domingo, 14 de julio de 2013

Cuatro días que estremecieron al mundo

 

 

The Guardian, 5 de julio de 2013

Declaración de los Socialistas Revolucionarios de Egipto

Lo que ocurrió el 30 de junio fue, sin la menor duda, el principio histórico de una nueva ola de la revolución egipcia, la mayor desde enero de 2011. Se estima que el número de personas que se manifestaron en ese día legendario excedió los 17 millones de ciudadanos, algo sin precedentes en la historia.

Su importancia supera cualquier participación de los restos del antiguo régimen o del aparente apoyo del ejército y la policía. Las manifestaciones masivas de millones de personas son eventos extremadamente raros en la historia de la humanidad, y su efecto sobre la conciencia y la confianza de la población en sí mismos y en su poder de cambiar el curso de la historia, trascienden las limitaciones de las consignas planteadas y las alternativas políticas formuladas.

Sí, la élite burguesa liberal quería utilizar esta movilización de masas para derrocar la dominación de la élite islamista, con el fin de poder llegar a ellos al gobierno con el respaldo y el apoyo de la institución militar. Y es cierto que los feloul [los restos del antiguo régimen] querían volver a la escena política a través de esta nueva ola revolucionaria. Pero hay una lógica especial implícita en las revoluciones populares que no se somete a las ilusiones o planes de los liberales o los feloul, aunque sectores de las masas siguieran temporalmente las consignas y las promesas de esas élites, de la misma manera que siguieron antes las consignas y promesas de la élite islamista.

Sí, los grandes medios de comunicación y sus campañas de propaganda tienen influencia, y las utilizan a favor de sectores de la clase dominante opuestos a los Hermanos Musulmanes, en el sentido de que el ejército y la policía están con la gente, que hacen gala de su neutralidad y su patriotismo, incluso de su ¡"naturaleza revolucionaria"! Pero esta influencia es momentánea y superficial, y no puede borrar de la memoria y la experiencia directa de la gente su carácter contrarrevolucionario, y se han enfrentado a las masas, ya sean las instituciones de las fuerzas armadas o los servicios de seguridad.

La verdadera razón de esta influencia temporal es la traición de la oposición liberal, representada por el Frente de Salvación Nacional, de los objetivos de la revolución egipcia y la sangre de los mártires, con el fin de acortar su camino hacia el poder. La verdadera razón es la ausencia de una alternativa política revolucionaria unida capaz de denunciar la verdadera naturaleza del FSN y ganar a las masas a un programa revolucionario concreto, un proyecto que puede superar tanto a la elite liberal y a la islamista y avanzar para profundizar la revolución egipcia, acabando con todas las instituciones del antiguo régimen, incluidas las instituciones militares y de seguridad, que son el corazón de la contrarrevolución.

Las masas no se han rebelado de nuevo porque quieran un gobierno militar o por amor a una alternativa liberal feloul a la Hermandad Musulmana. Las masas se han rebelado de nuevo porque Morsi y la Hermandad han traicionado la revolución. La Hermandad no implementó ni una sola de las exigencias de la revolución de justicia social, libertad, dignidad humana o retribución a los mártires de la revolución, que cayeron a manos de Mubarak y al-Adly, o el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (SCAF), la Hermandad y el Ministerio del Interior durante el periodo de gobierno de los Hermanos Musulmanes.

De hecho, el gobierno de la Hermandad profundizó las mismas políticas del régimen de Mubarak, que siguen provocando el empobrecimiento y la corrupción, en una defensa desesperada de las grandes empresas al servicio de los intereses norteamericanos y sionistas.

En vez de purgar el aparato estatal de corrupción y de todos los que se han manchado las manos con la sangre de los mártires, ya sea en el Ministerio del Interior, el aparato militar o la policía secreta, la Hermandad negoció con ellos, con la esperanza de participar en la administración del Estado junto con los feloul y los hombres de Mubarak.

Por lo tanto, el régimen de la Hermandad se convirtió en más que una extensión a todos los niveles del régimen de Mubarak contra el pueblo egipcio que se había rebelado.

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Esta es la esencia de la nueva explosión revolucionaria que se inició el histórico 30 de junio. La Hermandad no entendía esta esencia, por lo que su popularidad se evaporó en cuestión de meses. Y esto es lo que los líderes de las fuerzas armadas no entienden - ni su fachada civil, representada por los liberales y los feloul del Frente de Salvación Nacional. Porque no es a punta de pistola que se vean obligados a aplicar las mismas políticas con Morsi, que con el consejo militar y con Mubarak antes que ellos: las mismas políticas económicas neoliberales, las mismas alianzas estratégicas con las monarquías represivas del Golfo Pérsico, la misma dependencia humillante de EE UU y el colonialismo sionista.

Los gobiernos y los medios de comunicación de la burguesía americana y europea están tratando de describir lo que ha sucedido en Egipto, como si no fuera más que un golpe militar

contra un presidente democráticamente elegido, o un golpe de estado en contra de la "legitimidad" de la democracia formal. Pero lo que ha sucedido en realidad supera con creces la democracia formal y sus urnas. Se trata de una legitimidad que surge del carácter democrático de la revolución popular: la democracia directa es la que crea la legitimidad revolucionaria. Se abre el horizonte a nuevas formas de poder popular, que empequeñecen la democracia temporal de las urnas que se traduce solo en mantener la dominación de la burguesía, en sus diferentes alas.

La democracia temporal de las urnas asegura sólo la permanencia del poder del aparato estatal capitalista. Refuerza las ilusiones de la gente que cree que tiene el poder porque eligen una vez cada cierto número de años que sector de la élite burguesa gobernará y les explotará, sin, por supuesto, conseguir nada del aparato del Estado o de las empresas capitalistas a las que protege y que manipulan las urnas.

