jueves, 23 de octubre de 2014

Una nueva ofensiva neoliberal: estamos hablando del Acuerdo Transatlántico (TTIP)

 

 

 

Dolors Comas · · · · ·

19/10/14


 

¿Conocemos estas siglas?: TTIP. Son las siglas en inglés del Acuerdo Transatlántico de Comercio e Inversiones que se está negociando en secreto desde inicios del año 2013 entre Estados Unidos y la Unión Europea. El objetivo divulgado, facilitar la cooperación. El trasfondo, no explicitado, fortalecer las grandes corporaciones y socavar el poder de los gobiernos. Una nueva ofensiva neoliberal, potente, de la cual no estamos hablando.

El 5 de enero de 2013, Javier Solana, ex secretario general de la OTAN y alto representante de la Política Exterior y de Seguridad Común, publicaba un artículo en el periódico El Paísdonde defendía vigorosamente la necesidad de cooperación económica entre Estados Unidos y Europa que, según él, aportaría crecimiento económico y empleo. El mismo rotativo ha publicado recientemente una entrevista con Anthony Gardner, donde el embajador de Estados Unidos en la UE destaca también los grandes beneficios y oportunidades que ha de aportar el TTIP. Ésta es la perspectiva de quienes satisfacen las aspiraciones de los grandes poderes corporativos, a pesar de que utilicen un lenguaje impregnado de ideas de progreso económico y social, y es la perspectiva que nos arriba mayoritariamente desde los medios de comunicación.

¿Nos podemos imaginar que las empresas multinacionales demanden a los gobiernos porqué han hecho disminuir sus beneficios? Podemos concebir que puedan reclamar (y obtener!) una generosa indemnización para compensar las legislaciones laborales o medioambientales que dificulten su actividad? Así comienza el artículo publicado a Le Monde Diplomatique porLori M. Wallach, presidenta de Global Trade Watch, para hacer notar que lo que nos parece absurdo es justamente lo que posibilita el Acuerdo Transatlántico. El TTIP no se limita a eliminar aranceles y a abrir los mercados a los inversores de una parte y otra del Atlántico: va más allá, como nos explica José Anastasio Urra en la web d’Attac. Se trata de armonizar las normas sociales y ambientales, rebajándolas, y poniéndolas al servicio de las grandes corporaciones.

Las perspectivas que abre el TTIP son terroríficas si las confrontamos con aquel ya viejo “modelo social europeo” que se está haciendo trizas a pasos agigantados. Degradar los derechos laborales, todavía más, para fragmentar a los trabajadores y negar incluso el derecho a hacer huelga. Suavizar las normativas europeas en materia ambiental, para hacer posible el fracking, por ejemplo. Modificar las normativas que afecten a la agricultura y al consumo para que los productos modificados genéticamente puedan entrar sin problemas a Europa. Abrir los servicios públicos (como los sanitarios) a la inversión privada. Reforzar las patentes farmacéuticas, con el encarecimiento de los medicamentos. Desregular de forma definitiva todo el sector financiero. Otorgar más poder a las corporaciones en la lucha contra la piratería, cosa que comporta su acceso a la información privada ciudadana. Y, para colmo, resolver los conflictos entre corporaciones y gobiernos en tribunales especiales, de carácter mercantil, compuestos por miembros escogidos por influencia de las corporaciones y con funcionamiento opaco. Todo ello está pendo para favorecer a las grandes empresas multinacionales, a costa de los intereses de la gente.

El TTIP se inspira en el acuerdo de partenariado transpacífico (Trans-Pacific Partnership, TPP), que entró en vigencia a inicios del 2006. La opacidad es también una característica de este Acuerdo más antiguo: actualmente se quiere incorporar un capítulo sobre propiedad intelectual y se está negociando con total secreto per parte de los 12 países implicados. Vale la pena entrar en la web de WikiLeaks, que revela los contenidos de esta parte del acuerdo. Cubre temas que afectan a las industrias farmacéutica, registros de patentes y derechos de autoría digitales. Los expertos dicen que afectan a la libertad de información, a las libertades civiles y al acceso a los medicamentos. Hacia esta misma dirección se dirige el Acuerdo Transatlántico.

Estamos hablando muy poco de todo esto. En el caso de Cataluña, el ensimismamiento con el proceso soberanista no nos está dejando ver ni analizar cómo operan los verdaderos mecanismos de poder, los que están haciendo avanzar una nueva ofensiva neoliberal: más bienestar para las corporaciones, más mala vida para los trabajadores y trabajadoras: más poder para el mercado, y mucho menos poder para los estados: y ¿aún hablamos de soberanía? ¿Por qué nuestro Parlamento o el Congreso de Diputados no está discutiendo este tema? ¿Qué dice el Parlamento Europeo? ¿Qué están haciendo nuestros gobernantes respecto a este gran acuerdo que se está cocinando desde arriba, de forma antidemocrática, y que nos colará nueves normativas que afectarán gravemente a nuestros servicios públicos, a nuestros derechos como consumidores, a nuestra creación cultural, a nuestros derechos laborales, a nuestro medio ambiente, a nuestras vidas? ¿No es importante? ¿No nos concierne? ¿Por qué no estamos hablando del TTIP?

