lunes, 3 de junio de 2013

UN AVISO DESDE ITALIA

 

El no voto y los acuerdos amplios

Rossana Rossanda · · · · ·

02/06/13

PALACIO DEL QUIRINAL, ROMA

La chapuza y las polémicas de estos días sobre la reforma de la ley electoral son el tornasol de esa escasa credibilidad de la política que está en la raíz del abstencionismo en ascenso. Y es posible que la próxima vez no vayan a votar ni siquiera aquellos que fueron en las últimas elecciones.

Toda la Italia respetable se ha escandalizado a causa de la vastedad del abstencionismo [en las elecciones municipales del 26 y 27 de mayo]: en Roma ha votado un elector de cada dos, en el conjunto del país, menos de dos de cada tres. Hay quien grita por la crisis de la democracia, pero está quien, como la abajo firmante, considera este abstencionismo triste, pero del todo comprensible, hasta signo de normalidad.

Veamos. Al formar el gobierno de acuerdos amplios, el primer ministro Enrico Letta había declarado que de todos modos hacía falta prever un ardid de modificación de la ley electoral conocida como "porcellum" para que en caso de infarto de los acuerdos amplios se pudiera ir a las elecciones con un sistema no tan indecente. Parecía por lo tanto evidente que el parlamento se pusiera enseguida a ello, incluso lo primero de todo. Anna Finocchiaro [1] , diligente, ha vuelto a presentar la fórmula ya avanzada en el pasado que parece la más sencilla: un retorno al sistema electoral precedente, el Mattarellum [2].  Salvo que Silvio Berlusconi ha hecho saber que si se reforma la ley electoral antes que toda la ordenación institucional, hace caer al gobierno: esta es su concepción de los acuerdos amplios, tan queridos por Giorgio Napolitano. Rápidamente el gobierno, y dentro de él el PD, retira la propuesta y aceptará una supercomisión que trabaje al menos 18 meses para reformar, no se sabe dentro de qué límites, la Constitución de la República en su parte segunda (la primera ya ha quedado bien superada en los hechos). Un diputado del PD, Roberto Giachetti [3] , vicepresidente de la Cámara, no se conforma y vuelve a presentar un proyecto de ley que regresa, grosso modo, al Mattarellum. Truenos y relámpagos. La misma Finocchiaro lo considera un acto de prepotencia poco menos que subversiva. Ayer la Cámara vota contra el diputado, no sin dividirse. División que pasa manifiestamente por el interior del Partito Democratico.

¿Por qué tendría el elector normal que haber entendido algo de esta desvergonzada chapuza? Y si ha comprendido el meollo de la cuestión, es decir, que por acuerdos amplios se entiende "lo que admite Berlusconi", ¿por qué tendrían que aceptarlo todos los italianos? No se trata de un compromiso sino de un sistema de chantaje en manos del Cavaliere.

Si el gobierno y el Quirinal no comprenden que es imposible tomarles el pelo de este modo a los ciudadanos, quiere decir que están bien lejos no sólo del sentido común de la política sino del buen sentido y la limpieza de gestión de la llamada gobernabilidad. La proxima vez puede suceder que no vayan a votar ni siquiera los que han ido esta vez.

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