Campo petrolífero |
Alejandro Nadal
En los pasados 18 meses el colapso de los precios internacionales de petróleo alcanzó dimensiones dramáticas. Entre junio y diciembre de 2014 la cotización cayó de 114 a 60 dólares por barril (para el Brent). Pero el brutal desplome no se detuvo: a lo largo de 2015 la tendencia a la baja se mantuvo y hoy los precios del petróleo se encuentran en los niveles más bajos desde 2008.
La incertidumbre que rodea el mercado internacional de petróleo es notable. Lo que antes podría considerarse algo normal hoy aparece como extraño y difícil de acomodar en viejos moldes analíticos que se han hecho obsoletos. La Agencia Internacional de Energía calcula que la sobreoferta mundial de crudo rebasa los 2 millones de barriles diarios. Pero en diciembre pasado los miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) decidieron incrementar el tope superior de su producción de 30 a 31.5 millones de barriles diarios a sabiendas de que se mantiene una oferta excedente a nivel mundial.
En un interesante artículo publicado hace un año, el economista en jefe de Gavekal Dragonomics, Anatole Kaletsky, se preguntaba si el precio de 50 dólares el barril sería el piso para una recuperación de las cotizaciones o si sería un nuevo techo. Para muchos analistas el nivel de 50 dólares por barril se presentaba como un trampolín para futuros aumentos en el precio del crudo. En cambio, para otros la cota de 40 dólares se anunciaba como un techo que sería muy difícil de sobrepasar. El debate se agudizó en los primeros meses de 2015, cuando se consolidó la tendencia a la baja.
Hoy las interrogantes sobre el precio del crudo son interesantes porque las respuestas podrían decir mucho sobre el futuro de la economía mundial. En las últimas seis décadas cada recesión mundial ha sido precedida por un incremento notable en los precios del petróleo. Y cuando el precio del crudo se ha reducido en 40 o 50 por ciento y ha permanecido en esos niveles por más de medio año, la economía mundial ha respondido con un crecimiento vigoroso.
Pero hoy las cosas han cambiado radicalmente. Los bajos precios del crudo no son presagio de una nueva fase de crecimiento. Los países y regiones que podrían ser fuentes de dinamismo se encuentran atrapados en el estancamiento. En las economías más ricas el desendeudamiento de los consumidores no concluye y sigue su tortuoso camino porque los salarios no se han recuperado. En Estados Unidos se presenta un círculo vicioso: el proceso de eliminar deudas se hace lento porque el crecimiento de la economía es mediocre y el crecimiento sufre porque el desendeudamiento frena la expansión de la demanda. En Europa la disfuncional política macroeconómica frena y distorsiona la economía regional. La política fiscal se encuentra hincada en el altar de la austeridad, mientras que la política monetaria mantiene la inyección de recursos al sector financiero. Y países como China y Brasil (así como los demás “mercados emergentes”) se encuentran en graves dificultades. Se comprende por qué se habla de un estancamiento secular cuando se analizan las tendencias regionales y sub-regionales.
Quizás todo esto explica por qué Arabia Saudita ha preferido una estrategia de ampliación de su franja de mercado vía una guerra de precios en lugar de mantener las cotizaciones del crudo en niveles altos. En casos de oligopolios concentrados en los que la diversificación del producto no es posible, la entrada de nuevos competidores siempre representa una amenaza para los viejos productores ya establecidos. Esto es más claro cuando el volumen de la demanda crece despacio o cuando los nubarrones de una contracción asoman en el horizonte. Y eso es exactamente el escenario al que se ha enfrentado Arabia Saudita; de ahí que haya optado por declararle la guerra a los nuevos productores estadunidenses basados en la tecnología de fracking, que ya estaban comenzando a inundar el mercado mundial.
Pero destruir la capacidad de producción de nuevos productores a través de una guerra de precios toma tiempo. El desplome en los precios que ha provocado Arabia Saudita ya ha tenido un efecto significativo en las empresas estadunidenses en las regiones donde se encuentra el petróleo de esquistos. Pero Riad quiere asegurarse. Por eso ha recortado el gasto público, preparándose para una campaña más larga de lo que esperaban muchos analistas.
La ejecución de 47 personas en Arabia Saudita, entre ellas Nimr al-Nimr, el más importante representante de la comunidad chiíta en ese país, ha desencadenado la peor crisis con Irán. En otros tiempos se hubiera esperado que esta confrontación entre los dos miembros de la OPEP llevaría a una falta de cooperación dentro del cártel petrolero. La ironía esta vez coloca a los dos rivales en la misma esquina, pues Irán también buscará aumentar su producción cuando entre en vigor el acuerdo nuclear (y se levanten las sanciones) para poder vender lo más que pueda a sus clientes tradicionales en China, India, Japón y Corea del Sur. El colapso de la OPEP es un hecho.
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