En homenaje al 23 de abril este fin de semana el PP ha organizado un pifostio muy quijotesco en el que no han faltado los garrotazos, las chirigotas, los abrazos y los molinos de viento. El mal rollo venía de atrás, más o menos del momento en que en Hacienda le endosó una multa al ex presidente Jose Mari por una defraudación de nada, algo que hizo enfadar al ex inspector de Hacienda más célebre que vieron los siglos. No se resigna a que el prefijo ex le preceda a todas partes, incluido su bigote, y tampoco soporta que su doble de acción, el ex ministro José Manuel Soria, le haga sombra ni siquiera en temas fiscales. De ahí que ambos, el original y la copia, se hayan unido a otra ex, Esperanza Aguirre, en las críticas contra Montoro.
El segundo acto tuvo como protagonista a otro famoso ex, Francisco Granados, que compareció por videoconferencia muy alterado porque se habían vulnerado sus derechos: hasta le habían mantenido incomunicado cinco días después de su detención, como si fuese un titiritero. Acorralado a preguntas, Granados se defendió con una línea de defensa inédita entre los populares: “Los del PP también somos ciudadanos”. Aunque tampoco se supo si lo decía con segundas o con terceras, con minúsculas o con mayúsculas. Él quería hablar de la trama Púnica, aunque le preguntaban más bien por el asunto del espionaje. Se quejó tanto de su indefensión legal y en su disputa con los diputados de Podemos sacó a relucir tanto el tema de Venezuela que daba la impresión de quejarse desde una cárcel de Caracas.
Al poco tiempo, las declaraciones de Granados volvieron a resquebrajar la inquebrantable unidad del partido en estos momentos tan difíciles. Por un lado, Aguirre lo defendió apelando a la presunción de inocencia (más presunto no puede ser), y por el lado opuesto, el vicesecretario de Sectorial Esteban Maroto manifestó su “asombro, por no decir otra cosa” ante la comparecencia de Granados. Dijo que si se corroboran las pruebas debería “ir al trullo y devolver el dinero defraudado”, lo cual raya en el escándalo más absoluto. No hay más que ver el recibimiento que le dispensó la Ejecutiva del PP en Canarias al recién defenestrado José Manuel Soria, donde por poco lo sacan a hombros. Hasta Cospedal le dio un abrazo en diferido y en forma de simulación.
En medio de este cisma entre los entusiastas de la turbiedad y los partidarios de la transparencia, entre los ex y los no ex, los de siempre y los de ahora, apareció Maese Mariano en el teatrillo para poner paz y después gloria. “Estoy en plena forma”, dijo y para demostrarlo se quedó callado y quieto. No dijo ni mu sobre las críticas que lanzaron en Córdoba algunos dirigentes de Nuevas Generaciones ante los escándalos de corrupción, la ausencia de autocrítica interna, la desvergüenza institucional y la falta de democracia interna. “Nos duele nuestro partido” dijo unamunianamente Beatriz Jurado. “Nos duele porque lo queremos”. Ni se imagina cómo les duele a los perjudicados.
David Torres
Fuente: Público.es
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