LULA DA SILVA, UN REFERENTE
Ricardo Antunes:
Nuestro país estuvo al frente de las luchas políticas y sociales en la década de 1980, consiguiendo retardar la implantación del neoliberalismo en Brasil haciendo que la llamada "década perdida" fuera, para los movimientos sociales y políticos populares, su exacto revés.
En esos años, floreció un fuerte sindicalismo de oposición. Las huelgas caminaron en sentido inverso a las tendencias regresivas presentes en el mundo occidental. Nacieron numerosos movimientos sociales. Se amplió la oposición a la dictadura militar. Se diseñó una Asamblea Nacional Constituyente y vivimos, en 1989, un proceso electoral que dividió Brasil en dos proyectos distintos.
La década siguiente fue avasalladora: neoliberalismo, reestructuración productiva, financierización, desregulación, privatización y desmonte. Cuando ocurrió la victoria política de 2002, con la elección de Lula, el escenario era profundamente distinto de los años 1980. Como la historia está llena de sorpresas, marchas y contramarchas, la elección de 2012 terminó por convertirse en la victoria de la derrota.
Oscilando entre gran continuidad con el gobierno de FHC y poco cambio, pero ninguno con sustancia, el primer mandato de Lula terminó de modo desolador, lo que lo obligó a hacer cambios de ruta, siempre con mucha moderación y ninguna confrontación. Bolsa Familia y altísimas ganancias bancarias; aumento del salario mínimo y enriquecimiento creciente en la cumbre; nada de reforma agraria y mucho incentivo para el agro-negocio.
Nuestro hombre duplicado renació de las cenizas en el segundo mandato. Terminó el gobierno en alza: al mismo tiempo en que construyo su sucesor, desorganizó la casi totalidad del movimiento opositor. Era difícil oponerse al ex líder metalúrgico, cuya densidad fuera sólidamente construida en los años 1970-1980.
Quien se acuerda de su situación en 2005, atascado en el "mensalâo" /1/, y del que se recuerda al fin de su mandato, en 2010, sabía que estaba frente a una variante de las más destacadas de político. Si Dilma, su criatura política – una especia de gestora de hierro – supo vencer en las elecciones, podemos aquí, en este mismo espacio, recordar que algo mayor le faltaba: la densidad social, que a Lula le sobraba.
Con paciencia, espíritu crítico y mucha persistencia, los movimientos populares habrían de superar ese difícil ciclo. Terminarían por percibir que, más allá del crecimiento económico, del mito faccioso de la "nueva clase media", hay una realidad profundamente crítica en todas las esferas cotidianas de los asalariados. En la salud pública vilipendiada, en la enseñanza pública depauperada, en la vida absurda de las ciudades, abarrotadas de automóviles por los incentivos anti-ecológicos del gobierno del PT. En la violencia que no para de crecer y en los transportes públicos, relativamente más caros (y precarios) del mundo. En la Copa "blanqueada", sin negros y pobres, en los estadios que enriquecen constructoras y que, en el caso del Engenhâo /2/ se está desmoronando; en los asalariados que se endeudan en el consumo y ven sus salarios evaporarse; en el foso colosal existente entre las representaciones políticas tradicionales y el clamor de las calles. En la brutalidad d ele Policía Militar de Alckmin y Haddad. Eso ayuda a comprender por qué el movimiento por el pase libre encuentra tanta acogida en la población. Estamos sólo comenzando.
1: así llamado el escándalo que estalló en 2004 en el gobierno de Lula, por el que fueron procesados colaboradores del gobierno de Lula y parlamentarios de la oposición.
2: como se conoce popularmente el Estadio Olímpico Joao Havelange, en Río de Janeiro.
Ricardo Antunes, profesor titular de Sociología en la Universidad Estadual de Campinas (UNICAMP) y autor de Riqueza y Miseria del Trabajo en el Brasil.
Fuente: Folha de São Paulo. 20/06/2013
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