viernes, 6 de enero de 2017

Carta abierta a Trillo en la Noche de Reyes




Por María José Pintor Sánchez-Ocaña

Preámbulo

Es pura tradición. Pero la noche de Reyes en mi casa y con mi familia es el momento más mágico e importante del año. Tanto da se tengan 6 años -como Nahia, la benjamina de la familia- que se pasen de los 70 -como nuestra madre-abuela Pilar- a tod@s nos cuesta conciliar el sueño. Porque sabemos que SSMM los Reyes de Oriente no nos van a defraudar jamás. Y así está el salón lleno de zapatos y de ilusiones y esperanzas, aunque Melchor, Gaspar y Baltasar tampoco traigan este año el ansiado perro de mi hija Nerea.

El mundo lleva loco desde siempre, y desde hace aproximadamente tres décadas soy consciente de que mi momento de felicidad en la Noche de Reyes es parte de la felicidad que también pertenece a todos los olvidados de la tierra. Y no sólo olvidados por los Magos de Oriente -que también- sino por el mundo en general y las organizaciones internacionales en particular.

Probablemente yo no merecía tanta alegría, nervios y regocijo esta noche de Reyes con la que está cayendo. Y esta carta abierta debiera, en una noche tan especial, estar dedicada a los desprotegidos de la tierra: a las víctimas de los 35 conflictos armados que hay en el mundo, a las de Alepo, por los parados, los jóvenes que se nos van al extranjero en busca de un futuro -ya no digo mejor- pero de un futuro al menos, de los que sufren y callan por la injusticia de unos y la indiferencia del resto, por los millones de niños en el mundo que no recibieron un juguete de Papá Noel o Santa Claus y que también se quedarán con las ganas esta noche.

Sí, ellos, y no Federico Trillo merecían en un momento tan mágico, mi carta abierta. Pero una vez más mi instinto me lleva por otros derroteros. Que todas y todos ellos me perdonen porque debieran ser los receptores de mi carta. Pero no, hoy mi misiva no va de víctimas sino de verdugos:

La carta

Señor Trillo,

Recibo con estupor la noticia de que el Consejo de Estado -el mismo en el que usted sacó la brillante oposición al cuerpo de Letrados en 1979- ha remitido un informe en el que se le hace responsable del accidente del YAK-42. Tenía digo, su ministerio, información más que suficiente -según se deduce en dicho informe- para que no se hubiese producido la catástrofe y que no hubieran fallecido 62 miembros del ejército español, doce tripulantes ucranianos y un ciudadano bielorruso.

Por la noche mágica en la que estoy escribiendo esta carta señor Trillo, quiero suponer -aunque sólo sea una suposición- que usted no estaba al tanto de ese informe. Por supuesto, que debiera haberlo estado, pero, suponiendo insisto en que se lo ocultaran, lo más ruin que hizo no fue ignorar el informe o desconocerlo-por ambas cosas debería haber dimitido de forma irrevocable- sino defender de forma chulesca, contundente y hasta amenazante su inocencia.

Mire señor Trillo que a estas alturas de la película hemos visto cosas. Pero ni los corruptos por pura ambición de ser ricos y poderosos, ni urdangarines, ni los bárcenas, ni los de los eres andaluces, ni la Gürtel valenciana y madrileña, ni tan siquiera los ratos, los beneficiaros de las tarjetas black, me indignan tanto como lo ha hecho usted, señor Trillo. Porque mire, hasta la propia Rita Barberá -que en paz descanse- pagó por su soberbia y tanta corrupción en su comunidad con la indiferencia de los suyos, los ataques de la oposición y la condena de su propio pueblo, el mismo que la elevó a los altares y el que lloró tanto su muerte como la desprestigió en vida. Al menos,  tuvieron su juicio sumarísimo, legal o público.

Pero usted no, señor Trillo. Daba igual que bajo su mandato se permitiera que miembros del Ejército Español -con ese Ejército y con esa España con la que se les llena la boca- fallecieran por las malas condiciones del YAK-42. Y que la chapuza y cruel identificación de los cadáveres-por eso de cerrar rápido el asunto y que dejara de salpicarle a usted y a su Gobierno aznarista- llevara a familias a enterrar a los que no eran los suyos o que en los ataúdes aparecieran tres manos y faltaran otras partes del cuerpo que, por error, se introdujeron en otros nichos. Daba igual, señor Trillo, porque cuando acabó la pesadilla e incluso acabó el propio aznarismo, su compañero de Gobierno y hoy presidente, Mariano Rajoy, decidió premiarle –aunque usted no contara con carrera diplomática ni supiera inglés -para qué- con una de las embajadas más deseadas por el Cuerpo Diplomático y profesional de nuestro país: la de Londres.

Porque es verdad, señor Rato, que ustedes tienen razón en que casi nada se paga en política cuando de España se trata. Y que, hoy, cuando ya todo el mundo sabe que existían esos informes que desaconsejaban que nuestros militares volaran en el Yak-42, nos dicen que usted dejará la embajada como estaba previsto dentro de unos meses, pero no por responsabilidad políticas, ¡qué va!, sino porque ya tocaba.

No sé si el Gobierno de Rajoy -su Gobierno según parece señor Trillo- tiene preparado para usted el retiro glorioso en el mismo Consejo de Estado que le acaba de condenar aún sin ser juez y parte, o incluso otra embajada o un premio mayor. Probablemente todo se maquillará, como su destitución con la renovación en 70 embajadas y con esa próxima jubilación a la que se enfrenta en el mes de mayo cuando cumpla los 65 años.

 Pero hoy le condena la opinión pública, las familias de las víctimas y la gente de bien señor Trillo. Porque hoy no nos importa el color de sus ideas, ni el de los militares que murieron en ese maldito cacharro del Yak-42, ni tan siquiera de quien le ha mantenido con el dinero de todos en un puesto honorable y deseable que, desde luego, usted señor Trillo no merecía. Qué deshonor para quien llegó a ser comandante.

Hoy, aunque tarde, se hace justicia desde un Consejo de Estado que nadie respeta y que los entendidos consideran un cementerio de elefantes. Desde hoy prometo tener en consideración a dicho Consejo pero, sobre todo, señor Trillo, en esta noche mágica de Reyes -y rodeada de almas blancas a las que por eso de los nervios les cuesta conciliar el sueño- yo le maldigo por su ruindad, cobardía y soberbia. ¡Qué Dios le perdone, señor Trillo! Porque yo no podré hacerlo jamás.
Fuente: diario16

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