Paradójicamente, cuando logra salir elegido presidente de Brasil, por cuarta vez consecutiva, un candidato del Partido de los Trabajadores, esta formación vive la que quizá sea la mayor crisis de su historia. Una crisis que no viene motivada, por tanto, por los resultados de una derrota política —en el plano electoral—, sino de una serie de duros golpes políticos que han pasado factura a la imagen del partido.
Es en ese marco en el que el PT realiza su quinto Congreso, que tendrá lugar en Salvador, la capital de Bahia, provincia donde el partido ha logrado que su candidato se reelegido por tercera vez consecutiva como gobernador. Con la presencia fundamental de Lula, cuyas perspectivas de postularse como candidato a las presidenciales del país en 2018 ha concentrado ofensivas provenientes de los medios de comunicación, sectores de la judicatura y partidos opositores, para intentar incluirlo en alguna denuncia que lo inhabilite legalmente como candidato, dado que saben que su nombre es favorito para ganar las próximas elecciones.
De tal forma que la intervención de Lula en la apertura del Congreso cobra especial relevancia. El interés radica en saber cómo abordaría la crisis del PT, los intentos de la oposición por descalificarlo, los problemas que vive el gobierno de Dilma Rousseff, así como las referencias que pudiera hacer a las elecciones de 2018.
Recuperado del tratamiento por el cáncer que padece, con su tono de voz característico también recuperado, sus intervenciones se inician, siempre, a partir de un texto escrito, discurso que termina por abandonar para derivar, de forma espontánea, por caminos que va concatenando conforme habla. Su extraordinaria sensibilidad política no se construye a partir de una reflexión previa, articulada como la que haría un intelectual. Lula piensa mientras se expresa, mientras va avanzando de un tema a otro.
Esta vez, Lula optó por un texto en el que abordaba la gravedad de la situación. Como se esperaba, fue particularmente duro con las campañas opositoras —donde los medios tienen un rol determinante— y frente a los intentos de criminalización del PT, unos ataques que ahora también se vuelcan sistemáticamente contra el Instituto Lula, a partir del cual organiza sus actividades políticas.
Hizo balance de las múltiples veces que se ha anunciado la muerte del PT. Se valió del hecho de que se cumplen 10 años del comienzo del caso conocido como “mensalão” para demostrar cómo el PT supo, rápidamente después de cada anuncio, exhibir su energía y vitalidad. Como siempre, en ese momento se generó un gran silencio, que quedó interrumpido con gritos que coreaban y reclamaban la vuelta de Lula a la presidencia.
La participación de la presidenta Dilma Rousseff, que en un principio no estaba confirmada, tuvo un carácter distinto de lo que se esperaba. Las diferencias del PT respecto a las orientaciones centrales de su segundo mandato —cuyo eje fue un plan de ajuste fiscal, con recortes que afectan a los derechos de los trabajadores y a las políticas sociales, mientras la tasa de interés fue sistemáticamente elevada— planteaban un escenario muy incómodo, por lo que era más que probable la ausencia de Dilma del Congreso, aun contado con el apoyo y la cobertura de Lula.
Este ya había expresado que su candidatura en 2018 dependerá del éxito del gobierno de Dilma, con el fin de tener “una herencia que defender”. Ante la caída en vertical del apoyo al gobierno en las encuestas — siempre sospechosas de manipulaciones— y la recesión, con aumento del desempleo, el escenario actual no es muy halagüeño.
Pero, pocos días antes de la apertura del Congreso, en continuidad con los espectaculares acuerdos económicos firmados con China, el gobierno hizo el anuncio de un gran proyecto de inversiones, basado en la colaboración con el empresariado privado, centrado en inversiones en infraestuctura, especialmente en las comunicaciones: aeropuertos, puertos, carreteras y ferrocarriles. Dilma hizo hincapié en el anuncio de las billionarias cifras de inversión previstas, lo que presumiblemente cierra la etapa de ajustes. Aunque ello depende de la reacción —en principio positiva— del empresariado privado y de los plazos en que esas medidas tengan efectos concretos, el clima económico parece empezar a cambiar, después de un pesimismo acentuado, provocado por problemas reales y por las campañas de terrorismo económico difundidas por los medios de comunicación.
En lo inmediato, las medidas hicieron que Dilma pudiera retornar antes de la reunión en Bruselas entre la UE y la CELAC, para llegar a tiempo de participar con Lula de la apertura del Congreso del PT. A pesar del clima de rechazo a las medidas de ajuste y sus condenas en algunos de los documentos internos del PT, Dilma salió airosa logrando que el PT se alineara con los dictámenes de Lula que pedían apoyarla en un momento difícil como este.
Con el paquete de medidas del gobierno, el anuncio de que se pasa a otra fase del segundo mandato y el discurso de Lula, el PT sale más cohesionado de lo que se podría esperar hace no muchas semanas. Las decisiones sobre los documentos se harán hasta el sábado, pero un clima político más destensado hace prever que la hegemonía de Lula sobre el PT sigue siendo determinante.
FUENTE:Público.es
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