Tras la abstención que acabó con la dimisión del diputado Pedro Sánchez, los socialistas parecen haber optado directamente por la evasión
En un partido lleno de aspirantes a dirigirlo nadie quiere asumir el coste de ser el líder que permite gobernar al PP
Antón LosadaEn apenas una semana han muerto Rita Barberá, Fidel Castro y, según cuentan, el siglo XX. A poco que se empeñe la actual gestora, el siguiente puede ser el PSOE. Quienes no quisieron lamentar la muerte de Rita Barberá lloran ahora la del comandante y quienes les echaron en cara su falta de humanidad celebran ahora con euforia el fallecimiento de Fidel; efectivamente la muerte no es el final… del sectarismo. La pregunta ahora bien podría ser si quedaría alguien para llorar el adiós del puño y la rosa. Lo único que abunda hoy es gente para redactar su esquela.
Tras el pronunciamiento de los barones en el “comité federal-happening” que acabó con la dimisión del secretario general Pedro Sánchez, el partido socialista se embarcó en una huida hacia adelante de excusas, contradicciones y medias verdades que todos sabíamos acababa inexorablemente en una abstención ante Mariano Rajoy. Una gestora presidida por Javier Fernández, un hombre dotado con ese rostro acostumbrado a dar malas noticias tan propio de un director de recursos humanos, suponía probablemente la mejor opción.
Tras la abstención que acabó con la dimisión del diputado Pedro Sánchez, los socialistas parecen haber optado directamente por la evasión. Ante la evidencia de una organización fracturada entre militancia y cuadros, arrastrada por una imparable decadencia electoral, sin otra respuesta que una colección de vaguedades y lugares comunes ante muchos de los problemas afrontados por la sociedad española y con una gestora y un liderazgo en comisión de servicios, han decidido que pueden esperar hasta julio, o incluso hasta septiembre, para afrontar su cruda realidad y decidir qué hacer con su vida. En un partido lleno de aspirantes a dirigirlo nadie quiere asumir el coste de ser el líder que permite gobernar al PP.
El problema de las evasiones reside en que la realidad siempre corre más rápido. La carrera por la secretaría general ya se ha desatado. La gestora y muchos socialistas creen que pueden soportar semejante sobreexposición durante casi un año mientras Rajoy aprueba leyes y presupuestos. Pero también quienes obligaron a retractarse a Galileo estaban convencidos de que la Tierra era el centro del universo.
Susana Díaz busca firmar la paz con los barones que no la apoyaron en noviembre y ha empezado por lo más difícil: el PSC. Pedro Sánchez ha iniciado con buen pie su tour para mantener viva la llama de la militancia que proclama portar. Tiene razón Pedro Sánchez cuando le dice a la gestora que su tiempo ha terminado y Susana Díaz lo sabe.
La presidenta andaluza corre con todo a su favor. Su única debilidad reside paradójicamente en una de sus fortalezas: hay demasiadas cosas y políticas que un líder del PSOE debe defender pero una presidenta andaluza no puede o no debe. El anterior secretario general corre contrareloj y con la urgencia de recomponer un relato que él mismo tiró a la basura. Pero ambos correrán lo más rápido que puedan para llegar cuanto antes a una meta que ninguno tiene asegurada.
Fuente: eldiario.es
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