Una pareja de pensionistas, en una manifestación contra los recortes de Rajoy |
Juan Carlos Escudier
Mientras se mantiene artificialmente el suspense sobre la investidura de Rajoy, que se consumará a finales de este mes como está mandado, los espectadores de la opera bufa han olvidado que la representación tendrá un segundo acto dramático. Así, una vez que abandonen la escena los figurantes del PSOE que tan buenos momentos han hecho pasar al respetable, y caiga el telón sobre esa actriz andaluza que ha sido la encarnación misma de una de las hilanderas de Velázquez, de lo bien que ha cosido la criatura, llegará Mariano el de las rebajas con sus tijeras y se acabarán las risas.
Lo primero que hará nuestro jardinero presidente será podar 5.500 millones de euros de los nuevos Presupuestos por eso de cumplir con el objetivo de déficit que exige Bruselas. Para explicar cómo se ha consumado este desfase con Montoro y Guindos de carabina de las cuentas y con un crecimiento de la economía en el entorno del 3% no hace falta más que recordar la última reforma fiscal con la que el Ejecutivo quería presentarse a las elecciones y por la que se dejaron de ingresar 8.000 millones. Cambiar impuestos por votos siempre fue una jugada maestra.
Lógicamente, ahora toca desandar el camino, algo que como todo el mundo entiende sólo es posible aumentando los ingresos, es decir, volviendo a elevar la fiscalidad ahora que ya no hay elecciones, o recortando el gasto público, de manera que los justos vuelvan a pagar por los pecados de otros. Para resolver el dilema shakesperiano de decidir entre subir el IVA de los productos básicos o meterle un tajo a las becas ya se ha lanzado en Moncloa una moneda al aire.
Será el aperitivo. El plato fuerte volverán a ser las pensiones, cuya hucha ha sido esquilmada sin piedad y quedará vacía a finales de 2017. Para entendernos, el desequilibrio entre ingresos y gastos ronda los 20.000 millones, por lo que ya se dibuja en el horizonte una nueva reforma que se sumará al latrocinio que se perpetró contra los pensionistas hace un par de años.
Conviene recordar que, pese a la propaganda oficial que proclama que las pensiones subirán siempre gracias al PP y que la prueba es que el próximo año lo harán en un espectacular 0,25% con un IPC negativo, la realidad es que el sistema se concibió para desvalijar a los jubilados, hasta el punto de que se calculó un “ahorro” de 33.000 millones en nueve años.
La cosa funciona así. Las pensiones se revalorizan hasta un tope del 0,25% respecto a la inflación pero siempre que los ingresos del sistema sean superiores a los gastos. Es decir, si el próximo año el IPC fuera del 1,5% y las cuentas de la Seguridad Social siguieran en números rojos, que lo estarán, las retribuciones de los pensionistas sólo aumentarían ese 0,25% citado. En consecuencia, harían falta unos lustros de superávit para que recuperaran el poder adquisitivo que perderán cada año de plomo.
Lo que se planteará ahora serán varias vueltas de tuerca al tornillo y como se comprenderá no es indiferente quién gobierne a la hora de decidir cómo se maneja la llave inglesa. No es lo mismo eliminar el tope a las cotizaciones sociales para que contribuyan más los que más ganan o eliminar las bonificaciones empresariales que implantar por decreto planes privados de pensiones o aplicar de inmediato el factor de sostenibilidad en función de la esperanza de vida. No es lo mismo incidir en los ingresos que en los gastos.
El agujero negro de la Seguridad Social no habría sido posible sin el denodado esfuerzo del Ejecutivo, que vino a prepararnos un cóctel explosivo de destrucción de empleo y reducción de salarios de los de no levantar cabeza al día siguiente por la resaca. Su gran mérito en este campo fue la de haber frenado, por primera vez en la serie histórica, la esperanza de vida de los españoles, algo muy útil a efectos presupuestarios porque, salvo excepciones, los muertos no cobran pensiones.
También fue muy inteligente obligar a los jubilados a pagar por sus medicinas, que era una forma de que sus pensiones retornaran al Estado, o eliminar las ayudas a la dependencia, que eso mata bastante y alivia el problema de caja. Como nada de eso ha sido suficiente, la reforma se torna imprescindible. Los pensionistas presentes y futuros pueden irse preparando. De la comedia al drama, en dos actos.
Juan Carlos Escudier
Fuente: Público.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario