domingo, 1 de junio de 2014

EL FUTURO VISIBLE EN SAN PETERSBURGO










 Almirantazgo San Petersburgo

 
Pepe Escobar

El modelo unipolar del orden mundial ha fracasado (Vladimir Putin, San Petersburgo, 22 de mayo)
En más de una manera, la semana pasada anunció el nacimiento de un siglo eurasiático. Por cierto, el convenio de gas Rusia-China por 400.000 millones de dólares fue cerrado solo a última hora en Shanghái, el miércoles (un complemento del convenio de petróleo de junio de 2013, por 25 años y 270.000 millones de dólares entre Rosneft y CNPC de China.)
Entonces, el jueves, la mayor parte de los principales protagonistas estuvieron en el Foro Económico Internacional de San Petersburgo – la respuesta rusa a Davos. Y el viernes, el presidente ruso Vladimir Putin, recién llegado de su triunfo en Shanghái, se dirigió a los participantes y la casa casi se vino abajo con los aplausos.
Tomará su tiempo apreciar el torbellino de la semana pasada en todas sus complejas implicaciones. ¿Hubo menos directores ejecutivos occidentales presentes en San Petersburgo porque el gobierno de Obama los presionó – como parte de la política de “aislar Rusia”? No muchos menos; Goldman Sachs y Morgan Stanley podrán haberlo desdeñado, pero los europeos que importan participaron, vieron, hablaron y se comprometieron a seguir haciendo negocios.
Y sobre todo, los asiáticos estuvieron omnipresentes. Hay que considerarlo como otro capítulo más en el contragolpe de China a la gira asiática del presidente Barack Obama en abril, que fue ampliamente descrita como “gira de contención de China”. [1]
En el primer día en el foro de San Petersburgo, asistí a la crucial sesión sobre la cooperación económica estratégica ruso-china. Hay que prestar atención: contiene toda la hoja de ruta. Como lo describe el vicepresidente de China Li Yuanchao: “Planificamos combinar el programa para el desarrollo del Lejano Oriente de Rusia y la estrategia para el desarrollo del Noreste de China en un concepto integrado”.
Fue solo un ejemplo de la coalición en rápida crecimiento en Eurasia que va a cuestionar hasta la médula a los “indispensables” excepcionalistas. Comparaciones con el pacto chino-soviético son infantiles. El golpe en Ucrania –parte del giro de Washington para “contener” Rusia– solo sirvió para acelerar el giro de Rusia hacia Asia, que más temprano que tarde hubiera sido inevitable.
Todo comienza en Sichuan
En San Petersburgo, de sesión a sesión y en conversaciones seleccionadas, lo que vi fueron algunas piedras de base cruciales de la(s) Nueva(s) Ruta(s) de la Seda china(s), cuyo objetivo en última instancia es unir, a través del comercio y el intercambio de bienes, no menos que China, Rusia y Alemania.
Para Washington, esto va más allá de ser un anatema. La reacción ha sido ofrecer un par de tratos que, en tesis, garantizarían el monopolio estadounidense de dos tercios del comercio global: el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP) –que fue esencialmente rechazado por asiáticos clave como Japón y Malasia durante el viaje de Obama– y la incluso más problemática Asociación Trans-Atlántica con la UE, abominada por europeos promedio (vea “Breaking bad in southern NATOstan, Asia Times Online, 15 de abril de 2014). Ambos acuerdos están siendo negociados en secreto y son esencialmente beneficiosos para corporaciones multinacionales estadounidenses.
Para Asia, China propone en su lugar un Área de Libre Comercio de Asia Pacífico; después de todo ya es el mayor socio comercial de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) de 10 miembros.
Y para Europa, Pekín propone una extensión del ferrocarril que une en solo 12 días
Chengdu, capital de Sichuan, con Lodz en Polonia, cruzando Kazajistán, Rusia y Bielorrusia. El acuerdo total es la red Chongqing-Xinjiang-Europa, que termina en Duisburg, Alemania. No es sorprendente que sería la ruta comercial más importante en el mundo. [2]
Hay más. Un día antes del acuerdo Rusia-China por el gas, el presidente Xi Jinping llamó a nada menos que una nueva arquitectura de cooperación asiática en la seguridad, incluyendo por supuesto a Rusia e Irán y excluyendo a EE.UU. [3] Haciéndose eco de cierto modo a Putin, Xi describió a la OTAN como una reliquia de la Guerra Fría.
Y adivinad quién estuvo en el anuncio en Shanghái, aparte de los “estanes” centroasiáticos: el Primer Ministro iraquí Nouri al-Maliki, el Presidente afgano Hamid Karzai y crucialmente, el Presidente iraní Hassan Rohaní.