Dolors Comas d’Argemir es catedrática de antropología social de la universidad pública Rovira i Virgili de Tarragona y presidenta de la Fundació Nous Noritzons

Fuente: SINPERMISO

martes, 7 de octubre de 2014

Hollande y Renzi: La transformación final

 

HOLLANDE                                RENZI

 

Rossana Rossanda · · · · ·


 

Han bastado una reunión del Ecofin y la advertencia de Draghi para bajarle los humos a Francia e Italia, y dejar reducidas a cero las ambiciones de la campaña electoral de Hollande y de la no campaña de Renzi. Nada de inversiones productivas que los dos líderes se esforzaban por mantener fuera de las ligaduras del presupuesto europeo: ambos se han orientado a presionar exclusivamente sobre la reducción no sólo de los costes de trabajo sino de los salarios (quizás como ulterior reducción de los parados). Hollande no tiene necesidad de leyes ad hoc, anuncia que reformará el macizo Código del Trabajo y viene de semanas acaloradas: primero ha despedido en tres horas al ministro del crecimiento productivo, Arnauld Montebourg, seguido por Hamon y  Filippetti, que se han quedado fuera del gobierno en un abrir y cerrar de ojos; después ha tenido que encajar treinta votos en contra de su mayoría en el Parlamento, manteniendo la propia por un solo escaño. Pero esto no le ha hecho desviarse del camino emprendido: el presidente ha tomado la palabra en una rueda de prensa en la que ha asegurado que no habría cambiado una coma de su desastroso rumbo. Dentro de no mucho llegarán las elecciones regionales y muy pronto las del Senado; a este paso, habrá otra tormenta, que se va formando sobre los socialistas, pero, sea Hollande o Valls, se mantienen firmes, confiando acaso, como confirman algunos personajes de su entorno, en una benévola "curva de Kondriatev", la "onda larga" del ciclo económico que aseguraría una recuperación natural del crecimiento antes del final de su mandato.

En Italia, Renzi ha descubierto parcialmente sus cartas en la ya famosa Jobs Act[Ley de Empleo]. Y ha afrontado con cara de pocos amigos el escándalo del enésimo fuera de juego del artículo 18, el que impedía el despido "discriminatorio". Toda la prensa italiana se ha alineado con él, excepción hecha de Il Manifesto, argumentando sobre todo que el famoso artículo tendría solamente un valor simbólico, en la medida en que raramente se aplica: es sabido que la mayor parte de los despidos se realizan por verdaderas o presuntas razones económicas, que no tienen que ver con problemas de presupuesto sino con un cambio de estrategias, encaminadas sobre todo a la deslocalización. Mientras tanto, se ha subestimado lo que a mí me parece el mayor escándalo, a saber, el dispositivo por el cual en los tres primeros años de empleo "indefinido", cualquier trabajador quedaría sujeto a despido. ¿Por qué tres años? Cualquier trabajador os dirá que para aprender al dedillo el cometido que se le exige basta como máximo una semana; como mucho, en dos la empresa esta en condiciones de darse rápidamente cuenta de si está o no en condiciones de insertarlo en el plano productivo. ¿Por qué permitirle al patrono sus buenos tres años "flexibilidad" gratis? No lo explica nadie. Es un sistema para prolongar el precariado – no sé cómo se podría definir de otro modo – convirtiendo a todos en precarios hasta el inicio del llamado "empleo de tutela creciente" [modalidad de contrato prevista por la Jobs Act]: tres años de tutela cero.

Salvo Luciano Gallino y Pierre Carniti, toda la prensa le ha dado un relieve positivo a lo elegido por Renzi, acompañado, según su costumbre, de insolencias hacia los sindicatos. La prensa presuntamente de centroizquierda, como La Repubblica, se ha distinguido en la cruzada contra el conservadurismo de quienes querrían conservar algún derecho al trabajo, entre ellos una parte del PD considerada vieja y conservadora. No sólo los jóvenes Fassina y Civati sino el viejo Bersani. Ya veremos cuanto tiempo resistirá el ataque la minoría del área ex comunista, pero es verdad que si cede desaparecerá también la sombra del abominado PCI y quedara por constatar qué cambios asumirá sin confundirse con el centrismo puro y duro, representado por otra parte por el joven primer ministro. Está en curso la transformación final de la escena política italiana. La francesa ya no tiene necesidad de ello, si se considera que para el puesto del impetuoso ministro Montebourg se ha nombrado a un directivo de la banca Rotschild. Además, en Italia, naturalmente, queda – enroscado en torno a Renzi – el evergreen Berlusconi. Para el que pensaba tener derecho a un trabajo, ha muerto la piedad [1].   

Nota del t.:

[1] "Pietá l´é morta" es el título de una canción partisana italiana del año 1944, que retoma una melodía de los "alpinos" en la Primera Guerra mundial, revivida en 2005 por el grupo Modena City Ramblers y la cantante Ginevra di Marco.  

Rossana Rossanda es miembro del Consejo Editorial de SinPermiso

Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón

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