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viernes, 2 de junio de 2017

Y los votantes del PP, ¿qué?



Periodistas y jueces; periodismo y justicia; dos puntales democráticos que deben serlo de independencia y que el partido del Gobierno se empeña en llevar a su terreno con las más temibles prácticas para una democracia que se muestra en pañales en demasiadas cosas.



ANA PARDO DE VERA @pardodevera

El magnífico trabajo de un grupo de periodistas -sobre todo en esta ocasión, de Infolibre, que ha destapado el 'panamoix' como guinda de un pastel putrefacto- y de los jueces, la UCO y sus equipos impermeables a las brutales presiones políticas (nos constan, las conocemos) se han llevado por delante a un fiscal jefe Anticorrupción nombrado el 22 de febrero por el PP... y para el PP, sus intereses personales, sus causas corruptas, sus amiguetes y colaboradores encarcelados y sus ya insorportables ansias de mantener un poder cuya legitimidad está cuestionada a gritos por la financiación ilegal de sus campañas y el uso mafioso de las instituciones contra sus adversarios ideológicos y políticos.

El ya exfiscal jefe 'procorrupción' ha demostrado estar a la altura de sus avalistas Rajoy y Catalá con una sociedad en un paraíso fiscal

Periodistas y jueces; periodismo y justicia; dos puntales democráticos que deben serlo de independencia y que el partido del Gobierno se empeña en llevar a su terreno con las más temibles prácticas para una democracia que se muestra en pañales en demasiadas cosas. El ejercicio de control del PP, sin embargo, se ha visto desesperado con Moix y la propia corrupción del partido del Gobierno se lo ha llevado por delante en apenas unos meses, aunque el ya exfiscal jefe 'procorrupción' ha demostrado estar a la altura de sus avalistas Rajoy y Catalá con una sociedad en un paraíso fiscal de uso habitual, por ejemplo, de José Manuel Soria, Luis Bárcenas, Ignacio González o Francisco Correa. Todo queda en casa; todo queda en Génova (calle) o en La Moncloa. En la retirada forzosa de Moix, la sociedad de Panamá fue el detonante, sin duda, pero la carga explosiva del exfiscal Anticorrupción llevaba con él muchos años, bien labrada con su connivencia con la corrupción y su protección de corruptos y corruptores, amén de sus nulos valores para la carrera que representa.

Mientras tanto, mientras jueces y periodistas libres trabajamos por sacar a la luz lo que el PP, sus satélites corruptos y el poder en general no quieren que usted sepa; mientras mucha gente -aunque menos de la que sería previsible- sale a la calle a reclamar sus derechos, su dignidad, la de sus hijos/as y nietos/as, su dinero robado y prestado sin vuelta,... es inevitable pensar qué pasará si los 39 millones de ciudadanos/as de los 47 que somos en España revientan pidiendo cuentas a esos casi ocho millones que avalan la corrupción y el delito confirmado por los jueces votando al PP, aunque sea "con la nariz tapada", como dicen tantos de ellos/as.
Algunos/as hemos empezado a preguntarnos cuánto tardarán los no votantes del PP en pedir explicaciones públicas y reparación por lo esquilmado a quienes sí votan a un partido imputado por corrupción

Una de las funciones del periodista para hacer más efectivo su trabajo es tratar de adelantarse a los acontecimientos para cubrirlos e informar sobre ellos de la forma más amplia y certera posible. Por eso, algunos/as hemos empezado a preguntarnos cuánto tardarán los no votantes del PP en pedir explicaciones públicas y reparación por lo esquilmado a quienes sí votan a un partido imputado por corrupción, con un presidente al que la Audiencia Nacional ha tenido que obligar a ir a sus instalaciones a declarar como testigo de la corrupción de su partido, que ha financiado en B sus campañas electorales, cobrado mordidas a empresarios para garantizarse, por ejemplo, espectaculares mítines o que ha situado a la peor calaña de sus dirigentes (Granados o González) en la 'respetable' categoría de millonarios puteros y horteras, como tantos de todos los gremios que orbitan alrededor del político corrupto.

