Paul Mason, Larry Elliott, Simon Wren-Lewis
Paul Mason Estamos en un punto crítico de la crisis griega. Una crisis que en realidad es la crisis del euro de 2010-2011, descongelada tras cinco años de creer que se había solucionado. El dinero está saliendo del sistema bancario a un ritmo de un billón de euros al día. Los depósitos bancarios se situaron en 164 billones de euros cuando la coalición conservadora comenzó a tambalearse el pasado mes de diciembre; fueron 132 billones de euros en el último recuento y probablemente están ahora cerca de 125 billones de euros y cayendo mientras escribo. La situación hoy amenaza convertirse en una fuga de depósitos bancarios, especialmente después de los detalles filtrados tras la reunión a puerta cerrada del Eurogrupo en Luxemburgo, en la que el representante del BCE supuestamente advirtió que los bancos pudieran no abrir el lunes. Con informaciones de que el gobernador del Banco de Inglaterra buscará 3 billones más de crédito de emergencia al mediodía (del viernes), la presión se sitúa sobre el ministro de finanzas griego Yanis Varoufakis que deberá decidir implementar o no controles de capitales: limitando el movimiento de dinero fuera de Grecia y limitando las retiradas de efectivo. Varoufakis cree que lo que está pasando es orquestado y, combinado con el rechazo de anoche de su propuesta de tres puntos para acabar con la disputa de la deuda, es parte de la ofensiva que Europa hace para sembrar el pánico en el gobierno griego para que se rinda a sus condiciones de un acuerdo sobre la deuda e imponer más austeridad. Hay también pánico político. Ayer a la noche, una buena multitud de personas de los negocios, finanzas y de la vieja elite política se juntaron en una manifestación –ostensiblemente no partidista políticamente y organizada a través de Facebook- en frente del parlamento griego. Los manifestantes hacían un llamamiento para que Grecia se mantuviera en Europa, pero incluso muchos objetaban las medidas de austeridad que se impondrían. Pululaban en las escaleras del parlamento, proyectando inquietantes sombras antes las luces que les iluminaban. No les pasó desapercibido a los partidarios del gobierno de izquierdas que mucho de los allí congregados habían apoyado un gobierno que rutinariamente apaleaba y gaseaba a las personas que se acercaban incluso a las vallas que antes rodeaban el edificio, y que han sido retiradas por el actual gobierno. Así que, ¿ahora qué? Habrá una reunión política el lunes. Pero ya hubo una reunión así hace dos semanas, tras la cual Angela Merkel, François Hollande, Christine Lagarde y Mario Draghi ofrecieron a Grecia un acuerdo de “o lo tomas o lo dejas” para asegurar los fondos necesarios para pagar los 15 billones que Grecia debe a sus acreedores este año. Los griegos lo rechazaron. Primero, porque no pueden hacer concesiones a las exigencias específicas de austeridad sobre el IVA y las pensiones; segundo, porque el FMI y el BCE les prohíben aplicar medidas no fiscales como la lucha contra la corrupción o la rampante evasión de impuestos, cpara alcanzar su objetivo de superávit del 1% para este año. Y por ello no hay un acuerdo a largo plazo sobre la deuda. La deuda griega -320 billones de euros- es impagable, ya que el nivel de austeridad requerido para pagarla y cancelarla es imposible para cualquier gobierno. Por eso mismo la anterior coalición pro-austeridad fracasó. Además, la estructura de la economía griega –con pequeñas tiendas, altas exenciones fiscales para los super-ricos y una fuerte dependencia del Estado para impulsar el crecimiento- implica que la austeridad siempre lastrará el crecimiento. Como he dicho con anterioridad, Grecia no es Irlanda. Además Grecia no puede devaluar y exportar –porque está en el euro; los salarios ya han caído un 37%; y no puede exportar manufacturas como salida a la crisis, ya que es una economía agraria y de turismo, no una potencia industrial. De algún modo, las dos manifestaciones que atestaron el parlamento el miércoles y el jueves a la noche ilustran la desilusión popular que la derecha y la izquierda comparten en este momento. La manifestación en apoyo a Syryza fue contra la austeridad, pero la mayoría quería que Grecia se mantuviera en el Euro. La manifestación del centro-derecha es en contra de salir del Euro, pero ninguno quería, ni cuando desde el poder podían conseguirlo, la austeridad impuesta. Por lo que alguien debe dar su brazo a torcer. Los líderes de la UE esperan que sea Grecia –animada por el empujón de un pánico bancario en toda regla, alentado por filtraciones y frenéticas informaciones provenientes de la derecha, propietaria de los canales de TV. Los líderes griegos dicen que no pueden ceder. He informado sobre la crisis desde dentro de la sede del Eurogrupo en Bruselas y desde dentro de