Fernando Luengo
Profesor de economía aplicada de la Universidad Complutense de Madrid y coordinador del área de economía del Consejo Ciudadano Autonómico de Podemos Madrid
(https://fernandoluengo.wordpress.com)
Población activa, término que hace referencia a la parte de la sociedad que participa en el mercado de trabajo; esto es, la suma de los empleados más los desempleados. En otras palabras, las personas en edad de trabajar, con edades comprendidas entre 16 y 65 años (todos los gobiernos, también el del Partido Popular (PP) están aumentando este techo con el pretexto de la insostenibildad de las pensiones) que intervienen o quieren intervenir en el proceso de creación de riqueza.
En la frase anterior, aparentemente inofensiva, hay varias cosas que aclarar. Por ejemplo, si el denominado mercado de trabajo es un mercado equiparable a cualquier otro mercado, qué es un empleo o qué entendemos como generación de riqueza. Cuestiones trascendentales que omitiré, para centrarme en la expresión “población activa”. En los resultados presentados a bombo y platillo por el gobierno del PP se pone el acento en la creación de empleo (ocultando que es de pésima calidad) y la reducción de la tasa de desempleo, omitiéndose que entre 2011 y 2015 se ha reducido en 512 mil personas y que al comparar el segundo trimestre de este año y el correspondiente de 2015 hay 140 mil activos menos. ¿Cómo valorar estos datos?
Invirtiendo el razonamiento con el que comenzaba el texto, cabe decir que forman parte de la población inactiva todas aquellas personas que se encuentran fuera de la dinámica laboral y que no participan en el referido proceso de creación de riqueza. En este heterogéneo se encuentran los niños, hasta los 16 años, y los mayores, que ya han alcanzado la jubilación; también integrarían este grupo todos aquellos que estando en edad de trabajar –es decir, siendo potencialmente activos-, por diferentes razones, no ofrecen en el mercado su capacidad de trabajo.
También en esta definición, neutra en apariencia, hay asuntos cruciales en los que es necesario reparar. Por ejemplo, el desempleado de larga duración, que, cansado y frustrado por no encontrar un empleo, ha dejado de buscarlo, por lo que ha desaparecido de las estadísticas; ha pasado de ser activo desempleado a inactivo. El mismo “milagro” estadístico ocurre con los jóvenes que han decidido emigrar a otro país, ante la imposibilidad de encontrar un puesto de trabajo y un proyecto de vida en el nuestro; o el de los inmigrantes que retornan a sus lugares de procedencia ante las dificultades de abrirse camino en el estado español
En el primer caso, se reduce la población activa, y en el segundo y tercero la población total; y también la activa, pues buena parte de estos jóvenes y de la población foránea estaban abocados al desempleo. Estamos hablando, en definitiva, de personas en edad de trabajar, potencialmente activos, que, en caso de haber permanecido en el mercado de trabajo, habrían elevado los registros oficiales en materia de desempleo varios puntos porcentuales.
Consideremos, desde estos mismos parámetros, la frontera existente entre población activa e inactiva, el impacto de las políticas del PP sobre las mujeres. Muchas de ellas han perdido su empleo y, en lugar de permanecer como demandantes de trabajo en el mercado laboral –es decir, como desempleadas- han retornado a su papel de cuidadoras (condición que, por cierto, nunca habían perdido). Hay que precisar que el término cuidados hace referencia a una multitud de tareas relacionadas con la atención de los niños y de los ancianos, con la logística asociada a la vida cotidiana y con el equilibrio afectivo de los miembros que integran la unidad familiar. Se trata de actividades socialmente invisibles, ignoradas y a menudo despreciadas, que, sin embargo, son esenciales para que funcione el metabolismo económico y social.
De acuerdo con el criterio estadístico estándar, las personas que realizan ese trabajo son inactivas, pues, en su mayor parte, esos cuidados se llevan a cabo fuera de la lógica del mercado (o en la esfera de la economía sumergida, por trabajadoras inmigrantes). Parece evidente, sin embargo. que, en un contexto económico más favorable y si se aplicaran políticas de género encaminadas a igualar derechos y oportunidades y a repartir el trabajo reproductivo, una parte de estas mujeres estaría dentro y no fuera del mercado laboral.
Recapitulando. La mejora relativa de la tasa de desempleo “oficial” es, en buena medida, el resultado de un artificio estadístico, que se concreta en una reducción de la población activa, que es convertida en inactiva, o de un efecto de expulsión que reduce la población total. Pero no se trata solo de falsificar los niveles de desempleo real al servicio del mensaje “estamos saliendo de la crisis”, lanzado con una insoportable carga de cinismo que ignora el sufrimiento de mucha gente que se ha quedado en la cuneta. La población inactiva que es potencialmente activa resulta funcional para un capitalismo instalado en la lógica de la regresión salarial y el desmantelamiento de las políticas públicas. Esta población constituye un formidable ejército de reserva que presiona a la baja los salarios y ayuda a gestionar los recortes en la prestación de servicios públicos que se trasladan al ámbito de las familias y que recaen sobre todo en las mujeres.
Fuente: Público.es
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