La situación en este país es insostenible, por mucho que periodistas y jueces libres (a pesar del Gobierno) sigamos sacando estiércol de las instituciones, porque la basura hace tiempo que se volvió inabarcable. Como hace tiempo también que el voto en España dejó de ser ese derecho individual y respetable en cualquiera de sus formas si se ejerce en libertad para convertirse en un acto de decencia en función de la papeleta que se escoja: la del delito o todas las demás.
Fuente: Público.es

lunes, 30 de mayo de 2016

¡Que vienen los comunistas!

manifestación marchas de la dignidad
Concentración de las marchas de la dignidad en Sol. Foto Carmen Barrios




Roberto Barrios

¿Quiénes son los comunistas? ¿Son quizás los que han desahuciado a mujeres, que podrían ser mi propia hija, dejándolas en la calle con niñas a su cargo? O son los que amenazan con quitar a muchos la vivienda, que con su trabajo y ahorros compraron y con esa garantía avalaron a sus hijos para que compraran la suya. ¿Son los comunistas los que para pagar la deuda contraída por los bancos, han congelado desde hace cuatro años la pensión a tantas personas, que como yo hemos contribuido durante años a financiar con nuestro esfuerzo de obreros asalariados? ¿O son los que han subido la contribución,  el IBI, de forma escandalosa? Seguro que son los que han subido las tasas universitarias, en tal medida que miles de estudiantes no pueden acceder a la Universidad, ni aunque tuvieran buenas notas académicas, porque las becas que existen son irrisorias, o los que han privatizado y desuniversalizado la Sanidad Pública.

    “Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo.” Lo dijo Abrahan Lincoln hace más de 150 años y sigue estando de total actualidad, esa es la razón por la que confío en que las y los trabajadores, las gentes pensionadas, todas las clases populares de este país dejen de votar a los que les traicionan.

    

¿Son los comunistas los responsables de que 1.500 000 (Un millón quinientas mil)  familias vivan en España sin ninguna clase de ingresos, al borde de la exclusión social? ¿Acaso son los que han destruido y privatizado las empresas públicas nacionales, que creaban empleo y valor añadido en nuestro país?

No, de todas estas dramáticas realidades no son responsables las organizaciones en las que están los  y las comunistas, no son responsables ni Podemos, ni En Común Podem, ni En Marea, ni Compromis, ni Equo, ni Izquierda Unida. La total responsabilidad fue de los partidos que aceptaron y firmaron la reforma del artículo 135 de la Constitución Española. Sobre todo, los responsables han sido y siguen siendo los del partido de la estafa y la mentira como forma de ejercer y hacer política, y que ahora, ante el peligro que ven de que se les venga abajo el chiringuito montado -el gigantesco “Patio de Monipodio” en que han convertido el Estado- pueda la Justicia, liberada de los jueces cómplices, hacerles pagar todas las fechorías y delitos, cometidos a lo largo de estos 39 años de falsa democracia, como ya ha denunciado recientemente la ONU.

“Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo.” Lo dijo Abrahan Lincoln hace más de 150 años y sigue estando de total actualidad, esa es la razón por la que confío en que las y los trabajadores, las gentes pensionadas, todas las clases populares de este país dejen de votar a los que les traicionan y elijan esta vez a los que luchan e incluso están dispuestos a ir a la cárcel para defender de los intereses de las y los de abajo.

Fuente: Público.es  

martes, 10 de mayo de 2016

La Suecia de los años ochenta, a un paso del socialismo de mercado

Monumento a los brigadistas suecos
Monumento a los Brigadistas suecos que participaron junto a la República en la Guerra Civil Española, situado en Estocolmo
 