Lo que ha ocurrido en Egipto es un punto álgido de la democracia, una revolución de millones de personas para derrocar directamente el régimen. En cuanto al desplazamiento militar de Morsi, no era más que una conclusión inevitable una vez que la institución militar vio que las masas ya habían resuelto el problema en las calles y plazas de Egipto.

El-Sisi hizo el 3 de julio de 2013 lo que Tantawi hizo antes de él el 11 de febrero de 2011: cedió ante la voluntad del pueblo que se había rebelado, no por patriotismo ni fervor revolucionario, sino por miedo a la revolución. Porque si El-Sisi no hubiera intervenido para desalojar Morsi, la revolución no se habría detenido con el derrocamiento de Morsi y la Hermandad, sino que ha sido -y sigue siendo- capaz de transformarse en una revolución social completa que acabe con todo el estado capitalista, incluyendo a los líderes de la institución militar.

La institución militar es hostil a la revolución egipcia. Se deshizo de Mubarak para salvarse de la línea de fuego de la revolución. El ejército se deshizo de la Hermandad y de Morsi, sus antiguos aliados, porque teme el momento en el que el terremoto de la revolución les alcance. Al igual que amplios sectores de la población tuvieron ilusiones en la neutralidad militar y su apoyo a la revolución al comienzo del gobierno del SCAF, hoy se ven afectadas por la propaganda mentirosa sobre el heroísmo y lealtad revolucionaria de El-Sisi y sus generales.

Pero las masas rápidamente superaron estas ilusiones, producto de la propaganda en los días de Tantawi a través de su experiencia y de su lucha, y de la misma manera superarán de nuevo la ilusión de que "el ejército y el pueblo son una misma cosa" en las semanas y meses venideros.

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Las masas egipcias han logrado derrocar a dos presidentes en 30 meses. Este gran poder no sólo se refleja en las protestas de millones de personas, sino también en las posteriores olas de huelgas y manifestaciones populares. La confianza política se transformará en confianza en la lucha social y económico, y viceversa.

Después de la primera oleada revolucionaria, el ejército había apostado por la capacidad de organización y el populismo de la Hermandad para asimilar y abortar la revolución. Pero esta apuesta falló el 30 de junio. Ahora, el ejército utiliza a la oposición liberal con el mismo objetivo. Pero el vasto abismo entre las expectativas de las masas revolucionarias y lo que las fuerzas liberales están ofreciendo en términos de políticas económicas y sociales en medio de una profunda crisis económica conducirá rápidamente a que quede expuesta a la luz la naturaleza de estas fuerzas, y quienes detrás de ellos son los verdaderos gobernantes de Egipto, las instituciones militares y de seguridad.

Uno de los peligros a los que nos enfrentaremos en las próximas semanas y meses es que la ola de represión dirigida contra los Hermanos Musulmanes y el movimiento islamista se utilizará como propaganda a favor de los liberales y por motivos de seguridad por el ejército y la policía para atacar al movimiento obrero y las manifestaciones populares, con el pretexto de mantener la estabilidad durante "este período crítico." Restaurar el aparato de seguridad de confianza para hacer frente a los islamistas se traducirá sin duda en olas de represión contra

las huelgas y sentadas, y será justificada por los medios de comunicación burgueses.

Debido a ello, hay que ser coherente en la lucha contra todas las formas de abuso y de represión contra los islamistas en forma de detenciones y cierres de canales vía satélite y periódicos: lo que sucede hoy contra los islamistas les pasará mañana a los trabajadores y la izquierda.

El dilema de la revolución egipcia hoy es la debilidad política de las fuerzas revolucionarias que defienden la exigencia de continuar la revolución, que tiene las demandas sociales en su corazón. Para estas fuerzas, las urnas no son suficientes, y no van a aceptar la continuación de las políticas capitalistas de empobrecimiento. No van a renunciar a la exigencia de retribución por la sangre de los mártires revolucionarios. Seguirán insistiendo en el derrocamiento del estado de Mubarak, incluidas sus instituciones de seguridad, militares y judiciales. Estas instituciones siguen controlando el país y así protegen los intereses de los grandes empresarios y feloul de Mubarak. Siguen siendo un gran pantano de corrupción, saqueo y despotismo.

Corresponde a las fuerzas revolucionarias hoy unir sus filas y presentarse como una alternativa revolucionaria convincente para las masas - una alternativa a las fuerzas liberales que están en ascenso a hombros de los militares y de las fuerzas del Islam político que han dominado a las amplias franjas de la población durante décadas. Tenemos que crear una plataforma para unir la lucha económica y social en las filas de los trabajadores y los pobres, para unir a todos los sectores oprimidos de la sociedad. Porque son estas personas las que tienen interés en la continuación de la revolución, en derrocar al corazón del régimen y no sólo a sus representantes, ya sea Mubarak o Morsi en el pasado, o tal vez ElBaradei en un futuro próximo.

Así que empezamos desde este mismo momento a preparar la tercera revolución egipcia que se avecina inevitablemente, preparémonos para liderar esa revolución hasta la victoria final. Las masas han demostrado de nuevo que su energía revolucionaria es infinita, que su revolución es una verdadera revolución permanente. Pongamos a la altura de esta responsabilidad histórica, y trabajemos juntos para el éxito de la revolución.

Traducción para www.sinpermiso.info: Enrique García

http://socialistworker.org/2013/07/05/four-days-that-shook-the-world

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