Parafraseando a Manuel Vázquez Montalbán cabe anunciar que el que se celebra el próximo lunes, será
escenario del intento de asesinato del pacto de progreso que haría a
Pedro Sánchez presidente del Gobierno como desean los millones de votos
que votaron a las siglas progresistas. Los autores intelectuales de este
crimen político no se esconden. Al contrario, dan la cara. Susana Díaz,
Fernández Vara y García Page –los tres mosqueteros del IBEX en Ferraz–
se niegan a reconocer la autoridad de su secretario general elegido en
primarias por los militantes de su partido. Desafían incluso su
autoridad y anteponen la competencia del Comité Federal a la de la
secretaría general. Así estos tres barones, que muchos denominan como
caciques responsables del atraso de sus respectivas comunidades, colocan
sus intereses por delante de los del socialismo español. La consigna
que los mueve es tan clara como perjudicial para las clases sociales que
dicen representar. El PSOE contra Pablo Iglesias .
Efectivamente, estamos ante una sublevación descarada, manifiesta y
abierta de la vieja guardia del PSOE nacida, crecida, desarrollada y
alimentada por la financiación alemana que hoy pasa factura. No hay más
que rebobinar el vídeo, en el que Rajoy comunicaba a Merkel el
crecimiento imparable de Podemos en las encuestas, para deducir cómo
todas las fontanerías germanas en Madrid acosan desde la misma noche del
domingo a los viejos socialistas. Que un Pedro Sánchez sea partidario
de explorar –como si Podemos fuese la sabana africana- un acuerdo con el
movimiento popular español surgido desde el 15-M contra el diktat de Berlín, que empobrece a la clase media a la vez que hunde a la trabajadora, genera este nein
germano a la política de pactos del secretario general. Si Schaüble
desea que Sánchez sea la muleta de Rajoy, por activa o por pasiva, es
bien lógico que no admita esta alianza con Iglesias. De la misma forma
que nunca hubo un problema con los acuerdos con IU, los hay todos con
Podemos.
La lucha generacional vuelve a ser exactamente la misma que llevó en
1974 a González a recoger las siglas del PSOE que sacara Willy Brandt
del baúl de los recuerdos históricos. Entonces, como ahora, los viejos
no entendían que había surgido una nueva España; entonces como ahora
discrepaban de la política de pactos democráticos contra Franco y se
atenían a los intereses de la guerra fría como hoy se atienen a las
urgencias imperiales de die Grosse Deutschland oponiéndose a un
Gobierno de progreso. Aquellos que combatieron la demencia senil de
Rodolfo Llopis la vuelven a reproducir en esta conjura contra el actual
secretario general. Catalunya no es más que un pretexto para envolver lo
impresentable. Ni el referéndum rompe la soberanía de España, todo lo
contrario, ni los sublevados Díaz, Vara y Page se han preocupado por la
soberanía de los españoles, como demostraron durante la reforma del 135
de la Constitución que ayer ilegalizaba a Keynes por un imperativo merkeliano.
Si González no se hubiera enfrentado a Llopis, el PSOE no hubiera
existido como fuerza relevante; si Sánchez no se enfrenta a los peones
de aquel pasará a ser irrelevante en muy escaso tiempo. Es cierto que no
tiene la ayuda alemana, sino que la tiene en contra; pero cuenta con
millones de votos, los poderes de una secretaría general y la angustia
de la inmensa mayoría de la sociedad que exige a gritos terminar con los
recortes antisociales aplicados por el bipartidismo. Como bien decía
Omar Torrijos, si te aflojas te afligen, si te afliges te aflojan. No
pueden dejar pasar el balón del pacto de progreso, aunque dejen pasar al
jugador Sánchez por unos meses. Está condenado si no defiende el voto
popular y al PSOE. A estas alturas ya no caben subterfugios como
aquellos —OTAN, de entrada no– que desembocaron con un Javier Solana bombardeando Belgrado. Si el Comité Federal termina con un Rajoy, de entrada no, ya conocemos el final.