 
Algo sucedió en Suecia a mediados de los años ochenta del pasado siglo que podía haber cambiado el mundo y que ha sido conscientemente ocultado. La confederación de sindicatos suecos, Landsorganisationen (LO), y el Partido Socialdemócrata Sueco (SAP) durante un siglo formaron parte del mismo proyecto social y político, lograr una plena democracia política, social y económica.
La primera fase, la democracia política, dio un gran paso en 1911 con la conquista del sufragio universal masculino y fue plenamente consolidada con la extensión del mismo derecho a las mujeres en 1921. Suecia fue uno de los países pioneros en el reconocimiento del voto universal.
La segunda, la democracia social, estaba fundamentada en la igualación de las rentas de la mayoría de la población a través de un robusto Estado del Bienestar y un sistema de negociación colectiva centralizado y solidario en el que los sindicatos jugaban un papel crucial. Esta parte del programa se desarrolló fundamentalmente desde los años 30 hasta finales de los 60. Y en esta fase tuvo un papel central Ernst Wigfors que en los años treinta ejerció de ministro de finanzas durante casi dos décadas. Aunque no es muy conocido fuera de Suecia sus textos de crítica al capitalismo y al marxismo son fundamentales para los suecos.
Los Fondos de Inversión Colectivos de los Trabajadores fueron una original e inteligente propuesta para crear un nuevo espacio entre el capital privado y el capital público- el capital colectivo- con el objetivo de democratizar la economía.
La base de la actuación política, económica y social de la socialdemocracia sueca desde los años treinta fue la consideración de que el cauce para transformar la sociedad capitalista no era la nacionalización de la economía, sino una planificación económica en la que junto a las políticas del Estado del Bienestar también debían intervenir los agentes privados. En esa planificación de la economía tiene un papel muy importante la democratización de la inversión bajo la idea de que no deben ser los cálculos privados sobre beneficios y pérdidas los que determinen el nivel de producción y empleo de un país, ya que eso nos lleva a una economía con crisis cíclicas que fundamentalmente pagan los trabajadores que quedan desempleados. Wigfors desarrolló políticas anticíclicas cuatro años antes de la publicación de la Teoría General de Keynes, que hicieron que Suecia fuese el primer país del mundo en adoptar las modernas políticas de estabilidad macroeconómica.
Es importante tener en cuenta que las exitosas medidas económicas y sociales de Wigforss permitieron que la socialdemocracia sueca permaneciera interrumpidamente en el poder durante más de cuatro décadas, hasta los años setenta.
Una Revolución Tranquila
La tercera y última fase, iniciada en la década de 1970 abordó la democratización de la economía. Si partimos de la consideración de que en el trabajo es donde las personas que formamos parte de la población activa pasamos la mayor parte del tiempo de nuestra jornada, no podemos considerarlo un ámbito ajeno a la democracia. La socialdemocracia sueca no se ha caracterizado por un pragmatismo poco ideologizado, imagen que se ha podido transmitir de un país alejado geográfica y lingüísticamente del centro de las corrientes de pensamiento. Nada más lejos, Suecia a mediados de los años ochenta estuvo a punto de ser el primer país del mundo en transitar democráticamente del capitalismo al socialismo, en llevar a cabo una Revolución Tranquila.
Los Fondos de Inversión Colectivos de los Trabajadores fueron el pilar de la tercera fase del proyecto ideológico socialdemócrata de transformación social, que habría de permitir abandonar paulatinamente las relaciones productivas capitalistas y sustituirlas por unas relaciones productivas democráticas, esto es, socialistas.
La central sindical LO abrió el debate sobre la cogestión de las empresas entre los directivos y los trabajadores exponiendo abiertamente la propuesta de los Fondos de Trabajadores. A finales de los años setenta con los partidos burgueses en el gobierno, un congreso de la LO decide, para sorpresa del partido socialdemócrata, desarrollar el proyecto de los Fondos Colectivos de Trabajadores elaborado por los economistas Rudolf Meidner y Gosta Rehn, muy influenciados por las ideas de Marx, Keynes, James Meade y del propio Ernst Wigforss. Meidner y Rehn llegaron a la conclusión que los tres principales problemas de la economía sueca en aquel momento eran: 1) que se consumía más que se producía; 2) que las inversiones productivas eran muy bajas; y 3) que había un exceso de capacidad productiva en algunos sectores. Para mantener un crecimiento económico con altos niveles de empleo y baja inflación debía tenerse muy en cuenta la interrelación entre el bienestar social y la financiación empresarial.
