Fotografías de la “normalidad” palestina |
¿Cuál es la realidad de la Palestina anterior a la “Naqba”, la época previa a la fundación del Estado de Israel? ¿Cómo se vivía en Palestina antes de la “limpieza étnica” de 1948, proceso que implicó la expulsión de más de 750.000 palestinos de sus hogares, la “limpieza” de cerca de 530 pueblos, 11 barrios urbanos y la implantación en estos territorios de “asentamientos” de colonos judíos? El libro coordinado por Teresa Aranguren y Sandra Barrilaro -“Contra el olvido” (Ediciones del Oriente y del Mediterráneo)- aporta fotografías de aquellos tiempos previos a la “Naqba”, entre 1889 y 1948. Son testimonios gráficos de “aquella existencia que se quiso borrar”, afirman las autoras. El hecho de que esta documentación sea tan accesible como poco conocida, señala un interés en que los hechos –la historia del pueblo palestino- permanezcan en el olvido.
La propaganda israelí ha intentado sistemáticamente negar la “Naqba”. Uno de los argumentos utilizados es que se compraron las tierras a los propietarios palestinos. Para que el lector pueda hallar respuestas, el libro en el que han colaborado Bichara Khader y Johnny Mansour, aporta imágenes del Archivo Fotográfico del Hotel American Colony de Jerusalén además de álbumes de familias residentes en la zona norte de Palestina. En el libro “Bajo el olvido” también se incluyen breves textos explicativos. La periodista especializada en Oriente Medio, Teresa Aranguren, toma como fuente de referencia los censos. “Sabemos cómo era la composición demográfica de Palestina en el siglo XIX, a comienzos del siglo XX y en los años 20 y 30”, explica en acto organizado por el BDS-País Valenciá en la Facultat de Geografia i Història de València. Cuando Palestina se hallaba bajo la férula del Imperio Otomano, la población árabe no fue asimilada pero sí tuvo que pagar impuestos que requerían censos de población y registros de la propiedad de la tierra. “Sólo con mirarlos, igual que cuando se analizan los registros de la propiedad de la tierra británicos, se desmiente el argumento central israelí de la adquisición de tierras”.
La primera colonia sionista arribó a Palestina en 1878, cerca de Jaffa en torno a la franja costera. Contaron con ayuda y financiación de uno de los multimillonarios de la época, el barón Rotschild. En su inicio las colonias no lograron ser autosuficientes, de hecho contaron siempre con dinero del exterior. En ese momento, en torno al 80% de la población de palestina era de origen musulmán, el 11% cristiano y cerca del 7% judío (se trataba de judíos integrados en el tejido social palestino, hasta el punto que hablaban en árabe; no tenían nada en común con los colonos del movimiento sionista que empezaban a llegar a Europa). El estudio del proceso desmiente otro argumento difundido por la propaganda israelí: que el proyecto de Estado judío fuera una consecuencia –a modo de reparación- del Holocausto nazi. “En 1880 el mundo no conocía el nombre de Hitler”, aclara Teresa Aranguren. “El proyecto de nuevo estado va desarrollándose primero bajo el dominio otomano, y a partir de 1917 bajo control británico”. El apoyo incondicional de la gran potencia de la época, Gran Bretaña, y la financiación exterior, generosa, hicieron posible que se materializara el objetivo, más allá de los mitos sobre un movimiento sionista pionero y emprendedor.