Los hechos en el terreno hablan por sí solos. China está comprando por lo menos la mitad de la producción de petróleo de Iraq – e invierte fuertemente en su infraestructura energética. China ha invertido fuertemente en la industria minera de Afganistán – especialmente en litio y cobalto. Y obviamente tanto China como Rusia siguen haciendo negocios en Irán. [4]
Por lo tanto, esto es lo que obtiene Washington a cambio de una década de guerras, intimidación incesante, repugnantes sanciones y billones (millones de millones) de dólares derrochados.
No es sorprendente que la sesión más fascinante a la que asistí en San Petersburgo haya sido sobre las posibilidades comerciales y económicas alrededor de la Organización por la Cooperación de Shanghái (SCO), cuyo huésped de honor fue nada menos que Li Yuanchao. Se puede decir que fui el único occidental en la sala, rodeado por un mar de chinos y centroasiáticos.
La SCO se prepara para convertirse en algo que va más allá de ser una contraparte para la OTAN, concentrándose sobre todo en el terrorismo y combatiendo el narcotráfico. Quiere dedicarse a actividades importantes. Irán, India, Pakistán, Afganistán y Mongolia son observadores, y más temprano que tarde serán aceptados como miembros plenos.
Una vez más, se trata de integración euroasiática en acción. La expansión de las Nueva(s) Ruta(s) de la Seda es inevitable; y eso significa, en la práctica, una mayor integración con Afganistán (minerales) e Irán (energía).
El nuevo auge en Crimea
San Petersburgo también dejó en claro que China quiere financiar una serie de proyectos en Crimea, cuyas aguas, a propósito, que contienen incalculables riquezas energéticas, todavía no exploradas, son ahora de propiedad rusa. Los proyectos incluyen un puente crucial a través del Estrecho de Kerch para conectar Crimea a Rusia continental; la expansión de puertos crimeos; plantas de energía solar; e incluso zonas económicas manufactureras especiales (SEZs). Moscú no pudo dejar de interpretarlo como apoyo de Pekín a la anexión de Crimea.
En cuanto a Ucrania, más vale, como Putin señaló en San Petersburgo, que pague sus cuentas. [5] Y en cuanto a la Unión Europea, el presidente saliente de la Comisión Europea,
Jose Manuel Barroso, por lo menos comprendió lo obvio: antagonizar a Rusia no es exactamente una estrategia acertada.
Dmitry Trenin, director del Centro Carnegie de Moscú, ha sido uno de los pocos informados que asesoran a Occidente al respecto, en vano: “Es probable que Rusia y China cooperen aún más estrechamente… Un resultado semejante ciertamente beneficiaría a China, pero ofrecerá a Rusia una posibilidad de resistir la presión geopolítica de EE.UU., compensar por la próxima reorientación energética de la UE, desarrollar Siberia y Lejano Oriente, y vincularse a la región Asia-Pacífico.” [6]
De nuevo en ruta, (de la seda)
La actual alianza estratégica simbiótica China-Rusia –con la posibilidad de ampliarla hacia Irán [7]– es el hecho fundamental en el terreno a principios del Siglo XXI. Se extenderá a las naciones del BRICS, la Organización de Cooperación de Shanghái, la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva y el Movimiento de No-Alineados.
Por cierto los acostumbrados cómplices seguirán pregonando que el único futuro posible es el dirigido por un imperio “benigno”. [8] Como si miles de millones de personas en el mundo real –incluso atlanticistas informados– fueran suficientemente ingenuos como para aceptarlo. A pesar de ello, puede que la unipolaridad esté muerta, pero el mundo, desafortunadamente, está obstaculizado por su cadáver. El cadáver, según la nueva doctrina de Obama, ahora está “empoderando socios”.
Para parafrasear a Dylan (“Abandoné Roma y aterricé en Bruselas”), dejé San Petersburgo y aterricé en Roma, para seguir un episodio más en la lenta decadencia de Europa – las elecciones parlamentarias. Pero antes de eso, tuve la suerte de vivir una iluminación estética. Visité un virtualmente desierto Instituto de Manuscritos Orientales de la Academia de Ciencias de Rusia, donde dos investigadores dedicados, extremadamente entendidos en el tema, me permitieron una visita privada de algunos ejemplos que pertenecían a lo que debe ser la colección más extraordinaria de manuscritos asiáticos en el planeta. Como viajero fanático serial de la Ruta de la Seda, había oído habar de muchos de esos documentos, pero nunca los había visto realmente. Por lo tanto ahí estuve, en las riberas del Nevá, un niño en un almacén de golosinas (históricas), inmerso en todas esas maravillas de Dunhuang a Mongolia, en védico y sánscrito, soñando con Rutas de la Seda pasadas y futuras. Podría haberme quedado para siempre.

Asia Times Online
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

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