la mansión del primer ministro de izquierda radical –y por supuesto desde las calles. Aquí va lo que pienso: Primero, la actual asunción de los líderes griegos –que Europa conduciría una dura pero justa negociación que les permitiría recuperar su economía sin aumentar la austeridad- fue errónea. Dijeron a sus votantes que podrían suavizar la austeridad a la vez que mantenerse en la Eurozona porque la gente importante en el poder les había asegurado que así sería: el Departamento de Estado de los EE UU, el primero ministro italiano y el francés y la vieja Comisión. Sin embargo, hay una nueva Comisión dominada por la derecha, y los italianos y franceses corrieron junto al bloque de países del norte y este de Europa que –reflejando el deseo de sus votantes de derechasrechazan cualquier cesión. El “buen defensor del Euro”, Yanis Varoufakis, pensó que él podría crear lo que todavía no había sido creado. Del mismo modo, Angela Merkel calculó mal: habiendo eliminado a Berlusconi en Italia y al primer ministro George Papandreou en Grecia en 2010, asumió que la presión política haría que Syrirza se escindiera. Que su extrema izquierda saldría del partido; y que Alexis Tsipras, acogotado en el interior de los pasillos de mármol de la masión Maksimoy, formaría una coalición nacional con el pequeño partido neoliberal modernizado llamado Potami, apoyados por los liberales del anterior ministro conservador Costas Karamanlis. No ha sido así. Aunque Syriza tiene realmente tres facciones –la extrema izquierda, una izquierda más moderada alrededor de Tsipras, y una izquierda socialdemócrata más moderada que incluye algunos ministros independientes- el factor crítico son sus bases. Syriza no es como la mayoría de partidos británicos, cuyos miembros apenas tienen algo que decir en política: su primer ministro y ministros están en constante contacto con cada una de las capas de activistas y votantes. Un parlamentario recién elegido, pasmado incluso por estar en el parlamento tras las elecciones de enero, me dijo: “No me puedo rendir porque tendré que volver a mi pueblo y vivir allí; y ellos nos eligieron para luchar”. Alexis Tsipras, e incluso algunas de las personas a su alrededor que parecen moderadas y proeuropeos, han endurecido su postura durante las últimas tres semanas. Psicológicamente, se han convencido de que la Eurozona está siendo gobernada por Alemania y Alemania quiere a Grecia fuera. Si ahora hay un incremento de la fuga de depósitos, una restricción de la retirada de efectivo y una crisis de solvencia bancaria, el lunes los líderes europeos tendrán una gran maza con la que golpear a Syriza. Pero si no aparece con una zanahoria, y cierto espacio para el compromiso, el gobierno griego no cederá. Entonces será el momento de que Europa decida: ¿rescatar a Grecia o separarla de la Eurozona? Un país con una frontera desmilitarizada con Turquía e inundada de migrantes, a un pedazo de tierra de la frontera con el Estado Islámico, y con una tradición de estar siempre prestos a pactar con Moscú. Esto hace que sea un momento geoestratégico, no solo económicamente estratégico. Si te preguntas por qué Syriza no se doblega, viviendo hoy para luchar otro día, entonces no has visto suficiente televisión. Después de cinco años de austeridad, impuesta primero por los socialistas y después por la coalición liderada por los conservadores, en el proceso se ha destruido cualquier fuerza que pudiera aceptar tal desenlace. La derecha conservadora está fragmentada, sumisa en una guerra interna; el viejo Pasok, que una vez ganó el 40% del voto, puede ahora acomodar a todos sus parlamentarios alrededor de una mesa. Los pequeños partidos que se sumaron al carro de la austeridad –como los marxistas moderados de DIMAR y la derecha nacionalista LAOS- simplemente han desaparecido. Los líderes griegos presentan esta negociación como un choque entre Grecia y el Euro-imperialismo. Lo harán con una TV y medios de información totalmente hostiles, apelando al 41% de los griegos que opto por luchar contra la austeridad más que pertenecer a una moneda en la que son siempre la oveja negra. No les faltarán simpatizantes entre la profesión de los economistas –incluyendo muchos tradicionalmente de derechas- que han observado el Euro y la desventura de su banco central convirtiéndose en una estructura disfuncional e impredecible. El país se dividirá: derecha contra izquierda –como desde que los tanques británicos atravesaran la plaza Syntagma en 1944 para instaurar a un antiguo colaborador nazi en la oficina presidencial en contra de la resistencia liderada por los comunistas. No obstante, esta vez no sabemos quien ganará. Por sí sabemos quien perderá: todos los que en Europa estén de acuerdo que la UE puede albergar tanto las aspiraciones de la izquierda como de la derecha.