Es cierto que en Europa surgió un movimiento –sionista- con una capacidad importante de suscitar adhesiones. Se apelaba al factor de la religión, “aunque los fundadores del estado de Israel no fueran religiosos”, matiza Teresa Aranguren. Sobre todo se infamaba un sentimiento nacionalista que estaba gestándose a favor de un pueblo y una nación judíos. Pero siempre judíos europeos. El proceso se inicia a finales del siglo XIX y culmina en una limpieza étnica por medios militares (entre diciembre de 1947 y junio de 1949). ¿Cómo puede recogerse esta complejidad histórica en un libro de fotografías de 240 páginas? “Contra el olvido” incluye fotografías de una vida cotidiana, “normal”, que los procesos de limpieza étnica arrancarán de cuajo. Instantáneas de los chicos de un colegio que forman un equipo de fútbol, excursiones de grupos de amigos al lago Tiberiades, personas que juegan poniéndose una cacerola en la cabeza… Hay fotografías, de los años 30, que muestran un cine nocturno al aire libre cerca de Hebrón, en el que las imágenes se proyectan en la pared exterior de una mezquita. También se incluyen testimonios gráficos de familias de Belén y de Ramala, con toda la diversidad de situaciones de la Palestina tradicional: por ejemplo campesinas ataviadas con su túnica. Junto a retratos de las clases medias, hay otros de mujeres trabajadoras del departamento de aduanas de Haifa, en la década de los 40. “Podían ser fotos de nuestros álbumes familiares, no somos diferentes a ellos; también hay mujeres más modernas que las mujeres árabes que actualmente vemos en Palestina”.
Teresa Aranguren es miembro del Consejo de Administración de RTVE desde 2007 a propuesta de Izquierda Unida. Cubrió como enviada especial la invasión israelí de Líbano en 1982 y desde Teherán la guerra entre Irán e Iraq. En 1990 viajó a Ammán y Jerusalén para informar de la guerra del golfo; también dio cuenta sobre el terreno de las crisis de Iraq y del conflicto entre Israel y Palestina. No sólo ha trabajado en Oriente Medio. En 1999 narró en directo los bombardeos de la OTAN en Yugoslavia. Del libro colectivo de fotografías extrae la siguiente conclusión: “No sólo Palestina no estaba vacía de población antes de la Naqba; había una sociedad compleja, con ricos y pobres, con hombres de negocios, poetas, campesinos y comerciantes”. Podían encontrarse, en un movimiento pendular, tradiciones y tendencias tanto modernas como conservadoras. Era una sociedad, en los albores del siglo XX, no muy diferente de la española, la italiana, la griega y otras de la cuenca del Mediterráneo. La propaganda de Israel consiguió ocultar esta realidad.
Otra consigna que ha cundido es la de un desierto que floreció gracias a los colonos emprendedores, judíos, aterrizados de Europa. “Pero Palestina nunca fue un desierto”, rebate Aranguren. Como otras zonas de la cuenca del Mediterráneo, cuenta con áreas semidesérticas, hortícolas, de ásperas montañas y de desierto como Neguev o Sinaí, donde las zonas desérticas hoy continúan siéndolo. Durante la fase preparatoria del libro, el arabista Pedro Martínez Montávez aportó una prueba de interés. Un libro de dos profesores de Geografía e Historia de la Universidad de Santiago de Compostela, que en 1875 decidieron realizar un viaje por los “lugares santos” del mundo. El texto, publicado en 1881, relata la experiencia y dedica un párrafo a la ciudad de Jaffa y sus alrededores: “Existen extensos bosques de granados, naranjos, limoneros, manzanos, cañas de azúcar y palmeras; sus preciosos jardines tienen gran variedad de plantas, huertos con toda clase de legumbres y hortalizas, regados todos con agua sacada de multitud de norias; la naturaleza es prodigiosa: posee unos extraordinarios jardines que posiblemente dan las primeras naranjas del mundo”. Es una realidad documentada, pero invisibilizada.
La periodista resalta la capacidad propagandística que tuvo desde un inicio el movimiento sionista. “Hoy la continúa teniendo”. “A ello hay que agregar la ceguera del mundo occidental y su mirada colonial”. Los oficiales del ejército británico mantenían una relación muy cercana con sectores de la burguesía palestina, `”pero ocurre que finalmente son árabes, pueblos sometidos que cuando nos interesa podemos desgajarlos de su entorno para crear un enclave occidental: eso también está en el origen del sufrimiento del pueblo palestino”. En términos todavía más claros: “Si no hubiera sido por el mandato británico (en vigor desde 1922), el movimiento sionista no hubiera tenido suficiente fuerza para desplazar a una sociedad entera”. El profesor Bichara Khader caracteriza lo ocurrido durante la “Naqba” como “sociocidio”. “Contra el olvido” termina en 1948, pero incluye diez fotografías de 1950-1951 cedidas por la UNRWA. Se aprecia cómo una sociedad que vivía en la “normalidad” terminó convertida en un territorio de refugiados.
