Donald Trumo, en una imagen de archivo. EFE |
Cada sistema genera sus propios monstruos, y Trump es un hijo natural de la democracia norteamericana
Isaac Rosa Me parece increíble que vaya a ganar las elecciones Donald Trump, un reconocido enemigo de los derechos sociales y con un pasado manchado de corrupción. Es inexplicable que tantos ciudadanos voten a Trump, responsable de los peores recortes en educación y sanidad, bajo cuyo mandato han crecido la pobreza y la desigualdad. No entiendo que haya trabajadores que voten a Trump, cuya reforma laboral liquidó derechos y devaluó salarios. Y solo una sociedad corrompida puede hacer presidente a Trump, líder de un partido vinculado a tramas de comisiones y financiación ilegal. El propio Trump es sospechoso de haber cobrado sobresueldos, mientras su tesorero…
¿Hace falta que siga, o ya se entiende la broma? No, tranquilos, no pretendo comparar al volcánico Trump con nuestro serenísimo Rajoy. Ni de lejos. En serio. Nuestros compatriotas no votarían a un mentiroso, machista, racista, autoritario y tramposo fiscal. Aquí nos van más otros perfiles. Una encuesta decía ayer que solo un 3% de españoles apoyaría a Trump. Dato lógico, sobre todo con el alineamiento unánime de la prensa anti Trump. Pero sospecho que Rajoy no tendría un apoyo muy superior en Estados Unidos si la prensa de allí contase su historial con el detalle que aquí conocemos el de Trump.
No los comparo, porque son incomparables. El mismo pasmo que sentimos por el auge de Trump, lo podrían sentir muchos norteamericanos con la victoria electoral del PP o su actual crecimiento en las encuestas. Estos días leo en España decenas de análisis y columnas que intentan explicar al lector local lo inexplicable, buscan y rebuscan todo tipo de teorías sociológicas, históricas, económicas y hasta antropológicas para entender cómo es posible que Trump esté a pocas horas de ganar las elecciones (sí, yo creo que puede ganar). Los mismos analistas no dedican ni la mitad de esfuerzo a explicar la primacía del PP en España, porque no les parece tan extraña, ni mucho menos monstruosa.
Insisto: Rajoy no es Trump, ni los votantes del PP son los de Trump. Pero es que tampoco Jesús Gil era Trump, ni Berlusconi, ni Le Pen. Cada sistema genera sus propios monstruos, y Trump es el hijo natural de una democracia como la norteamericana, cada vez más degradada y sometida al dinero; el fruto previsible de un sistema económico salvaje y una sociedad profundamente fracturada por la desigualdad.
Los votantes de Trump no son todos unos reaccionarios, supremacistas, xenófobos y llenos de odio, como solemos caricaturizarlos, sino ciudadanos vulnerables, hartos de perder en el juego de la economía globalizada, cansados de enviar hijos a guerras lejanas y recibir ataúdes, de sostener a unas élites cuya genuina representante es Hillary Clinton, y desesperadamente necesitados de seguridad en una sociedad estructuralmente violenta (una violencia que es mucho más que tiroteos y delincuencia). El desprecio a sus votantes me parece tan gratuito como el desprecio a los votantes del PP, que tampoco son unos corruptos antisociales.
Sí, a mí también me sorprende que Trump vaya a ganar las elecciones. Pero no más de lo que me sorprendía el éxito del mamarracho Berlusconi, o el actual ascenso de la ultraderecha en buena parte de Europa. No más, por cierto, de lo que me sorprendería una victoria abultada de Clinton (cuyo principal y casi único activo es tener a Trump enfrente). Y no más de lo que puedan sorprender en otras culturas democráticas las españolísimas victorias del PP.
Fuente: eldiario.es
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