puede ser el primer paso hacia el orden y la democracia.

Lo sucedido no es el fin de los HM. En Turquía el gobierno islamista de Arbakan fue derrocado por un golpe militar en 1980; volvieron a ganar las elecciones en 1995, y fueron de nuevo depuestos en 1997; regresaron en 2002 y ahora juzgan a quienes les destituyeron en los 80, aunque se enfrentan a demandas de “desislamización del poder”, no por los militares, sino por los indignados de la Plaza de Taqsim.  Excluir a una poderosa organización del juego político podrá provocar escisiones en su seno e incluso radicalizar sectores que no dudarían en tomar armas.  

Dijo Henry Kissinger, en 2011, sobre la caída de Mubarak: “Es sólo el primer acto de un drama que debe ser actuado”.  ¿Qué quería decir?

Fuente: Público.es

 

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