Asia Times Online
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens |
El asesinato el sábado en Kabul de dos altos oficiales militares estadounidenses –un coronel y un mayor– que servían en la OTAN, provocará un cambio de paradigma en la seguridad regional. Afganistán sigue siendo la principal “zona candente” de EE.UU., eclipsando a Siria e Irán.
Si el presidente Barack Obama pensaba que llegó el momento de que los militares de EE.UU. “pivoteen” hacia Asia-Pacífico, ha sido un pensamiento ilusorio. Los talibanes siguen teniendo mucho que decir en la próxima campaña presidencial de Obama; la estrategia de las conversaciones de paz con los talibanes tendrá que reconsiderarse de cerca.
Las perspectivas del establecimiento de bases militares de EE.UU. en Afganistán parecen muy dudosas ante el trasfondo del tsunami de sentimiento antiestadounidense que se apodera de Afganistán. Y en términos inmediatos, ¿qué pasa con la retirada de las tropas de EE.UU.?
El embajador de EE.UU. en Kabul, Ryan Crocker, respondió rápidamente en una entrevista del domingo en CNN: “Las tensiones aquí aumentan. Pienso que es necesario que dejemos que las cosas se calmen, vuelvan a una atmósfera más normal, y luego continuemos el trabajo”.
A los diplomáticos se les paga para que suenen optimistas. Pero entonces, ¿cuán seguros estamos de que las cosas se vayan a “calmar”. Y lo que es más importante, ¿hasta cuándo durará la calma del cementerio, hasta que se realice el próximo funeral?
Crocker agregó: “No es el momento de decidir lo que estamos haciendo aquí. Tenemos que redoblar nuestros esfuerzos. Tenemos que crear una situación en la que al Qaida no vuelva. Si decidimos que estamos cansados, al Qaida y los talibanes ciertamente no lo están”. ¡Um! Ahora sabemos que Crocker estaba hablando al público estadounidense.
Obama se equivocó cuando abandonó Afganistán en manos del Departamento de Estado y del difunto Richard Holbrooke y sus compinches. Evidentemente, su “disculpa” por la quema de Coranes por soldados estadounidense no impresionó a los afganos. Más de 30 personas han muerto en la violencia, incluida media docena de soldados estadounidenses. Por lo menos seis entrenadores militares estadounidenses han resultado heridos.
Atacaron el consulado de EE.UU. en la ciudad occidental de Herat, que está dominada por tayikos. Atacaron bases estadounidenses, francesas y noruegas, incluso en una región relativamente calma como la provincia Samangan en el norte. Los manifestantes atacaron la oficina de las Naciones Unidas en la ciudad norteña de Kunduz, que tiene una población mixta de pastunes, uzbekos y tayikos. Ninguna región de Afganistán se puede considerar segura; ni siquiera la ciudad de Talokan, dominada por tayikos, cerca de las montañas de Badakhshan en el este.
Se presenta una cantidad de problemas políticos. El máximo comandante de EE.UU., el general John Allen, amenazó con que los asesinatos del sábado, que "fueron la acción de un cobarde, no qudarán impunes”. Pero no es ni aquí ni allá, y está hecho primordialmente para el consumo de los soldados de la OTAN. Washington tiene que seguir una línea delicada entre la acción violenta pero sin reaccionar de forma exagerada.
Muerte por la religión
Por otra parte, el precandidato presidencial republicano Newt Gingrich se burló de Obama por haber presentado tan rápidamente una “disculpa” por el incidente de la quema de Coranes y por ignorar la matanza al azar de estadounidenses por parte de elementos renegados del ejército afgano. Los soldados estadounidenses también tenían que estar controlados para no dejarse tentar por “matanzas vengativas”.
Allen se apresuró a ir personalmente a una base avanzada estadounidense en la provincia Nangarhar para calmar a los soldados. Todavía no hemos llegado a la escena de la cinta épica sobre la Guerra de Vietnam, Apocalypse Now de Francis Ford Coppola. Pero casi podemos oír la Cabalgata de las Valquirias a través de los los altavoces del helicóptero estadounidense.
Significativamente, el presidente afgano Hamid Karzai esperó hasta el domingo antes de romper su silencio y pedir calma. Esperó sabiamente a que terminaran las protestas. Finalmente, Karzai dijo en una conferencia de prensa que las protestas mostraron que el pueblo afgano está dispuesto a morir por su religión. Llamó al castigo de los soldados estadounidenses que quemaron el Corán y prometió discutirlo con Obama.
Obama telefoneó a Allen después de los asesinatos del sábado, pero no llamó a Karzai. Este también dejó que el ministro de Defensa, Abdul Wardak, llamara a su homólogo estadounidense Leon Panetta y lo manejara como un asunto entre militares. El Pentágono ha cancelado las consultas de Wardak con Panetta en Washington el jueves.
Washington parece pensar que Karzai debería haber actuado antes para calmar las protestas. La secretaria de Estado de EE.UU. Hillary Clinton exigió el sábado que las protestas “se detengan”. Sin duda, las muertes del sábado por la tarde complican aún más la volátil relación entre Washington y Kabul.
Va a haber dudas penetrantes en la mente estadounidense sobre el soldado afgano. Un afgano armado en una base militar se convierte en un asesino suicida potencial. Un alto general afgano dijo a la BBC : “El virus de la infiltración se ha propagado como un cáncer y requiere una operación. Las curas no han bastado”. Todo el proyecto de “construcción de capacidad” de la seguridad afgana está desprestigiado.