Bichara Khader sostiene que el plan de partición realizado en 1947 por Naciones Unidas conducía inevitablemente a la limpieza étnica. En 1947 la situación en Palestina ya era explosiva. En 1936 se había producido un gran levantamiento, iniciado con una huelga general de seis meses (lo que da cuenta de una sociedad articulada) que se prolongó en forma de revueltas y partidas guerrilleras hasta 1939. Fue la primera Intifada palestina, reprimida brutalmente por las autoridades británicas y con un centenar de condenas a muerte. También se demolieron casas, prácticas de laminación que después Israel extremó. En la partición de Palestina en dos estados promovida por Naciones Unidas, al Estado judío se le asignó el 56% del territorio (básicamente la franja costera y las tierras más fértiles), mientras que al Estado árabe se le otorgó el resto (salvo un área que quedó bajo control internacional). En ese momento los registros de la propiedad de la tierra elaborados por la autoridad británica daban cuenta de una propiedad judía (del movimiento sionista en Palestina) sobre el 6,6% de las tierras, mientras que el resto correspondía a titulares árabes. Lo decisivo es que en el territorio destinado a acoger el nuevo Estado judío, la población judía no era mayoritaria y tampoco tenía la propiedad de la tierra. ¿Cómo construir entonces un estado propio? Vaciando el territorio de población palestina mediante operaciones militares, tal como sucedió entre diciembre de 1947 y el verano de 1949.
Israel también alega que la “Naqba” fue resultado de la guerra árabe-israelí declarada el 15 de mayo de 1948, y de la huida masiva de la población. Pero el contingente mayor de palestinos expulsados y las matanzas más atroces se dio en los meses previos a la declaración bélica. Por ejemplo el ocho de abril de 1948 en Deir Yassin, pueblo palestino de unos 700 habitantes al oeste de Jerusalén, donde los asesinados oscilan según las fuentes entre las 93 y las 254 personas. Ni siquiera Ben-Gurión había proclamado el nuevo Estado de Israel (14 de mayo de 1948). “La memoria es uno de los elementos clave de la resistencia del pueblo palestino, y que con más medios combaten los sistemas de comunicación de Israel”, remata Teresa Aranguren, autora del libro “El hilo de la memoria” y de la compilación de relatos “Olivo roto: escenas de la ocupación”.
La propaganda israelí ha intentado sistemáticamente negar la “Naqba”. Uno de los argumentos utilizados es que se compraron las tierras a los propietarios palestinos. Para que el lector pueda hallar respuestas, el libro en el que han colaborado Bichara Khader y Johnny Mansour, aporta imágenes del Archivo Fotográfico del Hotel American Colony de Jerusalén además de álbumes de familias residentes en la zona norte de Palestina. En el libro “Bajo el olvido” también se incluyen breves textos explicativos. La periodista especializada en Oriente Medio, Teresa Aranguren, toma como fuente de referencia los censos. “Sabemos cómo era la composición demográfica de Palestina en el siglo XIX, a comienzos del siglo XX y en los años 20 y 30”, explica en acto organizado por el BDS-País Valenciá en la Facultat de Geografia i Història de València. Cuando Palestina se hallaba bajo la férula del Imperio Otomano, la población árabe no fue asimilada pero sí tuvo que pagar impuestos que requerían censos de población y registros de la propiedad de la tierra. “Sólo con mirarlos, igual que cuando se analizan los registros de la propiedad de la tierra británicos, se desmiente el argumento central israelí de la adquisición de tierras”.
