Sony Kapoor · · · · ·
Con la Victoria de Syriza en las elecciones griegas merced a un programa de rechazo al rescate impuesto por la Troika, la eurozona ha llegado a otra encrucijada en el camino. Esperemos que no tome otra vez el rumbo equivocado.
Apretarle las clavijas a Syriza y humillar aun más a Grecia, tal como parece ser la estrategia de Alemania y otras potencias de la UE, podría ser la gota que colmara el vaso de la eurozona. La mayoría de los alemanes se opone a darle aire a Grecia, aunque el apoyo a Alexis Tsipras en su país se ha disparado tras su elección al luchar en favor de concesiones respecto a la deuda. El espacio político de la eurozona se ha contraído hasta un punto en el que puede que ya no sea posible poner en práctica una política económica sensata. ¿Qué virajes equivocados son los que hemos dado? ¿Cómo decidir esta vez con sabiduría?
Al estallar la crisis, los dirigentes de la UE insistieron en soluciones nacionales a lo que era esencialmente un problema europeo: la fragilidad de los grandes bancos, a menudo paneuropeos. Esto hizo aumentar la cuenta final, conforme cada país iba haciendo de tripas corazón y se demoraba en reconocer que sus bancos estaban en quiebra.
Aun cuando los líderes políticos recibieran críticas en sus respectivos países por rescatar los bancos con dinero del contribuyente, los problemas fiscales de Grecia fueron una distracción caída del cielo. Muchos europeos dieron pábulo al cuento de los “haraganes griegos” que habían sido “fiscalmente despilfarradores”.
Si bien la insostenibilidad de la deuda griega la reconocieron muchos, el cabildeo intensivo de los bancos alemanes y franceses que tenían grandes cantidades de bonos griegos supuso que se impusiera un veto a la reestructuración tan necesaria de esa deuda. Se forzó a adoptar un programa mal diseñado como condición de la ayuda financiera a Grecia. En lo esencial, se trataba de un rescate de los bancos europeos a expensas de los ciudadanos griegos y los contribuyentes europeos.
Y lo que es todavía peor, el cuento de los “perezosos meriodionales” y la “crisis fiscal” fomentado por Alemania y las instituciones de la UE desplazó la realidad de una crisis bancaria que estaba sin tratar.
A Irlanda, que de modo insensato había dado garantías sobre sus bancos insolventes, le prohibió el BCE imponer pérdidas a los tenedores de bonos. La deuda privada se convirtió en pública y la crisis bancaria se transformó en crisis fiscal. Aunque la incapacidad de arreglar y reestructurar los bancos era el problema de mayor calado en países como España, a muchos se les trató como si hubieran sido fiscalmente irresponsables y se les recetó austeridad.
A medida que la incertidumbre bancaria y los recortes fiscales iban hacienda mella y empujaban a la eurozona a una recesión más profunda, el cuento de la “crisis fiscal” fue autocumpliéndose, conforme la proporción de la deuda frente al PIB ascendía debido tanto al rescate de los bancos como al derrumbe del PIB. El problema lo agravaron Angela Merkel y Nicolas Sarkozy amenazando con sacar a Grecia de la zona euro, lo que logró a su vez que los mercados cuestionaran la viabilidad de la moneda única y extendieran el pánico, poniendo la prima de riesgo de España e Italia en niveles nunca vistos.
Así comenzó la espiral descendente de un problema mal diagnosticado y deliberadamente mal comunicado, y un tratamiento trágicamente mal concebido. Rescatar a los supuestos perezosos meridionales ha atizado el sentimiento anti-EU en economías acreedoras como Alemania, que quieren ver más, no menos austeridad en las economías endeudadas. El sufrimiento a causa de la excesiva austeridad impuesta por la Troika ha avivado el ascenso de partidos contrarios a la austeridad como Syriza y Podemos.
Si bien se reconocen ampliamente los fracasos de Grecia, y esto incluye a la misma Syriza, es momento de reconocer que la eurozona le ha fallado a Grecia y sus ciudadanos. Sin entonar un mea culpa de que el rescate de Grecia fue en realidad un rescate de los bancos y el programa estaba mal diseñado, los ciudadanos alemanes y griegos no llegarían nunca a estar de acuerdo. Y se merecen que les digan la verdad.
Syriza, más que ninguna otra fuerza, está siendo honesta respecto a lo que se ha hecho mal. Ahogarlos no haría otra cosa que catalizar el sentimiento antieuropeo y sería el último giro erróneo, potencialmente fatal, para la eurozona. Elegir sabiamente significa un compromiso, no importa cuál sea el coste político a corto plazo.
Sony Kapoor, experto en finanzas y desarrollo internacionales, es director ejecutivo del thinktank Re-Define. Procedente de la banca de inversión y la gestión de derivados, ha colaborado con instituciones internacionales como las Naciones Unidas y el Banco Mundial, gobiernos co
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