GLASGOW, LA ESCOCIA POST INDUSTRIAL
Ahora mismo, los estrategas de los partidos miran de reojo el instrumental demográfico que divide Gran Bretaña en subtribus en una batalla por seducir a los votantes de cada código postal. Pero se pierden una imagen más completa. Estas elecciones están destinadas a verse dominadas por categorías políticas que son nuevas y mucho mayores. En lugar de categorías microdemográficas, lo que tendremos que entender son los sueños. Estos pueden reducirse a tres identidades geoespaciales, a las que he puesto el marbete de Escandi-Escocia, un Sudeste rico en activos y la Gran Bretaña post-industrial. Todo el drama de las elecciones reside en el hecho de que ninguno de los partidos principales ha aceptado plenamente el surgimiento de las líneas de falla y está tratando de atrapar un centro político que no existe. Empecemos con Escandi-Escocia. Si los sondeos son correctos, el próximo Parlamento estará dominado por la cuestión de la independencia escocesa. Si creen ustedes que la cuestión quedó cerrada con el referéndum del pasado septiembre, andan ustedes equivocados. Gran número de escoceses, incluidos algunos de los que votaron no, han configurado una identidad que queda resumida mejor que en ninguna parte en un cartel de antes del referéndum: “Bienvenidos al cálido sur de Escandinavia”. Es socialdemócrata en contenido, pero globalista y europeísta en su alcance. Digan lo que quieran los partidos unionistas sobre una coalición con el SNP [Partido Nacionalista Escocés], será crucial la pregunta de si se puede cumplirse este sueño en el seno del Reino Unido. Pero eso es producto sólo del segundo hecho geoespacial del que nadie quiere hablar: la división norte-sur. Es una vieja realidad, pero una realidad que ha evolucionado hasta volverse algo más duro y más complejo. Existe una identidad diferenciada del Sudeste que se configura en torno a un hecho económico permanente: la riqueza de activos. Si se mira un mapa de Gran Bretaña rediseñado de acuerdo con los precios de la vivienda, Londres y el Sudeste forman un gigante amasijo, y todas las demás regiones y naciones son como simples tallos fibrosos, como un huevo frito que fuera todo yema. Aunque agrandada por el actual auge del precio de la vivienda, esta desigualdad es como mínimo tan vieja como la era del libre mercado y ha producido una mentalidad en el Sudeste de Inglaterra que atraviesa clases y etnias. La gente del Sudeste de Inglaterra entiende implícitamente que cabalgan sobre el éxito de una economía financiarizada. Comprenden que, cuando funciona esta gran máquina financiera, aunque impulse la desigualdad, la única cosa lógica que se puede hacer es encontrar tu lugar, sea como operador de divisas o taxista, bailarina erótica o secretaria judicial. La intuición del “blairismo” consistió en comprender que este cambio estaba en marcha, y adaptar la política del laborismo para hacerse con sectores del Sudeste de Inglaterra. El error del partido consistió en creer que el cambio era universal, y que Escocia, Gales y el norte de Inglaterra seguirían siendo leales a medida que se iban adaptando. Que no lo lograsen ha llevado a la formación de la tercera identidad geoespacial: la Gran Bretaña post-industrial. En ella se incluye buena parte del norte de Inglaterra, el sur de Gales, muchas ciudades costeras y la mayoría de las grandes ciudades. Postindustrial no significa “cinturón de óxido” [de industrias cerradas]; quiere decir que las industrias que sobreviven son de alta tecnología, con un enfoque global y que emplean sólo una parte del personal al que solían dar trabajo. Pero hay una fuerte consciencia industrial que se perpetúa, que se torna descontrolada allí donde el mercado de trabajo está globalizado. ¿Pueden coexistir estos tres grupos en un solo sistema político? Durante el referéndum escocés, quedó claro que muchos jóvenes escoceses creían que el grupo “sureño con aspiraciones” de Inglaterra está más o menos permanentemente alineado con el conservadurismo y el liberalismo, y puede por tanto bloquear el gobierno socialdemócrata de izquierdas que muchos quieren en Westminster. Han visto las tensiones étnicas del la ciudades del norte de Inglaterra, el declive de los sindicatos, la fracturación del voto laborista que se va al UKIP y han sacado en conclusión que, aunque el grupo post-industrial sea su aliado natural, nunca va a alcanzar una mayoría de gobierno. Hoy, con 375.000 millones de dinero de relajación cuantitativa dando vueltas por ahí y una avalancha de proyectos de infraestructura centrados en Londres, el grupo del Sudeste puede mirar por la ventana de los agentes inmobiliarios y sentirse bien de nuevo. El aplastamiento de los salarios significa que el factor de los sentimientos optimistas puede ser débil, pero resulta tan cierto en Basingstoke como ausente está en Barrow-in-Furness. La única línea de falla dentro de la identidad del Sudeste es la generacional. La máquina generadora de riqueza en activos está funcionando sólo para la gente de edad mediana y mayor. Mucha gente joven vive de alquiler, y siente la irritación de quedarse fuera del mercado de la vivienda. Si se consideran las elecciones como una pugna entre tres sueños determinados geográficamente, hete aquí el problema. El único de estos grupos acosado por las dudas y la inconsistencia es la Gran Bretaña post-industrial. El SNP y los “tories” parecen haber captado bien el zeitgeist de sus respectivos feudos. El laborismo, no. Tras haber pasado la semana última en clubes y lugares de trabajo de Blackpool, Preston y Barrow-in-Furness, pude ver la situación claramente: que aun cuando voten sólidamente por el laborismo, lo harán sin entusiasmo. Ante la oportunidad de ver el duelo [televisivo] Paxman contra Miliband [importante periodista de la BBC y líder laborista, respectivamente), los miembros de un club de trabajadores de Barrow cambiaron de canal para ver la Liga de Rugby. De modo que la Gran Bretaña post-industrial se siente atrapada entre dos relatos rivales pero llenos de confianza que no pueden emparentarse culturalmente. Visto de este modo, la elección se convierte en una batalla por la supervivencia del laborismo. Tiene que contener las pérdidas en Escocia, aferrarse a los barrios marginados ingleses y llegar hasta esas partes del Sudeste de Inglaterra en las que la economía de la vivienda está nublando las perspectivas de los jóvenes. Es factible, pero deja con todo intacto el problema básico. La política ya no consiste en encontrar un terreno intermedio entre “dos naciones”: consiste en tres sueños que pueden ser incompatibles dentro del actual marco constitucional. De eso, pese a toda la retórica, es de lo que van las elecciones.
Paul Mason es editor de la sección de Economía del Canal 4 británico (Channel 4 News) y lo fue asimismo en el noticiario Newsnight de la BBC2. Profesor visitante de la Universidad de Wolverhampton, entre sus libros se cuenta Live Working or Die Fighting: How the Working Class Went Global (Londres, Harvill Secker, 2007), Meltdown - The End of the Age of Greed (Londres, Verso, 2009) o Why It's Kicking Off Everywhere: The New Global Revolutions. Londres, Verso, 2012). Su libro Postcapitalism: A guide to our Future, será publicado por Penguin en la primavera de 2015.
Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón
FUENTE: The Guardian, 29 de marzo de 2015
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