La primera colonia sionista arribó a Palestina en 1878, cerca de Jaffa en torno a la franja costera. Contaron con ayuda y financiación de uno de los multimillonarios de la época, el barón Rotschild. En su inicio las colonias no lograron ser autosuficientes, de hecho contaron siempre con dinero del exterior. En ese momento, en torno al 80% de la población de palestina era de origen musulmán, el 11% cristiano y cerca del 7% judío (se trataba de judíos integrados en el tejido social palestino, hasta el punto que hablaban en árabe; no tenían nada en común con los colonos del movimiento sionista que empezaban a llegar a Europa). El estudio del proceso desmiente otro argumento difundido por la propaganda israelí: que el proyecto de Estado judío fuera una consecuencia –a modo de reparación- del Holocausto nazi. “En 1880 el mundo no conocía el nombre de Hitler”, aclara Teresa Aranguren. “El proyecto de nuevo estado va desarrollándose primero bajo el dominio otomano, y a partir de 1917 bajo control británico”. El apoyo incondicional de la gran potencia de la época, Gran Bretaña, y la financiación exterior, generosa, hicieron posible que se materializara el objetivo, más allá de los mitos sobre un movimiento sionista pionero y emprendedor.
Es cierto que en Europa surgió un movimiento –sionista- con una capacidad importante de suscitar adhesiones. Se apelaba al factor de la religión, “aunque los fundadores del estado de Israel no fueran religiosos”, matiza Teresa Aranguren. Sobre todo se infamaba un sentimiento nacionalista que estaba gestándose a favor de un pueblo y una nación judíos. Pero siempre judíos europeos. El proceso se inicia a finales del siglo XIX y culmina en una limpieza étnica por medios militares (entre diciembre de 1947 y junio de 1949). ¿Cómo puede recogerse esta complejidad histórica en un libro de fotografías de 240 páginas? “Contra el olvido” incluye fotografías de una vida cotidiana, “normal”, que los procesos de limpieza étnica arrancarán de cuajo. Instantáneas de los chicos de un colegio que forman un equipo de fútbol, excursiones de grupos de amigos al lago Tiberiades, personas que juegan poniéndose una cacerola en la cabeza… Hay fotografías, de los años 30, que muestran un cine nocturno al aire libre cerca de Hebrón, en el que las imágenes se proyectan en la pared exterior de una mezquita. También se incluyen testimonios gráficos de familias de Belén y de Ramala, con toda la diversidad de situaciones de la Palestina tradicional: por ejemplo campesinas ataviadas con su túnica. Junto a retratos de las clases medias, hay otros de mujeres trabajadoras del departamento de aduanas de Haifa, en la década de los 40. “Podían ser fotos de nuestros álbumes familiares, no somos diferentes a ellos; también hay mujeres más modernas que las mujeres árabes que actualmente vemos en Palestina”.
Teresa Aranguren es miembro del Consejo de Administración de RTVE desde 2007 a propuesta de Izquierda Unida. Cubrió como enviada especial la invasión israelí de Líbano en 1982 y desde Teherán la guerra entre Irán e Iraq. En 1990 viajó a Ammán y Jerusalén para informar de la guerra del golfo; también dio cuenta sobre el terreno de las crisis de Iraq y del conflicto entre Israel y Palestina. No sólo ha trabajado en Oriente Medio. En 1999 narró en directo los bombardeos de la OTAN en Yugoslavia. Del libro colectivo de fotografías extrae la siguiente conclusión: “No sólo Palestina no estaba vacía de población antes de la Naqba; había una sociedad compleja, con ricos y pobres, con hombres de negocios, poetas, campesinos y comerciantes”. Podían encontrarse, en un movimiento pendular, tradiciones y tendencias tanto modernas como conservadoras. Era una sociedad, en los albores del siglo XX, no muy diferente de la española, la italiana, la griega y otras de la cuenca del Mediterráneo. La propaganda de Israel consiguió ocultar esta realidad.
