Urna electoral |
La economía española está tan lanzada que ni siquiera la interinidad política que vive el país es capaz de frenarla ya. Eso vino a decir ayer Luis de Guindos cuando le preguntaron por las hipotéticas consecuencias del retraso en la formación de Gobierno. Según él, esto ya no hay quien lo pare. Lo que pasa es que eligió el peor día para asegurar tal cosa, coincidiendo con la publicación de la EPA del primer trimestre, que no es precisamente para tirar cohetes.
Entre enero y marzo se perdieron casi 65.000 empleos, la tasa de paro volvió al 21% y si no subió más fue por la disminución de la población activa; es decir, de la gente que se declara en disposición de buscar trabajo. Un hecho éste, por cierto, que no refleja una mejora de la situación, sino todo lo contrario: la falta de confianza de muchos ciudadanos en la posibilidad de encontrar una ocupación que, si no les satisface, al menos les permita ganarse la vida dignamente.
Porque ésa y no otra es la característica principal de la recuperación de la que tanto blasona Rajoy; una recuperación que, en el mejor de los casos, se traslada al mercado laboral en forma de empleo escaso y precario. De empleo de hoy sí y mañana no, de empleo por horas y mal pagado. Y a cambio del cual algunos empresarios esperan que los trabajadores les den las gracias. Como si crearlo fuera fruto de un arranque de generosidad, en vez de una exigencia de sus negocios.
En esta materia, el Gobierno del PP ha jugado con fuego, dando todo tipo de facilidades al despido y a la contratación y convirtiendo en papel mojado derechos conquistados a lo largo de muchos años. Sólo ha bucado tener unas cifras algo menos impresentables ante la última cita electoral, sin importarle demasiado su consistencia y, lo que es peor, haciendo oídos sordos a quienes le advertían de las consecuencias que esa política podía acarrear.
Una de ellas es la imposibilidad de recuperar el equilibrio de las cuentas de la Seguridad Social, no ya por el exceso de gastos, sino por los insuficientes ingresos que conlleva la precariedad laboral. Sin empleo estable y razonablemente pagado es muy difícil que las cotizaciones sociales basten para pagar las pensiones, y el Fondo de Maniobra, del que Rajoy ha tirado como si no hubiera un mañana, tiene un límite que está cada vez más cerca.
¿Qué pasara cuando se agote? ¿Hay que rectificar el rumbo cuanto antes para no llegar a esa situación? No sé si se va a hablar mucho de ello en la próxima campaña electoral, pero me temo lo peor. Es probable que los dirigentes políticos se dediquen de aquí al 26J a agrandar la parte de culpa que corresponde a sus adversarios en la nueva convocatoria. Sin darse cuenta, quizás, de que eso puede importarles a ellos, pero no es ni de lejos lo que más nos preocupa a los demás.
Fuente: Público.es.
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