Parafraseando a Manuel Vázquez Montalbán cabe anunciar que el que se celebra el próximo lunes, será escenario del intento de asesinato del pacto de progreso que haría a Pedro Sánchez presidente del Gobierno como desean los millones de votos que votaron a las siglas progresistas. Los autores intelectuales de este crimen político no se esconden. Al contrario, dan la cara. Susana Díaz, Fernández Vara y García Page –los tres mosqueteros del IBEX en Ferraz– se niegan a reconocer la autoridad de su secretario general elegido en primarias por los militantes de su partido. Desafían incluso su autoridad y anteponen la competencia del Comité Federal a la de la secretaría general. Así estos tres barones, que muchos denominan como caciques responsables del atraso de sus respectivas comunidades, colocan sus intereses por delante de los del socialismo español. La consigna que los mueve es tan clara como perjudicial para las clases sociales que dicen representar. El PSOE contra Pablo Iglesias .
Efectivamente, estamos ante una sublevación descarada, manifiesta y abierta de la vieja guardia del PSOE nacida, crecida, desarrollada y alimentada por la financiación alemana que hoy pasa factura. No hay más que rebobinar el vídeo, en el que Rajoy comunicaba a Merkel el crecimiento imparable de Podemos en las encuestas, para deducir cómo todas las fontanerías germanas en Madrid acosan desde la misma noche del domingo a los viejos socialistas. Que un Pedro Sánchez sea partidario de explorar –como si Podemos fuese la sabana africana- un acuerdo con el movimiento popular español surgido desde el 15-M contra el diktat de Berlín, que empobrece a la clase media a la vez que hunde a la trabajadora, genera este nein germano a la política de pactos del secretario general. Si Schaüble desea que Sánchez sea la muleta de Rajoy, por activa o por pasiva, es bien lógico que no admita esta alianza con Iglesias. De la misma forma que nunca hubo un problema con los acuerdos con IU, los hay todos con Podemos.
La lucha generacional vuelve a ser exactamente la misma que llevó en 1974 a González a recoger las siglas del PSOE que sacara Willy Brandt del baúl de los recuerdos históricos. Entonces, como ahora, los viejos no entendían que había surgido una nueva España; entonces como ahora discrepaban de la política de pactos democráticos contra Franco y se atenían a los intereses de la guerra fría como hoy se atienen a las urgencias imperiales de die Grosse Deutschland oponiéndose a un Gobierno de progreso. Aquellos que combatieron la demencia senil de Rodolfo Llopis la vuelven a reproducir en esta conjura contra el actual secretario general. Catalunya no es más que un pretexto para envolver lo impresentable. Ni el referéndum rompe la soberanía de España, todo lo contrario, ni los sublevados Díaz, Vara y Page se han preocupado por la soberanía de los españoles, como demostraron durante la reforma del 135 de la Constitución que ayer ilegalizaba a Keynes por un imperativo merkeliano.
Si González no se hubiera enfrentado a Llopis, el PSOE no hubiera existido como fuerza relevante; si Sánchez no se enfrenta a los peones de aquel pasará a ser irrelevante en muy escaso tiempo. Es cierto que no tiene la ayuda alemana, sino que la tiene en contra; pero cuenta con millones de votos, los poderes de una secretaría general y la angustia de la inmensa mayoría de la sociedad que exige a gritos terminar con los recortes antisociales aplicados por el bipartidismo. Como bien decía Omar Torrijos, si te aflojas te afligen, si te afliges te aflojan. No pueden dejar pasar el balón del pacto de progreso, aunque dejen pasar al jugador Sánchez por unos meses. Está condenado si no defiende el voto popular y al PSOE. A estas alturas ya no caben subterfugios como aquellos —OTAN, de entrada no– que desembocaron con un Javier Solana bombardeando Belgrado. Si el Comité Federal termina con un Rajoy, de entrada no, ya conocemos el final.
Fernando López Agudín
Fuente: Púbblico.es
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