Manuel Garí
Economista
Las cosas están hechas de manera que de la sociedad común de los hombres nacen muchos más beneficios que daños. Baruch Spinoza
Tras el 26 J el tema estrella será sin duda la combinatoria en torno a la formación de un gobierno. Pese a la pertinaz repetición de datos que anuncian un equilibrio de fuerzas según los sondeos, la situación política lejos de estabilizarse conocerá nuevos episodios en un proceso sumamente fluido. La primera razón de ello no es otra que ni el régimen de la reforma del 78 se ha repuesto del susto del 15 M, ni se ha logrado su sustitución. Y en última instancia el mantenimiento del status quo es debido a que la correlación de fuerzas entre las clases no ha variado pues sigue siendo favorable a la de los depredadores y, por tanto, la ideología de las mayorías no ha mutado lo suficiente como para romper con los miedos y las inercias de los viejos partidos.
Y lo mismo ocurre con un bipartidismo muy tocado por la irrupción de Podemos que trastocó literalmente el tablero de juego, pero que por el momento no ha logrado, pese a los enormes avances logrados, la situación de hegemonía que algún politólogo aseguraba tras una guerra electoral rápida. Sin embargo los efectos del fenómeno Podemos y las confluencias en la Comunidad Autónoma Vasca y en Cataluña son expresión a su vez de la necesidad existente de una alternativa y del grado de crisis de las fórmulas políticas tradicionales. De todas.
A pesar de ello el impacto de la polarización Unidos Podemos versus PP ha tenido como primer efecto lo que en este mismo medio calificaba recientemente el diputado regional de Podemos Raúl Camargo de “hundimiento del centro” ; fenómeno que al menos podemos convenir ya se ha plasmado en un importante achicamiento del espacio centrista, espacio que siempre es una variable dependiente del grado de confrontación existente en cada momento entre quienes representan a la oligarquía burguesa y quienes defienden los intereses del pueblo trabajador y las capas plebeyas. El gran acierto de Unidos Podemos, con independencia de las dificultades futuras para plasmarlo, es que ha aparecido ante la sociedad con un mensaje claro: estamos dispuestos y en disposición de formar gobierno y de gobernar para la mayoría.
Es fácil que un buen resultado para Pedro Sánchez aplace de momento su defenestración pero sitúa en una encrucijada al PSOE, partido de orden, y que un mal resultado de Sánchez sea el último renglón de la crónica de una dimisión anunciada y forzada sotto voce, pero supondrá un respiro para Díaz, González y demás conservadores del partido socialista que intentarán recomponer la figura desde una gestora deseosa de salvar el régimen del 78, la UE tal cual es y dispuesta a llegar a acuerdos con las fuerzas neoliberales. En los dos supuestos la crisis del PSOE está servida. El día 26 por la noche los poderes económicos y mediáticos comenzarán a dictar las diferentes fórmulas de un gobierno de gran coalición. Y la Troika volverá con las facturas del déficit y la deuda pública. Ello sitúa a Unidos Podemos ante nuevos retos y responsabilidades, sea desde el gobierno sea desde la oposición.
Pero ese mismo día, el 27 J, habrá una realidad que no existió el 21 D: las fuerzas del cambio han dispuesto de una coalición electoral. Y también comenzará a plantearse con menos atención mediática que la que suscitarán las alianzas parlamentarias, una cuestión sumamente relevante para el futuro de la mayoría social subalterna: ¿qué hacer con Unidos Podemos? La creación de coalición electoral ha coordinado los esfuerzos de quienes, unos meses antes, parecían destinados al desencuentro. El reparto de escaños reflejo deformado del voto popular que impone sistema electoral hizo recapacitar a todos, pero también el convencimiento de un amplio sector de activistas e intelectuales del que fue buena prueba el Manifiesto por la confluencia política y electoral de las fuerzas del cambio en el Estado español, del que informó este periódico.