Para ellos la primera causa de estos problemas era la excesiva acumulación del capital de Suecia en muy pocas familias, el latifundismo de capital, que frenaba la circulación del mismo e impedía financiar nuevas actividades productivas. En lugar de plantear una profunda nacionalización de la propiedad de gran parte de los medios de producción, que centralizaba en el Estado la gestión de gran parte de la actividad económica, como hicieron los laboristas británicos tras la 2ª Guerra Mundial, plantearon que la necesaria democratización de la inversión debía llevarse a cabo mediante instrumentos colectivos y descentralizados, los Fondos de Inversión Colectivos de los Trabajadores.
En las empresas de más de 100 trabajadores, estos accederían a parte del capital de sus propias empresas de forma colectiva a cambio de una moderación salarial que tenía como objetivo no lastrar competitivamente a esas empresas. Las decisiones sobre reinversión de beneficios, creación de empleo, esfuerzo en investigación y desarrollo, etc., tendrían que compartirse de forma creciente entre los trabajadores, los directivos y los accionistas capitalistas. Ello indudablemente haría que el único factor a tener en cuenta a la hora de tomar las decisiones que definen el escenario estratégico de una empresa a medio plazo no fuera la mera rentabilidad cortoplacista del capital invertido.
La democracia social estaba fundamentada en la igualación de las rentas de la mayoría de la población a través de un robusto Estado del Bienestar y un sistema de negociación colectiva centralizado y solidario en el que los sindicatos jugaban un papel crucial.
A la vez se mantenía un marco descentralizado de toma de decisiones sobre qué producir, en qué cantidad y para quién, es decir, mientras el mercado seguía funcionando como asignador de cantidades y precios, la propiedad de los medios de producción se iría colectivizando progresivamente, no nacionalizando, de forma descentralizada. Lo que se llamó “socialismo de mercado”.
El SAP incorporó a su programa político el proyecto de los sindicatos y concurrió a las elecciones con él. En las elecciones de 1982 Olof Pame los defendió públicamente con tanto éxito, fue uno de los temas más debatidos en la campaña, que ganó las elecciones y los puso en marcha.
El Gobierno sueco aprobó en 1984 una ley, que estuvo vigente durante siete años, que repartía entre los trabajadores de las empresas suecas parte del capital de nueva creación. A cambio de una cierta moderación salarial con el objetivo de que no afectara a la competitividad-precio de las exportaciones suecas y evitar que ese dinero significara unos superbeneficios de los accionistas, la empresa estaba obligada a emitir nuevas acciones que se asignaban individualmente a los trabajadores, aunque eran gestionadas colectivamente mediante esos Fondos Colectivos. Cuando el trabajador se jubilaba recibía las acciones como parte de su pensión.
 En 1991 el volumen total que habían alcanzado los Fondos de Inversión Colectivos de los Trabajadores en tan solo siete años era de 2.000 millones de euros, un 7% del total de las acciones cotizadas en la Bolsa sueca. No era nada descabellado imaginar que en unos cincuenta años los trabajadores suecos alcanzarían la mayoría del capital en gran parte de las empresas suecas.
Lo interesante de la original experiencia sueca, además de su tranquila gradualidad, es que fue capaz de vincular al socialismo con el incremento de la riqueza individual, no solo colectiva, lo que tuvo positivos efectos en el conjunto de la sociedad. En el periodo en el que los Fondos de Asalariados estuvieron vigentes el PIB per cápita de Suecia, según datos del Banco Mundial, se multiplicó dos veces y media, pasando de 12.914 $ en 1984 a 31.374 $ en 1991. Si el PIB per cápita sueco en 1984 representaba el 76% del PIB per cápita estadounidense, en 1991 era del 128%. El desempleo en Suecia en 1990 alcanzó la ridícula cifra del 1,7%.
Los Fondos de Inversión Colectivos de los Trabajadores fueron una original e inteligente propuesta que proponía crear nuevo espacio entre el capital privado y el capital público, el capital colectivo, con el objetivo de democratizar la economía.