Paul Mason es editor de economía de Channel 4 News. Su libro Postcapitalismo: A guide to our Future, que será publicado por Penguin en la primavera de 2015.
Traducción para www.sinpermiso.info: Aypze Alfageme
Por qué Grecia pueda tener ventaja ahora en las negociaciones
Larry Elliott Grecia lo sabe. El Fondo Monetario Internacional lo sabe. Todos los ministros europeos de finanzas lo saben. Tras el último fracaso para asegurar un acuerdo en la reunión de los ministros de finanzas en Luxemburgo, la crisis está llegando a su punto crítico. Los ineludibles hechos son que entre el lunes y el miércoles unos 2 billones de euros han escapado del sistema bancario griego –más que los 1,1 billones de euros adicionales en financiación de emergencia provistos por el Banco Central Europeo esta semana. Los bancos están perdiendo del orden del 0,5% de sus depósitos cada día y no pueden soportar más perdidas de este tipo. Están a punto de colapsar. Las finanzas públicas griegas tampoco pintan bien, con unos ingresos fiscales un 24% por debajo del objetivo en mayo. El gobierno está cuadrando sus balances –pero a costa de no pagar sus facturas. Habrá una reunión de emergencia el lunes entre los líderes europeos, pero puede que para entonces ya sea demasiado tarde. El control de capitales parece inevitable para detener la fuga de capitales de los bancos y puede que, después del último revés, se necesite antes del fin de semana. Atenas ya ha dicho que será incapaz de pagar al FMI a finales de mes, a menos que consiga inmediatamente alguna ayuda financiera. No hubo en Luxemburgo demasiadas evidencias de llegar a ningún acuerdo, ni señales si quiera de que alguna de las partes estuviera adoptando una posición más flexible. La idea de una oferta a Grecia para disponer de un tiempo de gracia después del vencimiento de sus deudas con el FMI fue rechazada por Christine Lagar. La directora ejecutiva del fondo internacional no pudo ser más clara: “Tenemos una fecha límite, es el 30 de Junio, que es cuando Grecia debe pagar. Si el 1 de Julio no está pagado, no está pagado”. Mientras en Atenas, el gobierno dijo que se estaba preparando para la vuelta al dracma. “Si nos fuerzan a decir un gran no, las dificultades se extenderán durante unos pocos meses”, dijo el ministro de Seguridad Social, Dimitris Stratoulis. “Pero las consecuencias serán mucho peores para Europa”. Este es un punto razonable. Durante la crisis, el FMI, el BCE y la Comisión Europea han estado negociando desde lo que percibían como una posición de fortaleza. Esto se debe a que tradicionalmente los deudores hacen lo que los prestamistas les dicen. Pero esto no es así esta vez. Ha habido cuatro grandes factores que le han permitido a Alexis Tsipras presionar a Angela Merkel. El primero es que estar en la ruina a veces ayuda. Cuando un país ha sufrido tanto como lo ha hecho Grecia en los últimos cinco años, decirle que la vida será horrible fuera de la eurozona, no es una gran amenaza. La segunda gran ventaja de Tsipras es el riesgo de que una quiebra griega seguida por una salida del euro causaría daños colaterales. Durante los pasados seis meses, la comisión y el BCE han estado insistiendo en que Europa está en una posición mucho mejor para hacer frente a una salida de Grecia de lo que lo estaba hace dos o tres años. El BCE tiene un mecanismo para proveer ayuda si los mercados financieros amenazan otros países de la eurozona que parezcan vulnerables. La economía de la eurozona ha vuelto a crecer. Esto, sin embargo, siempre ha parecido demasiado optimista. Una vez que un país ha salido del euro, no hay ninguna razón por la que otro país no podría seguirle. Tan pronto como uno de los miembros restantes de la moneda única entre en problemas, será apodado “el siguiente Grecia”. Y hay países que serían buenos candidatos para ese papel: Italia es uno de ellos –donde el ingreso per capita no es mayor de lo que lo fue a finales de los 90 y la carga de la deuda es enorme. Tsipras y su ministro de