Otra consigna que ha cundido es la de un desierto que floreció gracias a los colonos emprendedores, judíos, aterrizados de Europa. “Pero Palestina nunca fue un desierto”, rebate Aranguren. Como otras zonas de la cuenca del Mediterráneo, cuenta con áreas semidesérticas, hortícolas, de ásperas montañas y de desierto como Neguev o Sinaí, donde las zonas desérticas hoy continúan siéndolo. Durante la fase preparatoria del libro, el arabista Pedro Martínez Montávez aportó una prueba de interés. Un libro de dos profesores de Geografía e Historia de la Universidad de Santiago de Compostela, que en 1875 decidieron realizar un viaje por los “lugares santos” del mundo. El texto, publicado en 1881, relata la experiencia y dedica un párrafo a la ciudad de Jaffa y sus alrededores: “Existen extensos bosques de granados, naranjos, limoneros, manzanos, cañas de azúcar y palmeras; sus preciosos jardines tienen gran variedad de plantas, huertos con toda clase de legumbres y hortalizas, regados todos con agua sacada de multitud de norias; la naturaleza es prodigiosa: posee unos extraordinarios jardines que posiblemente dan las primeras naranjas del mundo”. Es una realidad documentada, pero invisibilizada.
La periodista resalta la capacidad propagandística que tuvo desde un inicio el movimiento sionista. “Hoy la continúa teniendo”. “A ello hay que agregar la ceguera del mundo occidental y su mirada colonial”. Los oficiales del ejército británico mantenían una relación muy cercana con sectores de la burguesía palestina, `”pero ocurre que finalmente son árabes, pueblos sometidos que cuando nos interesa podemos desgajarlos de su entorno para crear un enclave occidental: eso también está en el origen del sufrimiento del pueblo palestino”. En términos todavía más claros: “Si no hubiera sido por el mandato británico (en vigor desde 1922), el movimiento sionista no hubiera tenido suficiente fuerza para desplazar a una sociedad entera”. El profesor Bichara Khader caracteriza lo ocurrido durante la “Naqba” como “sociocidio”. “Contra el olvido” termina en 1948, pero incluye diez fotografías de 1950-1951 cedidas por la UNRWA. Se aprecia cómo una sociedad que vivía en la “normalidad” terminó convertida en un territorio de refugiados.
Bichara Khader sostiene que el plan de partición realizado en 1947 por Naciones Unidas conducía inevitablemente a la limpieza étnica. En 1947 la situación en Palestina ya era explosiva. En 1936 se había producido un gran levantamiento, iniciado con una huelga general de seis meses (lo que da cuenta de una sociedad articulada) que se prolongó en forma de revueltas y partidas guerrilleras hasta 1939. Fue la primera Intifada palestina, reprimida brutalmente por las autoridades británicas y con un centenar de condenas a muerte. También se demolieron casas, prácticas de laminación que después Israel extremó. En la partición de Palestina en dos estados promovida por Naciones Unidas, al Estado judío se le asignó el 56% del territorio (básicamente la franja costera y las tierras más fértiles), mientras que al Estado árabe se le otorgó el resto (salvo un área que quedó bajo control internacional). En ese momento los registros de la propiedad de la tierra elaborados por la autoridad británica daban cuenta de una propiedad judía (del movimiento sionista en Palestina) sobre el 6,6% de las tierras, mientras que el resto correspondía a titulares árabes. Lo decisivo es que en el territorio destinado a acoger el nuevo Estado judío, la población judía no era mayoritaria y tampoco tenía la propiedad de la tierra. ¿Cómo construir entonces un estado propio? Vaciando el territorio de población palestina mediante operaciones militares, tal como sucedió entre diciembre de 1947 y el verano de 1949.
Israel también alega que la “Naqba” fue resultado de la guerra árabe-israelí declarada el 15 de mayo de 1948, y de la huida masiva de la población. Pero el contingente mayor de palestinos expulsados y las matanzas más atroces se dio en los meses previos a la declaración bélica. Por ejemplo el ocho de abril de 1948 en Deir Yassin, pueblo palestino de unos 700 habitantes al oeste de Jerusalén, donde los asesinados oscilan según las fuentes entre las 93 y las 254 personas. Ni siquiera Ben-Gurión había proclamado el nuevo Estado de Israel (14 de mayo de 1948). “La memoria es uno de los elementos clave de la resistencia del pueblo palestino, y que con más medios combaten los sistemas de comunicación de Israel”, remata Teresa Aranguren, autora del libro “El hilo de la memoria” y de la compilación de relatos “Olivo roto: escenas de la ocupación”.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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