Bruno Estrada López
Adjunto al Secretario General de CCOO.
Miembro de la C. Ejecutiva de Economistas Frente a la Crisis.

Fuente: Público.es

lunes, 7 de marzo de 2016

¿Hacia el suicidio del Partido Republicano en Estados Unidos?

Donald Trump

 Juan Antonio Sacaluga Opinión

Pasó el Supermartes y Donald Trump se consolida como opción favorita en la nominación del Partido Republicano de los Estados Unidos. La mala noticia no es que haya ocurrido, sino que a nadie le haya sorprendido. En esta gran cita preelectoral que abarca desde Estados más “abiertos” del nordeste (singularmente Massachusetts) hasta el profundo sur (teóricamente, Estados más conservadores), el magnate inmobiliario se ha impuesto en la mayoría de ellos. No de manera absoluta, pero sí convincente.
La maquinaria del Partido (algo difícil de explicar para los esquemas españoles, puesto que es mucho menos potente e impositiva allá que aquí) ha fracasado en todos los intentos, tímidos y contradictorios, por frenar a este peculiar personaje. Zafio, ególatra e inconsistente, pero bastante dotado para conectar con un amplio sector de la sociedad norteamericana. Con los cabreados, con los insatisfechos, con los molestos con un sistema que creen que ya no les representa y menos defiende. Y con los que actúan a golpe de instinto primario, sin matices y con escasa o nula capacidad de reflexión.
Trump no sólo se mofa y humilla, o trata de hacerlo, a sus rivales en la carrera por la candidatura. Se ensaña con más pasión con aquellos exponentes de la sociedad que lo denuncian como una lacra política. Pero lo desesperante es que, cuanto más se agudizan las críticas contra su comportamiento y sus excesos, más éxitos obtiene él y más se refuerza en la convicción de que lo último que debe hacer es contemporizar. Por tanto, leña y más leña.
Y leña, Trump tiene para dar y tomar. A propios y a adversarios. No todos se rinden, por supuesto, porque sería como perder el alma, la dignidad o la propia naturaleza. Pero otros, más pragmáticos, se allanan como si tal cosa. Aunque el “aparato” del Partido se sigue resistiendo a aceptar que tenga que apoyar, a partir de la Convención, a semejante candidato, crece cada día el número que protesta con la boca pequeña. Mientras los que se pasan al lado oscuro aumentan cada día. Algunos, incluso, se cuentan entre los que pasaban por ser exponentes del sector más moderado del partido, como el Gobernador de New Jersey y candidato ya laminado, Chris Christie. Este respetable político había sido estigmatizado por los republicanos más conservadores simplemente por haberse portado bien, por haber sido amable con Obama durante el huracán que devastó su Estado en 2012, poco antes de las elecciones que le dieron cuatro más en la Casa Blanca al actual presidente. Ahora, Christie ha decidido convertirse en patrocinador de Trump (endorsement), en parte por pragmatismo (¿o hay algo más?), pero también por un primario gusto por el desquite: los rivales del magnate, con alguna excepción sin posibilidad alguna (el Gobernador de Ohio, también moderado, Kasich), han abrasado a Christie por su moderación o su comprensión hacia las mujeres que decidían abortar.
TRUMP CONTRA (CASI) TODOS
Porque ésta es una de las paradojas de este cisma republicano. No es que Trump desborde a todos por la derecha. Es más, los santurrones han tratado de desacreditarlo ante sus bases porque “no es suficientemente o verdaderamente conservador”. No lo es. Es un payaso político, un tipo con pocos principios pero con un instinto político primario muy vivo. Se ha dedicado a interpretar a ese hombre de la calle que piensa poco pero insulta mucho y le ha dado voz y estatura, visibilidad y eco. Un candidato de la calle. Un candidato callejero. Lo que más se teme, por lo que ve, en los pasillos del Capitolio.
Los políticos de toda la vida, los que se protegen entre ellos, sean del partido que sean, cuando alguien de fuera se permite atentar contra sus cotos exclusivos, han tratado de poner fin a este desmadre antes de que fuera demasiado tarde. Y ya se sabe cómo se ganan elecciones o cómo se destruyen candidatos en Estados Unidos. Con dinero. Así que, como en el cuento de la liebre y la tortuga, los de siempre, los del establishment, creían que con dinero se podía, primero, frenar a Trump, luego humillarlo y finalmente destruirlo. ¡Never Trump!