No será fácil lograr una relación de trabajo normal entre las fuerzas estadounidenses y afganas. Lo que significa que la "oleada" del Pentágono, la estrategia de seguimiento de la retirada de tropas y de entrega de la responsabilidad por la seguridad a las fuerzas y el fin de la misión de combate de la OTAN hasta 2014, todo está arruinado.
Washington y Londres decidieron casi instantáneamente el retiro de sus consejeros y asesores enviados a los ministerios y establecimientos del gobierno afgano. Pero el impasse significa la parálisis en el trabajo efectivo de coordinación en las actuales operaciones de seguridad, el apoyo técnico y la compartición de información, lo que solo profundizará la incertidumbre.
Los aliados de la OTAN también observan. Los alemanes cerraron sucintamente su base de Talowan en el noreste de Afganistán. Cada país miembro de la OTAN será llevado a explorar cómo minimizar el riesgo de que sus jóvenes hombres y mujeres perezcan en una guerra insensata. El presidente francés Nicolas Sarkozy ya amenazó una vez con irse y hubo que persuadirle para que cambiara de opinión. Un tiempo difícil espera a Obama mientras la OTAN se prepara para la cumbre de su 60 aniversario en Chicago en mayo.
Tiempo de irse
Obama tiene que tomar una gran decisión respecto a las conversaciones de paz con los talibanes, que han reivindicado abiertamente la matanza de Kabul. Obama lanzó a sus “expertos afganos” del equipo del difunto Holbrooke para que golpeen cada puerta y miren detrás de cada arbusto, a la busca de emisarios talibanes a los que podría incluirse de alguna forma en conversaciones de paz. La brillante acuñación de Clinton –“Combate, habla, construye”– lo dice todo.
Los talibanes han asimilado cordialmente el plan Clinton, al parecer, mucho mejor de lo que podían imaginar los estadounidenses. Su portavoz Mullah Qari Mohammed Yousef Ahmadi reveló esta semana en una entrevista en el periódico saudí Asharq al-Awsat la interesante posibilidad de que los talibanes están considerando la apertura de más “oficinas políticas”, después de la de Catar, en respuesta a invitaciones recibidas de Arabia Saudí, Libia, Turquía, Egipto y “otros sitios”. Cuantas más mejor.
¿Adónde conduce todo esto? En retrospectiva, la participación unilateral de EE.UU. en el proceso de reconciliación afgano fue un error. El papel de EE.UU. debería haberse limitado a ayudar en las negociaciones entre afganos.
Sin embargo, esperad un momento. ¿Lo hicieron realmente los talibanes? El coronel y el mayor fueron asesinados a quemarropa por disparos en la nuca en su lugar de trabajo en uno de los complejos más aislados y protegidos de todo Afganistán. La habitación tenía cámaras de televisión de circuito cerrado y cerraduras especiales.
El asesino tenía obviamente el mayor grado de aprobación de seguridad para ingresar a ese recinto. El portavoz de la Fuerza Internacional de Ayuda a la Seguridad, el general Carsten Jacobsen, dijo: “Las preguntas son cómo pudo entrar [el atacante] en esa zona tan segura del Ministerio del Interior. Qué le motivo para cometer el crimen de matar a gente a sangre fría".
El Ministerio del Interior está dirigido por Bismillah Khan, que proviene de Panjshir. Era partidario incondicional de la antigua Alianza del Norte, con impecables credenciales antitalibanes. Y el ministerio está repleto de “Panjshiríes” (tayikos) que se oponen implacablemente a los talibanes.
Significativamente, Karzai se niega a apuntar a los talibanes o a Pakistán. “No sabemos quién ha hecho esto, y si es afgano o extranjero”, dijo enigmáticamente el domingo, a pesar del propio descubrimiento instantáneo del Ministerio del Interior de que el asesinato fue cometido por un conductor de 25 años llamado Abdul Saboor que procede del Valle Salaang y se evadió.
Abdul Saboor es un nombre tayiko común. Salaang se encuentra cerca del Valle Panjshir. Es un hecho que muchos grupos de la Alianza del Norte también se sienten disgustados actualmente con el modo estadounidense de hacer la paz.
Basta decir que los torpes métodos estadounidenses del año pasado de tomar contacto directamente (y en secreto) con los talibanes exacerbaron la fragmentación política dentro de Afganistán. Incluso el vicepresidente Karim Khalili, que ha trabajado bien con los estadounidenses todo el tiempo, sonó impaciente el domingo: “El proceso [de paz] puede conducir al éxito si se lleva de un modo transparente para que los afganos puedan confiar en el proceso”.
Sin duda, el suelo bajo los pies de los estadounidenses en el Hindu Kush cambia peligrosamente. Los británicos tampoco estaban preparados para la insurrección de Kabul de noviembre de 1841. No comprendieron la mportancia de que la turba rodease la villa de Sir Alexander Burnes en Kabul. El diplomático trató de ofrecer dinero a la multitud, pero ésta invadió la residencia y mató a Burnes y a su hermano.
Los británicos acabaron comprendiendo que era hora de abandonar Afganistán cuando rodearon su acuartelamiento en Kabul un mes después. Para entonces incluso una retirada en orden se hizo problemática.
El embajador M. K. Bhadrakumar fue diplomático de carrera del Servicio Exterior de la India. Ejerció sus funciones en la extinta Unión Soviética, Corea del Sur, Sri Lanka, Alemania, Afganistán, Pakistán, Uzbekistán, Kuwait y Turquía.
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Fuente: http://www.atimes.com/atimes/South_Asia/NB28Df02.html
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