Contra todo pronóstico, que parecía indicar que la CUP imitaría aquella dualidad de votos de Herri Batasuna votando tanto a favor como en contra del Plan Ibarretxe, Mas no será reelegido como el próximo presidente de la Generalitat. Sin la honestidad del exlehendakari, lo tenía bastante difícil y pese a haberse humillado ha sido vetado. Esta decisión, que conlleva la convocatoria de elecciones en Catalunya, incide también de modo especial en las perspectivas políticas de toda España hasta tal punto que la apertura de las urnas catalanas puede preceder también a las españolas. Salvo que el PSOE apoyara el Gobierno progresista votado por la mayoría de los españoles, la otra opción –la del Gobierno de coalición bipartidista– queda muy tocada, si no hundida, por esta implosión del proceso independentista catalán. No cabe duda de que los Reyes Magos han traído mucho carbón para Rajoy y Susana Díaz al ahogar la Gran Coalición que preparaban. Este rebote de la CUP viene a golpearlos en tres direcciones: agrava los muchos problemas para la confluencia, borra la coartada que justificaría esta coalición contra natura y despeja el camino a la alternativa de progreso.
La CUP, como el PSOE, basó toda su campaña electoral en que nunca votarían a los candidatos de la derecha catalana o española. Reiteradamente, se denunció a sus líderes como símbolo de la máxima corrupción e incluso Rajoy fue descalificado como indecente. Si en Barcelona aquellas palabras se han transformado en este veto, en Madrid tampoco se las va a llevar el viento. Esperar, como ansían algunas plumas del IBEX, que el PP cambie de dirigente carece de sentido. Ya no es posible que La Moncloa salve a la soldado Susana Díaz como intentó salvar al soldado Sánchez. Ni tampoco parece viable erosionarla en su feudo andaluz. La liquidación de Mas prefigura la liquidación del Gobierno de coalición sin prefigurar aún la de quienes han intentado formarlo y, quizás, todavía lo intenten. La llamada Sultana de Andalucía va a tener, eso sí, muchas más dificultades para poder explicar su inexplicable abstención en la investidura de Rajoy. Tras la drástica coherencia de la CUP, el coste electoral de la posible incoherencia del PSOE sería letal.
Pero lo peor para el bipartidismo es que se queda sin la gran coartada del choque de trenes con la que explicarían la razón de Estado de una coalición contra natura. Ya no van a argumentar sobre el peligro de la España rota –la Generalitat contra la Moncloa– para tapar esa común porquería en la que se refocilan las élites catalanas y españolas. La guerra de las banderas, los juegos de patriotas, –tan rentables para los corruptos en Barcelona y para los políticos en Madrid– van a ser sustituidos por la dialéctica social impuesta por el movimiento popular surgido del 15-M. En esta situación, una alianza PPSOE multiplicaría tanto los votos populares como restaría los socialistas. Eso es posible, por ahora, Despeñaperros abajo, pero de Despeñaperros arriba es un suicidio. Continuar apelando a la solidaridad territorial sin exigir la solidaridad social es pura demagogia que ya no es de recibo ni en Sevilla. Quien vivió con Chavez y Griñán no puede denunciar a quien, como Mas, vivió junto a Pujol. Al cruzarse la cuestión nacional con la social, ya no será posible instrumentalizar la primera contra la segunda.
Su gran problema, sin embargo, se llama Ada Colau, al perfilarse como la próxima presidenta de la Generalitat. El doble bloqueo político del bipartidismo, esta derrota de la derecha catalana más la impotencia de la derecha española por formar Gobierno, potencia extraordinariamente a Podemos en Catalunya y el resto de España. Tras estos dos últimos meses catalanes, es imposible saber quién está mas desprestigiado, si el independentismo catalán o el viejo centralismo bipartidista madrileño. La opción del referéndum aparece para la mayoría de Catalunya como la fórmula sensata que combina el respeto a su identidad nacional con la unidad democrática del Estado español. Así, el movimiento popular del 15 -M, nacido desde el kilómetro cero de la Puerta del Sol, se extiende por toda España como reconocía el propio diario Gara al titular una de sus últimas portadas: “La izquierda estatal arrasa en Euskadi”. No deja de ser un dato relevante, sobre la muy escasa calidad de la democracia española, que Pablo Iglesias se vea obligado a revestirse de Cameron con coleta para proponer en Catalunya el derecho a decidir que el conservador británico propuso en Escocia.
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