30/11/14
G. Buster · · · · ·
Las entrevistas deG. Buster · · · · ·l “Pequeño Nicolás”, -o Francisco Nicolás Gómez Iglesias, que prefiere ser llamado “Fran”- al programa de TeleCinco Un Nuevo Tiempo (1 y 2), y a los periodistas de El Mundo, Eduardo Inda y Esteban Urreiztieta, han traído a este presente algo que cada vez se parece más a pasadas crisis de régimen en la historia del Reino de España: la camarilla.
La camarilla es ese mundo de pícaros y buscones que pulula como moscas alrededor del poder político en descomposición. Por lo general aparece en la fase senil de los distintos regímenes borbónicos, una vez que, rotas las esclusas que mantenían secretas las operaciones especulativas de las distintas oligarquías, se desborda la mierda y aparecen componedores y fontaneros que prometen contenerla o reconducirla por vías excepcionales o milagrosas. El “Pequeño Nicolás”, a sus 20 años, ha tenido ya que lidiar, según él, con temas de “soberanía” como los casos Pujol y Urdangarín, a cambio de implicar a la independentista ERC. Bien podría haber hecho suya la frase de aquel joven Lord Palmerston en el debate del Parlamento británico sobre el alcantarillado londinense: “La mierda es solo materia situada en un lugar equivocado”.
Quizás los historiadores futuros contrapongan el día de mañana este Fran Iglesias a Pablo Iglesias, flamante secretario general de PODEMOS. Esta semana han venido a ocupar más o menos el mismo tiempo en los espacios televisivos y ambos causan conmoción en las mentes bienpensantes de nuestra oligarquía, rebautizada como casta.
El primero, porque como un pequeño príncipe exuperiano, ha recorrido los senderos del Partido Popular –desde Nuevas Generaciones hasta los despachos de la Vicepresidenta del Gobierno, pasando por FAES- revelándonos la verdadera naturaleza de un paisaje conocido: los amigos-corderos que se vuelven en contra del héroe, la caja dónde se esconde el cordero amigo para preparar su inesperado ataque, los baobabs problemáticos, el volcánico deber ser, el zorro maquiavélicamente consciente y como no, la rosa única, como la “soberanía”, que hay que cuidar y mimar.
El segundo, porque ha recorrido los senderos de la izquierda “tradicional” para concluir que el problema no fue tanto la realidad de la Transición –consecuencia de la correlación de fuerzas- sino la “narrativa” de la Transición que, de cesión en cesión, se resignó a gestionar o “resistir” en el espacio reservado a la oposición, olvidando lo más importante: el control del Boletín Oficial del Estado.
A cada lado del mismo sendero, los dos se refieren en buena medida a lo mismo: un estado en descomposición en el que los favores políticos y económicos se compran y se venden en una ilusión virtual alejada del país real, llena de “significantes flotantes” a los que solo tiene inicialmente acceso el CNI, gracias al famoso sistema informático de escuchas telefónicas que Aznar solicitó y obtuvo en su primera visita a Bush después del 11-S, como contrapartida al “triángulo de las Azores”.
Pero como en el Reino de España no hay secretos, sobre todo desde que se ha roto, como consecuencia de la crisis económica, la omertá que juramentaba a las distintas fracciones de la oligarquía ibérica de pata negra, a sus corre-ve-y-diles y subcontratistas de menor estirpe, ha aparecido todo un sector de medios especializados en la interpretación de los “significantes flotantes” filtrados por el CNI y por todos los demás, revueltos y confundidos: los confidenciales.
Las declaraciones del “Pequeño Nicolás” bien podrían ser un resumen de corta y pega, como los documentos oficiales que enarbola, de esos confidenciales. Nada ha dicho que no se conociera y, lo que es más revelador, que no fuera creíble para las mentes bienpensantes. Tan creíble, que va acompañado del uso de coches oficiales, escoltas, chalets y gastos de representación, y una colección de fotografías y selffies que descarnan las relaciones de poder de la agonía del régimen del 78. Hoy todas esas personalidades e instituciones reniegan de él.