finanzas, Yanis Varoufakis, han jugado con cierta habilidad. Seguro, le han dicho a la Troika, puedes echarnos las culpas a nosotros. Pero al hacerlo, es probable que causes daños a Europa y al resto de la economíaDel modo en que Grecia ha negociado, ha sido el tercer factor a su favor. Europa siempre ha trabajado sobre el consenso, con ministros del centro derecha y el centro izquierda llegando a acuerdos. Tomar posiciones siempre conlleva algunos codazos, pero eso es siempre era el preludio de un poco de toma y daca. Tsipras y Varoufakis han jugado con diferentes reglas. Vienen de una tradición diferente, de una tradición política de izquierda radical y se han aferrado a su argumento de que Grecia ha sufrido ya suficiente castigo. Saben que la coalición de Syriza estáría acabada si se doblan ante las demandas de la Troika. Un símil es con Ken Livingstone en los 80, una carismática figura que disfrutó tocándole las narices al gobierno de Thatcher. Al final, Thatcher lidio con el problema de Livingstone aboliendo la GLC (Great London Council, administración metropolitana del área del Gran Londres). La cuarta gran ventaja de Tsipras ha sido ser consciente de que Merkel recela de hacer lo que vendría a ser el equivalente en este caso: echar a Gracia del euro. Ella no quiere ser la canciller alemana que dé marcha atrás a la integración europea. Un acuerdo es todavía posible, aunque las posibilidades de un total desastres están ganando enteros cada hora. Jeroen Dijsselbloem, presidente del Eurogrupo, dijo que tras la reunión de Luxemburgo depende de Grecia llegar con propuestas creíbles, pero si nadie va a sorprender en la reunión del lunes, el ávido dinero estará en los acreedores. Como dijo una vez Bob Dylan: “Cuando no tienes nada, no tienes nada que perder”.
Larry Elliott es el editor económico de The Guardian Traducción para www.sinpermiso.info: Aypze Alfageme
El encubrimiento de Grecia por parte de la eurozona
Simon Wren-Lewis
Siempre que escribo acerca de Grecia, una buena proporción de los comentarios (puede que no la mayoría) podrían resumirse del siguiente modo: ¿cómo puede usted ponerse del lado de Grecia cuando es tan ineficiente su economía y tan inepto su gobierno y después de todo lo que hemos hecho por ellos? No me hago ilusiones acerca de las ineficiencias y la corrupción endémicas de la economía griega. Y tampoco quiero convertirme en defensor de ningún gobierno griego. Lo que me parece a mí muy descaminada es la idea de que los responsables políticos europeos han sido ya muy generosos con Grecia. La creencia general es que si no hubieran introducido la austeridad en Grecia, habría sido mucho peor. Esto parece algo sencillamente erróneo. Si con alguien han sido generosos los responsables políticos europeos es con los primitivos acreedores del gobierno griego, entre los que se cuentan los bancos de diversos países europeos y de otros. Supongamos que los responsables políticos de la eurozona se hubieran echado atrás y hubiesen dejado que las cosas siguieran su curso cuando los mercados andaban gravemente preocupados por Grecia a comienzos de 2010. Eso habría desencadenado un impago inmediato y una petición del gobierno griego de ayuda al FMI (en realidad, a finales de 2009 las autoridades de la zona euro indicaron que la ayuda financiera del Fondo no era “adecuada ni bienvenida”: IMF Country Report No. 13/156, 8) En estas circunstancias, dados los recursos limitados del FMI, se habría producido un total impago de toda la deuda del gobierno griego. Si hubiera ocurrido eso, el programa desde luego ingente de ayuda del FMI (uno 30.000 millones inicialmente, pero incrementado en otros 12.000 millones en años posteriores), se habría destinado a cubrir los déficits primarios en los que se había incurrido mientras Grecia trataba de alcanzar un equilibrio primario. Esos 42.000 millones se acercan mucho a la suma de los déficits primarios reales de Grecia desde 2010 (lo que incluye el coste de recapitalizar los bancos griegos).
