lunes, 4 de febrero de 2013

La Segunda República y el proto-fascismo de Berlusconi

 

 

                MARIO MONTI                     ESTACIÓN DE MILAN


Dino Greco


La ha montado de nuevo, de nuevo ha abierto descaradamente su negro corazón para absolver a ese buen hombre que fue Mussolini y sus obras: Berlusconi ha provocado indignación, vergüenza, consternación y rechazo - y así sucesivamente y así otra vez - en casi todos los principales actores y comentaristas de la política nacional. Superándose, el Caimán ha vomitado sus indecentes palabras en el "Día de la Memoria", delante de la "vía 21" de la estación central de Milán, de la que salieron los vagones sellados hacia el matadero de
Auschwitz.
Así que por un día, tal vez por dos, el tema del Holocausto, asquerosamente manejado por el líder indiscutible e idolatrados de todo el PDL, estará de actualidad. Pero - no nos engañemos – se olvidará pronto, reabsorbido en el discurso político "normal" de este extraño país de memoria tan corta.
Lo más fácil parece ser liquidar las sentencias pronunciadas por Berlusconi calificándolas de "delirio revisionista". Y sin duda lo son. Pero, en retrospectiva, ninguna de las cosas que dijo son una novedad.
Que Mussolini nunca mató a nadie y que el campo de concentración donde fueron
encarcelados los antifascistas era un complejo veraniego, que el Duce hizo cosas buenas, que Italia no tiene la misma responsabilidad que Alemania y que se alió con ella para evitar chocar frontalmente con el país que parecía destinado a convertirse en el futuro dueño de Europa: todas estas diatribas aberrantes, entre pulsiones nostálgicas y negacionismo estilo Casa Pound, ya las habíamos escuchado. Excepto una. Aquella con la que Berlusconi ha intentado, como es su costumbre, distanciarse de sí mismo. "Mi historia entera, pasado y presente – ha
dicho - documentan mi condena de la dictadura fascista".
Bueno, tal vez es precisamente esto lo que merece una reflexión. Porque es toda la historia de Berlusconi, el pasado y el presente, la que es un hilo negro, muy oscuro, que une su "descenso al campo", su ascenso al poder y el nacimiento de la llamada Segunda República, marcada, desde el mismo momento de su creación, por la recuperación no solo de un fascismo purificado
en las aguas del Fiuggi, sino también de todas sus variantes más extremas y filo nazis, de todos sus arroyos y de todas sus franjas. El fascismo se restableció con plena legitimidad en la vida institucional del país.
Pero no se trata sólo de una cercanía peligrosa, blandida con oportunismo por Berlusconi para ampliar su base de apoyo electoral. De hecho, hay un fascismo sustancial, que Berlusconi ha cultivado personalmente como consustancial a sus convicciones más profundas, alimentado
por sus amistades personales y sus más cercanos socios políticos: basta pensar en esa mezcla de populismo xenófobo y secesionista regidos monárquicamente que ha sido y sigue
siendo la Liga Norte, basta pensar en esos actos concretos del gobierno, coherentemente dirigidos a debilitar el Parlamento (¿hay que recordar su impaciencia ante la libre dinámica democrática, por los obstáculos que causa a la labor de los poderes ejecutivo y la propuesta de
reducirla al mero voto de los líderes de los grupos parlamentarios?), si, basta pensar,  de nuevo,  en el ataque compulsivo contra todo el sistema constitucional y, en primer lugar, contra el derecho laboral.
El control y secuestro de gran parte de la prensa y de casi todos los canales de televisión, el uso sin prejuicios de la ley ad personam, ¿no representan una evolución hacia una forma de dominio integral de la vida política, en algunos aspectos todavía sin determinar, pero básicamente totalitaria?
Y el mismo origen inquietante del patrimonio económico del Caudillo, la base material sobre la que ha construido su reino, el intercambio de favores inconfesables y la inextricable maraña
subterránea con la que construyó su sistema de poder, ¿no son la representación plástica de un país cuya democracia ya ha colapsado y se encuentra en un riesgo irreversible de ensimismamiento?