Pero no. Los SUPERPAC, esos esquemas de dinero subterráneo con que se suman votos y voluntades, se pusieron a hacer cuentas, pero no obtenían el resultado deseado. Otros magnates como Trump, pero menos osados, más convencionales, es decir, los que prefieren manejar candidatos que convertirse en uno de ellos empezaron a hacerse los remolones. Demasiado riesgo para un candidato que demostraba esa capacidad de resistencia tan sorprendente. En las últimas semanas, la línea de defensa partidaria en el Great Old Party se ha ido desmoronando.
Hillary ha pasado también malos ratos, gracias al encomiable esfuerzo de Bernie Sanders por devolverle algo de dignidad a la política norteamericana. Un socialdemócrata en la corte de herederos de Washington. Clinton ha tenido que modelar su discurso, atemperar sus humos e imprimir eso que aquí en España llamábamos en los noventa el “giro social”.
Por supuesto, la resistencia ante el intruso se mantendrá durante un tiempo más. Se esperará al veredicto de Ohio, Florida y los Grandes Lagos, a mitad de marzo, y quizás, si aún hay vida, a Nueva York (mal lugar: es un presumible feudo del magnate) antes de tirar la toalla. Hay un empeño a la desesperada para que el intruso no alcance el umbral de los 1.237 delegados que necesita para obtener la mayoría en la Convención de julio, en Cleveland. A las malas, malas, los más recalcitrantemente resistentes no descartan algo así como un golpe de mano interno, una seducción masiva de delegados en el propio cónclave republicano para intentar convencer a los incautos de que elegir a Trump es un suicidio anunciado del Partido. Algunos ya evocan el recuerdo desasosegado de Goldwater, el ultraderechista que el GOP eligió como candidato en 1964 para enfrentarse a Johnson, con JFK aún caliente en su tumba.
LA ALARMA DE LOS CLINTON
La preocupación no se limita a los “suyos”. Los demócratas también se lo toman en serio, como les ha recomendado el viejo Bill a los asesores, oficiales y soldados de su esposa. Si alguien representa a la odiada clase política, con sus pedestales, sus espléndidas cuentas corrientes y su lenguaje escurridizo es la virtual candidata demócrata. Hillary ha pasado también malos ratos, gracias al encomiable esfuerzo de Bernie Sanders por devolverle algo de dignidad a la política norteamericana. Un socialdemócrata en la corte de herederos de Washington. Clinton ha tenido que modelar su discurso, atemperar sus humos e imprimir eso que aquí en España llamábamos en los noventa el “giro social”. No le ha bastado al bueno de Bernie decir verdades como puños. Después de todo, en Estados Unidos la maquinaria es la maquinaria. Las elecciones se ganan antes del voto tanto o más que en las urnas, por mucho que algunos de muchos de nuestros tertulianos les cueste entenderlo, cuando siguen considerando como ejemplar a la democracia norteamericana.
Lo que sí es verdaderamente envidiable en Estados Unidos es la sociedad civil, el dinamismo e incluso la combatividad de sus activistas sociales en innumerables sectores y terrenos, incluidos los medios. La capacidad para poner en cuestión no sólo al poder, sino a los supuestos contrapoderes. Es a ellos a quienes de verdad les preocupa Trump. No porque cuestione el tinglado partidario, sino por lo imprevisible de sus excesos.
Una vez más, en Europa, deberíamos tomar nota. Un triunfo de Trump abriría el camino a nuestros aventureros, quizás más sutiles, amparados en ideologías más elaboradas y en experiencias de mayor recorrido, en definitiva menos primarios pero no menos peligrosos que el extravagante millonario neoyorquino.

Juan Antonio Sacaluga
Acerca de Juan Antonio Sacaluga 2 Articles
Periodista y Licenciado en Historia Contemporánea. Especializado en Información Internacional a lo largo de toda su carrera profesional de más de treinta años en la Radio y la Televisión Pública. Sus principales responsabilidades han sido: Coordinador de la rueda de Corresponsales en “España a las Ocho” (RNE), Subdirector de Informativos de Radio-3 (RNE), Jefe de Información Internacional de los Telediarios de TVE (1989-1995), Director del Informativo de Mediodía de TVE-Internacional, Director de EN PORTADA (2004-2008). En la actualidad se encuentra pre-jubilado de RTVE y colabora con la Fundación Sistema y el periódico digital NUEVA TRIBUNA. Profesor en el Master de Relaciones Internacionales y Comunicación de la Universidad Complutense de Madrid (2000-2012), hasta su desaparición. Conferenciante en varias Universidades de verano sobre asuntos internacionales. Ha publicado una novela relacionada con la guerra de Yugoslavia, titulada “Después del final” (2012).
 
Fuente: Público.es

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