Para lograr el éxito, tenemos que desarrollar un crecimiento económico
compartido. Este gobierno está fracasando en la reforma de la economía y tiene
la esperanza de que su insolvente desatención económica, que llevó al crac,
conducirá esta vez a un resultado diferente. Nos hace falta un Estado
estratégico, no un gobierno ausente. Esta ausencia está produciendo una
desigualdad creciente, la cual, de acuerdo con la OCDE, está mermando nuestro
crecimiento.
El próximo noviembre, nuestro ministro de Economía, presentará un complete
análisis del gasto para acabar con el déficit en un plazo de cinco años. Hace
cinco años, en junio de 2010, presentó un presupuesto de emergencia para acabar
con el déficit en un plazo de cinco años.
El Parlamento puede tener la impresión de vivir en un túnel del tiempo, pero
este gobierno no solo está volviendo a repetir 2010, sino que nos lleva de
vuelta a 1979 [fecha de la elección de Margaret Thatcher]: se compromete
ideológicamente con hacer retroceder el Estado, atacando los derechos de los
trabajadores y la protección sindical, poniendo a la venta activos públicos a
precios de saldo y ampliando esa liquidación a la vivienda social.
Esta agenda milita en contra de todo lo que el ministro Osborne quiere
conseguir. Si queremos resucitar la industria y reequilibrar la economía, en ese
caso se necesita un Estado estratégico que abra camino, razón por la cual hemos
propuesto un banco nacional de inversiones.
Un banco nacional de inversiones puede invertir para proporcionarnos los
cimientos de un crecimiento compartido y ecológicamente sostenible: renovar la
infraestructura energética, digital y de transporte de que se ha quedado
penosamente atrás respecto a otras economías de envergadura.
Si vamos a afrontar la crisis de vivienda que es consecuencia de la limpieza
social cada de vez más ciudades, impidiendo que nuestros adultos jóvenes puedan
comprar una casa, entonces tenemos que permitir que los ayuntamientos puedan
solicitar préstamos para edificar los hogares que precisan sus comunidades y
regular los alquileres. Necesitamos una estrategia nacional que reconstruya la
base de los oficios del sector de la construcción. Mientras la única estrategia
de este gobierno consista en inflar los precios de la vivienda, la crisis
continuará hasta que estalle la burbuja, con el trauma que eso acarreará a las
familias y a nuestra economía.
Si queremos una economía más productiva, nos hace falta invertir en las
destrezas de nuestra fuerza laboral. Por el contrario, el presupuesto destinado
a habilidades de adultos se ha recortado en un 40% desde 2010 y la financiación
de la formación complementaria está en crisis. La patronal británica afirma que
el Reino Unido “está hoy en situación de emergencia en cuestión de habilidades,
lo que amenaza con sofocar el crecimiento económico”. Por esta razón hemos
propuesto un servicio de educación nacional – para un aprendizaje a lo largo de
la vida entera, de la atención infantil universal y gratuita a la formación en
habilidades a lo largo de nuestra vida laboral – garantizando que haya más gente
que accede a un empleo y a las herramientas de las que precisa para tener éxito.
Y si de verdad queremos que suban los salarios y que esas subidas tengan un
carácter sostenido aun con el alza de la inflación, en ese caso se precisan
sindicatos más fuertes en mayor número de centros de trabajo, como ha demostrado
la investigación de los profesores Wilkinson y Pickett. Esa es la razón por la
cual, con mi liderazgo, el laborismo presentará una sólida oposición al proyecto
de ley sindical, que dejaría a nuestro país, que ya infringe las disposiciones
de la OIT, todavía más desfasado respecto al consenso global.
Una economía más productiva a largo plazo nos traerá mayores ingresos
fiscales, pero eso requiere inversión a largo plazo en infraestructuras y
capacidades necesarias para que crezca una economía equilibrada. El Reino Unido
se encuentra inmerso en una crisis de productividad, rezagado casi un 30% por
detrás de Francia, Alemania y los EE.UU.
Necesitamos un gobierno laborista para 2020, pero no podemos esperar hasta
entonces. El laborismo tiene que representar una oposición fuerte y constructiva
en los próximos cinco años. Si podemos ganar el debate en el país, acaso podamos
entonces obligar a este gobierno a cambiar de rumbo.
Nuestra oposición no puede limitarse a las cámaras parlamentarias y los
estudios de televisión de Westminster. El laborismo llega a lo mejor cuando se
vuelve movimiento, y ese movimiento se ha acrecentado hasta alcanzar 600.000
entusiastas que decidirán la elección de este liderazgo. Una vez que esto haya
concluido, nos enfrentamos a una tarea mayor: obligar a este gobierno a que
abandone su dogma del libre mercado y se convierta en el Estado estratégico que
nuestra sociedad necesita. Ese reto comienza el 12 de septiembre [fecha de la
elección del próximo líder laborista].
Jeremy Corbyn, veterano diputado por el distrito londinense de
Islington Norte, es el candidato principal de la izquierda y el favorito según
todos los indicios para la inminente elección del líder del Partido Laborista
británico.
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