Ahora bien, el hecho es que toda la parábola infeliz de nuestra vida pública, y la degeneración extrema del sistema de partidos a la que ha llegado, no encontró ninguna oposición seria en lo que ya no era, desde hace algún tiempo, el "arco constitucional "que dio origen al compromiso de la Resistencia. El hecho es que el núcleo duro de la política de la que ha sido responsable el
centro-derecha durante su larga ocupación del poder se ha incubado largamente y que la derrota de la izquierda en esos años ha sido sobre todo una rendición,  primero en el plano cultural y después en el político.
Esta rendición, la pérdida de la visión y la autonomía de la izquierda, ha sido la que ha permitido a Monti suceder a Berlusconi para llevarlo hasta sus últimas consecuencias - bajo los auspicios del BCE y con el consentimiento del Partido Demócrata - y archivar definitivamente la Constitución e instaurar una dominación de clase que se ejerce con desenvoltura mediante alianzas homologables.
Esto explica por qué, hace unos días, Mario Monti ha dicho que la alianza de su Centro con el PDL no se puede de ninguna manera considerar una blasfemia, siempre que se quite del medio (principalmente por razones estéticas) esa reliquia feudal que es Berlusconi . No se trata de una boutade de la campaña electoral y debe ser tomada en serio. El populismo reaccionario es
una variante de la dictadura del capitalismo financiero, que aunque tenga suspropios intereses, juega en el mismo campo.
La paradoja es que el Partido Demócrata, durante todo un año báculo leal de Monti, socio fiel de la demencial política neoliberal que a menudo ha reivindicado y exaltado, ahora se sienta traicionado por el hombre de la Trilateral. Quién, como es comprensible, ambiciona perseguir una estrategia que le ha valido el apoyo entusiasta del Partido Demócrata, que, por su parte,
había invertido todo su capital político no en la crítica del liberalismo, sino en el antiberlusconismo. Al Partido Demócrata no le cabe que protestar, gritar y exigir (en vano) a Monti que honre el pacto en el que se había inmolado tan generosamente. Pero la política, a pesar de
a veces parece avanzar en zig-zag, tiene su lógico y su propia geometría.
Si los demócratas han abrazado hasta ahora la línea dictada por la Unión Europea, hasta el punto de descartar  - hace apenas un año –  el recurso a las urnas, que probablemente le hubieran dado la victoria, ¿por qué deberían renegar de una orientación de la que eran el intérprete más servil y montar ahora un escándalo? Y ¿en que discontinuidad política puede apoyarse su propuesta electoral cuando el Partido Demócrata en la última parte de la legislatura lo aprobó literalmente todo, la liquidación del artículo 18 y la abolición de las pensiones de ancianidad, la reforma que acabó con las redes de protección social y la introducción del IMU, hasta la constitucionalización del equilibrio fiscal presupuestario? Ahora
también guarda silencio sobre el Gran Timonel, el inquilino del Quirinal, ese Giorgio Napolitano que ha sido el inventor y mentor de Monti.
Hoy, con la única excepción de la Revolución civil, toda la confrontación política, al abrigo de nieblas, diversiones, de las trifulcas mediáticas en las que es difícil discernir el objetivo, tiene lugar en un estrecho recinto programático. Porque los candidatos que se enfrentan, Monti y Bersani, proponen, en definitiva, políticas cuyas diferencias se reducen a pequeñas "variaciones sobre el mismo tema", inscritas en un mismo proyecto social.
Porque ni el uno ni el otro pueden deshacerse para siempre del Caimán, que siempre encontrará en la desertificación de la democracia y en los pastos verdes de los poderes fácticos donde abrevar.


El    juego    de    sombras    fascista    de    Berlusconi   

 

Dino Greco, sindicalista, escritor y periodista italiano, ha sido presidente de la Cámara del Trabajo de Brescia y
actualmente es director del periódico Liberazione, editado por el Partito Della Rifondazione Comunista.
Traducción para www.sinpermiso.info: Gustavo Buster

 

             http://www.liberazione.it/login?ReturnUrl=%2fnews-file%2fLa-Seconda-repubblica-e-il-proto-fascismo-di-Berlusconi.htm

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