Hay momentos enternecedores de sus declaraciones, como su autoproclamado sentido de estado, su preocupación por las interpretaciones maliciosas en relación a su asesoramiento a Arturo Fernández en su campaña para ser reelegido dirigente de la patronal, o su relación con la Casa del Rey. En un momento de la entrevista en TeleCinco, uno de los periodistas, Jaime González, llegó a desearle “como un padre”, que fuese verdad todo lo que había afirmado, compitiendo con Esther Palomeras y Marta Rivera por ver quién de ellos conseguía destripar el “sentido de estado” del joven Fran, que insistía que “siempre se planifica la estrategia”, pero se negaba a revelar ningún secreto oficial.
El “Pequeño Nicolás” ha terminado su viaje por los senderos del PP y del CNI cuando ha sido detenido por seis agentes de los servicios internos de la policía, el sumario sometido a secreto, teniendo que ocultarse cuarenta días tras ser puesto en libertad para evitar seguimientos y reaparecer posteriormente para defender la verdad, “que solo es una”, porque “se han cruzado ciertas líneas rojas”. Y en pleno mareo general post 9N catalán y con las encuestas apuntando a la victoria de Podemos en Autonomías como Navarra, -donde no se conoce aun a sus candidatos o su programa, pero donde se llevaría por delante al carlismo reciclado de UPN, que ha resistido hasta ahora a la izquierda, al nacionalismo vasco y al propio PP- la historia del “Pequeño Nicolás” es tan verosímil, a pesar de ser aparentemente un corta y pega de confidenciales, que se judicializa, igual que la convocatoria de Más de la “nueva consulta” del 9N y que, como dice otra estrella televisiva, Jordí Évole, “entrará antes en la cárcel el ‘Pequeño Nicolás’ que Rato”.
En otras épocas notables de la monarquía borbónica, en los reinados de Isabel II y Alfonso XIII, los personajes más destacados de la camarilla eran religiosos: el Padre Claret, confesor de la Reina, y Sor Patrocinio (a los que Valle Inclán dedicó La Corte de los Milagros), o la Madre Maravillas. Los recorridos vitales no fueron tan distintos, su acceso a un poder en descomposición por detrás de los biombos, la interpretación de la realidad de su época a la luz de la “única verdad”, trapicheos oligárquicos y latifundistas al amparo del secreto de los confesionarios, en una época en la que todavía no había sistemas informáticos de escucha. La llagada Sor Patrocinio levantó su sentido de estado contra la amenaza del liberalismo, tras haber sido pretendida cuando era La Quiroguita, por Salustiano Olózaga, y acabó siendo expulsada del Reino por Narváez.
La Madre Maravillas de Jesús, hija del Ministro de Fomento, Marqués de Pidal, ocupa un lugar especial en la España de los años 20 y 30 del siglo pasado, que se extenderá asombrosamente hasta 2008, a pesar de haber muerto en 1974 y haber sido beatificada en 1998. Fue ella la que articuló el culto al Sagrado Corazón de Jesús desde su convento carmelita en el Cerro de los Ángeles, construido gracias a la donación de la familia Oriol de unos terrenos comunales del pueblo de Getafe, en Madrid.
La historia de la petición de colocar una placa con su nombre en el Congreso de los Diputados, alegando que ocupa actualmente uno de los edificios de la familia Pidal, dónde había nacido, es uno de los capítulos institucionales más esperpénticos y, a la vez, reveladores de hasta qué punto la crisis del régimen del 78 se comenzó a anunciar ya en la segunda legislatura del gobierno Zapatero.
Y de aquellos polvos, estos lodos. Fran Iglesias difícilmente podría competir con Pablo Iglesias si hubiera continuado esta saga religiosa de camarillas. Como digno representante de las Nuevas Generaciones del PP, su aconfesionalismo constitucional puede ocultar filiaciones religiosas, expuestas hoy en las distintas capillas otorgadas al mejor donante en la madrileña Catedral de la Almudena, bajo cuyos frescos neo bizantinos no ha quedado lugar ya para la feligresía regular de a pie, solo para la disciplinada.
Los secretos de la vida política y social española no pasan hoy por el confesionario, sino por el sistema informático de escuchas norteamericano del CNI, blindado en su autonomía –solo comparable a la del Banco de España- por una Ley que lleva su nombre y cuyo objetivo era adecuar su funcionamiento al régimen constitucional del 78. Según el “Pequeño Nicolás”, se consiguió plenamente: él sería el mejor ejemplo.
Gustavo Buster es miembro del comité de redacción de Sinpermiso
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