Lo que eso significa es que el compromiso de los gobiernos europeos no ha ayudado a Grecia en absoluto. Con el apoyo únicamente del FMI, Grecia habría sufrido el mismo grado de austeridad que se ha registrado en realidad. El dinero adicional proporcionado por las autoridades europeas se ha dedicado a reembolsar a los acreedores de Grecia, primero al retrasar el impago en 2010 y 2011, y al permitir sólo después un impago parcial en 2012. (No estoy seguro de que los dos grupos vean la división de ese modo, pero si parte del dinero del FMI se había pensado dedicarlo a reembolsar a los acreedores de Grecia, hay que preguntarse por qué tenía el FMI que estar haciendo eso). Queda bastante claro por qué las autoridades europeas se mostraron tan generosas con los acreedores de Grecia. Les preocupaba el contagio (sobre este particular, véase lo que escribió Karl Whelan en Forbes el 6 de mayo de 2013, ”El FMI sobre Grecia: metimos la patas, pero la culpa en realidad es de la eurozona”). El FMI se avino a este programa de impago sólo parcial, aunque su equipo fuera incapaz de poner la mano en el fuego por que la restante deuda pública griega fuera con alta probabilidad sostenible (FMI 2013, IMF Country Report No. 13/156, 14). El punto clave estriba en que las autoridades europeas y el FMI se equivocaron. El contagio se produjo de todos modos, y solo se le puso término cuando el BCE se avino a aplicar OMT [outright monetary transactions, transacciones monetarias directas] (es decir, a convertirse en prestamistas soberano de último recurso). Fue este un error de envergadura de los responsables políticos, que ‘despilfarraron’ enormes sumas de dinero tratando de parar algo que sucedió de todos modos. Si los gobiernos de la eurozona hubieran gastado dinero innecesariamente a esa escala en otro lugar, sus electorados habrían cuestionado su competencia. No ha ocurrido esto porque ha sido fácil encubrir este error. Los políticos y los medios informativos repiten incesantemente que el dinero se ha destinado a rescatar a Grecia, no a los acreedores de Grecia. Si no se devuelve el dinero, la culpa es de los gobiernos griegos, o del pueblo griego. Que distintos gobiernos griegos, al menos hasta recientemente, se avinieran a participar en este engaño resulta lamentable, aunque puedan responder que tenían poca opción en este asunto (alguien de inclinación más cínica podría haberse preguntado cuántos de los acreedores eran griegos ricos). El engaño ha desarrollado hoy su propio impulso. Lo que debía ser esencialmente un empeño cooperativo para poner a Grecia de nuevo en pie lo antes posible se ha convertido en una saga de enfrentamientos. Si la historia es que todo este dinero se ha destinado a Grecia y todavía precisan de más, deben imponerse rigurosas condiciones para justificar una ulterior ‘generosidad’. Dentro de la troika, los de la línea dura actúan de cara a la galería para parecer correosos, creyendo acaso que al final se verán desautorizados por voces más sensatas. El problema de esta saga resulta semejante al problema de imponer una mayor autoridad: se daña la economía a la que se supone que se está ayudando (hay quienes le encuentran una explicación más siniestra de lo que está pasando actualmente, que es un intento de cambio de régimen en Grecia). Que esté pasando esto no tiene nada de sorprendente: los políticos actúan como suelen actuar los políticos. Lo verdaderamente triste es que actuar de cara a la galería parece funcionar: los políticos que utilizan la carta nacionalista pueden desviar así las críticas que se les debieran dirigir por sus anteriores errores. Pasa en todo momento, desde luego: véase Putin y Ucrania, o Escocia y las elecciones del Reino Unido en 2015. Me pregunto si llegará un momento en el que fracase esta estrategia de encubrimiento. Por fútil que pueda ser este pensamiento, solo pido a los que pudieran ver este asunto como un país ingrato que no hace más que pedir que se den cuenta de que juegan con ellos.
Simon Wren-Lewis es economista del Merton College en la Universidad de Oxford. Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón
FUENTE: SINPERMISO
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