martes, 11 de octubre de 2016

España, el país de los Trump



Juan Carlos Escudier

Analistas muy sesudos siguen intentando explicar el fenómeno Donald Trump, o por qué un tarambana millonario que presume de ser racista, misógino, acosador y de no pagar impuestos ni en legítima defensa tiene posibilidades reales de ser presidente de EEUU, un puesto reservado para indiscutibles líderes mundiales como George Bush o Gerald Ford, del que se decía que había jugado demasiado al fútbol americano sin casco y al que se atribuye una cita inmortal: “Si Lincoln estuviera vivo, se retorcería en su tumba”.

Hay que reconocer no obstante, que lo de Trump es bastante fuerte, hasta el punto de que la revelación de cómo se maneja privadamente con las mujeres ha herido la sensibilidad de Arnold Schwarzenegger, lo que no está a la altura de cualquiera. En realidad, el único misterio de Trump es su tupé en forma de ola surfeante y al parecer ya ha sido descubierto: no es verdad que se lo deje secar al aire una hora y que luego se lo peine repetidamente adelante y atrás, como él mismo sostiene; un árabe, apellidado Ivari, y con clínica abierta en su propia Torre Trump, le ha puesto la cabeza como un colador a base de injertarle miniextensiones capilares. Que no se diga que no hay inmigrantes valiosos.

Trump será un tipo hediondo, que eso nadie lo niega, pero aquí habría pasado desapercibido porque somos un país muy competitivo y en lo que refiere al machismo, la xenofobia, la evasión de impuestos y las simplezas tenemos gente muy preparada. No está claro, por ejemplo, que en un campeonato de falócratas el magnate ganara fácilmente a aquel señor de Valladolid, León de la Riva, alcalde todo el tiempo que quiso, y que tenía poluciones nocturnas con Leire Pajín o se refería así a la entonces portavoz socialista Soraya Rodríguez: “Me han acusado de todo menos de violar a la candidata, pero se comprende…”.

Es cierto que su idea de levantar un muro en la frontera con México para cortar el paso a drogatas y violadores es casi tan ambiciosa como la de prohibir la entrada en EEUU de los musulmanes, pero denle presupuesto a García Albiol, hoy al frente del PP de Cataluña, y verán lo que hace este hombre con los rumanos, especialmente si son gitanos, o con esos 500 que se ponían a rezar cada viernes en Badalona y que en Ramadán eran 2.500. “Si a alguien no le parece bien lo que tiene que hacer es darme la dirección de su casa y yo se los enviaré a rezar a ver qué les parece”. El dinero mueve montañas.

¿No pagar a Hacienda? En eso sí que nos salimos de la tabla. Comparen sin ir más lejos lo que ha podido defraudar el republicano con el arte de Rodrigo Rato, que ahora porque está distraído con unos juicios pero que en sus buenos tiempos era capaz de soltar filípicas contra el fraude mientras le tuteaban en todos los paraísos fiscales. Pongan a Trump al frente del Bank of America y si en dos años es capaz de dejar un agujero de 23.000 millones de euros, entonces hablamos.

Hay que reconocer que el de Queens se supera con las simplezas. No es fácil encontrar la tontería justa para cada tema (“creánme, volverá a haber empleo, será realmente sencillo” o “devolveré la grandeza a Estados Unidos”), o argumentar como lo haría un neandertal en un concurso (“Obama es el fundador de ISIS y diría que Hillary Clinton es la cofundadora”, o “Hillary quiere abolir, en esencia abolir la Segunda Enmienda. Y por cierto, si consigue elegir sus jueces, no podréis hacer nada. Aunque probablemente la gente de la Segunda Enmienda sí puede. No lo sé”).

Ahora bien, Trump tendría que saber que aquí se enfrentaría al campeón mundial de majaderías. Para superarlo, y aún queda un mes para las elecciones, debería atreverse a decir algo semejante a esto: “EEUU es una gran nación y los estadounidenses muy estadounidenses y mucho estadounidenses”. O bien, “me gustan los neoyorkinos porque hacen cosas”. O, incluso, “una cosa es ser solidario y otra serlo a cambio de nada”, por no hablar del ya célebre “a glass is a glass and a dish is a dish”, que es el lema de una época.

Los analistas siguen estudiando los motivos por los que el nota tiene cautivado a buena parte del imperio, sin pararse a pensar que en otras latitudes hay gente como él que está en el Gobierno. Por separado, las habilidades de Trump no nos impresionan aunque haya que reconocer que, contemplado en conjunto, es un rival formidable. Anoche, mientras medio mundo se hinchaba a poner velas a los dioses del Alto y Bajo Egipto para que renunciara a su candidatura o, al menos, para que fuera barrido por Hillary Clinton en su segundo debate presidencial, el del tupé salió airoso y hasta se permitió el lujo de amenazar a su oponente con la cárcel. Si gana se demostrará que los dioses egipcios son un camelo. Y si pierde, que son muy cabrones.

Juan Carlos Escudier

Fuente: Público.es

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