Francisco Louça
¡Jodida Unión! No sé si tenemos lo que nos merecemos, porque semejante conjunción astral parece un castigo excesivo incluso para quienes desconfían de esta entidad.
Un tal comisario Gunther Oettinger, alemán, colecciona disparates como si respirase: que si el "matrimonio homosexual obligatoria", que si Valonia es una "micro-región" gobernada por "comunistas", que si los países con déficit deben ser castigados con la bandera a media asta, que si los ministros chinos se peinan con betún negro. El hombre es un molino de ideas deslumbrantes. Resultado: se anuncia su promoción para ocuparse del presupuesto europeo. En casa de la Comisión europea las carreras se miden con un disparatómetro.
Pero dicho señor, aunque escogido por el gobierno alemán, es como es.
Otra de las figuras de mayor calibre es el presidente francés, Francois Hollande. Para Hollande, que se esfuerza para alguien todavía se acuerde de él para unas dudosas primaria en el seno del Partido Socialista, los que van a definir su candidato para suceder al mismo Hollande, decidieron publicar un libro con el revelador título de Un presidente no debería decir eso, tal vez con la esperanza de que le hiciera popular, cosa dudosa después de saberse lo que ha hecho y lo que no. El libro no fue bien acogido. Es que el presidente no debería haberlo dicho, pero lo dijo. Y dijo todo lo que sólo puede competir en el campeonato de la indiferencia y la irrelevancia: amores y desamores, el fútbol, las maldades de la religión islámica, el peligro del velo y quién sabe qué más. Un suicidio político, que ha provocado "la vergüenza y la ira" de los militantes socialistas, según dice su primer ministro Valls.
Pero la prensa estaba interesada en una revelación, realmente picante, sobre el pacto para mentir entre el gobierno francés y la Comisión Europea, en primer lugar con Barroso y luego con Juncker: mentimos sobre el déficit previsto y ellos hicieron que se lo creían. Todo era "una mentira, aceptada por todas las partes", dice un divertido Hollande, aun presidente de la República francesa.
Si se trataba de una mentira y fue aceptada, la simpática complicidad lo dice todo acerca de las "reglas europeas" y su rigor. Cuando Moscovici llegue a Lisboa en dos semanas, para hacer su numerito de poner cara de palo y mostrar su preocupación por las cuentas del presupuesto, que tienen que estar de acuerdo con los dictados de la Comisión europea, acuérdense los lectores que él era el intermediario entre Hollande y la Comisión en aquella "mentira pura y simple, aceptada por todas las partes". "Francia es Francia", dijo en su día Juncker, sin duda conocedor de la mentira, y todo quedó dicho.
Saber mentir: ese es el juego. Pero si no sabe mentir, no se queje de lo que le espera. Es necesaria una reforma de la seguridad social, es imposible aumentar el salario mínimo, ¿hay que recordar las declaraciones oficiales de la Comisión sobre Portugal? En reuniones, verificaciones, asesoramientos y exámenes previos del presupuesto, ha exigido recortes de más de 900 millones de euros, ha hecho públicos comunicados sobre la preocupación de la Comisión europea, ya que si no hay mentira negociada el problema es seguro.
No puedo concluir, queridos lectores, que es mejor mentir. No. Pero al menos podemos concluir que fue estupendo ser franceses y gestores de mentiras. O alemanes, porque sin tener que trabajar, siempre se promueve en la Comisión al más mediocre de ellos. Ser portugués es un rollo.
Francisco Louça catedrático de economía de la Universidad de Lisboa, ex parlamentario y miembro del Bloco de Esquerda, actualmente es Consejero de Estado.
Fuente:
http://blogues.publico.pt/tudomenoseconomia/2016/11/03/ai-era-tao-bom-ser-frances-ou-alemao-tambem-serve/
Traducción: G. Buster
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