La coalición electoral era el mínimo a lograr y no fue tarea fácil dadas las resistencias que en la idea encontró en sectores de ambas partes. Pero aún sin saber todavía el resultado de las urnas cabe decir que Unidos Podemos como término omnicomprensivo de dos partidos (IU y Podemos) junto a las muy importantes confluencias en Galicia, Cataluña y Valencia, en si mismo ya es un logro propiedad de todo el pueblo de izquierdas. En primer lugar ha generado importantes expectativas en la izquierda social y electoral. El voto a la coalición aparece como el voto útil para desalojar del gobierno al PP. Por otra parte, a pesar de la oposición inicial al acuerdo electoral del sector populista más centrista compuesto por los discípulos de Laclau que veía peligrar su quimera de tener en monopolio la supuesta “construcción del pueblo” desde una marca y máquina de guerra electoral y también a pesar de las inexplicables reticencias de los sectores más conservadores e identitarios de IU faltos de perspectiva política estratégica, sin espacio electoral y carentes de futuro, la coalición Unidos Podemos ha tenido como efecto poner a trabajar juntas y con el mismo objetivo a decenas de miles de personas. Tanto entre los militantes como en los sectores cercanos, están experimentándose formas de unidad de acción practica por la base en la propia campaña, “desbordando” el mero acuerdo “cupular”. A los ojos de la mayoría, Unidos Podemos representa el polo electoral (y el modelo) antagonista y alternativo a las políticas de austeridad y autoritarismo del PP. Expresión del éxito es el grado de nerviosismo del PP, de los medios de comunicación y de los principales empresarios que se ven obligados a echar de mano de la política del miedo para detener a Unidos Podemos.
Caso aparte es el de Euskadi en el que la aparición de Podemos sin líderes conocidos, estructura ni implantación ha supuesto en la Comunidad Autónoma Vasca relegar a un tercer lugar en la intención de voto a Bildu, organización que no carece de ninguna de las anteriores cuestiones, e incluso es posible que relegue al PNV a un segundo lugar en la preferencia electoral. La primera reflexión es que existía esa necesidad tras los años de hegemonía en la juventud de la izquierda abertzale sumida en un callejón con difícil salida. La segunda es que es posible que en la nueva situación aparezcan lentamente fenómenos de confluencia similares a los de Galicia y Cataluña. Ello más pronto que tarde va a plantear importantes decisiones tácticas a Podemos que Petxo Idoiaga ha señalado recientemente “La constitución de un frente o bloque popular amplio situado a la izquierda del PNV (tema esbozado en sus intervenciones [por Arnaldo Otegui]) requiere, sin duda, reflexiones en ese “más allá” y ahí deben situarse, en concreto, las relativas a la izquierda abertzale y a Podemos”.
Y volviendo al conjunto del Estado español, las fuerzas del cambio van a tener que seguir dando pasos o retrocederán. Lo alcanzado no les basta: ni para constituirse en la oposición al modelo vigente ni menos aún para gobernar. Todos han aprendido de Grecia, todos han visto los errores de Tsipras. Van a necesitar sin prisa pero sin demorarse impulsar un amplio proceso de unidad popular, de empoderamiento de las organizaciones sociales y de construcción de una nueva herramienta política anti neoliberal y democrática para hacer frente a los dictados austeritarios, lograr la ruptura democrática e impulsar los procesos constituyentes en el Estado español superadores de un régimen a todas luces ya agotado.
Las fórmulas que se adopten en el futuro en la construcción de un nuevo espacio político organizado unificador del pueblo de izquierdas pueden ser varias. Frente, coalición, nueva organización, confederación, federación, compuesto por colectivos y personas a título individual… en todo caso la “carcasa” será aquella que adopten democráticamente quienes participen. Su objetivo debería ser ganar la hegemonía política e ideológica en el pueblo trabajador y convertir la mayoría social en mayoría política. No sabemos cómo se constituirá pero aprendiendo de la experiencia sabemos que no puede ser un frente popular a la antigua usanza en el que pudieran entrar partidos como Ciudadanos para lograr una “regeneración” sustitutivo de la ruptura o ciertas reformas legales o medidas para dulcificar los recortes austeritarios dictados por la Comisión Europea. Lo que la mayoría social necesita es otra Constitución, otra política económica, otra Unión Europea. Este objetivo exigirá paciencia, espíritu cooperativo y generosidad por parte de dirigentes y militantes del conjunto de organizaciones implicadas.
Pero “lo nuevo” deberá plasmar en la práctica los principios de democracia interna, plurinacionalidad, participación activa de quienes apoyen la iniciativa y respeto al pluralismo en un marco que muy probablemente se encaminará hacia una nueva organización política, un partido-movimiento. Para avanzar IU tendrá que profundizar en su reorientación, Podemos necesitará de un Vista Alegre II que sanciones los aires de los últimos tiempos, las confluencias deberán participar con voz propia en el proceso, los ayuntamientos por el cambio y las candidaturas municipalistas de unidad popular también. En definitiva se trata de continuar con la gestación de una nueva fuerza política que comenzó tras el 15 M, las europeas, las municipales y se revalidará en las próximas legislativas. Un nuevo sujeto político está en construcción. El reto para Alberto Garzón y Pablo Iglesias, y para el resto de dirigentes, es llevar a buen puerto la nueva nave.
Fuente: Público.es
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