sábado, 30 de abril de 2016

Ser o no ser


Pedro Sanchez arrepentido


JOSEP CUNÍ

Ese día me equivoqué”. Al admitirlo, Pedro Sánchez se refería al debate electoral con Mariano Rajoy en el que le espetó que no era una persona “decente”. Nunca le llamó “indecente” como luego se hizo creer y consta porque, al replicarle, el sagaz presidente reconvirtió el agravio, lo engrandeció, se explayó largamente en su contraataque y dejó para la frágil posteridad política un insulto mucho más grave de lo que realmente fue. Cosas más fuertes se han dicho los políticos entre ellos que ni siquiera archivamos. Distinto es que, magnificado aquel instante, el PP lo congelara con intención de no querer olvidar y, en consecuencia, tampoco perdonar. Y de ahí a mantener distancias, evitar cordialidades y refugiarse en la ofensa para no obrar como la política exige: tragándose los sapos que hagan falta cada mañana y en ayunas. Porque un indecente es aquel que actúa como tal a conciencia mientras que una persona no decente es quien lo hace sin ajustarse a los parámetros propios del que espera una actuación determinada.

Sin ánimo de entrar en debate lingüístico alguno, en aquel momento Rajoy no era una persona decente a los ojos de Sánchez porque su actuación política no respondía a las normas propias del socialista y que tampoco coincidían con las de los populares. Dudo que, en el marco actual, nadie del PP tilde a su presidente de indecente por mucha inquina que le tenga. Le susurrarán vago, esquivo, gallego en el sentido tópico de la expresión para justificar su indolencia, pero no le atribuirán la indecencia por voluntad.

El detalle, que no es baladí, me recuerda el riesgo jurídico que evitamos los periodistas cuando decimos que un político ha faltado a la verdad en lugar de llamarle directamente mentiroso. La casuística avala el eufemismo. Pero más allá de esta anécdota la pregunta hoy es por qué ahora Sánchez hace acto de contrición y confiesa que se equivocó. Oficialmente dirán que el PSOE quiere demostrar que ha entrado en una nueva etapa, que toca pasar página y construir porque unas nuevas elecciones suponen un tiempo nuevo. Como sea que este episodio del pasado sus rivales conservadores se lo podrían refregar hasta el cansancio, que por algo son contumaces en las tácticas, nada mejor que neutralizar su posible efecto negativo borrando su fecha de vencimiento por la vía del arrepentimiento.

Pero también porque una muestra de humildad nunca sobra. Si se proyecta con el tono de voz adecuado y a través de los micrófonos de una cadena de radio bendecida por la Conferencia Episcopal, suma unos enteros que una parte de la ciudadanía agradece. Mientras, le aparta de la imagen de perdedor que las circunstancias le han dibujado y le reinventan para lo que convenga. Con todo, habrá quien lo entienda como el primer paso para el pacto reclamado. Son los malpensados. O no.

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JOSEP CUNÍ  DIRECTOR DE 8 AL DIA

Fuente: La Vanguardia

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