Veo que la «guerra justa» de Norberto Bobbio, la cual habíamos combatido, reaparece travestida de guerra «útil», pero no es un gran hallazgo. ¿Útil para quién? Toda guerra es siempre útil para una de las dos partes en liza, por lo menos a corto plazo, de ahí que el juicio de valor se ponga siempre en la causa del conflicto, mientras que el método de resolverlo con una guerra siempre se rechaza. Recordemos lo que le parecía la Segunda Guerra Mundial a Gandhi y a muchas partes del mundo no occidental; si se está contra la guerra, no es posible una guerra justa, la guerra se mide no en términos de las relaciones de fuerza que ha producido sino que se rechaza siempre por la cantidad de víctimas que produce. No es sencillo, porque - por ejemplo – yo no tiendo a definir como «injusta» la Segunda Guerra Mundial porque la hayan sufrido los millones de muertos de ambos bandos; sin embargo, para mi generación, en la vida de los ciudadanos los gobiernos no deberían tener poder de vida o muerte (como en el caso de la supresión de la pena de muerte).
Verdad es que para las guerras se les confiere este poder - y no debería ser así - con el argumento según el cual al Daesh no se le puede dañar o derrotar de otra manera, también porque se trata de un enemigo difuso y menos expuesto de lo que es un país con su Estado, con un territorio preciso en el que se despliegan ejércitos, fortificaciones, industrias militares, sistemas de transporte. En realidad, el Daesh está asimismo cada vez más presente y concentrado en algunos territorios y, sobre todo, los medios militares se los suministra nada menos que Occidente, todo lo más a través de la mediación de otro país. En el caso de Turquía esta mediación no es necesaria porque en la coalición internacional contra Daesh ningún otro Estado participa en la guerra contra los kurdos, que son para Ankara el principal enemigo. El lanzamiento de un misil turco contra un avión militar de Rusia, que está en guerra contra Daesh, pero no contra los kurdos, es una señal amenazadora, que Occidente soporta tranquilamente.
En realidad, la guerra en Oriente Medio ha presentado y presenta a menudo, a partir de Afganistán, diversos frentes, también en parte ocultos, aspecto que no es la última de sus especificidades; pone de relieve las razones por las cuales nació en su contra el más vasto movimiento pacifista de tiempos recientes. Y no sólo son víctimas los civiles de modo regular (en cada ataque, sobre todo aéreo) sino que, como en todos los conflictos con un fuerte componente ideológico, los bandos no se corresponden claramente con un territorio bien definido. En resumen, el carácter particularmente brutal y no justificable de las guerras resulta aquí singularmente evidente.
Francia, no contenta con el desastre sin salida provocado en Libia por la ignorancia de Sarkozy, repite errores y víctimas en Siria atrayendo sobre sí – a propósito de guerras «útiles» - el ataque de esa parte del Daesh como movimiento que se cuela también el territorio de Europa occidental, hijo no solamente (bien que en buena parte) del malestar social, sino de una desesperación más interiorizada y profunda que ha llevado hasta ahora a jóvenes franceses y belgas a concluir las acciones homicidas activando cinturones explosivos y quitándose la vida. No se cuente que esperaban ser acogidos en el más allá por centenares de vírgenes deseosas, y desesperaban de la vida en la tierra, sin nada que les diera un sentido humano o sobrehumano. Falta en nuestro mundo el único elemento en condiciones de derrotar al Daesh, a saber, un sentido humano y más allá de lo humano que no sea el éxito en hacer dinero, que no por casualidad queman, o el espectáculo intenso en sentido estricto como distracción de lo real.
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