Parque Nacional de Nairobi, quemados 8 mil colmillos de elefantes. |
Alejandro Nadal
El 30 de abril se llevó a cabo una extraña ceremonia en el Parque Nacional de Nairobi. En una zona especialmente acondicionada para este evento, fueron quemados 8 mil colmillos de elefantes. La gigantesca hoguera, organizada alrededor de 11 pirámides de colmillos, generó una fuerte onda de calor y los invitados a presenciar este acto tuvieron que mantener su distancia. La enorme columna de humo era visible a varios kilómetros.
Los colmillos destruidos pesaron más de 105 toneladas. Provenían de los depósitos oficiales y casi todo era producto de decomisos oficiales en la lucha contra el comercio ilegal de marfil. Se trató de la destrucción de marfil más grande en el mundo desde que se prohibió ese comercio internacional en 1989, en el seno de la Convención sobre Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Flora y Fauna Silvestre (Cites, por su acrónimo en inglés).
El mensaje de Kenia al mundo tiene tres componentes. En primer lugar se rechaza terminantemente la idea de legalizar el comercio transfronterizo de marfil. Frente al lobby que patrocina la idea de que el comercio de marfil es la única manera de conservar a los elefantes, el gobierno de Nairobi mantiene que las fuerzas económicas que rodean ese mercado conducirán al exterminio de los elefantes. La destrucción de marfil clausura expectativas de que algún día ese acervo pudiera entrar en los canales del comercio legal y contribuir a perpetuar este negocio, que se nutre también de la cacería furtiva (responsable cada año de la muerte de más de 35 mil elefantes en África).
Por eso, el segundo componente del mensaje de Nairobi se dirige al comercio ilegal de marfil que extiende sus tentáculos desde Asia hasta las sabanas y bosques en África. Muchos piensan que los principales responsables de la cacería furtiva son poderosos cárteles criminales que controlan toda la cadena de valor, desde la sangrienta cacería hasta las trastiendas de muchas ciudades en China. Lo cierto es que existen muchos indicios de que el comercio legal e ilegal respiran juntos y comparten el mismo metabolismo para lavar marfil y dinero.
Las señales desde Nairobi tienen otro destinatario. En septiembre se llevará a cabo la décimo séptima Conferencia de las Partes de Cites. La reunión se celebrará en Johannesburgo, y Namibia, Botswana, Sudáfrica y Zimbabue propondrán legalizar una venta de sus acervos de marfil a China. Frente a estos países se prepara otro grupo más amplio que busca mantener la prohibición sobre el comercio internacional de marfil.
Hay quienes sostienen una posición contraria a la del gobierno keniano y piensan que vender los acervos de colmillos decomisados es lo mejor. Afirman que la venta legal reduciría el precio del marfil y eliminaría los incentivos a la cacería furtiva. Pero no existe un análisis económico sobre las estructuras del mercado de marfil que permita asegurar que los precios caerían con una oferta legalizada. Las monografías publicadas desde hace un par de décadas sobre este comercio son muy deficientes y no permiten sustentar este tipo de afirmaciones. Esos estudios se basan en nociones de economía sacadas de un libro de texto elemental, e ignoran todo sobre cadenas de valor y estructuras de mercado. Ni siquiera existen investigaciones profesionales sobre la estructura de los mercados legales cuyo estudio no requiere una investigación secreta o encubierta.
La destrucción de los acervos de marfil ha sido calificada por algunos de gran error. Para el lobby pro-comercio dentro y fuera de África fue una oportunidad perdida. Algunas voces señalan que la destrucción de estos acervos hará que se incremente el precio de marfil y con ello se estará provocando el crecimiento de la matanza ilegal de elefantes. Pero lo cierto es que se desconoce todo sobre la formación de expectativas de los diferentes agentes involucrados en el comercio de marfil y se ignora casi todo sobre el proceso de formación de precios presentes y futuros en ese mercado.
Cites ya autorizó dos ventas supuestamente excepcionales de marfil. La primera a Japón (en 1999) y la segunda a China y Japón (en 2008). Y lo que sí sabemos es que en los años siguientes la cacería furtiva de elefantes se expandió furiosamente en toda África, al revivir el mercado de marfil que antes estaba languideciendo. La evidencia de que el comercio legal ha sido el catalizador de esta masacre de elefantes también se encuentra en el incremento espectacular de los decomisos y capturas de contrabandistas a todo lo largo de la cadena de valor del marfil.
La suerte de las dos especies de elefante africano, Loxodonta africana y Loxodonta cyclotis, y del elefante asiático, Elephas maxima, depende de los delegados a la COP17 de Cites. La cacería furtiva hoy es mucho más alta que la tasa de reproducción natural de la población de elefantes. Fomentar o legalizar el comercio internacional conlleva un riesgo muy alto de condenar a los elefantes a la extinción. La destrucción de inventarios no debe convertirse en la pira funeraria para despedir a esta especie.
Economista y consultor de Naciones Unidas para la lucha contra el
tráfico ilegal de marfil y productos animales. Es miembro del Consejo
Editorial de Sin Permiso.
La Jornada, 11 de mayo 2016