sábado, 11 de junio de 2016

Francia teme el descenso como potencia europea

Francia teme el descenso como potencia europea
Dos soldados patrullan por las calles de París junto a basuras amontonadas por la huelga de los trabajadores del sector (Charles Platiau / Reuters)


  • El que fuera el país más poderoso del continente afronta la Eurocopa entre huelgas
  • Francia teme el descenso como potencia europea

Rafael Poch, París

Francia, ese gran país que logró remontar derrota, ocupación y colaboración, es decir, una humillación completa, para afirmarse como la primera potencia continental después de la guerra, ha sido degradada a segunda división. El marco de ese doloroso descenso ha sido la Unión Europea neoliberal de los últimos treinta años, que construyó un terreno de juego a la medida de la economía de mercado transnacional, sumamente adverso a la tradición política y social francesa.

La Mannschaft liderada por los Kohl, Schröeder y Merkel, al contrario, insertó sus instituciones e intereses –la concepción del Banco Central Europeo y las normas para una economía roñica hacia dentro y exportadora hacia afuera– en ese marco, y triunfó. La victoria fue a costa de la relativa nivelación social de su modelo, rasgo que con el fin de la competición de la guerra fría ante la otra Alemania había perdido rele­vancia, pero al final son los goles lo que cuenta, no la calidad del juego.

Treinta años después llegamos a la actual Francia de la Eurocopa, gran país con conciencia de serlo y en segunda división. Esa contradicción es la que cruje.

En esta Eurocopa ayer iniciada entre huelgas que restaban accesos ferroviarios, algunos montones de bolsas de basura y una vigilancia extrema ante riesgo de atentados, es la “imagen” de Francia la que está en juego, la imagen de Francia en la globalización que ese evento tan mediatizado, con 51 encuentros en diez ciudades francesas hasta el 10 de julio, expondrá con toda claridad.

Y el problema es que esa imagen tiene dos lecturas bien diferentes que se enfrentan en un encuentro apasionante.

Para la derecha, el mundo de los negocios y el mundo de Bruselas, Francia es un país que ha sido “tomado como rehén por un puñado de sindicalistas y contestatarios violentos” que, con el telón de fondo de la amenaza terrorista, “no puede sino provocar miedo a hinchas, turistas e inversores”, explica el editorial de Le Figaro, diario fundado en 1826. Los sindicatos como la CGT, que lidera el actual movimiento, son “vestigios de un mundo antiguo, el bastión de algunos funcionarios atiborrados de derechos adquiridos en menoscabo de los otros asalariados”.

Vista desde la izquierda, la actual situación “contiene cierta esperanza”, explica el filósofo Régis Debray, un compañero del Che Guevara, desde las páginas de L´Humanité, diario fundado en 1904 por Jean Jaurès, el hombre que insertó los ideales socialistas en el entramado republicano.

“Esperanza”, dice Debray, “ en evitar la total descomposición de Francia, que su actual alineamiento con la civilización americana no logre la anexión de la cultura francesa por la norteamericana”. “Constato –dice el filósofo– que esta anexión está en marcha, pero que hay signos de resistencia que son un buen augurio, pienso en las actuales huelgas. La CGT es una singularidad francesa, una tradición obrera que no es propia y a la que Philippe Martínez hace bien el honor”.

La situación concreta bien resumida en la viñeta del genial humorista de Le Parisien: Manuel Valls se apresta a lanzar un penalti con un balón que es la ley laboral francesa. En la portería está Philippe Martínez, el secretario general de la CGT que ha construido una barricada a base de cubos de basura y bloques de huelga para impedir que le cuelen el gol.

Naturalmente es una caricatura, porque detrás de Valls está todo un establishment que ya ha colado ese mismo gol en medio mundo y detrás de Martínez está algo cada vez más parecido al poblado de Astérix que antes se llamaba la “Europa social”: todo aquello que diferenció el consenso de posguerra, del siglo XIX.

En este encuentro Francia busca su regreso a primera división, en códigos y claves diametralmente opuestas. Los unos sueñan con entrar definitivamente en el orden de cosas habitual en los países del mundo que juegan en esta liga. Los otros agitan el sueño de una nación soberana y de política exterior autónoma en la globalización.

Los campos entre ambos sueños están divididos. Hasta hace poco los sondeos adjudicaban un apoyo mayoritario a las protestas contra la ley laboral, pero es evidente que la opinión evoluciona. De casi un 70% se está pasando a un 50%, a una opinión dividida por la mitad. Y en eso la Eurocopa puede ser decisiva. A nadie le gustaría que la fiesta global quedara aguada por las bolsas de basura.

“Hasta ahora los franceses han venido apoyando en los sondeos los movimientos de oposición a la ley laboral, pero pasan los días y metidos en la Eurocopa los franceses podrían girarse si las huelgas y los bloqueos duran y llegaran a perturbar el campeonato”, explica Jean-Marcel Bouguereau, un editorialista de provincias. Entre el militante y el hincha, entre el ciudadano político y el consumidor, será siempre el segundo el que prevalecerá. Tanto el Gobierno como el sindicalismo han percibido exactamente así la situación.

Hollande y Valls confían en que la opinión pública se derrumbará sobre la huelga si ésta continúa y altera la Eurocopa. El primero en privado y el segundo públicamente han amenazado con intervenir los transportes en huelga, como hizo Nicolas Sarkozy en 2010, violando la ley francesa por “atentado al derecho de huelga” y recibiendo una condena de la Organización Mundial del Trabajo.

Mientras la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, se ponía ayer tarde a recoger basura con soluciones y recursos improvisados, Philippe Martínez demostraba estar bien al tanto del terreno que pisa, al llamar públicamente a no bloquear los accesos al Stade de Franceen París, donde ayer se enfrentaban las selecciones de Francia y Rumanía en el encuentro inaugural del gran certamen.

“Hemos lanzado la consigna de que todos los hinchas puedan acceder al estadio”, dijo Martínez ayer tarde. “Es un acontecimiento popular que debe mantener su carácter festivo, no hay ninguna consigna para que el acceso ni el encuentro sean perturbados”, dijo. Cada bando juega su estrategia para evitar o paliar a su manera este doloroso descenso.

Fuente: La Vanguardia

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